Mascota
Todos los días, después de sus clases de violín, Natasha pasaba por el mismo albergue de mascotas. Era un local grande, donde se podían encontrar todo tipo de animales domésticos; aunque, sin duda, los perros eran los que más le fascinaban a la niña.
La historia siempre era diferente, dependiendo de quién la recogiera de sus clases.
Cuando lo hacía Simon, papá e hija entraban al lugar y pasaban horas admirando a los animalitos. A veces incluso lograban convencer al empleado de sacar algún cachorrito para poder jugar con él.
Pero cuando iba Baz, Natasha tenía suerte si su padre aceptaba detenerse en el camino para siquiera mirar el albergue.
Los dos padres eran distintos. La diferencia era tan grande, que Natasha estaba convencida de que esa frase de "los opuestos se atraen" era totalmente cierta. Simon era el padre divertido, cumpliendo los caprichos de su niña y haciendo travesuras con ella. En cambio, Baz era el padre estricto, al menos para los ojos de Natasha.
Por eso, el día que ella pidió tener un perro, no le sorprendió la mueca de duda que obtuvo de su padre. Y ya se esperaba que su papá reaccionara poniendo ojos de cachorrito. Natasha sabía que esa era un alma mortal contra Baz, así que se apresuró a imitar a Simon.
—Nubecita —dijo Baz, tratando de no ceder—, ¿no sería mejor otra mascota?
—¿Cómo cuál? —preguntó ella.
—No lo sé —dudó él, encogiéndose de hombros—. ¿Qué tal un pez?
—¿Un pez? —se quejó Natasha, dejando caer sus bracitos a sus costados.
—Amor —dijo Simon con dulzura, alargando la última silaba—, Nat no hace más que portarse bien. No veo por qué no podemos adoptar un perro.
Baz no respondió, y su esposo se acercó a él, sujetándolo por la cintura y dejando un beso corto en sus labios. Natasha sonrió al mismo tiempo que su padre murmuraba malhumorado "está bien". Simon nunca fallaba en convencer a Baz de cualquier cosa, y así fue cómo los Snow-Pitch lograron tener un perro.
***
—Ese perro es el demonio, Simon —dijo Baz completamente convencido, tan solo dos semanas después de haberlo adoptado.
—Vamos, no es para tanto —contestó él, mientras acariciaba la pancita de Jake, que era así como Natasha había llamado a su lindo perro color nieve.
Ambos estaban en su habitación, Baz poniéndose el pijama y Simon sentado frente al escritorio de su esposo, con Jake echado en su regazo.
Baz los observó de reojo, negándose a creer que tenía celos de un perro. Aunque la verdad era que sí, se moría de envidia.
Hace un par de días, había ido a recoger a Natasha del colegio, y había llevado a Jake con él. Apenas los vio, la niña corrió feliz hacia ellos. Baz todavía recuerda la emoción que sintió, pensando que su hija corría para abrazarlo. Pero no fue así. Natasha había tomado a Jake en sus brazos, y sólo después de jugar con el cachorro, había saludado a su padre con descuido.
Y eso no era lo único que pasaba.
A Jake le encantaba lamerle la cara a Simon, y puede que Baz estuviera un poco celoso de que la mascota pudiera cumplir los sueños que él tenía cuando aún era un alumno en Watford. Puede que ya no tanto como antes, pero Baz seguía mal de la cabeza.
—No sé por qué odias a Jake —se preguntó Simon con el ceño fruncido—. Si es una bola de pelos adorable.
Baz hizo una mueca al ver cómo su esposo seguía jugando con el perro.
—Bueno, tu "adorable bola de pelos" —dijo él, haciendo comillas con los dedos—, muerde mis zapatos y arruina el periódico.
Simon atrajo a Jake hacia su pecho, cómo protegiéndolo de las acusaciones de Baz.
—Además —siguió—, le gusta subirse a mi lado de la cama y dejar la almohada llena de pelos.
—¿Eso es todo?
—No —dijo Baz, bajando la voz—. También recibe más atención que yo.
Simon levantó una ceja y observó a su esposo.
—¿Más atención?
Baz desvió la mirada.
—Le haces más caso al perro que a mí.
Una sonrisa decoró el rostro de Simon, quien dejó a Jake en el suelo y se levantó de su asiento.
—¿Estás celoso de que le hago cariños al perro?
Baz rodó los ojos.
—Puede ser.
Simon se acercó a Baz y lo tomó por la cintura, juntando sus cuerpos y sus labios, besándolo con deseo. Baz lo sujetó por los hombros, pero su esposo se apartó.
—Te puedo dar más atención, si eso quieres —susurró Simon en su oído, antes de bajar la cabeza para dejar besos en su cuello.
—Simon...
—¿Qué pasa? —murmuró él, y las rodillas de Baz temblaron, dejando que ambos cayeran sobre la cama matrimonial.
Simon se acomodó sobre su esposo, presionando sus rodillas contra la cadera de Baz, y sujetando las manos de este con firmeza contra el colchón. Las manos del rubio se movieron con rapidez, dispuestas a bajar los pantalones de pijama del pelinegro, pero fueron interrumpidas por las protestas de Baz.
—Simon —volvió a decir él entre besos—, tenemos que parar. Natasha está en la casa.
—Pero está dormida —insistió el otro, volviendo a bajar sus manos. Baz las apartó.
—El perro nos está viendo —señaló, y tenía razón. Jake estaba sentado al costado del escritorio, justo donde había sido dejado. Simon bufó.
—¿No estabas celoso del cachorro? —preguntó con una sonrisa de lado. Baz se rio y se liberó de Simon antes de levantarse de la cama.
—Anda, Jake —dijo él, moviendo al perro fuera de la habitación. Cerró la puerta y suspiró—. Tenemos que dejar a Natasha con mi tía Fiona algún día. Hace meses que no tenemos tiempo a solas.
Simon asintió.
—También podríamos dejarla con tus padres.
—No, creo que Natasha también le tiene miedo a esa casa.
—¿Y quién no?
Ambos se rieron, recordando cómo Simon no pudo dormir en el cuarto de visita cuando fue a la casa de Baz por primera vez.
Pensando en eso, y en cómo podían hacer para tener tiempo a solas, los dos esposos se fueron a la cama, aunque ahora, sólo para dormir.
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Medio que me desvié del tema de la mascota al final 7u7.
Espero que les haya gustado :DDD
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