Celos
Simon miraba escondido a su novio. Baz estaba apoyado con la espalda en un casillero, sujetando firmemente sus cuadernos. Una chica de rulos rojizos le estaba hablando con una sonrisa de lado.
Simon los miró con recelo. La chica enrollaba un mechón de su largo cabello en un dedo, mientras le decía algo a Baz. Lentamente, se iba acercando al chico de ojos grises, quien cada vez se apretaba más hacia atrás.
Ahí fue cuando Simon decidió intervenir.
—Hola, amor —dijo en voz sorprendentemente alta, y besó a Baz en la mejilla, sin dejar de mirar a la chica—. ¿Nos vamos?
Baz lo miró con los ojos entrecerrados, dándose cuenta al instante de los celos de Simon. Estuvo a punto de aceptar, pero la chica tuvo que escoger ese preciso instante para hablar.
—¿Y tú quien eres? —chilló con fastidio.
Simon levantó una ceja, y pasó un brazo por la cintura de Baz, quedando hombro con hombro.
—Soy el novio de este precioso chico, así que puedes ir alejándote de él, cariño.
Ella lo miró con una mezcla de indignación y enojo.
—Ah, ¿sí? —preguntó con fastidio—. ¿Y cómo sé yo que eso es cierto?
Se cruzó de brazos y levantó la cabeza, esperando una respuesta que ella pensó nunca llegaría.
Simon esbozó una sonrisa sarcástica.
—Perdóname, mi amor —le susurró a Baz, y en un movimiento rápido, bajó un poco el cuello de tortuga que llevaba su novio ese día.
Baz no tuvo tiempo de protestar, antes de que tres marcas rojas quedaran a la vista en su cuello.
—¿Quién crees que hizo esto, cielito? —preguntó Simon con sorna.
La chica hizo una mueca de disgusto. Se giró enojada, y siguió su camino, lejos de ellos.
—¡Simon! —protestó Baz en un susurro. Estaba rojo. Rojísimo.
Avergonzado, se subió el cuello del suéter rápidamente, y miró al pasillo con pánico, comprobando que nadie más había visto la escena.
—¿Qué? —respondió Simon con una risa.
—Tienes que aprender a controlar tus celos, Si —lo reprochó Baz, quien también tenía una pequeña sonrisa en sus labios. Tenía que reconocer que la situación había sido graciosa. Jamás había visto este lado de Simon, y por alguna razón, le gustaba—. Pero tengo que darte las gracias. Esa chica no me iba a dejar en paz.
—Lo sé —dijo Simon con cariño, y le dio un beso corto a Baz en los labios—. Por eso vine.
Baz sonrió y se volvió a arreglar el cuello del suéter. Había escogido ese, precisamente, porque cubría las marcas que había dejado Simon la noche anterior. Claramente, no había servido de mucho.
—No vuelvas a hacer eso —lo recriminó Baz de nuevo.
—¿Qué cosa? —sonrió Simon—. ¿Besarte?
—Eso no, tonto —dijo Baz, riendo—. No vuelvas a mostrarle a todo el mundo lo que hacemos. Eso es privado.
—Claro —dijo Simon—. No lo volveré a hacer.
Baz le sonrió, y ahora fue él quien besó a Simon. Lo tomó de la mano, y juntos salieron, por fin volviendo a casa.
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Para la snowbaz family 💖
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