Parte única


One-Shot largo

Pareja: Izuku Midoriya x Todoroki Shouto

Categoría: Fluff y un poco de drama

Entre la blanquecina nieve que cubría por completo un simple pueblo de montaña abandonado para la resta de sociedad, un cuerpo masculino, enfortecido con músculos bastante notables bajo una gran cantidad de prendas impermeables, una gruesa bufanda de lana, un gorro de ese mismo material cubriendo su rizado cabello verdoso y unos guantes en sus manos, las cuales sujetaban una mochila de cuero algo desgastada por el paso del tiempo, caminaba con firmeza entre los caminos formados por otros pueblerinos que pasaron antes que él.

La nieve alcanzaba su cintura, impidiéndole el paso normal y obligándole a levantar las piernas lo máximo posible para seguir avanzando, y la nevada continuaba cayendo constantemente, obligándole a apresurar más su caminata si no quería llegar a la tienda tocadas las campanadas de la medianoche.

Su objetivo principal, que había sido torcido debido al clima, era poder hacerse con algunos alimentos, pues su hogar comenzaba a carecer de comida por la tormenta de nieve que tantos días había perdurado en la zona por la cual vivía, pero ahora debía luchar para siquiera moverse sin resbalarse y caer de cara hacia el manto que había hecho desaparecer todo el verdor de las montañas y su pura naturaleza.

Pero, a pesar de todo, Izuku Midoriya no se rendiría. Una de sus mayores cualidades era su gran fuerza de voluntad, y si deseaba algo luchaba por conseguirlo, y ahora no tenía más remedio que ir a por comida antes de morir por inanición. Daban igual tanto la tormenta de nieve como el hecho de que la tienda de comestibles más cercana estaba a unos cuantos kilómetros de su rústica casa de madera.

Iba a conseguir los condenados alimentos y nada se lo impediría.

O bueno, al menos aquello creyó hasta que un sonido sordo y casi imperceptible que logró captar gracias al silencio del panorama en general llamó su atención, y nada más pudo girar la cabeza para buscar el origen de ese sonido, un gran montón de gigantescas bolas de nieve algo deformadas rodaron por la pendiente de la montaña y cayeron sobre él, aplastándolo con fuerza sobre el terreno y arrebatándole la respiración.

Izuku Midoriya había acabado siendo sepultado por una inesperada avalancha, y por más que el joven adolescente intentaba excavar con sus manos afelpadas, esa nieve parecía un muro inquebrantable que sus dedos no podían atravesar por más fuerza que ejerciese en ella.

¿Ese era su fin? ¿Moriría asfixiado por culpa de esa avalancha?

Negó con la cabeza como pudo, pues la nieve cubría cada una de las partes de su cuerpo, inclusive sus orejas, aislándolo de cualquier sonido de la superficie, y continuó moviendo sus dedos en busca de una apertura en esa acumulación que le impedía respirar.

Tenía el tiempo contado si es que no lograba salir de allí, ya que poco a poco sus pulmones comenzaban a perder el aire resguardado como pudo segundos antes de que la avalancha lo aplastara, pero no podría aguantar mucho más.

Continuó forzando, pero sus brazos habían empezado a perder fuerza, atados a las asas de la mochila, y poco a poco fue notando cómo las energías de su cuerpo iban abandonándolo gradualmente, y las lágrimas comenzaron a fluir lentamente por su rostro, mezclándose con la nieve que parecía no ceder a sus manos.

Desde el primer momento en el cual salió de su casa completamente equipado para el frío con la intención de hacerse con algo de comida (la suficiente para un par de días), tuvo un muy mal presentimiento acerca de aquello, pero jamás creyó que tendría la mala suerte de ser sepultado justamente por un alud de nieve.

Volvió a negar en su mente. No podía morir, o por lo menos no todavía, ya que seguía teniendo motivos para vivir, tales como la promesa que realizó a su madre de regresar a la ciudad nada más aprendiese a vivir de manera independiente, o sus mejores amigos Iida Tenya y Ochako Uraraka, a quienes había conocido en ese mismo pueblo bajo el bonito árbol de navidad que todos los habitantes preparaban anualmente por festividades navideñas.

Por lo que no, no podía darse por rendido, y aunque su cuerpo no quisiera responder a sus órdenes, él lo obligaría a actuar por más que le costase.

Al estar aislado del exterior, Izuku no pudo escuchar unos pasos apresurados en la lejanía que con rapidez se fueron acercando hacia donde él se encontraba luchando por escapar de esa prisión nívea, pero cuando menos se lo esperaba unas manos blanquecinas, comparables al color puro de la nieve, comenzaron a escarbar hacia su dirección, comenzando a crear un agujero por el cual el de cabello rizado podría llegar a salir de una vez por todas.

En ese punto, el joven estaba mareado por la falta de oxígeno y el frío que estaba sintiendo, por lo que nada más la fresca brisa tocó su rostro, tomó todo el aire que pudo, llenando sus ansiosos pulmones, mientras su rostro, pálido por el mareo y el clima, comenzaba a tomar un poco de color al fin, resaltando las pecas de sus ahora sonrosadas mejillas, notando segundos después unos fuertes brazos rodeándolo, comenzando a sacarlo con brusquedad de la nieve acumulada por el repentino alud.

Izuku boqueó nada más salió a la superficie, sintiendo sus ojos escocer por las lágrimas de dolor que le provocaron las punzadas en sus pulmones por la asfixia, y su mirada se dirigió hacia la persona que le había salvado de morir congelado, encontrándose con una mirada gélida, casi aburrida, bicolor que le analizaba con nula preocupación, como si no le acabase de salvar la vida a alguien.

—Muchísimas gracias, de verdad —musitó Izuku con la voz rota y temblando por la nieve que se había colado entre su ropa, rozando su piel y provocándole escalofríos, pero a pesar del agradecimiento, el joven de mirada hastiada simplemente se cruzó de brazos.

—No es nada. No podía dejarte morir congelado, eso carcomería mi consciencia —dijo con algo de fastidio, moviendo sus pies de manera frecuente—. O eso creo.

El joven de pelo verde contempló más a su salvador, dándose cuenta de que esos bonitos ojos pertenecían a un muchacho, probablemente de la misma edad que él, con un cabello lacio bastante particular con dos mitades diferentes, una parte blanquecina como la nieve y la otra era de un rojo puro. Pero el hecho que más inquietó a Izuku, quien no estaba acostumbrado a entablar conversaciones con personas desconocidas o simplemente mirarlas —pues la timidez acababa por hacerse presente y le imposibilitaba el concentrarse en qué palabras debía decir—, fue una cicatriz algo rojiza bajo el ojo izquierdo, cuyo color era un precioso tono turquesa, de ese adolescente. La curiosidad cruzó su mente, preguntándose el origen de aquella cicatriz de quemadura, pero suponía que jamás podría saberlo, después de todo no conocía ni el nombre de ese chico.

—De todas maneras, gracias. No sé qué hubiese hecho si tu no hubieses aparecido —murmuró Izuku mientras comenzaba a abrazarse a sí mismo en busca de algo de calor. A aquel paso, terminaría muriendo de hipotermia.

—¿Morir? —soltó con ironía. Su ceño estaba algo fruncido, tal como si la lógica de aquella pregunta le hubiese malhumorado todavía más, y su boca estaba algo curvada hacia abajo.

Los ojos de Midoriya se deshicieron de su característico brillo ante la sinceridad de ese adolescente que se había convertido en su salvador, consternado por cómo alguien podía hablar de la vida de una persona de esa manera tan apática, tal como si no valiese ni un centavo, y sus labios se torcieron en una mueca de frustración por la repentina molestia sentida hacia ese chico con heterocromía y curioso cabello.

No es que ya no estuviese agradecido por su ayuda, ya que era consciente de que ciertamente habría muerto de no ser por su oportuna aparición por los lares, pero el joven ya no le producía la misma vibra de simpatía que la que había llegado a notar nada más lo pudo ver después de salir de la prisión de nieve, y al parecer ese chico tampoco le encontraba simpático por la manera en la que le estaba tratando.

—Ahora que he respondido tu estúpida pregunta, me parecería estupendo que te movieses. No quiero que mi viejo me encuentre. —El joven alzó la mirada, observando los páramos con ojos inquietos y ansiosos. Parecía estar huyendo, o al menos eso parecía por lo último que había dicho y por sus gestos rápidos e impacientes.

—¿Estás escapando de tu padre? —cuestionó Izuku, acatando las órdenes del joven, apartándose a un costado entre medio de tambaleos—. Eso no tiene sentido.

—Tú no tienes idea de por lo que tengo que pasar por culpa de él, así que, si no es mucha molestia, me encantaría que dejaras de hablarme y que me dejes marchar de una vez —exclamó ahora con un leve tono de ira el joven, pisando con fuerza la nieve y formando en ella la forma de la suela de su zapato.

—¿Pero tienes lugar al que ir? —preguntó el de pelo rizado, siguiendo al chico nada más comenzó a caminar con paso apresurado—. Yo podría ofrecerte mi casa, aunque ahora mismo debo ir a comprar comida.

Las palabras del muchacho pecoso causaron un leve interés en el contrario, quien paró de caminar para así girarse a encararlo, mirándolo de arriba abajo con menos superioridad que antes, tranquilizando un poco a Izuku. Quizá el chico se había dado cuenta de que estaba siendo un maleducado (incluso le había recordado a Katsuki Bakugou, su antiguo vecino en la ciudad con el que mantenía una enemistad algo demasiado tóxica) rectificado su carácter y que ahora estaba dispuesto a tratarlo con algo más de amabilidad. Aunque tal vez solamente estaba haciendo suposiciones que luego resultarían en un simple deseo.

—Así que por eso saliste de tu casa incluso habiendo esta tormenta de nieve... —susurró enigmático, colocando su mano encima de su barbilla, algo pensativo—. No, no tengo lugar al que ir.

—Entonces... ¿Te gustaría acompañarme? —cuestionó Izuku intentando no sonar demasiado emocionado de poder hacerse amigo de ese chico—. Es decir, no vaya a quedarme atrapado en otra avalancha y necesite ayuda...

Izuku murmulló las últimas palabras sin confianza, algo cohibido y con los hombros encogidos, desviando la mirada para observar el suelo nevado y así evitando la nieve que caía en rápidas ráfagas movidas por el viento, y al parecer el joven se percató de ello, pues soltó una risa suave carente de maldad.

—Primero deberíamos presentarnos, ¿no lo crees? —El joven de cabello de dos colores soltó otra risa, una algo más seca que la anterior, llamando la atención de Izuku—. Mi nombre es Shouto. No es necesario que sepas mi apellido.

—Yo soy Izuku Midoriya, encantado de conocerte, Shouto-kun. —Sonrió el chico con pecas mientras comenzaba a caminar hacia la dirección en la cual podría llegar al supermercado, seguido por Shouto, quien había reemplazado su rostro serio del principio por uno algo más relajado, escuchando con atención al otro—. Realmente yo no quería salir de casa, pero por culpa de mis amigos me quedé demasiado rápido sin comida.

—Deberías mirar más en el futuro, vives en un pueblo de montaña. Climas extremos como éste suelen ser frecuentes, así que procura llenar tus alacenas lo máximo posible —recomendó Shouto con voz increíblemente cálida.

Era increíble pensar en que hacía unos segundos había tratado a Midoriya como un trozo de basura desechable, pero Izuku supuso que el joven debía tener algún motivo por el cual le había hablado de aquella manera. Tal vez, al estar huyendo de su padre, había influenciado en su carácter. Las probabilidades de alguna discusión eran altas, y aunque el de pelo verde no podía identificarse en nada —después de todo había vivido casi toda su infancia en ausencia de su progenitor, quien trabajaba en el extranjero—, sabía que en esas edades las discusiones entre padres e hijos eran frecuentes, por lo que no le reprocharía nada.

—Tienes razón, Shouto-kun, aunque creo que sería mejor simplemente hacer que mis amigos se traigan ellos mismos la comida cada vez que me visiten —soltó Izuku con una dulce carcajada, rascando la parte posterior de su cabeza.

—Bueno, eso también es una opción bastante viable. —Shouto continuó con la broma, observando de reojo a Midoriya.

Izuku le había dado una primera impresión de ser un niño malcriado que siempre había estado acostumbrado a buenos tratos, a juzgar por cómo se había desanimado al escuchar sus primeras palabras dirigidas hacia él, pero ahora se daba cuenta que simplemente era alguien sentimental y tímido, pero con un semblante también amable, como si estuviese dispuesto a hacer todo lo posible para ayudar a todos sus seres cercanos.

Shouto no sabía si es que estaba apresurándose al intentar adivinar la personalidad de ese muchacho pecoso, pero le daba igual, ya que no creía que lo fuera a ver de nuevo, así que sacar cualquier tema de conversación era primordial en esos momentos, dejando así su lado molesto para intentar parecer algo más amable incluso si la ira de saber que su padre probablemente le estaba buscando carcomía toda su mente y controlaba sus acciones.

—¿Tienes dinero suficiente para la compra, Izuku? —preguntó Shouto con la mirada curiosa. No sabía de dónde un chico así podría sacar el dinero, ya que no parecía ser alguien ni demasiado pobre ni poseyente de excesiva fortuna.

—Claro que sí, no voy a arriesgar mi vida sin sentido, Shouto-kun —contestó de manera casi automática, introduciendo sus manos en los bolsillos de su cálida chaqueta y sacando al instante una billetera de cuero y realizando un movimiento de hombro, ajustando el asa de su mochila.

Después de resguardar la billetera tras mostrarla a Shouto, ambos retomaron la marcha en un silencio incómodo, el cual no sabían cómo romper, dirigiéndose hacia el supermercado que Izuku sabía que estaría abierto a pesar de la tormenta de nieve que azotaba todos los rincones de la montaña con fuerza imbatible. Por suerte, a la par que caminaban, la tormenta comenzó a apaciguar, reduciendo considerablemente la cantidad de nieve que caía y permitiendo a ambos jóvenes caminar sin tantas complicaciones.

Gracias a la progresiva calma del clima, ambos chicos llegaron en apenas diez minutos al supermercado, que, para su fortuna, se encontraba abierta y con todas las luces encendidas. Su interior emanaba un aroma a chocolate caliente, y en una esquina del pequeño local un grupo de personas cubiertas en mantas térmicas tomaban líquidos humeantes de tazas de colores. Izuku supuso que eran personas que, al igual que él o por distintos motivos, habían tenido que salir de sus casas y el único lugar al que habían podido ir era esa pequeña tiendecita.

Izuku realizó las compras lo más rápido posible, charlando de manera amigable con otros clientes a los que conocía bastante bien, como Kirishima Eijiro y Hanta Sero, para luego dirigirse hacia Shouto, quien se limitó a observar en silencio al chico de cabello verde. Su intención no era ir a la casa de ese descuidado adolescente, después de todo no podía preocupar a sus hermanos desapareciendo por un día completo solamente por haberse enfadado con su padre, pero el estar un rato acompañando a Izuku no le iba a suponer ningún problema, tan solo una pequeña pérdida de tiempo.

—Entonces... ¿quieres quedarte en mi casa por hoy? Digo, como no tienes a donde ir... —cuestionó Midoriya mientras avanzaba con paso lento hacia Shouto, tomando dos bolsas repletas de alimentos y bebidas como té y café.

—No es necesario, Izuku. No quiero preocupar a mi familia desapareciendo toda la noche, así que prefiero volver a mi casa —se excusó el chico de cabello bicolor, sintiendo su corazón estrujarse ante la visión de un Izuku decepcionado.

Él parecía haberse ilusionado con poder pasar tiempo con Shouto, y ahora ante la negativa de éste parecía haber sido herido, pero pronto recuperó su compostura, brindándole una suave sonrisa al de cabello rojo y blanco, fijándose en su ropa, la cual también parecía ser lo bastante cálida como para aguantar la extrema temperatura de ese pueblo montañoso.

—Entonces te deseo suerte con tu padre, espero que todo regrese a la normalidad con él —habló con sinceridad Izuku, contemplando una sonrisa entristecida por parte del contrario.

—Ha sido un gusto conocerte, Midoriya. —Shouto pareció evitar responder los deseos de Izuku, ya que sabía a la perfección que nada volvería a la normalidad, así que no tendría sentido decir que él esperaba lo mismo, pues ni tan solo lo deseaba.

—Lo mismo digo —se despidió de igual manera Izuku, contemplando cómo Shouto comenzaba a marcharse del supermercado.

Fue un extraño encuentro, sobre todo porque las conversaciones que mantuvieron fueron una mezcla de superficiales e íntimas, y porque se conocieron por el hecho de que Midoriya casi murió aplastado por la avalancha de nieve, pero la hazaña de Shouto (que a ojos de Izuku fue una hazaña más que heroica) sería algo que Midoriya agradecería eternamente.

Con tristeza el pecoso se dio cuenta de que su propia mente sabía que nunca más lo volvería a ver, y por ello debería mantenerlo en su cerebro como un buen recuerdo, y tras pagar las compras, se dirigió lentamente hacia su hogar, vigilando con algo de paranoia que ningún alud se desprendiese sobre él, llegando al fin a su casa de manera segura y sin más daños de los necesarios, comunicándose con su madre por teléfono nada más entró en la comodidad de su cama.

Era una costumbre suya el llamar a su progenitora cada vez que podía, pues era un milagro que el Internet funcionase esos días, y así no preocuparla, y por ello ese día evitó por todos los medios explicarle que pudo haber muerto por culpa de una avalancha, pues si llegaba a tocar ese tema su madre le obligaría a regresar a la ciudad, diciéndole solamente que la tormenta de nieve seguía cayendo en el pequeño pueblo.

El resto del día pasó de manera lenta, con un Izuku temblando por el frío durmiendo en su cama, esperando a que el día siguiente llegase de una vez por todas, recordando segundos antes de quedarse completamente dormido a Shouto y el cómo le salvó de las garras de la muerte. ¿De verdad nunca más lo vería o tendría otra oportunidad para poder hablar con él?

Él quería volver a verlo, deseaba poder volverlo a ver.

Y lo hizo, aunque tardó bastante poder ver de nuevo a ese enigmático chico de ojos con heterocromía, pero para su buena suerte pudo conseguir encontrarse con él en la farmacia del pequeño pueblo un par de días después (cuando la tormenta de nieve ya había cesado y la nieve ya había comenzado a derretirse con lentitud gracias al frío Sol invernal), pues no fue sorpresa para Izuku el resfriarse tras haber estado expuesto al frío tanto tiempo. Incluso creyó que le pasaría algo peor que un resfriado común por el frío y pánico que pasó en esa dura experiencia, la cual no dudó en relatar a sus amigos unas horas antes de encaminarse hacia la farmacia para comprar algunos medicamentos que fueran capaces de deshacerle del dolor de garganta, del dolor de cabeza y de los mocos.

Entonces, cuando iba a entrar al diminuto local, pudo distinguir a través de los vidrios de éste una cabellera de dos colores tras una corta fila de personas que, al igual que Izuku, se habían resfriado en el período de tiempo que duraron las temperaturas más mínimas que el pueblo tuvo que enfrentar jamás, y su corazón dio un brinco de alegría al darse cuenta de que se trataba de Shouto.

"Al fin algo que deseaba se ha vuelto realidad", pensó Izuku mientras abría la puerta de la farmacia, y mientras se encaminaba hacia el interior del local se preguntó si estaría bien el intentar conversar con Shouto, pues la posibilidad de que éste se hubiese olvidado de él era elevada, pero finalmente reunió coraje y dio un toque en la espalda de Shouto, quien se sobresaltó ante el tacto y se giró sorprendido.

—¿Izuku? —preguntó confundido, pues no esperaba que se fuesen a encontrar de nuevo, aunque bueno, el pueblo era pequeño, era exagerar el pensar que nunca más se encontraría con ese pecoso.

—Buenas tardes, Shouto —saludó Izuku con una radiante sonrisa, intentando que su voz saliese de manera natural—. ¿Tú también te has resfriado?

—Oh, no —dijo en negativa el de cabello de dos colores—. Vine a pagar unas medicinas que debo. ¿Y tú?

—Bueno, el haber estado atrapado bajo la nieve no fue algo bueno para mi cuerpo —dijo Izuku rascando la parte posterior de su cabeza, sonriendo de lado.

Shouto iba a responder, pero la farmacéutica le hizo avanzar para así pagar lo que debía, rompiendo la conversación que ambos adolescentes estaban manteniendo. Una vez Shouto acabó de entregar un gran monto de monedas, se dirigió hacia el de cabello verde antes de marcharse de allí.

—Recupérate pronto, Midoriya —le deseó Shouto, yéndose sin perder un solo segundo e impidiendo que Izuku pudiera despedirse de manera normal, soltando un adiós casi inaudible.

El pecoso se quedó pasmado por la rapidez en la que había terminado de hablar con Shouto, pero a la vez la decepción se instaló en su pecho. En un determinado momento creyó que el reencuentro sería algo diferente, pero al haberse visto en una farmacia el tiempo que tuvieron para charlar era realmente reducido. Contrariado, compró las medicinas lo mas rápido que pudo y se marchó de la farmacia, con la intención de ir a visitar a Ochako para poder librarse del vacío que se había creado en su pecho conversando con ella, pero cuando llegó a su casa notó que no había nadie en ella. Se preguntó a dónde podría haber ido, pero no tuvo más remedio que volver a su hogar con rostro sombrío, algo extraño en Izuku Midoriya, quien casi siempre conservaba una sonrisa radiante en sus labios.

¿Qué era lo que le llamaba tanto la atención de Shouto? Tal vez era su apariencia extravagante, o su repentino cambio de actitud en el primer encuentro que tuvieron, o la cicatriz que se trazaba en su ojo izquierdo, o el hecho de que él le había salvado de morir congelado y asfixiado. No lo sabía, pero tampoco es como si le interesara saber el motivo, lo único que le importaba era el poder verlo de nuevo y hablar más tiempo con él, saciar su curiosidad y juzgar si de verdad deseaba ser su amigo o no.

Por ahora, Midoriya tuvo que esperar un par de semanas para volver a encontrar a Shouto, esta vez cuando el frío había desaparecido dejando paso a unos cálidos rayos de Sol que con el pasar de los días se iban volviendo aún más calurosos, en el único parque del pueblo.

Ese día, Izuku estaba disfrutando del inicio de la primavera, tomando el fresco aire y disfrutando de la comida que había preparado para un picnic individual (ya que Iida y Ochako habían ido de compras a la ciudad sin previo aviso). Ya se había recuperado por completo del resfriado, y todavía tenía la esperanza de poder volver a ver a Shouto, algo raro. Nunca había deseado tanto ser amigo de alguien, ni siquiera le ocurrió con Bakugou —con quien perdió varios años de su vida intentando mantener una conversación tranquila con él—, pero el anhelo de poder llegar a volverse alguien cercano de ese muchacho con heterocromía aumentaba cada día que pasaba, volviéndose casi inaguantable y molesto, sobre todo porque no tenía la menor idea de dónde podría vivir ese joven, y preguntar a todos los ciudadanos por él le haría quedar como un total acosador, y no podía quedar así en frente de Shouto.

Una vez Izuku completó su comida, relamiéndose con felicidad por haber podido olvidar tanto los problemas que acechaban en cada parte de su vida como a Shouto por un par de minutos, se dirigió hacia la papelera más cercana, fijándose en una figura encapuchada en otro banco que alimentaba a unas cuantas aves con migajas de pan. Sus movimientos eran lentos, monótonos y lúgubres, al contrario del ambiente, y cuando Midoriya se movió lo suficiente para poder contemplar el rostro de esa silueta se dio cuenta de que se trataba de Shouto.

La expresión de éste era aburrida. Labios fruncidos en una línea recta, ojos entrecerrados en un reflejo de molestia y enfado, pero destellos de tristeza adornándolos que estaban acompañados de una postura completamente rígida mientras lanzaba las migajas hacia el suelo sin cuidado alguno. Definitivamente algo le debía haber sucedido, sino Izuku no podía explicar el brillo desolado que había en esos bonitos ojos de dos colores, y fue por ello por lo que decidió sentarse a su lado tras deshacerse de las restas de comida.

Nada más se sentó al lado del más alto éste se sobresaltó un poco, girando su cabeza para poder observar quién era la persona que se había sentado junto a él, encontrándose con una cabellera que poco a poco se le iba haciendo demasiado conocida, y al reconocer al dueño de ese pelo verdoso soltó un bufido amargo, casi desesperado.

—¿Te molesta mi compañía, Shouto-kun? —cuestionó Izuku con los hombros levemente agachados, tímido, como si fuese la primera vez que le hablase a ese chico.

—No me molesta, simplemente estoy algo hastiado, Midoriya —murmuró Shouto con una voz deshecha que poco a poco iba perdiendo el volumen.

A pesar de que su posado indicaba que en cualquier momento iba a romper en llanto, su expresión decía todo lo contrario, como si estuviese aguantando todo el dolor reprimido en su corazón para no parecer débil ante los ojos de los demás. Izuku comprendía ese sentimiento, ese tormento de no querer llorar por el miedo a la opinión de los demás, pero él había superado esa molestia hacía tiempo, y ahora poco le importaba el librarse de sus emociones en público, por lo que decidió que lo mejor que podía hacer en esos momentos era intentar consolar a Shouto fuese lo que fuese lo que le sucedía.

El pecoso comenzó a arrimarse hacia el chico con una lentitud que le desesperó incluso a él, y en movimientos ágiles comenzó a rodear a Shouto con sus brazos, envolviéndolo en un incómodo abrazo del que el joven más alto intentó separarse, removiéndose molesto, dándose cuenta de que Izuku no tenía la intención de dejarlo marchar, y no le quedó más remedio que corresponder ese abrazo, sintiendo con sorpresa un leve calor en el pecho.

La calidez de Izuku abrasó cualquier dolor que estuviese abatiendo su corazón en esos momentos, y todos los problemas arremolinados en su mente comenzaron a evaporarse de sus preocupaciones como por arte de magia, dejándolo a merced de esa extravagante muestra de afecto. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie le había rodeado de esa manera? ¿Cuánto tiempo hacía que nadie le demostraba cariño de una manera tan simple, pero a la vez hermosa y reconfortante?

Shouto no se dio cuenta del momento en el que unas saladas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, quemando en sus párpados por intentar evitar derramarlas, y cuando Izuku se dio cuenta de eso aumentó la fuerza del agarre, notando los brazos de Shouto rodeándolo con más intensidad.

Parecía un niño en busca de cariño, y eso rompió por completo el corazón de Izuku, porque a pesar de nunca haber vivido el rechazo total —ya que siempre había contado con la ayuda y amor de su madre— sabía que era doloroso no contar con nadie con quien desahogarse, por lo que él estaba dispuesto en escuchar los problemas de Shouto si es que éste deseaba contarle, aunque tampoco le iba a obligar.

Ambos jóvenes permanecieron abrazados un par de minutos, hasta que Shouto comenzó a romper el agarre de manera delicada, limpiando con una de sus manos las lágrimas ya secas que se habían quedado impregnadas en sus mejillas. De alguna forma, se sentía mucho mejor, más tranquilo, relajado, incapaz de pensar en todo lo que le acongojaba, y sabía que eso se debía al abrazo que Izuku le había dado, y por ello debía agradecerle de alguna u otra manera, darle las gracias por ser la primera persona en años que, a pesar de no conocerlo bien, lo había consolado con éxito.

—¿Ya te vas? —preguntó Izuku al notar las obvias intenciones del contrario una vez se levantó del banco e hizo apartar sus brazos de él.

—Sí. Ha sido un rato agradable, Midoriya —susurró Shouto mientras comenzaba a alejarse, pero antes de marcharse añadió una palabra más—: Gracias.

Izuku musitó un "de nada" en voz baja antes de que Shouto desapareciese de su vista tras ese raro encuentro, y en cuestión de segundos esbozó una pequeña sonrisa mientras su corazón rebosaba de felicidad y alegría que aumentaba al darse cuenta de que poco a poco iba consiguiendo caerle bien a ese chico con heterocromía, entrando lentamente en confianza con él, y a ese paso el pecoso estaba seguro de que podría llegar a ser un gran amigo suyo, encargarse de sanar los daños que pudiesen haber en Shouto y que hubiesen provocado esas lágrimas que parecían haber sido contenidas por un largo período de tiempo. ¿Serían problemas familiares? Si es que tenía pareja, ¿ésta le había dejado? ¿La muerte de algún familiar cercano?

Izuku Midoriya no tenía ninguna manera de poder corroborar los motivos por los cuales ese enigmático chico estaba sufriendo, pero se juró que nada más pudiese, los descubriría y se encargaría de que Shouto se olvidase de ellos, por más complicado que fuera.

Y con esos pensamientos, Izuku se marchó del parque, todavía con una gran sonrisa incrustada en sus labios.

Aquel día pasó con una rapidez extraña en la algo aburrida vida de Izuku, quien acostumbraba a contar las horas que faltaban para irse a dormir por el simple hecho de que en ese pueblo no había absolutamente nada que hacer a parte de pasear por el aire libre, y al día siguiente decidió volver al parque a la misma hora que el día anterior, sorprendiéndose al ver de nuevo a Shouto, aunque esta vez no portaba ninguna capucha y su rostro estaba apacible, adornado de una casi imperceptible sonrisa que zarandeó con fuerza el corazón de Izuku y nubló sus pensamientos. En sus manos había una fiambrera mediana vacía, y en su costado derecho había una lata de refresco aplastada hasta la mitad rodeada por unas cuantas gotas de un líquido trasparente que había traspasado la madera del banco. Su cabeza estaba alzada, contemplando el paraje y la flora de los alrededores. Estaba de buen humor, concluyó Izuku.

—¡Hola Shouto! —saludó Midoriya alzando las comisuras de sus labios nada más estuvo en frente al chico que tanto había captado su atención y que tantos pensamientos le estaba robando de forma involuntaria.

—Oh, hola Midoriya —regresó el saludo Shouto, contemplando al chico en frente de él, empleando una voz clara y mucho más tranquila que en las anteriores tres veces que se cruzaron—. ¿Qué tal estás?

—Bien, aunque eso debería habértelo preguntado yo —contestó Midoriya, sentándose nuevamente junto a Shouto, quien se hizo a un lado para dejarle espacio suficiente para permanecer cómodo en el banco—. Así que... ¿cómo te encuentras, Shouto-kun?

—Mejor. —Shouto giró la cabeza, evitando como pudo el mirar al chico al que hacía unos días había salvado.

Se preguntaba si estaría bien el volver a agradecer a Izuku por su preocupación el día anterior y el abrazo que le brindó, pero su orgullo fue mayor y simplemente permaneció en silencio, notando que el chico a su lado se enderezaba.

—Me alegro —espetó el pecoso con sinceridad—. Te ves mejor cuando sonríes.

—¿Eh? —Shouto se sobresaltó ante esas palabras, o más bien su corazón dio un extraño vuelco doloroso, y se percató de que ahora las mejillas de Izuku estaban algo sonrosadas—. Entonces... intentaré sonreír más seguido.

La vergüenza de Izuku desapareció ante lo que Shouto dijo, y un estallido de alegría se formó en su interior. De forma indirecta, estaba ayudando al contrario a dejar salir sus emociones, y eso era positivo, demasiado tal vez.

Después de aquello, ninguno de los dos intentó continuar con la conversación, sumiéndose en un silencio cómodo con el que ambos parecían estar conformes, tal como si se entendieran sin necesidad de utilizar las palabras, y eso agradó tanto a Shouto, quien estaba acostumbrado a no hablar en demasía con otros, como a Izuku, quien decidió no hablar hasta que Shouto quisiera comenzar una conversación con él.

A ojos de Izuku, Shouto parecía alguien interesante y atractivo por todas las facciones de su rostro y esos hermosos ojos bicolores que tanto llamaron su atención la primera vez que los vio. En cambio, a ojos de Shouto, Izuku parecía una persona ingenua, amable y con una belleza extravagante por la finura de sus rasgos que contrastaba con su cuerpo bien formado. Pero si había algo con lo que los dos estaban de acuerdo es que el contrario era alguien a quien querían conocer.

—Oye. —Shouto llamó la atención de Izuku al cabo de un par de minutos, carraspeando antes de hablar—. Lamento haberte tratado tan mal cuando nos conocimos, yo no estoy acostumbrado a hablar con desconocidos...

—No pasa nada, Shouto-kun —susurró Izuku, confundido por el suspiro de alivio que dejó ir el otro tras decir esas palabras. ¿A caso llevaba queriendo disculparse desde hacía días y por ello ahora al fin se había tranquilizado? No tenía ni idea—. Sé que no fue tu intención, además de que ahora me estás tratando bien, así que todo queda olvidado.

Shouto quedó cegado por la sonrisa que Izuku esbozó. Una sonrisa verdadera que emanaba todo un sinfín de sentimientos positivos que eliminó cada porción de preocupaciones que hubiese llegado a tener jamás. Midoriya realmente se trataba de alguien especial que valía la pena conocer a fondo.

En un principio, Shouto creyó que Midoriya rechazaría sus disculpas y todo se iría a la mierda por ello, pero para su suerte él se trataba de alguien comprensivo. No sabía si eso se trataba de un rasgo positivo o negativo, ya que eso volvía a Izuku vulnerable ante los malos tratos por parte de otros.

De nuevo hubo silencio, uno en el cual se mantuvieron observándose de reojo diversas veces, absortos en sus propios pensamientos, y pasaron de esa manera unos diez minutos, pero la reconfortante atmósfera fue quebrada por una voz femenina gritando con emoción el nombre del pecoso, quien se levantó del banco con alegría al ver a lo lejos a Uraraka. Shouto permaneció impasible, contemplando cómo Izuku se había alegrado al ver tanto a esa chica, preguntándose si se trataba de su pareja, y con algo de decepción se resignó a ver cómo Midoriya se despedía de él, empleando un deje de sincera tristeza en su voz, y se marchaba del parque junto a esa chica castaña.

Shouto decidió que al día siguiente regresaría al parque. Con suerte podría ver de nuevo a Izuku.

Y así fue, al día siguiente ambos decidieron volver al parque a la misma hora, encontrándose y sentándose en el mismo banco, gozando de un rato juntos en completo silencio, limitándose a saludarse, preguntar por la salud del contrario y a despedirse.

Al día siguiente ocurrió lo mismo, y al siguiente también, comenzando a crear una rutina irrompible en la que ambos podían olvidar sus preocupaciones gracias al otro, y al cabo de un par de semanas ya habían comenzado a dejar de lado ese silencio para dar paso a conversaciones superficiales que poco a poco fueron volviéndose más íntimas, interesándose en el contrario a un nivel más personal. El tiempo que se quedaban hablando en el parque fue aumentando gradualmente, también, y lo que comenzaron siendo charlas de medias horas acabaron por tornarse charlas hasta que el Sol se había ocultado por completo en el horizonte.

Izuku estaba encantado y cautivado por Shouto, por sus sonrisas (pues había mantenido su palabra de sonreír más seguido), por su voz, por su físico, por su forma de pensar y ver las cosas, por la manera en la que se expresaba. Midoriya estaba realmente enamorándose de ese chico de cabello bicolor, y no se dio cuenta hasta que cumplieron los seis meses de amistad.

Tanta era su admiración y afecto hacia Shouto que no pudo evitar hablar semanas y semanas a Ochako sobre él, y bajo insistencias de la chica, un día él acabó por presentar a Shouto a sus actuales dos mejores amigos, comenzando a variar la rutina para comenzar a quedar con Shouto en lugares distintos al parque, llegando a haber citado al chico con heterocromía a una cafetería, planeando toda la tarde tal como si se tratase de una verdadera cita, y esas salidas ocasionales se volvieron frecuentes con el paso del tiempo donde ambos aprovechaban para conocerse todavía más.

Shouto en cambio estaba completamente rendido a los encantos de Izuku, su optimismo y alegría lo habían embelesado, comenzando a fijarse más en el físico de Midoriya y resguardando cada una de las palabras que él decía en su mente con el objetivo de siempre poder recordarlo, dándose cuenta de que Izuku fue la única persona que pudo calmar sus temores y hacerle sentir seguro, y ya eran incontables los abrazos que ambos chicos se habían dado cada vez que uno de los dos estaban en una mala situación emocional.

Los dos chicos aprendieron cosas sobre el contrario, se contaron secretos que jamás habían revelado por miedo a la opinión de los demás y hablaron sobre sus pasados. Shouto pudo descubrir que Izuku se había mudado a ese pueblo de montaña nada más cumplió la mayoría de edad para poder aprender a vivir por cuenta propia, que amaba las películas de superhéroes y que era hijo único. Izuku por su parte descubrió que Shouto tenía hermanos mayores, que había vivido en aquel pueblo desde su nacimiento y que su comida preferida era el Soba frío.

Los afectos físicos también se volvieron cosas naturales en su amistad, variando desde abrazos, agarres de manos y escasos besos en la mejilla cada vez que se despedían, además de que habían tomado confianzas entre ellos, mostrando sus personalidades por completo sin miedo a ser juzgados por el otro. Era innegable que habían formado un increíble lazo que rozaba los bordes de la amistad y el amor.

Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y finalmente los meses se volvieron un año, un año entero desde que ambos se habían conocido gracias a una tormenta de nieve, y era de esperarse que el clima invernal regresara, haciendo casi imposible que los dos jóvenes pudiesen reunirse con tanta regularidad, obligándolos a usar sus teléfonos móviles para comunicarse.

Las cosas parecían marchar bien, pero entonces Izuku comenzó a perder contacto con Shouto. Al principio creyó que era a causa de las constantes tormentas de nieve o por el pésimo Internet que había en el pueblo, pero una vez pudo reunirse en persona con Shouto se dio cuenta de que las cosas pintaban mal. La constante sonrisa del chico que le había enamorado desapareció de golpe, y la seriedad que solo mostraba cuando la situación lo ameritaba regresó a ser un rasgo fijo de su personalidad, asustando a Izuku.

Por más que el pecoso insistió a su amigo para que éste le dijese lo que le ocurría, no logró sonsacarle ninguna palabra al respeto, logrando un efecto contrario al de poderlo consolar, haciendo que Shouto se enfadara de golpe con él y, sin dejar a Izuku disculparse, se marchara del parque que se había convertido en un lugar sagrado para ellos dos, dejando atrás a un sollozante pecoso, quien comenzó a imaginar un sinfín de escenarios por los cuales Shouto podría encontrarse tan mal y el por qué había comenzado a dejarle de hablar. No tenía sentido, ya que él siempre había procurado ser un buen amigo, dejando de lado sus sentimientos para poderlo aconsejar de la mejor manera, y siempre se había preocupado por el bienestar de Shouto, por poderlo entretener y hacerle sonreír. Entonces, ¿qué había hecho mal? ¿Estaba de más preocuparse tanto por él?

Y así, las cosas se rompieron por completo cuando Shouto dejó de responder los incesantes mensajes de Izuku, quien acabó por sumirse en una terrible oscuridad, contaminado por el dolor y el desamor, culpándose de mil maneras por el hecho de que Shouto había acabado ignorándolo y causándolo horribles sensaciones de dolor y lágrimas, y aunque estaba siendo apoyado por Ochako y Tenya, quienes jamás habían visto a Izuku tan deprimido por algo o alguien, la tristeza era inevitable. No había peor sensación que ser ignorado de aquella manera por quien creyó que era su mejor amigo con el que había descubierto el amor más allá de una simple amistad.

Ochako y Tenya sabían sobre su amor por Shouto, y para suerte del pecoso éstos le respetaban y apoyaban incondicionalmente, habiendo incluso ayudado a Izuku a poder acercarse más a Shouto, aconsejándolo para que las cosas salieran de la mejor manera, pero al final de cuentas todo había sido en vano, pues ahora no era capaz de poder hablar siquiera un segundo con él.

Las semanas transcurrieron de manera pesada y lenta tanto para Izuku, quien ya se había resignado como pudo a aguantar la ausencia de Shouto en su vida, como para Shouto, quien se sentía en esos momentos la peor persona existente, odiándose a sí mismo por su egoísmo y por no poder contarle a Izuku los motivos por los que le había tratado de una forma tan cruel e inhumana, sufriendo lo mismo que Midoriya por no poder verlo o escuchar su voz a través de una llamada telefónica, y por más que deseaba responder los mensajes desesperados que el pecoso le enviaba su dedo no reaccionaba a sus deseos, impidiéndole el contarle que pronto desaparecería de allí y que sus caminos se separarían por voluntad de su padre.

Ya hacía poco más de un año que sabía sobre las ruines intenciones de su viejo, pero siempre creyó que se trataban de bromas, simples pretensiones que jamás se harían realidad por el hecho de que desde siempre él había vivido en ese pueblo de montaña, rodeado de la naturaleza y de la nieve, pero ahora su padre reafirmó sus voluntades y decidió regresar de una vez por todas a la ciudad sin importarle la opinión de sus hijos y su esposa, quienes estaban en contra de la decisión de ir a vivir a la ciudad, sobre todo porque todos ellos habían creado una vida allí, cada uno poseía sus amistades, sus trabajos de medio tiempo (menos Shouto, quien era el único que aún no había encontrado un puesto de trabajo) y sus recuerdos especiales sobre el pueblo en el cual vivían. Aun así, Enji Todoroki estaba dispuesto a llevar a toda su familia a la urbe.

Shouto Todoroki no iba a marcharse. O por lo menos, estaba intentando todo lo posible para evitar que su padre le obligase a empaquetar todas sus pertenencias, pero su padre no cedía ante sus palabras desesperadas.

No quería marcharse por el hecho de que todavía no había podido confesarse a Izuku, y aunque deseaba hacerlo, ahora que seguramente Midoriya creía que él le odiaba, era imposible el pensar en ser correspondido. Temía que, si llegaba a confesar sus sentimientos, la amistad que habían forjado se rompiese, pero si lo pensaba fríamente, ahora mismo era él mismo quien estaba rompiendo esa amistad, ignorando a Izuku sin motivos en específico. Shouto Todoroki pasó días y días pensando en cuál sería la mejor decisión, y el día en el que su hogar ya estaba completamente vacío supo qué hacer.

Si Shouto tuviese que decidir cuál fue la peor época de su vida respondería con rapidez esos días donde su contacto con Izuku desapareció a pesar de que en lo largo de los años había pasado por situaciones realmente horribles, pero la ausencia de Midoriya en su día a día era la peor que había pasado jamás.

Cuando Izuku finalmente recibió otro mensaje por parte de Shouto fue un duro día de invierno. La tormenta resonaba en la lejanía, y la nieve se combinaba con la lluvia que había caído horas antes, creando una atmósfera lúgubre que desapareció para Midoriya nada más escuchó el sonido de la notificación de su teléfono, quien se sobresaltó y levantó su cabeza de la almohada. Una pizca de esperanza se sembró en su corazón, y ese pequeño rayo de luz se mantuvo al darse cuenta del nombre que indicaba en la parte superior del mensaje que había recibido.

—Shouto —susurró con lágrimas que comenzaron a resbalar por sus mejillas.

¿Estaba soñando? No, no lo estaba. Estaba completamente despierto, y acababa de recibir un mensaje de quien creía que le odiaba. Con el pulso tembloroso, abrió el mensaje, ansioso de saber lo que Shouto se dignó a decirle después de semanas de haberlo ignorado y haberle hecho llorar, pero eso ya no importaba, porque Izuku estaba dispuesto a perdonarlo sin importar qué.

"Te amo, Izuku, mucho más de lo que he amado a alguien jamás, pero nuestros caminos se deben separar desde ahora".

Los ojos de Midoriya brillaron en una combinación de confusión, emoción y un muy mal presentimiento, y por más que intentó buscarle un significado a ese mensaje solo pensó en que Shouto le estaba abandonando después de prácticamente haberse confesado a través de un simple mensaje de texto.

No tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo, pero la ansiedad y la desesperación comenzaron a crecer en su corazón, haciéndole levantar rápidamente de la cama. Más tarde tendría tiempo para dormir, pues ahora su prioridad era poder encontrar a Shouto y pedirle explicaciones, no sin antes escribirle un mensaje en respuesta.

"¿A qué te refieres con eso, Shouto?"

Izuku comenzó a vestirse con prisas al darse cuenta de que Shouto no le contestaba por más minutos que pasaran y que ni tan solo había leído el mensaje, pretendiendo salir de casa por más nieve que cayese y en los peligros que pudiese meterse por esa incauta tontería que estaba a punto de cometer. Pero si se trataba de Shouto, nada era una tontería. Si debía salir de casa para ir a encontrarlo, no le importaba arriesgarse al clima o a cualquier obstáculo que se pusiera en su camino. Encontraría a Shouto y salvaría su relación, y poco le importaba el hecho de no tener la menor idea de dónde vivía Shouto, pues rescataría la poca información que éste le había dado acerca de su hogar y se las ingeniaría para encontrarlo y no dejarlo ir.

Si algo había aprendido con el tiempo Izuku era que con las conversaciones se podían solucionar casi todos los problemas, y se aseguraría que el distanciamiento entre él y Shouto no se tratara de una excepción.

Equipado con varias capas de camisetas y el abrigo que utilizó el día en el cual conoció a Shouto, salió de su hogar, olvidando el colocarse su gorro de lana, su gruesa bufanda y sus cálidos guantes, yendo a la intemperie casi desprotegido del frío por las prisas que se instalaron en su mente.

Siempre solía actuar de manera racional, buscando las opciones que pudiese tomar antes de arriesgarse a cualquier peligro, pero ahora los sentimientos habían ganado a su lógica, haciéndole correr bajo el grisáceo cielo y la nieve que caía en ráfagas y el gélido aire que rozaba su cara, avanzando con dificultad por culpa de cómo la nieve se había acumulado hasta la altura de su ombligo, pero de todas formas continuó corriendo hasta que un sonido hizo que un escalofrío recorriese su espalda, un sonido leve que le hizo aumentar la velocidad de sus piernas, las cuales ya dolían por el esfuerzo requerido.

—No de nuevo —susurró con pánico mientras observaba de reojo cómo del pico de un accidente del terreno comenzaba a caer nieve en pequeñas cantidades para luego desparramarse toda, y por más que Izuku intentó evitar el alud detrás suyo, la nieve acabó por enterrarlo.

Izuku derramó unas cuantas lágrimas. Ahora no había nadie que pudiera salvarlo de su inminente muerte asfixiado, y todo fue por culpa de haber seguido sus instintos y no haber sido lo suficientemente paciente como para esperar a que Shouto respondiese sus mensajes.

"Si tan solo no hubiera seguido mis instintos...", pensó Izuku mientras cerraba los ojos e intentaba liberarse de la nieve, sin obtener resultado alguno y comenzando a rendirse ante la idea de morir por culpa de la estupidez que había cometido.

Por otra parte, Shouto observó su teléfono con un peso martilleando su corazón sin piedad alguna. Izuku le había respondido casi al instante, pero él no tenía la valentía suficiente para responderle, menos si el tiempo se estaba agotando. Toda su familia ya se había reunido fuera de la casa, con todas las pertenencias resguardadas en cajas colocadas en el camión de mudanza, preparados para marcharse de una vez por todas de ese pueblo por simple gusto del cabecilla de familia, pero Shouto no estaba dispuesto a irse, no si tenía el presentimiento de que Izuku había salido en su búsqueda.

Conocía bien a Izuku, y en situaciones de desesperación total los sentimientos arremetían sobre él y solía actuar de la manera más idiota posible. Pero... ¿estaría Izuku desesperado por la situación? No lo sabía, pero su corazón decía que él estaba en peligro, por lo que no dudaría en ir a asegurarse de su estado.

No dejaría que por su culpa ese hermoso chico que había cambiado su manera de ver las cosas acabase perjudicado por su culpa, por lo que ignorando los gritos de su padre salió corriendo del patio de su ahora antigua casa. Ya era mayor de edad, así que estaba en su derecho a quedarse en el pueblo que lo vio crecer sin necesidad de ser mandado por su padre. Tenía derecho a hacer lo que quisiera con su vida, y le daba igual si mandaba todo a la mierda por un amor juvenil, porque en el fondo sentía que eso no era solamente un amor juvenil, sino algo mucho más profundo que merecía la pena ser salvado sin importar las consecuencias que eso pudiese traer.

Por lo que, corriendo todo lo que podía, trazó el mismo recorrido que hizo el anterior año cuando ambos se conocieron, agradeciendo el conocer a la perfección los atajos que podía tomar para llegar a la casa de Izuku lo antes posible. En su interior, Shouto rogaba que Midoriya no hubiese cometido una estupidez y hubiese salido a buscarle con la tormenta de nieve que parecía no menguar absolutamente nada.

—Izuku, más te vale estar bien cuando te encuentre —susurró con la voz rota mientras seguía avanzando.

Pero la poca calma que había en el ambiente fue irrumpida en mitad del camino cuando Shouto vio a la lejanía un gran monto de nieve cayendo por una deformidad del terreno, aplastando algo que no pudo distinguir bien por lo lejos que se encontraba de allí, y en su corazón se sembró una angustia terrible, haciéndole atar los cabos y dándose cuenta de que ese algo en realidad era una persona, y estaba seguro de que esa persona se trataba de Midoriya. Lo conocía, sabía que ante la desesperación sentida ante el mensaje que le había mandado para despedirse —aunque ahora estaba seguro de que no se marcharía de allí incluso si para ello debía discutir con su padre (algo a lo que ya estaba más que acostumbrado)— saldría de su casa para ir a encontrarlo, arriesgándose a otro alud de nieve. Y así, como un déjà vu, Izuku había sido atrapado bajo ese manto blanco.

—¡Izuku! —gritó desesperado Shouto mientras corría lo más rápido que podía hacia el lugar donde la avalancha había sucedido.

No tendría problema alguno en rescatarlo, ya que iba con tiempo de sobras y sabía el cómo podría sacar a Izuku de allí, pero de todas formas dolía el saber que Izuku podría haber muerto si él no hubiese decidido revelarse contra la decisión de su padre y hubiese salido corriendo en búsqueda del pecoso. Tal vez incluso jamás podría haberse enterado de la muerte de Izuku, y quizá aquello era lo que más le asustaba.

No tardó mucho en alcanzar el montón de nieve arremolinada en la cual estaba encerrado Izuku, quien, aunque había intentado levantar su cuerpo para así liberarse, no pudo lograr absolutamente nada por la fatiga y la extenuación que estaba sufriendo su cuerpo, comenzando a levantar la nieve con rapidez, distinguiendo finalmente varias zonas del cuerpo de quien se había convertido en su mejor amigo, y no tardó mucho en sacarlo de allí.

Shouto se fijó en el rostro de Izuku, el cual había tomado un color violáceo por el frío al que se había sometido y unas cuantas lágrimas secas se encontraban bajo sus ojos. El de ojos bicolores no pudo evitar en lo irónica que era esa situación, el cómo la manera en la que se habían conocido ahora se estaba repitiendo en el peor de los momentos. Con el corazón encogido, envolvió a Izuku entre sus brazos, brindándole el abrazo que desde tanto tiempo le debía, notando cómo el pecoso correspondía de manera lenta, sollozando por el terror que había vuelto a sentir por su imprudencia.

—Shouto —susurró Izuku titubeando y temblando por el frío que había calado su piel sin piedad—. Gracias por volverme a salvar...

—No es nada, Izuku. De ser por mí, te salvaría las veces que fuesen necesarias. —Shouto se alejó un poco del pecoso, observando su rostro—. ¿Por qué saliste de casa de esta manera?

Ante la pregunta de Shouto, Izuku recordó su mensaje y el propósito por el cual casi había muerto por haber sido atrapado nuevamente por un alud, y sus ojos se cristalizaron por el pensamiento de que Shouto le fuese a abandonar, por lo que nada más notó que el de cabello bicolor se alejó un poco de él volvió a aferrarse con toda su fuerza al torso del joven.

—No me dejes Shouto, por favor —susurró tartamudeando Izuku, sobresaltando al contrario por sus palabras, pues no cayó en la cuenta de que se refería al mensaje que le había enviado hacía una media hora antes—. No quiero que me abandones, yo también te amo, así que no te vayas de mi lado Shouto.

—Nunca te abandonaré, Izuku —respondió Shouto asombrado por cómo Izuku había reaccionado, comenzando a acariciar los rizos verdes del chico para tranquilizarlo. Debían regresar pronto a un lugar cálido para evitar que Izuku se resfriase, y sonriendo agregó—: Te lo prometo.

Izuku asintió mientras ponía su cabeza sobre el pecho de Shouto. A pesar de estar en mitad de la montaña, al estar junto a su salvador toda sensación de frío había desaparecido, dejando a su paso un abrasador calor que ardía en su corazón, y entonces Shouto decidió explicarle el motivo por el cual había actuado de manera tan distante y extraña esas últimas semanas, disculpándose una y otra vez diciendo que no debería haber actuado de una forma tan egoísta solo por la presión que su padre ejercía en él, pero para fortuna del chico con heterocromía, Izuku comprendió la situación y le perdonó al instante.

—No pasa nada, Shouto-kun. Lo importante es que ya estás aquí de nuevo conmigo, ¿no?

Shouto volvió a sonreír, ladino. Realmente amaba a ese chico, y estaba decidido a hacer todo lo posible para estar con él hasta que una fuerza mayor al amor que sentía por él los separara irremediablemente (aunque claro estaba que evitaría por todos los medios que algo intentase separarlos de nuevo).

—Gracias por perdonar mi estúpida actitud, Izuku. Te lo agradezco mucho —susurró agradecido el muchacho. A decir verdad, el "yo también te amo" del pecoso había alterado su corazón, impidiéndole pensar con claridad lo que decía o hacía—. Eres hermoso.

Esas palabras hicieron que todo el rostro de Izuku tomase un leve color carmín, pues el chico de cabello rizado no estaba muy acostumbrado a halagos como aquel y menos que viniesen de parte del chico que había hechizado su corazón, pero el muchacho no tuvo mucho tiempo para avergonzarse, pues de manera rápida Shouto comenzó a caminar, haciendo un gesto con su mano para indicar a Izuku que le siguiera.

Ambos comenzaron a caminar sin rumbo fijo, en el reconfortante silencio que hacía un año sintieron en sus reuniones en el parque, mirándose de reojo y pensando en lo afortunados que eran de tenerse entre ellos.

—Izuku, me preguntaba si podría ir hoy a tu casa—cuestionó Shouto de golpe, irrumpiendo el silencio—. Es decir, no tengo lugar al que ir por estar escapando de mi padre.

—¡Claro que sí! —asintió energético Midoriya mientras sonreía de manera sincera y pura, recordando la primera vez que habló con Shouto—. Pero... ¿qué harás con tu padre?

Shouto dejó de caminar y arrugó la nariz, confundiendo a Izuku, quien estaba a su lado arrimado en busca de calor corporal. Entonces, el de cabello bicolor se giró hacia Izuku y plantó un dulce beso en sus labios, moviéndolos de manera lenta y torpe. Tal vez no era el beso perfecto para el resto de las personas, pero para Izuku y Shouto era un contacto íntimo y significativo que atesorarían en sus mentes y corazones por el resto de sus vidas.

—Mientras te tenga a ti —comenzó a decir Shouto cuando se separó de Izuku—, que le den a mi viejo.

Espero que os haya gustado mi primer one-shot Tododeku, y perdón si me han quedado algo Ooc, prometo que mejoraré a medida que escriba sobre ellos dos <3

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top