[25] UNA CITA

Se quedaron un rato en el embarcadero hasta que Kiara dijo que se iba a dormir; John B y JJ se levantaron, guiñandole un ojo a Pope antes de seguir a su amiga. June frunció el ceño, sin entender bien lo que estaba pasando.

—Eso fue... raro —dijo June, levantándose—. ¿Qué está pasando?

Pope sonrió—. Tengo una sorpresa para ti.

—¿En serio? —preguntó June con emoción en su voz.

—Vamos —dijo Pope.

Pope se puso detrás de ella, poniendo sus manos sobre sus ojos, y June lo dejó guiarla cuidadosamente. Cuando se detuvieron, June pudo escuchar cómo su respiración se volvía más tranquila mientras retiraba sus manos de sus ojos.

Se quedó sin aliento al contemplar la imagen frente a ella. Estaban en el muelle frente al HMS Pogue, el bote en el que habían vivido innumerables aventuras, el cual parecía transformado. La luz parpadeante de las velas danzaba sobre la superficie, proyectando un cálido resplandor dorado que hacía que toda la escena pareciera casi surrealista.

June se volvió hacia él, sus labios se separaron en una mezcla de sorpresa y deleite—. ¿Qué es esto? —preguntó suavemente, su voz apenas por encima de un susurro, como si hablar demasiado alto pudiera romper la magia del momento.

—Nuestra cita —respondió Pope.

El corazón de June se aceleró, su pecho se apretó de una manera que no era incómoda, solo abrumadora. Echó un vistazo al bote: los almohadones no combinaban pero lucían cómodos, y la canasta en el medio parecía estar llena de snacks.

—¿Hiciste todo esto? —preguntó, su voz teñida de asombro—. ¿Cuándo?

—Sí, cuando te estabas duchando —respondió Pope—. Kiara y JJ me ayudaron a prepararlo —metió las manos en los bolsillos—. Sé que no es mucho, pero pensé que era una buena noche para pasar un rato a solas, y hablamos de tener una cita, así que...

Los labios de June se curvaron en una sonrisa genuina—. Esto es perfecto.

Pope sonrió, el tipo de sonrisa torcida que le revolvía el estómago—. Bueno, ¿qué estás esperando? Subamos antes de que se apaguen las velas.

June subió al bote riendo, con movimientos cuidadosos para no alterar el ambiente. Se sentó en uno de los cojines y pasó los dedos por la tela distraídamente mientras él se unía a ella.

Mientras se alejaban del muelle, los sonidos del pantano los envolvieron: el suave chapoteo del agua contra el barco, el lejano canto de los grillos y el ocasional susurro de los juncos meciéndose con la brisa. June se reclinó y dejó que la paz del momento la invadiera.

—Esto es realmente asombroso —dijo, con la voz cargada de emoción—. Gracias, Pope.

Pope la miró con expresión suave—. No tienes que agradecerme. Te mereces esto y más, June.

Continuaron deslizándose por el agua, el bote serpenteando por los canales sinuosos del pantano. Pope redujo la velocidad del motor cuando se acercaron a un pequeño claro rodeado de hierbas altas. Las luciérnagas parpadeaban y desaparecían, sus pequeñas luces iluminaban el encanto de la noche.

Apagó el motor, dejando que el barco derivara mientras ambos se sentaban en cómodo silencio, contemplando la belleza que los rodeaba. Abrió la cesta y empezó a sacar su contenido, sándwiches envueltos en papel, un par de latas de cerveza e incluso un pequeño tarro de fresas, y June no pudo evitar mirarlo. Su atención a los detalles, la forma en que había pensado en ella y se había esforzado por crear este momento, la hacían sentir vista de una forma en la que nunca se había sentido.

Por un momento, se quedaron sentados allí, con el suave zumbido del agua a su alrededor y el resplandor de las velas envolviéndolos en su propio pequeño mundo. Era simple, y tal vez incluso un poco tosco, pero para June era perfecto.

Miró a Pope a los ojos, su expresión se suavizó, el brillo juguetón habitual fue reemplazado por algo más profundo, algo real.

—¿Puedo besarte? —preguntó.

Pope se rió—. ¿Creí que ya habíamos terminado de preguntar?

June sonrió antes de acercarse a Pope, su mano se extendió para ahuecar suavemente su mejilla. Era una invitación tierna, tácita, y sus ojos se cerraron mientras se inclinaba hacia la calidez de su toque.

El aire entre ellos se sintió eléctrico cuando él se inclinó, sus labios rozando los de ella en un beso que fue suave al principio, tentativo. Pero en el momento en que sus labios se encontraron, el mundo pareció cambiar.

El corazón de June se aceleró y, sin pensarlo, profundizó el beso, su mano encontró el camino hacia la parte posterior de su cuello, acercándose más. La respiración de Pope se entrecortó y respondió de la misma manera, sus brazos la rodearon como si nunca quisiera soltarla.

Cuando finalmente se separaron, sus frentes descansaron juntas, ambos respirando un poco agitados.

—Hola —dijo June, su voz sin aliento.

—Hola —respondió Pope, su pulgar rozando su mejilla.

Se quedaron sentados allí, con el barco meciéndose suavemente debajo de ellos, ambos perdidos en el silencio que siguió al beso.

—Esto es muy especial —murmuró June, su voz casi un susurro.

La expresión de Pope se suavizó cuando dijo—: Bien, porque quería que nuestra primer cita fuera especial.

June sonrió, plantándole un breve beso—. Gracias, Pope. Por todo.

Su mano se posó en su brazo antes de volver a mirarla—. June, hay algo que he querido decirte —dijo, su voz firme pero cargada de nervios.

—¿Qué pasa? —preguntó June, frunciendo ligeramente el ceño.

Pope dudó por un momento, su mirada se dirigió al agua, luego a ella—. Solo quería decirte que, bueno, eres una de las personas más importantes en mi vida, June. Siempre has estado ahí para mí, sin importar lo que pase, y no sé qué haría sin ti —hizo una pausa, pensando en cómo expresar sus siguientes palabras—. Escuchar el mensaje de Big John me hizo pensar, ¿sabes? En cómo todo puede cambiar de un momento a otro.

La confesión quedó suspendida en el aire y su peso presionó el pecho de June mientras lo miraba fijamente.

Pope se aclaró la garganta antes de continuar—. He estado pensando mucho en eso, y sé que acordamos tomar las cosas con calma y quiero respetar eso, pero la verdad es... que estoy enamorado de ti, June. Y no quiero esperar más. La vida es demasiado corta.

June sintió que su corazón iba a salirse de su pecho, las palabras que Pope acababa de decir quedaron suspendidas en el aire como una carga eléctrica. La estaba mirando, sus ojos suaves pero llenos de esa misma intensidad que ella había visto tantas veces antes, la mirada que la hacía sentir como si él pudiera ver a través de ella, como si la entendiera de una manera que nadie más lo hacía.

—¿Estás enamorado de mí? —susurró, su voz apenas audible sobre los suaves sonidos del pantano.

—Sí —respondió Pope, su mirada firme—. Completamente enamorado de ti.

Por un momento, June no supo qué decir. Pero mientras lo miraba, el chico que había estado a su lado durante tantos años, que había planeado esta hermosa noche solo para hacerla sentir especial, todo lo demás se desvaneció.

—Yo también estoy enamorada de ti —confesó June.

—Me alegra escuchar eso, porque estuve intentando armarme de valor para preguntarte algo —dijo Pope.

June alzó una ceja—. ¿Qué?

—¿Quieres ser mi novia?

—Sí —respondió June, la palabra escapó de sus labios antes de que pudiera siquiera pensar en ella—. Sí, quiero ser tu novia.

Pope soltó una risa silenciosa, el alivio inundó su expresión. Se inclinó lentamente, su mano buscando la de ella, y cuando sus dedos se tocaron, la conexión se sintió como si estuviera destinada a ser. Apretó su mano suavemente antes de llevársela a los labios en un beso suave.

—Esta es la mejor cita de la historia —dijo June.

Pope sonrió—. Definitivamente lo es.

Y en ese momento, mientras estaban sentados juntos en el HMS Pogue, todo se sintió bien. El mundo a su alrededor pareció desvanecerse, dejándolos solo a ellos dos, sabiendo que estaban listos para enfrentar lo que viniera después, juntos.

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