[17] CONFESIONES
Cuando June salió de la ducha, sintiéndose como una persona completamente nueva, notó que Pope no estaba en la habitación. La única persona que estaba allí era JJ, durmiendo en la cama de Pope y roncando a más no poder.
Se acercó a la cama para chequear que JJ estuviera bien y notó la ventana de Pope abierta. Entraba una suave brisa y, si miraba de cerca, podía verlo sentado en el techo, justo afuera de la ventana. El alféizar no era alto y la ventana se abría lo suficiente para que se pudiera deslizarse con cuidado y caminar hacia el borde del techo.
Se deslizó hacia afuera, y cuando Pope escuchó los pasos en el techo, se giró—. Hola.
—Hola —respondió ella, sentándose a su lado.
—¿Cómo estuvo la ducha? —preguntó Pope.
June sonrió—. Perfecta, la necesitaba.
—Me alegra escuchar eso.
Había una tensión palpable entre ellos, el silencio flotaba en el aire, denso de palabras no dichas. El corazón de June latía con fuerza en su pecho, cada pensamiento enredado con incertidumble. Respiró profundamente, intentando calmar sus pensamientos acelerados y reuniendo el coraje para confesar todo lo que la había estado agobiando.
Finalmente rompió el silencio, su voz cautelosa mientras decía—: Entonces... estuviste evitándome.
—Sí —admitió Pope, haciendo una mueca—. Lo siento, no era mi intención. Es solo que... no sabía qué decir después de lo del motel.
—Claro, el motel —repitió June, su tono medido mientras se tomaba un momento para organizar sus pensamientos—. Sobre eso...
Pope la interrumpió apresuradamente, sus palabras cargadas de nervios—. Lo siento. Puedes olvidarlo si quieres. No estaba pensando con claridad, estaba... delirando o algo así. Sé que tenemos la regla en el grupo, y entiendo que somos amigos. Y tú no...
—Pope, detente —dijo June, interrumpiéndolo con una suave risa. Su voz bajó de tono, sus palabras cuidadosas—. No quiero olvidarlo, porque la verdad es que me gustas.
Pope se quedó paralizado, sus ojos abiertos de par en par mientras la miraba—. ¿Qué?
—Me gustas —repitió June, sintiendo cómo un peso se levantaba de sus hombros al decirlo—. Creo que siempre me has gustado, pero nunca fui capaz de identificar lo que sentía, no hasta que dijiste eso en el motel —respiró profundamente, su corazón latiendo con fuerza mientras encontraba su mirada—. Eso me hizo pensar, ¿sabes? Siempre has sido tú para mí, desde que tengo memoria. Eres mi mejor amigo, el que siempre ha estado ahí, sin importar la hora o el lugar.
Hizo una pausa, dudando un instante, pero luego continuó, dejando que las palabras fluyeran como si no pudiera detenerlas.
—Y... tengo tanto miedo de arruinar lo que tenemos, de perderte al decir esto. Pero no puedo seguir fingiendo. No puedo seguir reprimiendo estos sentimientos y actuando como si no existieran. Porque existen, y solo han crecido con el tiempo —se mordió el labio, sus ojos fijos en él—. Así que ahora lo sabes. Y pase lo que pase... necesitaba que lo escucharas.
Pope parecía demasiado atónito para hablar, probablemente intentando procesar todo lo que June acababa de confesar. La miró fijamente durante lo que a ella le pareció una eternidad, sus ojos recorriendo cada rincón de su rostro como si buscara confirmar algo.
June contuvo el alieto, preparándose para el rechazo. ¿Y si había malinterpretado todo? ¿Y si él estaba hablando de algo completamente diferente?
El silencio se alargó, cada segundo pesando más que el anterior. Podía sentir su corazón acelerándose, el miedo creciendo en su pecho. No podía evitar preguntarse si había cometido un error al abrirse de esa manera.
Pope le sonrió, sacándola de su miseria, y su expresión se suavizó mientras June soltaba el aire que había estado conteniendo.
—Vaya, pensé que era el único que se sentía así, June —dijo Pope—. Si soy honesto, todo esto me ha estado volviendo loco, pero no sabía cómo decirlo. Después de lo que pasó en el motel, empencé a preguntarme: ¿y si no siente lo mismo? ¿Y si arruiné todo al decir eso? Esa idea era insoportable para mí, así que pensé que evitarte sería la mejor opción. Pero ahora veo que no lo fue.
June asintió—. No, no lo fue.
Pope rió suavemente, quedándose en silencio y bajando la mirada por un momento, como si necesitara organizar sus pensamientos. Cuando volvió a hablar, su voz sonaba más suave, más vulnerable que antes, como si el peso de sus palabras lo estuviera aplastando.
—Sabes, creo que he estado enamorado de ti desde el primer día que te conocí. Cuando tu hermano me retó a hablar con la chica más linda de la escuela, pensé que era un idiota —se rieron—. Pero en cuanto te vi, supe que tenía que hablar contigo. Había algo en ti que me atrajo, algo que no podía explicar. Y a medida que pasaban los años, esos sentimientos seguían creciendo. Al final, ya no pude seguir negándolos.
El corazón de June dio un vuelco al escucharlo. Las palabras de Pope se sintieron como si estuvieran desenredando algo dentro de ella, y no pudo evitar sonreír, sintiendo cómo un calor se extendía por todo su cuerpo. En ese instante, la idea de que él también sintiera lo mismo parecía imposible, pero ahí estaba, justo frente a ella, y todo lo que había guardado durante tanto tiempo comenzó a tomar sentido.
—¿Qué cambió? —preguntó June.
Pope se encogió de hombros—. No lo sé, simplemente... no podía soportar tenerte en mi vida sabiendo que no eras mía.
June lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura—. No sabía que te sentías así. Para ser honesta, siempre tuve miedo de que no fuera mutuo.
—¿Estás bromeando? —Pope soltó una suave risa, su expresión aliviada—. Creo que todos se dieron cuenta. Incluso mi papá me preguntó cuándo iba a hacer algo al respecto.
—Sí —dijo June, sonriendo—. Supongo que era más fácil creer que nunca podría gustarte de esa forma.
—¿Cómo podrías pensar eso? Eres... increíble, June. Cualquiera se enamoraría de ti —dijo Pope—. Supongo que eso sólo demuestra lo mal que manejé todo esto. Debería habértelo dicho antes, pero tenía miedo de arruinarlo —hizo una pausa, pensando en qué decir—. Pero si algo aprendí es que no quiero seguir perdiendo más tiempo fingiendo que no siento esto por ti.
June sonrió, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de él—. Está bien, lo que importa es que lo hablamos.
Pope apretó suavemente su mano—. ¿Y ahora?
—Esa es una buena pregunta —June suspiró—. Creo que me gustaría ver adónde puede llevarnos esto, pero no quiero apresurarlo, ¿sabes? Deberíamos ir despacio. Pero realmente me gustas, Pope, y no puedo seguir siendo tu amiga. Ya no.
Pope sonrió—. Creo que esa es una buena idea —se giró para estar frente a ella, levantando la mano para tocar su rostro. Se aclaró la garganta antes de mirarla a los ojos—. ¿Puedo besarte?
El aire entre ellos parecía zumbar de anticipación, el mundo alrededor se desvanecía en el fondo. Su corazón se aceleró mientras miraba a Pope a los ojos y asentía vigorosamente, observando cómo se inclinaba hacia adelante.
Sus labios tocaron los de ella con suavidad, y June sintió una calidez que la invadía por dentro. Pope rodeó su cintura con un brazo, atrayéndola más cerca. El beso fue tierno, lleno de vacilación, pero fue creciendo a medida que se entregaban a él. La incertidumbre del momento desapareció y el tiempo pareció detenerse.
Se sintió como la primera chispa de algo eléctrico, algo que ambos habían estado esperando, pero ninguno se había atrevido reconocer hasta ahora. Se separaron por un segundo, y una sonrisa apareció en el rostro de June antes de que lo atrajera hacia sí nuevamente.
June supo en ese momento que no había forma de que las cosas volvieran a ser como antes. El beso había borrado todas las dudas que tenía, dejando claro lo que ambos sentían.
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