[14] PERFIL BAJO
Iban de camino hacia el Chateau cuando vieron a un grupo de personas reunidas en el puerto deportivo, botes de policía, oficiales y paramédicos a su alrededor.
—¿Qué creen que pasó? —preguntó June.
John B se encogió de hombros—. Solo hay una forma de averiguarlo.
Condujo el barco hacia un pequeño muelle cerca de la marina, donde se detuvo, bajó y lo amarró.
Kiara miró a JJ—. Será mejor que dejes esa cosa escondida aquí.
—Sí —dijo Pope—. No necesitamos que la policía nos detenga si la encuentran.
JJ puso los ojos en blanco antes de obedecer a sus amigos, guardando el arma en la pequeña caja donde John B tenía el ancla. Una vez que la guardó, se unió a sus amigos y caminaron hacia el puerto.
Cuando se acercaron al lugar, June notó que había un hombre tendido en el suelo y se preguntó qué habría pasado. Encontraron un rincón para sentarse y observaron cómo los paramédicos lo declaraban muerto.
—¿Quién es? —le preguntó John B a una chica que estaba cerca de ellos.
—Es Scooter Grubbs —respondió la chica—. Salió por la tormenta —sacó su celular para mostrarle a John B—. Miren la foto que tengo. Cadáver.
June hizo una mueca, negándose a ver la foto—. Que asco.
—Que locura —dijo Kiara.
—Mierda —murmuró Pope.
JJ la miró—. ¿Qué barco tenía?
—De algún modo, esa basura consiguió un Grady-White nuevo —respondió la chica—. Todos están buscándolo.
Los Pogues intercambiaron miradas y se quedaron en completo silencio, incluso JJ, que luchaba con eso todo el tiempo. Pope parecía estar a punto de sufrir un aneurisma y June supo que se habían metido en algo malo.
—Creo que deberíamos irnos —dijo June.
Caminaron en silencio al bote, demasiado conmocionados para hablar. El peso del momento se sentía en el aire mientras regresaban al Chateau, dejando el bote en el muelle antes de caminar lentamente hacia el porche, perdidos en sus propios pensamientos.
—De acuerdo —dijo Pope, entrando al porche—. No vimos nada. No sabemos nada. Necesitamos tener amnesia total.
Se sentó en un sofá junto a June, y ella asintió—. Estoy de acuerdo.
—Yo también —dijo JJ—. De hecho, Pope tiene razón por una vez —le sonrió—. ¿Ves? A veces, estoy de acuerdo contigo. Lo negamos.
Kiara negó con la cabeza—. No podemos tener ese dinero.
—No todos podemos pagar planes de datos ilimitados, Kiara —murmuró JJ.
—Debémos pasárselo a Lana Grubbs —explicó ella—. Si no, es mal karma.
—También es mal karma estar involucrados en un delito —dijo Pope de mala gana.
June suspiró—. Tengamos perfil bajo.
JJ asintió—. Si significa que conservamos el dinero, estoy de acuerdo.
Kiara y Pope estuvieron de acuerdo con ella, y June se giró para mirar a John B, todavía esperando su respuesta. Era el único que hasta el momento no había dicho nada.
—No estoy de acuerdo —dijo finalmente.
—¿Por qué? —preguntó June.
—Solo piénsenlo —respondió John B—, hablamos de Scooter Grubbs, ¿no? El que compra cigarrillos individuales en Porthole. Mierda, una vez, lo vi rogando por cambio en el estacionamiento, necesitaba gasolina. Hablamos de una rata de mierda que nunca tuvo más de $40 en su bolsillo, ¿y, de pronto, tiene un Grady-White? —levantó las manos—. Solo digo.
June suspiró—. Necesito tomar aire.
La siguieron hacia el embarcadero, tomando unas cañas de pescar para hacer algo mientras tanto. June se sentó con John B y Kiara mientras Pope y JJ intentaban pescar.
John B siguió divagando mientras estaban allí—. Piensalo, Pope. ¿Cómo una rata consigue un Grady-White?
Pope inhaló profundamente antes de decir—: Prostitución.
—Son contrabandistas —le dijo John B—. Bien, pasan inadvertidos, sin vigilancia aérea. No hacen eso durante un huracán —se giró para hablarle a JJ—. ¿Qué significa eso? ¿JJ?
—Contrabandeaban.
—Contrabando —repitió John B, mirando a June y Kiara—. Y les garantizo que hay una gran cantidad de contrabando en ese naufragio.
—Claro que sí —dijo JJ mientras su caña se tensaba—. ¡Picó!
El pequeño discurso de John B pareció convencer a Kiara y June, pero Pope seguía sin ceder. Horas más tarde, mientras se encontraban en la habitación de John B, JJ se sentó frente a Pope, intentando convencerlo. Lo hizo por unos 10 minutos antes de que Pope se cansara y tomara el dinero que su amigo tenía en mano.
—Para que conste, si es un barco con contrabando adentro, debe ser de otra persona —razonó Pope.
—Un detalle menor —dijo June.
Él la miró—. Podrían venir a buscarlo. Tomarlo sería catastróficamente estúpido.
—Sí, bueno —JJ se acercó y tomó el dinero—. Las estupideces tienen buenos resultados todo el tiempo —agitó el dinero frente a su cara—. Solo debemos encontrar la forma de entrar en la bodega de ese naufragio.
June asintió—. Hasta entonces, perfil bajo. Actuemos con naturalidad.
—No lo incentives —murmuró Pope. June se encogió de hombros y él suspiró—. ¿Y cómo lo haríamos?
—¿Con cerveza? —sugirió Kiara.
—Mi cuerpo no puede aguantar otra resaca —gimió June.
John B le sonrió—. Vamos, será divertido.
—Sí —JJ pasó un brazo sobre sus hombros—, vamos, Junnie.
—No todo el mundo puede beber hasta desmayarse y luego no sentir nada, JJ —dijo June, sintiendo una mirada sobre ella. Cuando se giró, vio a Pope mirándola, pero él desvió la mirada rápidamente.
—Está arreglado, entonces —dijo John B—. Deberíamos comprar algo de cerveza.
Kiara asintió, levantándose—. Buena idea.
JJ, Pope y June asintieron, levantándose de donde estaban sentados para seguir a sus amigos. Cuando June vio a JJ salir de la habitación, aprovechó para detenerse, y Pope la miró confundido.
—¿Está todo bien? —preguntó.
June asintió—. Sí, solo... ¿podemos hablar más tarde? Ya sabes, acerca de lo que dijiste hoy.
—Uh, sí, claro —respondió Pope.
June sonrió y reanudó su caminata hacia el resto de sus amigos. Pope la siguió en silencio. Al llegar al porche, vieron que JJ, John B y Kiara ya estaban dentro de la Twinkie; solo faltaban ellos.
Se subieron, y June se sentó junto a Kiara, escuchó a su hermano bromear sobre lo mucho que habían tardado antes de apoyar la cabeza contra la ventanilla. Su mente estaba en otro lugar, perdida entre pensamientos que no podía dejar de analizar.
Algo le inquietaba desde hacía semanas. Una sensación difusa, como un zumbido constante que no podía ignorar, aunque no sabía exactamente de dónde venía. Pero cuando Pope insinuó (o intentó insinuar) que sentía algo por ella que no debería, algo hizo clic en su interior. Todo ese ruido interno, todas esas emociones desenfocadas, cobraron sentido.
No estaba segura de cuándo sus sentimientos por Pope habían cambiado, o si siempre habían estado allí, escondidos tras la seguridad de su amistad. Tal vez fue en esos pequeños momentos: como cuando se quedaban hablando hasta tarde sobre cualquier tontería, o cuando él la hacía reír justo cuando más lo necesitaba. Pero ahora, cada vez que estaba cerca de él, sentía una calidez creciente, una chispa que no podía contener ni disimular.
Mientras lo observaba reírse de algo que había dicho su hermano, la realización la golpeó con una fuerza imposible de ignorar. No era solo su sonrisa, ni cómo sus ojos se arrugaban en las esquinas cuando algo realmente lo divertía, o cómo su voz adquiría un tono suave y cálido cuando hablaba directamente con ella. Era todo eso, y más. Era cómo la hacía sentir viva, vista y comprendida, de una forma que nunca creyó posible.
Pope siempre había sido quien estaba allí cuando las cosas se ponían feas, quien siempre sabía qué decir o cómo hacerla sentir segura.
En ese instante supo que estaba enamorada de él. Pero junto a esa realización llegó el miedo. Porque si lo arruinaba, perder a Pope significaría perder mucho más que a su mejor amigo; significaría perder a la persona que siempre había sido su refugio.
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