8- Reunion

Adrien vio la hora en su móvil, había hablado hacia unos pocos minutos antes con Kagami para ir.

Adrien esperaría en la puerta de aquel café hasta que en eso vio a alguien acercarse. Su rostro lo reconocía pero estaba cambiada, noto a esa persona cambiada, era Kagami.

Tenía el pelo un poco más largo y lo tenía hasta sus hombros y su ropa parecía más... refinada, por algún adjetivo ponerle, llevaba una falda de tubo oscura, con unas medias negras y zapatos rojos claros con una camiseta de cuello alto y mangas largas de color carmesí oscuro y tenía una bandolera negra colgando en uno de sus hombros.

Adrien y Kagami se vieron entre ellos y el blondo sintió que volvió a tener 15 años, se... volvió a enamorar de Kagami a primera vista.

—Ho, hola...— fue lo único que dijo el chico blondo con un poco de torpeza, le había dejado impactado la imagen delicada que ahora tenía Kagami.

—Vaya Adrien... estas realmente cambiado— hablo la japonesa con una dulce sonrisa.

Los dos se miraron de nuevo queriendo decir algo, Adrien no se atrevía a decir algo, solo se sentía culpable por todo lo que había pasado entre ellos.

—Yo... perdóname Kagami por haberte hecho daño— simplemente dijo el muchacho de ojos verdes mientras veía a la japonesa.

La chica en eso dio una ligera risita para en eso está hablar.

—Han pasado dos años ya, creo que se pueden arreglar las cosas, ¿No? — simplemente dijo Kagami con una dulce sonrisa.

Adrien sintió su corazón latir rápidamente y se puso ligeramente colorado.

—Y bueno... ¿Vamos a tomarnos un café? — hablo el muchacho de ojos verdes esmeraldas.

La muchacha dio una dulce risita.

—De acuerdo—

Los dos entraron al café y se sentaron en una de las mesas, se vieron entre ellos y en eso uno de los camareros llegó a la mesa.

— ¿Qué es lo que queréis chicos? — pregunto el camarero.

Los dos se vieron y en eso la japonesa hablo.

—Yo quiero un café cortado—

—Un expreso, por favor— hablo Adrien.

El camarero se fue de allí y los dos se quedaron allí, había un silencio muy incómodo en ese lugar.

—Y... Bueno, ¿Cómo te han ido estos años? — pregunto el blondo a la de ojos marrones.

—Bueno, dentro de lo que cabe, bien, he tenido mis altibajos pero dentro de lo que cabe he estado bastante bien ¿Y tú?— respondió Kagami, para seguido ver a Adrien.

—Los años que estuve en Gran Bretaña han sido... como decirlo, peculiares, simplemente he cambiado de parecer en muchas cosas, me he dado cuenta de que muchas cosas que he hecho mucho y he empezado a practicar un deporte diferente— hablo Adrien con una ligera sonrisa melancólica.

— ¿Qué deporte es el que te refieres? — pregunto la japonesa con cierta sorpresa.

—Karate— simplemente respondió el blondo, a lo que Kagami abrió los ojos con sorpresa.

—Wow... ¿Qué es lo que te dio por empezar? — pregunto con cierta sorpresa Kagami mientras observaba a Adrien.

—Más que nada para hacer algo diferente, simplemente pensé en "Bueno, estoy en Londres y fuera del mando de mi padre, puedo apuntarme a algo diferente", le pedí a mi tía de que si podía apuntarme a karate, me gusto y al final... Bueno, acabe empezando a practicar— hablo Adrien.

—Vaya... Interesante, dime ¿Qué cinturón es el que tienes? — pregunto Kagami.

Vale, todo lo que estaba contando Adrien sobre lo del karate era una mentira a medias, tenía que pensar rápido porque sabía que le pillaría Kagami fácil y no quería decepcionarla.

—Cinturón verde, me dijeron que era un "prodigio" en este deporte y ascendí rápido—

Kagami escucho esto y se quedó intrigada, pero dio una ligera sonrisa ante esto.

—Veo que te lo pasaste bien en Londres— fue lo único que dijo la japonesa ante esto.

—Sí, hay un pueblo en las montañas donde pasaba los fines de semanas y las vacaciones donde se estaba muy bien...— La sonrisa de Adrien paso de nuevo a ser una de melancolía—... Simplemente es todo diferente ahí que aquí, aquí hay problemas, siento que nada cambio en mi ausencia aunque hubiesen pasado dos largos años donde se pudieron hacer cosas, ahí es todo paz y tranquilidad, que puede todo ser normal sin necesidad de que algo malo ocurra, la paz que te da la naturaleza del alrededor... todo es diferente y eso lo siento—

Kagami mientras veía esto se quedaba viendo las expresiones que mostraba Adrien, mostraba pena, mostraba melancolía y notaba que aquello que había dicho sobre aquel lugar era cierto.

—Ese lugar es muy preciado para ti, ¿no? — dijo Kagami mientras a aquel blondo.

—Es muy preciado porque es todo lo contrario a lo que me ha dado y que he vivido en Paris— respondió con sinceridad Adrien.

—En Fukuoka cuando vivía ahí era... extraño, no era un mal sitio, pero lo veo comparado aquí hay mucha más libertad, pero no del todo, tienes que estar en un molde para sentirte que encajas— hablo Kagami.

Adrien vio a los ojos de Kagami y sintió su pecho retumbar de latidos. Se había vuelto a enamorad de Kagami, pero dentro de él sabía que estaba mal, o no que estuviese mal, simplemente... No quería volverle a romperle el corazón a Kagami por su inmadurez.

El camarero llego y les entrego los cafés que habían pedido y se fue. El chico rubio tomo el azúcar y se lo echo dentro para seguido beber lentamente el expreso.

Los dos se tomaron los cafés, pagaron después los cafés y los dos salieron de allí y empezar a dar un paseo, seguían hablando pero Adrien era bastante... tímido por intentar sacar alguna conversación, se sentía tenso.

Los dos en eso se sentaron en uno de los bancos y la chica en eso saco de la bandolera que tenía una libreta de dibujo y le hablo.

—Oye Adrien, ¿Te podría dibujar? —

—Oh...— esto pillo un poco por sorpresa a Adrien—Pues... Claro, no me importa.

Adrien se acomodó en ese banco para que Kagami le pudiese hacer bien el dibujo y de frente y la japonesa... noto algo. La primera vez que le pidió dibujarlo lo notaba que estaba actuando, que escondía algo pero en ese momento... noto que estaba mostrando su faceta más natural de él, una faceta que no había visto y era sincera.

Kagami por fin conoció al Adrien que se escondía, que hacía dos años no pudo ver pero que en la actualidad, era como ver un alma al desnudo. Era algo especial y, no quería admitirlo, era algo mágico.

Kagami en su cabeza comparaba al Adrien de hacía dos años, a aquel chico que había dejado hacía dos años y que se negó a volverle a dirigir la palabra a ese Adrien que lo notaba como alguien experimentado y más tranquilo. Adrien era diferente y lo noto.

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