Mi mejor amigo

Martes

Otro día, otra jaqueca... No estoy enojado, más bien confundido. Hace un mes era un perdedor sin la más mínima idea de lo que era el afecto femenino, y ahora... ahora soy un perdedor con 4 novias ¿Quién lo hubiera imaginado? Las cosas cambian de maneras absurdas y rápidas a veces.

Mientras navegaba por 4chan, uno de los habituales publicó algo que me dejó pensando. El último censo confirmó que los humanos están oficialmente en peligro de extinción. Menos del 2% de los seres pensantes en el planeta son humanos. Lo leí dos veces. No es que me importe demasiado, al fin y al cabo, nunca fui un defensor del "orgullo humano", pero... es algo triste, ¿no? A este ritmo, nuestra raza desaparecerá en unos doscientos años, o incluso menos. Que cagada.

Suspiré, guardando mi teléfono en el bolsillo mientras salía de casa rumbo a la escuela. Jamás en mi vida pensé que llegaría el día en que tendría que pensar en buscar un trabajo de medio tiempo. Pero ahora lo necesito. No solo por mí, sino por ellas.

La verdad es que me importan. Naomi... Naomi movió algo en mí que nadie había tocado antes. Es difícil de explicar, pero es como si siempre la hubiera conocido y al mismo tiempo, apenas empezara a entenderla. Stella y Rosa... bueno, son las mejores amigas que he tenido. Nunca pensé que tendría una relación tan cercana con alguien, y menos con dos chicas que me aceptan tal y como soy. Me siento afortunado de que me quieran tanto, y sé que no quiero perderlas.

El problema es que soy humano. Y ser humano no te da muchas ventajas en este mundo. No tengo contactos importantes, ni una familia influyente. Solo tengo mis manos y mi cabeza, y hasta eso... a veces no es suficiente. Pero quiero hacer todo lo que esté a mi alcance para demostrarles que valgo la pena. Quiero cuidarlas, estar ahí para ellas. Pero para eso, necesito empezar a moverme, encontrar la forma de ser alguien más que un simple espectador en mi propia vida.

La cuestión es... ¿cómo lo hago?

Otro día, otra migraña. Al menos, la escuela ya no se me hacía tan insoportable como antes. Mientras caminaba por el pasillo, perdí la cuenta de cuántas veces miré mi teléfono, pensando en el millón de cosas que tenía en mente. Fue entonces cuando escuché una voz familiar, una que conocía tan bien que hizo que todo mi cuerpo se crispara.

¡Hola, Anon! —Una voz aguda, juguetona, que me sacó de mi nube de pensamientos.

Me giré y ahí estaba. Sage, mi bro para toda la vida, mi alma gemela, mi compa, mi pana, mi segundo jugador en todo lo que importaba. Estaba de pie, pequeño y radiante en toda su femboy gloria, sonriendo con esa energía que siempre parecía llevar consigo.

¡Wow, bro! Hace tiempo que no te veo. ¿Cómo te fue en el torneo? —pregunté, recordando que había estado entrenando para eso.

La sonrisa de Sage se desvaneció un poco y bajó la mirada. —No gané... Quedé en tercer lugar. Llegué lo más lejos que pude. —Había un toque de tristeza en su voz, una sombra que no solía ver en él.

Me acerqué, poniéndome a su altura, y lo abracé. —Tranquilo, bro, ya habrá otro año. —Sage me devolvió el abrazo con fuerza, y cuando nos separamos, pude ver que estaba un poco más calmado.

Tienes razón. Uno aprende de sus errores, ¿no? —dijo, con una media sonrisa que empezaba a brillar en su rostro.

Antes de que pudiera responder, sonó la campana, anunciando el inicio de las clases. Me quedé ahí unos segundos, pensando en si debía contarle a Sage todo lo que había estado pasando en mi vida últimamente.

Cuatro novias, no era algo que se compartiera todos los días, ni siquiera con alguien como él. Quizá era mejor esperar... Rosa y Stella siempre fueron mejores para hablar de estas cosas que yo.

—Hablamos después, ¿vale? —le dije, dándole una palmada en la espalda antes de irme. Aunque sabía que cuando llegara el momento, él sería el primero en saberlo todo.

----

Después de eso segui con mis clases, aunque les rogué a Stella y Rosa por mensaje que de momento no le dijeran nada a Sage, queyo lo haría por mi cuenta, ya que bueno quería pasar un día con él, antes de soltarle la bomba, por suerte aceptaron y ahora les debo 2 favores a cada una...

Mientras almorzábamos, Sage me empezó a contar sobre su mes en Francia.

—Bro, no te imaginas lo caótico que fue, no entiendo por qué la gente ama tanto ese lugar. Primero que todo, las calles son estrechas, llenas de turistas, y me sentía perdido todo el tiempo. Luego, la comida... ok, sé que suena irónico viniendo de mí, pero honestamente, ¡las porciones eran tan pequeñas que sentía que iba a morir de hambre! — Sage exageraba las gesticulaciones mientras hablaba, haciendo que no pudiera evitar reírme.

—Y ni me hagas hablar de la gente. No es que todos fueran malos, pero... tío, algunos eran súper condescendientes, especialmente cuando trataba de hablar francés. No importa cuánto estudié antes de irme, siempre parecían juzgarme. — Sage rodó los ojos, pero pude notar que, aunque se quejaba, estaba disfrutando de contarme su historia.

—Entonces, llego al torneo de cocina escolar y, te juro, pensé que iba a ser un desastre. ¿Sabes cómo soy cuando me pongo nervioso? Pues multiplica eso por diez, porque en la primera ronda se me quemó una salsa... ¡Una salsa, bro! ¡Eso es de novatos! — Sage puso las manos en la cabeza, recordando la vergüenza que debió haber sentido en ese momento.

—Pero, poco a poco, empecé a calmarme. Fue raro, como si después del desastre inicial, me dijera a mí mismo: 'No puede ir peor, ¿verdad?' Así que comencé a disfrutar más el proceso. En la segunda ronda, preparé una fusión rara de comida callejera francesa con algo de lo que aprendí de ti y tus papas fritas estilo SkinnRaw... Y a los jueces les encantó. Me dijeron que nunca habían probado algo así, pero que tenía 'una sorprendente autenticidad'. ¡No me lo creí! — su sonrisa era sincera, y yo sabía cuánto significaba eso para él.

—Llegué hasta las semifinales, y aunque no gané, obtuve el tercer lugar... Me sentí muy bien, como si finalmente todo el esfuerzo valiera la pena. Pero, bro, lo mejor de todo fue la reacción de los otros estudiantes. Nadie pensaba que llegaría tan lejos, especialmente siendo extranjero, pero creo que les demostré que no hay que ser un chef francés para ser bueno en la cocina, ¿sabes? — Sage sonrió con orgullo.

Le di un golpe amistoso en el hombro. —Tercer lugar suena épico, bro. Ya habrá otra oportunidad para aplastar a esos franceses el próximo año, ¿no

Sage asintió con determinación. —¡Sin duda! Pero te juro que no vuelvo a pisar Francia a menos que me secuestren o algo.

Después del almuerzo y las horas siguientes de clases, me tomé un momento para chatear con Naomi y asegurarse de que su agenda ocupada no le dejaría mal por pasar la tarde con Sage.

Para mi alivio, Naomi aceptó sin pensarlo, lo que me dio la oportunidad perfecta de tener un día tranquilo con mi mejor amigo. enerio necesitaba ese día de chill, como los viejos tiempos.

Al final de las clases, Sage le sugirió que fueran a su casa. No había mejor lugar para relajarse que allí, donde siempre podían desconectar del mundo. Tras unos minutos de charla intrascendente, llegaron a Moe's Pizza, la pizzería.

El tío Moe, un Trex robusto con una gran sonrisa y un delantal lleno de manchas de harina, los recibió con los brazos abiertos.

—¡Sage, mi Bambino! —Moe abrazó a Sage con fuerza, luego extendió el gesto hacia mi dándome una palmada en la espalda—. ¡Y Anon! ¿Cómo va la vida, muchacho?

Sage sonrió y dijo rápidamente —Voy a ponerme al día con Anon. Estaremos en mi cuarto un rato, ¿ok?

Moe rió con esa voz grave y amigable que lo caracterizaba —Claro, tómate tu tiempo, pero no olvides que mañana vuelves al trabajo. Jerry renunció hace una semana y nos vendría bien una mano extra.

Sage asintió, serio por un momento —Descuida, tío. Mañana estaré aquí. Oye, ¿crees que pueda dejar mi medalla de bronce en la vitrina de trofeos

El rostro de Moe se iluminó al escuchar eso —¡Por supuesto! Un tercer lugar es un gran logro, Sage. No te avergüences de eso. Es más de lo que muchos podrían lograr —dijo, dándole una palmadita en el hombro antes de mirarme.

Moe lo examinó con una ceja levantada —Anon... tienes una vibra diferente, ¿eh? ¿Te ha pasado algo interesante estos días?

Me rasque la cabeza, algo avergonzado, pero con una sonrisa—. Unas cuantas cosas, tío Moe. Te lo contaré luego, no quiero abrumarte ahora.

Moe soltó una carcajada y les indicó que siguieran —Vale, vale. Cuando quieras, ya sabes dónde estoy.

Sage y yo subimos las escaleras hacia el cuarto de Sage, un espacio pequeño pero acogedor que siempre había sido un refugio para ambos. Posters de videojuegos y trofeos de cocina decoraban las paredes, dándole un toque personal que representaba perfectamente la mezcla de pasiones de Sage.

Al cerrar la puerta, Sage suspiró aliviado —Ahh, necesitaba esto. Hace mucho que no teníamos un día así, bro.

Asenti dándole la razón y me senté en el viejo y cómodo sofá que siempre estaba junto a la ventana —Lo sé. Te extrañé, bro. Ha sido un mes raro sin ti.

—¡Dímelo a mí! —Sage sonrió—. Aunque, por lo que me cuentas, parece que tú has estado más ocupado que yo.

Ambos reimos y comenzamos a hablar de todo y nada, pasando una tarde tranquila, sin complicaciones, como si el mundo exterior no existiera.

Miré el suelo, perdido en mis pensamientos, mientras recordaba las cosas que Sage me había contado.

Su vida no había sido fácil, ni de cerca. Hace casi cinco años que no se hablaba con su familia. Me confesó que ellos lo rechazaron cuando les reveló su orientación, lo despreciaron y finalmente lo echaron de casa como si fuera algo desechable. Solo imaginarlo me dolía. Pero lo peor ni siquiera fue ese momento.

Antes de todo eso, Sage ya había vivido una pesadilla diaria.

Por su baja estatura y su personalidad, fue blanco fácil de bullying físico y psicológico. Lo golpeaban, se burlaban de él, y le hacían sentir que no valía nada. En lugar de encontrar refugio en su familia, se encontró con indiferencia.

Sus padres, lejos de protegerlo o apoyarlo, le dieron la espalda. Eso lo quebró por completo. Que los propios seres que deberían amarte incondicionalmente te abandonen es una de las cosas más devastadoras que alguien puede experimentar. Sage me dijo que el dolor de esa traición fue lo que más lo marcó.

Desesperado, vagó por las calles sin rumbo fijo, sobreviviendo como podía. Meses enteros pasó en la indigencia, sin un hogar, sin nadie que se preocupara por él.

Pero la suerte, o algo parecido, lo guio hasta Moe's Pizza. Entró al restaurante tambaleándose, exhausto y al borde de la inanición, y ahí mismo colapsó.

Moe, el dueño, lo encontró en ese estado y le salvó la vida. No solo lo rescató, sino que lo acogió bajo su protección, convirtiéndose en su tutor legal. Sage tenía apenas 15 años en ese momento, y Moe hizo lo que sus propios padres nunca quisieron hacer: le dio un hogar y una familia.

Con el tiempo, las cosas mejoraron para Sage. Ahora vivía con Moe, y al cumplir 18, empezó a trabajar en la pizzería, contribuyendo como un miembro más del equipo. Pero, a pesar de todo lo que había pasado, Sage nunca dejó que esa oscuridad lo consumiera.

Admiraba su resiliencia. Yo, en cambio, siempre me victimizaba. Mi historia era diferente, pero compartíamos el rechazo familiar. Mis padres nunca me quisieron como querían a Chad, mi hermano menor. Para ellos, él era el orgullo, y yo... bueno, yo solo era un estorbo. Me enviaron a Volcano High en cuanto tuvieron la oportunidad, casi como si quisieran deshacerse de mí, despues del incidente de las waiifus.

Fue en la escuela donde conocí a Sage. Desde el primer momento en que nos cruzamos, algo hizo clic entre nosotros.

Tal vez fue el reconocimiento mutuo de ese dolor que compartíamos, o tal vez simplemente estábamos destinados a ser amigos. Lo que sé es que en estos últimos tres meses, Sage se ha convertido en mi mejor amigo, mi bro for life. Y aunque nuestras luchas eran diferentes, él siempre fue más fuerte que yo. Y eso lo admiraba más de lo que él podría imaginar.

Era imposible seguir ocultándole algo tan importante. No quería que nuestra amistad cambiara, no ahora hacia aquellito con Stella y Rosa, Naomi también estaba presente en mi vida, aunque nunca los había visto interactuar entre ellos. Me preocupaba cómo podría afectar esto a la dinámica que tenía con Sage.

Él me miró, con esa calma característica suya, y rompió el silencio. —¿Otra vez sumergido en tus pensamientos? Bueno, te daré tu espacio. Si es difícil decirlo, no me lo digas, y ya está —dijo con una sonrisa forzada, intentando quitarle importancia al asunto.

Suspiré profundamente. Sabía que no podía dejarlo pasar, no con Sage. Le había jurado hace tiempo que nunca le mentiría ni le ocultaría nada, y siempre había sido honesto con él, incluso cuando le conté la verdadera razón por la que me cambié a esta escuela. Era mi bro for life, después de todo.

—Mira, Sage... Este mes ha sido una locura —empecé, con un nudo en el estómago—. Y, bueno, necesito contarte algo.

Le relaté todo, desde el principio, sin dejar ningún detalle fuera. Le conté sobre lo que había estado pasando como inicio, con Naomi, con Stella y Rosa, sí, también lo que había sucedido con la señorita Roberts. Le expliqué cómo, de alguna manera, estaba en una especie de noviazgo extraño con las cuatro, si es que se le podía llamar así.

Mientras hablaba, pude notar cómo su expresión cambiaba.

No era lo que esperaba. Al principio, pensé que se reiría, que me daría uno de sus típicos comentarios sarcásticos, pero en vez de eso, vi algo que me hizo sentir mal al instante.

Había angustia en sus ojos, una desolación que no había visto antes. Se apretó el pecho con ambas manos, como si todo su mundo se estuviera derrumbando.

Mi corazón se detuvo por un segundo, y sentí una punzada de culpa. Pero después de un largo suspiro, volvió a su yo habitual. Me dio un codazo con una sonrisa que parecía más débil de lo normal.

—Siempre supe que Rosa y Stella te traían ganas, amigo —dijo con un tono bromista, pero algo en su voz no sonaba del todo auténtico—. Solo que no esperaba todo eso... Aunque con tu situación económica, mantener a cuatro chicas felices va a estar complicado, eh.

Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y peso en el pecho. —Ni que lo digas. Estoy buscando un trabajo de medio tiempo justo por eso. No quiero fallarles, pero también tengo que mantenerme a flote.

Sage se rió suavemente, pero había algo en su mirada que no desaparecía. —Bueno, parece que tienes suerte, bro. Le podemos preguntar al tío Moe. Ya lo escuchaste antes, uno de sus empleados renunció, y no creo que le moleste que trabajes ahí. Además, sabes cocinar, y necesitas el dinero.

Me rasqué la cabeza, sintiéndome agradecido de tener a alguien como él a mi lado. —Amigo, me estás salvando la vida —le dije con una sonrisa sincera—. ¿Qué quieres hacer ahora?

Sage sonrió, esta vez más genuino, y me respondió con su entusiasmo habitual. —Pongámonos al día con Meru Meru Neptunia-chan. Te estás quedando atrás, ¿eh

Asentí con una sonrisa, contento de que al menos por ahora todo estuviera bien entre nosotros. Nos acomodamos en su cuarto, en su cama como tantas otras veces, con la laptop frente a nosotros y el anime comenzando. Dejé que el sonido familiar de las voces de los personajes llenara el silencio incómodo que había quedado atrás.

Después de terminar las series, bajamos de nuevo a la pizzería, donde Sage, siempre siendo el bro que es, intercedió por mí para conseguirme el trabajo.

El tío Moe me miró con una expresión que no entendí en el momento, algo molesta, pero al final aceptó contratarme. Supongo que no todos los días alguien nuevo llega pidiendo trabajo, y menos después de que uno de sus empleados renunció.

Se hacía tarde, así que me despedí de Sage. Sin embargo, cuando me di la vuelta para irme, tuve una sensación extraña.

Lo vi mirarme, pero había algo diferente en su mirada, como una tristeza profunda antes de que se diera la vuelta y entrara de nuevo en la pizzería. Quise decirle algo, pero no lo hice.

Al día siguiente, durante el almuerzo, me reuní con Stella y Rosa. Sabía que tenía que contarles lo que pasó con Sage. Las cosas no me habían quedado claras del todo y quería saber qué pensaban ellas.

—Le conté todo a Sage —empecé, esperando alguna reacción.

Rosa suspiró, claramente decaída. —Bueno, ahora entiendo por qué se veía tan triste y rechazó comer con nosotras.

Stella asintió, compartiendo el mismo sentimiento. —Sí, se veía bastante ido. ¿Cómo se lo dijiste, Anon? Me imagino que, con calma, ¿no?

Me encogí de hombros, algo incómodo. —Fui honesto. Le di todos los detalles. Hace tiempo me prometí a mí mismo que siempre le sería sincero, así que le conté todo, tal cual fue. Me tomó un rato, pero no entiendo del todo cómo lo tomó. Al principio se veía mal, muy mal. Luego volvió a ser él mismo, como si nada.

De repente, Rosa me agarró de la camisa y me gritó, frustrada. —¡Qué mierda, Anon! ¿Por qué fuiste tan directo? ¡Debiste decírselo con calma, no escupirle todo de golpe! ¡Por el amor de Jesus Raptor!

Intenté defenderme. —Oye, así somos los chicos. Nos decimos todo sin tapujos, sin darle tantas vueltas.

Stella me miró con una mezcla de molestia y preocupación. —No, Anon... oh, cielos. Ahora entiendo por qué se veía tan mal el pobre.

Me sentí desconcertado. —Dejen de hablar en código. ¿Por qué creen que las cosas se pusieron feas? ¿Qué fue lo que hice mal?

Rosa y Stella intercambiaron miradas como si no pudieran creer lo obtuso que era. El tipo de mirada que te hace sentir como si te hubieras perdido la parte más obvia de la película.

Rosa suspiró profundamente, su expresión llena de paciencia. —Mira, Anon, te lo voy a decir claro, ya que parece que no lo has procesado en esa cabecita pelona tuya... Sage está enamorado de ti. Y sí, de la misma manera en que Stella y yo lo estamos.

La revelación cayó sobre mí como un balde de agua fría.

Sentí cómo mi cerebro se ralentizaba, intentando conectar todos los puntos. Reflexioné sobre esos momentos que antes no parecían significar tanto: la manera en que Sage me hablaba, sus gestos, cómo a veces se acurrucaba junto a mí mientras jugábamos, o cómo sus abrazos duraban un poco más de lo habitual. Recordé su sonrisa tímida, los toques sutiles en el brazo, esos momentos en que compartía algo personal conmigo y cómo me miraba como si yo fuera lo único que importaba en el mundo.

—Por todos los cielos... —murmuré mientras esas escenas pasaban por mi mente, cayendo en cuenta de lo que había estado justo frente a mí todo este tiempo.

Stella, con su tono sarcástico, soltó un comentario que me hizo sonrojar aún más. Ding, ding, ding, tenemos un ganador: el denso de Anon finalmente se da cuenta. —

Me llevé las manos a la cara, completamente avergonzado por no haberlo notado antes. —¿Y ahora qué tengo que hacer —pregunté, más a mí mismo que a ellas, buscando una respuesta que no terminaba de llegar.

Rosa, con un tono suave pero directo, respondió. —Es tu decisión, Anon. Aunque si te soy sincera, preferiría que Sage se uniera a la relación que tenemos contigo. Se lo merece, y lo quiere tanto como nosotras.

Suspiré, sintiendo una tormenta de emociones arremolinándose dentro de mí, emociones que no lograba identificar del todo. Una parte de mí quería gritar, pero las palabras se ahogaban antes de salir. —Es que... Sage es un chico, y yo... —murmuré, con la voz apagada, como si no fuera capaz de darle a esa frase el peso que alguna vez tuvo. Me detuve, sintiendo que cada palabra se desvanecía en el aire, vacía.

Stella, quien siempre parecía tener una respuesta para todo, me interrumpió, pero esta vez su tono fue más firme, más decidido. —¿Y eso qué importa? —me lanzó una mirada penetrante, sus ojos buscando los míos sin permitir que los apartara—. Sage te quiere, Anon, y solo te ve a ti. ¿De verdad importa si es un chico? Esto va mucho más allá de lo que crees. —Su voz resonaba en mi mente, llenando el silencio que dejé tras mi confesión.

Rosa, por otro lado, se encogió de hombros con su habitual tranquilidad. —Al final, tú decides, Anon. Ya te dijimos lo que pensamos, pero... ¿realmente es tan malo? —su tono era más suave, casi como si intentara quitarle peso al asunto. Sin embargo, su mirada dejaba claro que esto no era algo trivial.

Stella se acercó un poco más, poniendo una mano en mi hombro, su gesto firme pero cargado de preocupación. —Piensa en lo mejor para Sage. Sabes lo emocional que es, y no puedes permitirte alargar esto más. Hazlo rápido, Anon, antes de que sea demasiado tarde. Le diremos a Naomi...

Me quedé en silencio unos segundos, asimilando sus palabras, pero en el fondo ya sabía lo que tenía que hacer. Sabía la decisión que debía tomar, por difícil que fuera. Al final, no era solo por mí... sino por Sage, y por ellas también.

Me levanté lentamente, decidido, y les dije con una seguridad que apenas reconocía en mí mismo: —Haré lo correcto. No solo por Sage y por mí, sino por ustedes dos también... —Antes de que pudieran decir algo más, les di un beso en los labios a cada una, un gesto rápido pero cargado de significado. Sentí sus miradas sorprendidas mientras me alejaba, más decidido que nunca a enfrentar lo que venía.

Tomé mi teléfono y le escribí a Sage, sabiendo que probablemente no obtendría respuesta de inmediato. —Tal vez no leas esto, porque sigues molesto conmigo... pero tenemos que hablar. Nos vemos en el aula del club de cocina... es importante... Bro. —

Guardé el teléfono en el bolsillo, y aunque no llegó ninguna respuesta, la ansiedad en mi pecho comenzó a crecer con cada minuto que pasaba. Las horas se alargaron interminablemente, cada segundo se sentía como una pequeña eternidad, y en cada uno de esos momentos, mi mente daba vueltas sin descanso. ¿Habría hecho lo correcto? ¿Me entendería?

Finalmente, llegó la hora. El aula del club de cocina estaba silenciosa cuando entré, salvo por la figura de Sage, que estaba de espaldas, acomodando unos botes de especias en la estantería. Me quedé un momento observándolo, mi corazón latiendo con fuerza. Luego, me acerqué sin hacer ruido y aseguré la puerta, un gesto que no pasó desapercibido para mí, porque no quería que nadie nos interrumpiera.

Sage se giró, sorprendido por mi presencia, pero en su rostro había una sonrisa amable, como si aún no supiera lo que estaba por venir. —Recibí tu mensaje —dijo con tranquilidad, sin rastros del enojo que temía encontrar.

Suspiré, sintiendo cómo las palabras quemaban en mi boca antes de decirlas. —Hablé con Rosa y Stella... y me dijeron algo curioso... — Mi tono era deliberadamente tranquilo, casi casual. Sabía lo que estaba haciendo, lo estaba provocando. Era la única forma en que Sage sería honesto conmigo, incluso si eso significaba herirlo un poco en el proceso.

Vi cómo su cuerpo pequeño se tensaba de inmediato, su mirada desconfiada. —Oh... ¿y qué te dijeron? —preguntó, aunque su voz traicionaba el nerviosismo que trataba de ocultar.

Decidí empujar un poco más. Si lo hacía enojar, tal vez lo sacaría de su caparazón. —Algo gracioso... que estabas enamorado de mí... —dije, midiendo cada palabra. En ese momento, un especiero cayó al suelo y se hizo añicos, rompiendo el silencio con un estallido. Probablemente me excedí, pero ya no había vuelta atrás. Lo miré fingiendo confusión—. ¿Bro? —murmuré, pretendiendo estar desconcertado.

Su rostro cambió al instante, y sin previo aviso, Sage se derrumbó. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras su cuerpo temblaba. —¿A eso viniste? —su voz era rota, casi irreconocible—. ¿A reírte de mí?

La sensación de culpa se apoderó de mí por un segundo, pero no podía detenerme ahora. Necesitaba respuestas. —Solo quiero saber si es verdad o no. —Mi tono fue serio, casi desafiante.

Sage se limpió las lágrimas de forma brusca, como si intentara recuperar algo de control. —¿Recuerdas cuando nos conocimos? —preguntó, su voz aún temblando.

Asentí lentamente. —Claro que lo recuerdo. Fue en la cafetería, gracias a Stella y Rosa. Todo empezó por ese conflicto con Fang, y acabé ayudando al club de jardinería. Fue entonces cuando comencé a acercarme a ellas, y ellas nos presentaron...

Sage asintió, pero parecía más concentrado en el pasado que en el presente. —¿Recuerdas cómo nos hicimos amigos?

Me rasqué la cabeza, intentando organizar mis pensamientos. —Creo que fue desde que hablamos por primera vez... —dije con sinceridad—. Sentí que estaba hablando con alguien con quien tenía mucho en común, aunque en ese momento no podía precisar qué era. Fue la primera vez que bajé la guardia por completo en mi vida. —Lo miré de reojo, recordando esa sensación de conexión instantánea—. Era raro, pero charlar contigo se sentía... como si te conociera de toda la vida.

Sage suspiró, sus ojos se nublaron mientras asentía. —Correcto. Todo lo que dices lo sentí yo también... —Se detuvo un momento, como si estuviera reuniendo el coraje para continuar—. Anon, siempre he tenido problemas conmigo mismo. Cómo me siento, quién soy... Jamás me he sentido satisfecho. Y creo que no he sido completamente honesto contigo... —Tomó una pausa, sus ojos brillaban con las lágrimas que aún no caían—. Pero antes que nada, sí, Anon, te amo. Te amo con cada célula de mi cuerpo, y no sé desde cuándo. —Su voz comenzó a romperse otra vez—. Un día me di cuenta de que una vida sin ti... no significaba nada.

Me quedé congelado mientras sus palabras caían como un golpe directo al pecho. No sabía qué decir, pero él continuó antes de que pudiera procesarlo.

—Estos tres meses que hemos sido amigos han sido los más felices de toda mi miserable vida... —Sage se acercó lentamente, y al ser más bajo que yo, terminó apoyando su cabeza contra mi pecho—. Y luego me entero de que, mientras yo me fui a Francia este último mes, ¡ya tienes cuatro novias! —Soltó un sollozo, su voz quebrándose por completo—. Y que te las tiraste a todas... —La confesión lo hizo perder el control por completo, y sus lágrimas comenzaron a caer incontrolablemente.

Sentí cómo su pequeño cuerpo temblaba contra el mío, mientras cada palabra que decía se clavaba más profundo en mí. —¿Por qué tuve que nacer así? —Sage murmuró entre sollozos—. Por tu culpa, ahora estoy más perdido que nunca, Anon. No sé quién soy... Tú te metiste en mi corazón y te adueñaste de él sin piedad.

Sus lágrimas mojaban mi camiseta, y por un momento, el mundo se redujo al sonido de su llanto y al peso de sus palabras. Había una brutal sinceridad en su confesión, una vulnerabilidad que nunca antes había visto en él. Y de repente, me di cuenta de que esto iba mucho más allá de lo que alguna vez imaginé.

No entendía nada de lo que decía. ¿Qué tenía que ver yo con todo eso? Nada tenía sentido.

—Lo dijiste en voz alta, estúpido... —murmuró Sage con una mezcla de amargura y dolor, alejándose un poco de mí. Fue entonces cuando sus ojos, esos ojos púrpuras que siempre habían estado llenos de vida, parecían vacíos, cargados de una tristeza que no lograba descifrar del todo.

Lo miré directamente, tratando de encontrar las palabras correctas. —Mira, que seas un chico no es lo importante aquí... —hice una pausa, sintiendo un nudo en la garganta—. Te lo digo en serio, Sage, si en algún momento me hubieras dicho que me amabas, no te habría rechazado. —Sentí la necesidad de aclarar cada palabra—. Incluso yo, que siempre he sido cien por ciento heterosexual, no te hubiera dicho que no. —Tomé aire, nervioso, pero decidido a ser lo más honesto posible—. Con gusto habría hecho una excepción contigo... Porque cómo te sientes o cómo eres realmente no importa, ¿ok? No digas esas idioteces de que no te sientes satisfecho contigo mismo. Me hiciste dudar de mi propia heterosexualidad a nivel emocional, por dios...

Sage se secó las lágrimas de manera torpe, con una frustración evidente en su mirada. —Diablos... —murmuró—. Debí decírtelo antes de irme a Francia. —Su voz era un susurro, cargado de arrepentimiento—. Las cosas habrían sido tan diferentes, carajo.

Reí un poco, tratando de suavizar la tensión que pesaba en el aire. —Posiblemente... —dije, aunque mi tono seguía siendo serio—. Hablé con Stella y Rosa, y sé que todo esto es complicado, pero...

No me dejó terminar. Su interrupción fue inesperada, pero llena de certeza. —¿Quieres que sea tu novio al igual que ellas, verdad?

Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Las palabras no salían. Él lo había dicho con una claridad tan cortante que ni siquiera tuve tiempo de procesarlo.

Sage sonrió, aunque su sonrisa tenía una mezcla de sarcasmo y calidez. —Claro que sí, tobogán de piojos... —dijo en tono de burla, pero sus ojos ahora brillaban con un toque de esperanza—. Ahora ven acá y bésame, idiota. Mis labios están calientes y me siento romántico.

No dudé ni un segundo. Me acerqué y lo besé, y en ese instante, el mundo se detuvo. Sentí una intensidad arrolladora en ese beso, una pasión que no había experimentado con nadie más. No solo lo besé, lo abracé, levantándolo para que nuestros cuerpos se acomodaran mejor. Sage me envolvió con su cuerpo, abrazándome como si su vida dependiera de ello. En ese momento, no me importaba nada más.

De todos los besos que había tenido en mi vida, este era el más intenso, el más emocional. Era como si en ese simple gesto, todo lo que habíamos guardado dentro durante meses, finalmente explotara. Ninguna otra persona me había hecho sentir esta conexión tan profunda. Diablos, supongo que técnicamente eso me hace bisexual ahora...

Mientras nuestros labios seguían unidos, completamente absortos en nuestro propio mundo, no me di cuenta de que Stella y Rosa estaban observando desde un pequeño agujero en la puerta. Estaban espiando, pero en vez de interrumpir, parecían divertidas con la situación.

—Cuando Anon se entere de que Sage... —murmuró Stella, con una expresión de preocupación en su rostro, sus ojos fijos en la escena.

Rosa, aguantando la risa, respondió—. Ñe, que se sienta gay por un rato, le servirá de escarmiento... —Se tapó la boca para evitar que su risa escapara, mientras seguían observando, felices por Sage.

Por alrededor de cinco minutos, nos devoramos a besos, cada segundo más intenso que el anterior. Yo estaba sentado en una silla, con Sage sobre mí, sus manos aferrándose a mi cuello mientras nuestros labios no se separaban. El tiempo parecía haberse detenido en esa habitación, donde nada más importaba excepto nosotros. Los sentimientos se mezclaban con la lujuria, el deseo casi palpable en el aire. De repente, Sage se separó lentamente, sus ojos brillaban con una mezcla de ansiedad y necesidad.

—Anon... quiero más... —su voz era apenas un susurro, cargado de emoción—. Quiero todo. Quiero que me hagas lo mismo que a las demás...

Dudó por un segundo, bajando la cabeza con una expresión vulnerable que no le había visto antes. —Pero no aquí... —añadió, su voz quebrándose ligeramente—. Quiero sentirme especial...

Podía ver lo mucho que le costaba decir eso, y mi propio deseo comenzó a desvanecerse bajo una ola de comprensión. Respiré hondo, calmando la lujuria que había estado a punto de consumirnos. Asentí, apoyando una mano en su mejilla. —Lo entiendo, Sage. Tú eres especial, no tienes que preocuparte por eso.

Nos tomamos un momento para recomponernos, acomodando nuestras ropas mientras el silencio llenaba el espacio entre nosotros. Finalmente, salimos de la habitación, solo para toparnos con las chismosas, quienes claramente habían estado espiándonos.

Rosa soltó una carcajada, sin molestarse en disimular su diversión. —Vamos, vengan a mi auto. Ya le avisé al tío Moe que estarás ocupado esta noche, Sage... —le dijo con un guiño travieso. Sage se sonrojó violentamente, bajando la mirada, mientras yo no podía evitar sentirme incómodo con lo obvia que estaba siendo.

Stella, siempre la más impaciente, dio un paso hacia nosotros con una sonrisa descarada. —Menos charla y más acción, chicos. Vamos, que la noche es joven...

Sin darnos tiempo para protestar, ambas nos jalaron hacia la salida. No pude evitar sonreír ante la energía imparable de ellas, pero la verdad era que la situación me tenía los nervios a flor de piel.

Veinte minutos después, estábamos en el departamento de Stella. El lugar estaba desierto, dejándonos completamente solos. El ambiente era tenso, pero no incómodo. La habitación parecía más pequeña de lo que recordaba, o tal vez era la intensidad de la situación lo que hacía que el aire se sintiera tan denso. Sage estaba de pie frente a mí, a unos pocos metros de distancia, pero la necesidad que se reflejaba en sus ojos se sentía como si estuviéramos a un suspiro de distancia.

Sus manos temblaban ligeramente, y sus ojos, normalmente tan seguros, ahora mostraban una duda palpable. —Espero que estés preparado mentalmente para lo que vas a ver... —murmuró, sin mucha seguridad en su voz. Era obvio que lo que estaba a punto de hacer le costaba mucho.

Lo miré a los ojos y asentí, tratando de transmitirle calma. Honestamente, no me importaba lo que fuera a ver. Era Sage. Eso era lo único que importaba para mí en ese momento. —No tienes que preocuparte por eso, Sage. Nada va a cambiar lo que siento por ti.

Él respiró hondo, dándome la espalda antes de empezar a quitarse el overol con manos temblorosas. Lentamente, dejó caer la ropa al suelo, revelando su cuerpo. Me sorprendió, no por lo que veía, sino porque Sage siempre había tenido una apariencia más delicada, y aún así, su cuerpo tenía una mezcla única de curvas y fuerza. Si no lo conociera, tal vez habría pensado que estaba mirando el cuerpo de una mujer.

Sage mantuvo la cabeza gacha, con los hombros tensos, como si estuviera esperando que dijera algo. Sentí el peso de su vulnerabilidad, algo que pocas veces dejaba ver. —Anon... —comenzó, con la voz quebrada, llena de una incertidumbre que nunca antes le había escuchado—. Nunca he sido cien por ciento honesto contigo. —Hizo una pausa, tragando saliva como si le costara formar las palabras—. Pero de verdad me siento como un hombre, ¿ok?

En ese momento, el aire en la habitación parecía haberse congelado, y yo quedé en completo shock cuando vi su cuerpo completamente. Sage tenía... pechos, y... no tenía un miembro masculino. Lo contrario. Sage era una mujer, biológicamente hablando. Pero al mismo tiempo, no lo era. Porque ahora lo entendía todo: su orientación, sus palabras, las conversaciones que habíamos tenido en el pasado. Todo encajaba en ese momento como un rompecabezas cuyas piezas finalmente habían encontrado su lugar.

Sage era un hombre trans. Un hombre que había nacido en el cuerpo equivocado.

Miré su rostro, buscando algún indicio de duda o arrepentimiento, pero lo único que vi fue una mezcla de nerviosismo y miedo. Sabía lo que estaba pensando: si esto cambiaría la forma en la que lo veía, si de alguna manera todo lo que habíamos compartido se desmoronaría por esta revelación. Pero lo único que sentí fue una profunda empatía.

Sage, viendo mi reacción, rompió el silencio con una risa incómoda, aunque su tono era algo juguetón, como intentando aliviar la tensión. —Jajajaja... te hice dudar de tu heterosexualidad, bro. Si, soy una mujer biológica... —admitió con una honestidad brutal, aunque sus palabras estaban teñidas de algo más que simple verdad. Había dolor en ellas, una herida abierta—. Pero preferiría que me sigas tratando como siempre. —Me miró directamente a los ojos, y pude ver la súplica escondida detrás de su sonrisa torcida—. Solo cuando hagamos esto, si quieres... puedes tratarme como una mujer. Si eso te hace sentir más cómodo... —Su voz se volvió un susurro al final de la frase, como si no estuviera seguro de lo que realmente estaba ofreciendo.

La revelación me golpeó con fuerza, y sentí una mezcla abrumadora de emociones. Era imposible negar que esta verdad cambiaba algo dentro de mí. No en cuanto a quién era Sage, porque eso lo tenía claro: Sage seguía siendo Sage, mi mejor amigo, el chico con quien compartía más que con nadie. Pero lo que sí cambió fue mi comprensión de su lucha interna, de lo mucho que había llevado sobre sus hombros sin decírmelo.

Lo miré a los ojos, y lo único que pude decir fue lo más honesto que salió de mi corazón. —Sage... —tomé aire, tratando de ordenar mis pensamientos—. Tú siempre has sido tú para mí. Esto... no cambia lo que eres. Siempre te he visto como el hombre que eres.

Él se quedó quieto, como si no estuviera seguro de haber escuchado bien. Su respiración se entrecortó por un segundo, y vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas que intentaba contener. —¿De verdad? —susurró, con una mezcla de alivio y escepticismo—. ¿No... no te molesta?

Negué con la cabeza, acercándome a él. —No. No me molesta. —Le puse una mano en el hombro, firme pero suave, como queriendo recordarle que yo estaba ahí para él, sin importar lo que sucediera—. No tienes que ofrecerme excusas ni justificaciones. Yo quiero estar contigo por quien eres, no por lo que tengas o no tengas. —Sonreí con suavidad—. Y no, no voy a tratarte diferente. Eres Sage. Eres mi mejor amigo, y eso no cambia.

Una lágrima escapó por el borde de sus ojos, y antes de que pudiera reaccionar, se lanzó a abrazarme con tanta fuerza que casi me dejó sin aliento. Sentí su cuerpo temblar contra el mío mientras sus emociones se desbordaban, y yo solo lo abracé más fuerte. No era solo un abrazo físico; era un abrazo lleno de todo lo que no habíamos dicho, de todo lo que ambos habíamos sentido durante todo este tiempo.

Nos quedamos así, en silencio, por lo que parecieron horas. Sentí su cabeza apoyarse en mi hombro, sus manos aferrándose a mi espalda como si temiera que lo dejara ir. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Sage levantó la cabeza, con los ojos todavía húmedos, pero esta vez con una pequeña sonrisa que le iluminaba el rostro.

—Gracias... —susurró, su voz apenas audible, pero llena de gratitud—. No sé cómo lo haces, pero siempre sabes decir lo que necesito escuchar.

Sonreí, acariciando su cabello con ternura. —No tienes que agradecerme. Esto es lo que hacen los amigos, ¿no? Nos apoyamos.

Sage rió suavemente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano. Por primera vez en mucho tiempo, lo vi relajado, sin la carga de ese secreto que había estado llevándose dentro. Sabía que no sería fácil para él, pero al menos ahora sabía que no tenía que enfrentar todo solo. Estábamos juntos en esto.

Senti la inseguridad en sus palabras me acerque a él y le di un beso en los labios muy corto —Para mi Sage es Sage ¿ok? —

El asintió, y me devolvió el beso...

Hasta ahora Sage es quien posee el cuerpo más pequeño de todos...

Senti algo de miedo...

El sonrió —no temas Anon... no me voy a romper... digo si es mi primera vez, pero digamos que soy algo travieso... y practique con juguetes...—

Suspire —Por eso no me dejabas ver que tenías en aquel cofre rojo...—

El rio y me miro a los ojos —correcto...—

Me quite la ropa quedando también completamente desnudo... y el vio mi miembro....

—ok mejor se un poco suave... no creo que aguante tu nivel de poder bro...—

Lo tome de la mejilla —Sage, gracias por ser mii mejor amigo, gracias a ti logre tomar valor para comenzar a cambiar... te amo Sage y quiero que estés siempre conmigo aunque suene como el ser humano más egoísta de la historia considerando todo...

El sonrió —lo mismo te pido, ahora métemela que me voy a deshidratar con toda esta espera cabron...—

Posicione mi miembro frente a su vagina... teniendo miedo de hacerle daño, lo hice lentamente... mientras ambos estábamos abrazados... mi miembro entro como pudo y Sage intento aguantar sus gemidos —okey si duele.... un poco... diablos...—

Decidí esperar un momento —ya dale, que jamás... en mi vida... sentí tanto... placer...—

Mis empujones empezaron leves... escucharlo gemir prendió una parte primitiva de mi que me hizo hacerlo más rápido.

El enterraba sus garras en mi espalda en cada penetrada mientras gemía mi nombre una y otra vez...

-Anon.... Anon... te amo... te quiero mucho... por favor... nunca... me dejes... te amo... mi vida... mi Anoncito... por favor...

Baje un poco el ritmo lo cual lo sorprendió, le di un gran beso en los labios y acelere mis embestidas, el beso fue tan intenso que casi le muerdo la lengua a Sage... el dio un gemido ensordecedor y enterró sus garras en mi espalda con fuerza mientras gritaba mi nombre....

Como era de esperarse, fue demasiado intenso para él, honestamente no siento que ni llegue al 30 porciento, su cara de satisfacción, lo decía todo Sage susurro —perdón y... les paso el relevo no puedo más...

Aquellas palabras me sorprendieron, cuando sentí dos manos detrás de mi tocando mis hombros, una era de Stella y la otra de Rosa...

Rosa apretó el agarre —Sage te la aplico fuerte Anon, aunque no te sientas mal, no creo que seas Bi, sage es Sage...—

Stella también apretó su agarre —bueno a vista que Sage no pudo con la bestia, nosotras dos, nos sacrificaremos por él...—

Rei con sarcasmo —huy que sacrificadas...—

Ambas me miraron y bueno... solo diré que al día siguiente mis caderas dolieron como el infierno...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top