9 Un Gesto
Los días pasaron de forma más o menos rutinaria. Comencé a trabajar con el tío Moe y Sage en la pizzería, y la verdad es que fue una experiencia interesante. Sage, igual que Naomi, fue muy abierto sobre nuestra relación, aunque mantuvo la mayoría de los detalles en privado cuando hablaba con Moe.
Aun así, no podía ocultar su felicidad, y Moe, aunque nunca mencionó mucho, parecía complacido de que su "Bambino" finalmente estuviera en una relación correspondida, y ahora me llamaba "genero".
El trabajo en Moe's Pizza era pesado, especialmente al principio. No tenía ni idea de cuántas pizzas preparaba al día, pero el tío Moe fue bastante paciente conmigo. Al cabo de un par de días, logré cogerle el truco a la masa.
Moe siempre decía que mis "manos suaves de humano" eran perfectas para trabajar la masa. La verdad es que me llenaba de satisfacción escuchar eso, sobre todo porque la tarea me resultaba más sencilla con el paso del tiempo.
Eran las 7 de la tarde, y el cielo comenzaba a oscurecer.
Estaba a punto de alcanzar la llamada "hora oscura" en SkinnRaw, esa franja de tiempo en la que el ambiente se volvía más peligroso y lo mejor era estar ya en casa, bien encerrado. No es una exageración, de verdad; mi departamento tenía como 20 candados y ventanas de acero reforzado. Aparte de mantener fuera los balazos, también silenciaba un poco el caos nocturno. Pero por suerte, esa noche Moe fue generoso y me dejó llevarme media pizza que un cliente había devuelto. Todo parecía ir mejor.
Mientras caminaba por el parque entre el área residencial y SkinnRaw, disfrutando de lo que parecía ser un tranquilo anochecer, escuché un grito fuerte que me sacó de mis pensamientos. La voz era tan grave y masculina que me sorprendió.
—¡Oye, tú, no dejes que te rebase ese criminal! —rugió la voz.
Al levantar la mirada, vi la escena: un tipo encapuchado, delgado y rápido, corría con desesperación, mientras era perseguido por un oficial de policía que no se parecía a ningún otro que hubiera visto antes. Era un pterodáctilo, negro y café, con músculos que parecían tallados en piedra, y una cara que proyectaba pura furia. Su tamaño era intimidante, pero más me asustaba su expresión asesina.
Por un segundo, no supe qué hacer. No soy del tipo que busca problemas, pero el oficial me dirigió una mirada tan intensa que, por pura inercia y miedo, me interpuse en la carrera del criminal. Le metí el pie, y el tipo cayó al suelo con un golpe seco. Apenas tuvo tiempo de maldecir antes de que el oficial se lanzara sobre él con una velocidad sorprendente, esposándolo con la misma rapidez.
—¡Buena jugada, chico! —me dijo el pterodáctilo, con una mezcla de satisfacción y agotamiento. A pesar de su tamaño y algo de peso extra, se movía con la agilidad de un atleta. Verlo en acción fue impactante.
Me quedé parado un momento, procesando lo que acababa de pasar.
—Vas a pasar un buen rato en la cárcel, maldito infeliz... —gruñó el pterodáctilo mientras tiraba al criminal al suelo como si fuera un saco de papas.
Luego me miró, señalándome con una mano que parecía más una garra que una extremidad normal.
—Y tú... sí, el humano alopécico, acompáñame, necesito tu declaración... No te preocupes, no estás en problemas, muchacho, pero en serio necesito tu información.
Me lanzó una sonrisa casi imperceptible, pero lo suficiente como para hacerme sentir un poco menos intimidado... solo un poco.
Asentí en silencio, resignado a seguirlo. "Oh, por dios, ¿en qué mierda me metí? ¿Por qué solo a mí me pasan estas cosas?" Pensé mientras lo seguía, sintiendo como mis piernas temblaban ligeramente.
Subí a la patrulla con él y el viaje fue... incómodamente silencioso. Yo intentaba no cagarme de miedo mientras miraba por la ventana, buscando cualquier distracción. Llegamos a la jefatura, un edificio imponente y lleno de movimiento. El pterodáctilo arrastró al encapuchado hacia el interior como si no pesara nada, y yo me limité a seguirlo, tratando de pasar desapercibido.
Dentro, la escena era exactamente como la imaginaba: policías dinosaurios moviéndose por todos lados, criminales esposados en sillas, el típico caos que ves en un episodio de Ley y el Dino o CSI: Jurásico. Lo curioso era cómo todos, tanto oficiales como criminales, se ponían firmes al ver al pterodáctilo. Era claro que este tipo mandaba aquí. Incluso los más peligrosos temblaban cuando pasaba a su lado.
—Espera aquí un momento, jovencito —dijo con esa voz profunda y autoritaria antes de desaparecer hacia el área de las celdas.
Un gran estruendo reverberó por el lugar, como si hubiera lanzado al criminal contra los barrotes con más fuerza de la necesaria. "Genial", pensé. "Definitivamente estoy en el lugar equivocado". Minutos después, el pterodáctilo regresó, su semblante igual de estoico, como si no hubiera pasado nada fuera de lo común.
—Sígueme.
Le obedecí sin pensarlo, tragando saliva mientras caminábamos por los pasillos hasta su oficina. No me jodas... este tipo era el maldito sheriff. Qué suerte que lo obedecí sin pensar. Ahora que lo veía bien, tenía el porte y la presencia de una leyenda.
Nos sentamos, y él se apoyó en su escritorio.
—Dime tu nombre y a qué te dedicas. Si tienes tu identificación, mejor.
Suspiré, sacando mi identificación y entregándosela.
—Mi nombre es Anon Y. Mous... tengo 20 años, y estoy en mi cuarto semestre en Volcano High. Me transferí desde Rock Bottom por un incidente... bochornoso, nada ilegal, solo... malentendidos. Por suerte, las universidades son hermanas, así que pude continuar mis estudios sin perder semestre.
El sheriff asintió, revisando mi identificación con calma.
—Coincide... ¿y qué estabas haciendo antes de que ocurriera este incidente?
Me rasqué el cuello, nervioso.
—Estaba saliendo de mi trabajo de medio tiempo en Moe's Pizza. Si necesita testigos, el tío Moe puede corroborarlo...
El sheriff entrecerró los ojos y soltó un largo suspiro, como si estuviera procesando algo importante.
—Con eso es suficiente, joven Anon... —dijo finalmente—. Hiciste algo muy bueno por la ciudad hoy. El criminal que ayudaste a atrapar es un asesino en serie buscado en varios estados. Saber que eres uno de los chicos de Moe me da la confianza de que no eres un mal chico.
El pterodáctilo hizo una pausa y me miró con una expresión que parecía casi... respetuosa, lo cual me sorprendió. Luego extendió su mano hacia mí.
—Disculpa mis modales, soy el Sheriff Ripley Aaron.
Acepté su mano, sintiendo como si hubiera estrechado un trozo de diamante. Dura, firme, y llena de una fuerza que no esperaba.
El sheriff se alejó un poco, abrió un cajón de su escritorio, y sacó dos billetes doblados que me entregó.
—Considera esto tu recompensa por tu labor como ciudadano. Es la recompensa que estábamos ofreciendo por información o apoyo en su captura. Disfrútalos, chico.
Miré los billetes y mi mandíbula casi se cayó al suelo. Eran 150 dólares. Lo que ganaría en semana y media en Moe's Pizza.
—¡Wow! —exclamé, completamente sorprendido.
—Te lo ganaste, muchacho —dijo el sheriff con una pequeña sonrisa—. Tu nombre me suena de algún lado... creo haberlo escuchado antes... pero no importa. Puedes retirarte.
Miré mi reloj y un grito de angustia escapó de mi boca al darme cuenta de la hora.
El sheriff me miró, frunciendo el ceño con confusión.
—¿Ocurre algo?
—Bueno, es que vivo en Skinnraw y ya son pasadas las 8...
El sheriff chasqueó la lengua, comprendiendo inmediatamente.
—Sé a qué te refieres, muchacho. No te juzgo ni te pregunto nada. Te llevo.
La sorpresa me golpeó de nuevo. Este tipo era mucho más agradable de lo que pensaba. Me llevó en su patrulla y, para mi sorpresa, todo el mundo en la zona salió huyendo al ver el coche estacionado frente a mi edificio. La gente evitaba mirar, algunos corrían; el respeto (o miedo) que le tenían a Ripley era palpable.
—Muchas gracias, Sheriff —le dije al bajar.
Él sonrió, una sonrisa pequeña pero genuina.
—Llámame Ripley, muchacho. Tengo la sensación de que nos veremos otra vez.
Arrancó la patrulla y desapareció en la oscuridad mientras yo me metía en mi departamento, por primera vez en mucho tiempo, sintiéndome tranquilo esa noche.
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Al día siguiente, durante el almuerzo en la cafetería, estaba sentado con Sage, Stella y Rosa, disfrutando de un momento tranquilo. Todo parecía normal, hasta que Fang y Trish se acercaron y se sentaron con nosotros. Trish, como siempre, me miraba con ese odio que ya era habitual, pero no dijo nada. Fang, por su parte, me saludó con una sonrisa leve, pero algo en su expresión me hizo sentir culpable de inmediato.
—Hola, Anon, ¿cómo estás? ¿Semana ocupada? —me preguntó Fang, con una mezcla de curiosidad y algo más que no podía descifrar en sus ojos.
De repente, me di cuenta de que me había olvidado por completo de ella y de que le había prometido que arreglaríamos nuestra amistad. Me sentí mal por haberla dejado de lado.
—Hola, Fang... lo siento mucho, esta semana ha sido bastante ocupada. Mi bro —señalé a Sage— volvió, y además empecé a trabajar en Moe's Pizza de medio tiempo.
Fang abrió los ojos en sorpresa.
—Oh, parece que has tenido tu propia aventura estos días...
Había algo en su voz, algo vulnerable, como si estuviera al borde de romperse. Me incliné hacia ella, preocupado.
—¿Fang, te encuentras bien?
Ella asintió, aunque no parecía muy convincente al principio.
—Sí... he estado trabajando en mis problemas. Hace unos días hablé con mis padres y... empecé a ir a terapia. Tengo muchas cosas en las que trabajar conmigo misma. Gracias, Anon... por abrirme los ojos.
La noticia de que Fang estaba tomando pasos para mejorar su vida sorprendió a todos. Stella, Rosa y Sage la felicitaron por su valentía, y era claro que todos estábamos impresionados por su progreso. Sin embargo, Fang cambió rápidamente el tema, como si aún no estuviera cómoda con tantos elogios.
—Sé que es mucho pedir, Anon, pero necesito un favor para este sábado...
Justo en ese momento, recordé que el sábado ya tenía planes con Sage, las chicas y la profesora Misty. Antes de que pudiera decir algo, Rosa se inclinó y me susurró.
—Hablaré con las demás para que lo movamos al domingo. Fang en serio te necesita, Anon.
Suspiré profundamente, pensando en lo complicado que se estaba volviendo todo, pero sabía que Fang estaba tratando de reconstruir su vida, y no podía darle la espalda ahora.
—Claro, Fang. Dime qué necesitas.
Fang sonrió, y por primera vez en mucho tiempo, parecía genuinamente aliviada.
—Este sábado... ¿podrías ayudarme a encontrar un lugar para que la banda toque? —preguntó con un leve nerviosismo en su voz.
Trish, que había estado en silencio hasta ese momento, intervino con un tono que era una mezcla de contención y frustración.
—Puede que no te importe la banda, pero Fang necesita esto. Yo no puedo ayudar porque tengo que cuidar a mis hermanos...
Por primera vez, vi en Trish una sinceridad que me hizo entender lo mucho que apoyaba a Fang, incluso si no éramos los mejores amigos.
—Claro, Fang —dije—. Pero tendrá que ser temprano. A las cuatro tengo que irme a trabajar.
Fang asintió rápidamente, visiblemente aliviada de que no la hubiera rechazado.
—¡Perfecto! A las 11 de la mañana en mi casa. Desde ahí trazaremos la ruta. Naser también vendrá... estoy tratando de reconectarme con él y disculparme por todo lo que le he hecho.
Me conmovió ver cuánto estaba intentando cambiar.
Le puse la mano en el hombro, sonriendo.
—Sabía que podías ser mejor, Fang. Iré a tu casa a las 11. Solo mándame la dirección.
Casi llorando de felicidad, Fang sacó su celular y me envió la dirección. Su gratitud era palpable, y su determinación, admirable.
La campana sonó, marcando el final del almuerzo, y todos comenzamos a dispersarnos. Pero mientras caminaba hacia mi siguiente clase, no podía dejar de pensar en cuánto habían cambiado las cosas en tan poco tiempo. Fang estaba cambiando. Yo también. Pero, ¿a qué costo?
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Después de la primera clase, mientras caminaba por los pasillos, sentí una vibración en mi bolsillo. Saqué el celular y vi una notificación de que me habían agregado a un chat grupal. Raro, no solía ser parte de estos grupos. El nombre del chat me hizo sonreír y, a la vez, me puso nervioso: "Novias y novio de Anon". No podía ser más obvio.
Lo primero que noté fue el caos de mensajes que ya estaban apareciendo. El primer mensaje lo envió "MSmf" (obviamente la profesora Misty):
MSmf: "Ya recibí la noticia, movemos todo para el domingo, no hay problema."
Luego, Naomi siguió con su acostumbrada calma:
NAalpha: "Por mí está bien, de todas formas, tengo el fin de semana libre."
Rosa, siempre alegre, respondió:
REXYROSA: "Todo bien, gente bonita."
Y luego Stella:
Stegostar123: "Claro, prepararé algunas cosas extras entonces..."
Lo que me hizo detenerme fue el siguiente mensaje de Sage, usando su nuevo alias:
Anon'sBF: "Estoy entusiasmado, chicas. ¡Gracias por invitarme!"
Yo: "Bueno, todo aclarado. Ayudaré a Fang el sábado. Si quieren saludar, después de las 4 estaré en Moe's Pizza trabajando..."
Lo que no esperaba era la avalancha de respuestas en forma de emoticones de diablo, sobre todo de las chicas. Menos mal que Sage trató de suavizar las cosas:
Anon'sBF: "Puedo corroborarlo, ahí estará. Anon se ve bien con el delantal y cubierto de harina..."
Y ahora los emoticones se pusieron mucho más subidos de tono, llenos de insinuaciones que me hicieron sentir que quizás había hablado de más. Me rasqué la cabeza, intentando no imaginar lo que significaban.
Yo: "Creo que me metí en otro problema..."
Cerré el celular, suspirando. Definitivamente, mi vida se estaba complicando más de lo que esperaba.
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Llegó el sábado y, como era de esperarse, Fang y Naser vivían en un vecindario bastante bonito, lejos del caos de SkinnRaw.
Caminé hacia la puerta de la casa, con algo de nervios, y toqué suavemente. No tuve que esperar mucho antes de que la puerta se abriera. Frente a mí apareció una mujer pterodáctilo de plumas blancas, de baja estatura, que se parecía mucho a Fang, pero claramente mayor.
—Hola, joven, ¿qué se le ofrece? —me preguntó con una sonrisa amable.
—Hola, soy Anon, vine a recoger a Fang y a Naser. Tenemos un compromiso hoy —respondí intentando sonar más tranquilo de lo que en realidad estaba.
La mujer ptero me miró de arriba a abajo, como si estuviera evaluándome. Tras unos segundos, su expresión se suavizó.
—Oh, así que tú eres ese chico del que mis hijos tanto hablan. Pasa, adelante. Les aviso a los dos que ya llegaste.
Asentí, algo sorprendido por el recibimiento cálido, y entré en la casa. Todo era bastante ordenado, con una decoración que destacaba en la sala de estar. Sin embargo, lo que llamó más mi atención fueron los numerosos trofeos de caza que adornaban las paredes, dándome una idea del ambiente familiar.
Mientras inspeccionaba la sala, de repente lo vi. El Sheriff. ¿Qué hacía Ripley aquí? Mi corazón dio un vuelco y comencé a hacer la conexión. Observé con más atención y, sí, el parecido era innegable entre él y Naser.
Ripley me miró sorprendido, interrumpiendo mis pensamientos:
—¿Qué haces en mi humilde morada, Anon?
Reí nerviosamente, intentando no parecer demasiado impresionado por la situación.
—Parece que el mundo es muy pequeño, señor Ripley —respondí, tratando de sonar casual.
El Sheriff dejó de pulir su palo de golf y caminó hacia mí, con su imponente figura acercándose lentamente.
—Soy amigo de Naser y Fang. Hoy prometí ayudar a Fang con algo importante.
Vi cómo el hombre fruncía el ceño por un momento, claramente haciendo conexiones en su mente. Finalmente, asintió como si todo cobrara sentido.
—Oh, con razón me sonaba tu nombre. Creo que lo escuché un par de veces... pero no recordaba bien. Tiene sentido, también vas al instituto Volcano High. —Ripley se relajó y me dio una palmada en la espalda tan fuerte que me tambaleé un poco.
—Sí que el mundo es pequeño, ¿eh, chico? —dijo riendo.
Me uní a su risa, aunque un poco nervioso, aún impresionado por la coincidencia.
—Papá, no asustes a Anon —dijo Fang rápidamente, poniéndose entre su padre y yo, con un tono de voz que dejaba ver un poco de incomodidad.
—Emm... Fang, estás malinterpretando todo —intervine, levantando las manos en señal de calma—. Antier pasó algo por casualidad, y solo nos reíamos de lo pequeño que es el mundo.
Ripley asintió con firmeza, cruzándose de brazos mientras asentía.
—Anon tiene razón, no lo estaba asustando ni nada por el estilo —añadió, su tono serio, pero no hostil.
Naser, que estaba observando la escena desde el otro lado de la sala, no podía creer lo que veía. Sus ojos se agrandaron y su mandíbula prácticamente tocó el suelo, como si estuviera presenciando un milagro. Mientras tanto, Fang parecía a punto de desmayarse, pero se sostuvo lo mejor que pudo, dando un paso adelante.
—Papá... —Fang comenzó a hablar, esta vez con la voz temblorosa pero decidida—. ¿Recuerdas que te dije que decidí comenzar a arreglar mi vida? Que un amigo me ayudó a poner los pies sobre la tierra y darme cuenta de lo mal que estaba actuando... —Se detuvo un momento, respirando hondo antes de continuar—. Ese amigo era Anon.
Ripley, que había estado escuchando en silencio hasta ese momento, abrió los ojos sorprendido. Me miró directamente, con una mezcla de asombro y algo más que no pude identificar del todo. El silencio se hizo más pesado, mientras procesaba lo que acababa de escuchar.
Naser, aún atónito por lo que estaba ocurriendo, intervino rápidamente.
—Es cierto, papá. Anon es un gran sujeto, no lo malinterpretes. Él y Fang solo son amigos, nada más —dijo con un tono firme, intentando suavizar el ambiente que se había vuelto un poco tenso.
Ripley miró al suelo durante unos segundos, claramente reflexionando sobre las palabras de sus hijos. Finalmente, levantó la cabeza, me dirigió una mirada seria y dijo con una voz grave:
—Anon... gracias. Gracias por lo que hiciste por mi hija. —Su tono era más cálido de lo que esperaba—. No es fácil que alguien le haga ver lo que necesita cambiar, pero parece que lo lograste.
Me dio una última mirada, más suave esta vez, y luego se giró hacia la puerta.
—Iré a hacer otras cosas. Con permiso. —Ripley salió de la habitación, dejando tras de sí una sensación de alivio y sorpresa.
Apenas el Sheriff dejó la sala, Naser, que había estado de pie todo el tiempo con los ojos abiertos como platos, cayó al suelo de golpe, desmayado de la impresión.
—¡Naser! —gritó Fang, corriendo a socorrerlo mientras yo solo pude suspirar, aliviado de que todo hubiera terminado relativamente bien.
Diez minutos después, estábamos en el auto de Naser, apodado "Nascar", y les había explicado lo que sucedió con el criminal que detuve por pura inercia. Naser soltó una carcajada y luego me miró con admiración.
—¡Wow! Realmente dudo que alguien pueda causarle una mejor impresión a mi padre. Todo tiene sentido ahora... Bueno, iremos por Reed y luego nos vamos al centro de la ciudad a buscar un lugar —dijo mientras encendía el auto.
Fang, desde el asiento del copiloto, se giró hacia mí y sonrió.
—Te ganaste a mi papá... jamás pensé que diría esa frase en mi vida —comentó, todavía sorprendida.
Naser asintió con entusiasmo.
—Ya somos dos. Quizás, Anon, si me echas una mano, podrías ayudarme cuando le cuente lo de Reed... —agregó, su tono era una mezcla de esperanza y nerviosismo.
Suspiré, un poco cansado de ser el mediador en tantos temas familiares últimamente, pero ¿qué más podía hacer? No podía dejar a Naser colgado.
—Está bien, Naser, pero no abuses. Esto de arreglar familias es más trabajo del que parece —respondí, medio en broma y medio en serio.
Naser rió y puso el auto en marcha. Unos minutos después, llegamos a la casa de Reed. Él salió rápidamente, subiendo al auto con una sonrisa relajada.
—¡Hey! Hola, cuñada y bro —nos saludó con una naturalidad que me tomó por sorpresa.
Su voz sonaba... normal. No tenía esa vibra extraña de alguien que estuviera bajo los efectos de algo. Se notaba más centrado. Le dio un beso rápido a Naser y luego se acomodó en el asiento del copiloto, a su lado. Aunque aún me costaba acostumbrarme a que estos dos estuvieran saliendo, ver cómo los ojos de Fang brillaban al ver a Reed y Naser tan diferentes me hizo pensar que, quizás, todo estaba mejorando para ellos.
—Es increíble lo mucho que ha cambiado Reed —pensé mientras lo miraba por el espejo retrovisor.
Finalmente, llegamos al estacionamiento en el centro de la ciudad. Naser estacionó el "Nascar", y los cuatro comenzamos a caminar por las calles, explorando todos los bares y restaurantes en busca de un lugar donde la banda pudiera tocar.
Después de pasar por varios bares y restaurantes del centro de la ciudad, todas nuestras esperanzas parecían esfumarse. Cada lugar nos daba la misma respuesta: "No aceptamos bandas por ahora" o "No tenemos espacio disponible". Fang empezaba a verse desanimada, y Naser suspiraba cada vez que salíamos de otro local con las manos vacías.
—No sé si hoy sea nuestro día —dije, intentando sonar optimista, aunque la frustración comenzaba a pesar.
—¡No te preocupes! Ya saldrá algo, pero no ahora... —Reed comentó, intentando suavizar el ambiente.
Naser miró a Fang, y luego a nosotros.
—Ya que estamos aquí, ¿por qué no nos relajamos un rato? —señaló un salón de arcades no muy lejos—. Vamos, necesitamos un respiro.
—No suena mal —Fang respondió, sonriendo débilmente.
Caminamos hasta el salón de arcades, y tan pronto como entramos, el ambiente cambió por completo. Luces de neón, el sonido de botones siendo golpeados, música de juegos retumbando por los altavoces... Era como si hubiéramos entrado en otro mundo. Fang fue la primera en sonreír de verdad cuando vio una máquina de juegos de carreras.
—¡Oh, sí! Necesito esto —dijo mientras corría hacia el volante virtual.
Reed se rió y la siguió, retándola a una competencia. Naser y yo nos miramos y encogimos los hombros antes de unirnos también.
—¿Cuánto apuestas a que Fang gana? —preguntó Naser, sonriendo de oreja a oreja.
—No mucho, pero me juego una pizza a que Reed al menos la sigue de cerca —respondí con una sonrisa.
Los cuatro nos turnamos en las diferentes máquinas de carreras, y Fang, siendo una competidora nata, ganó casi todas las partidas. Naser hizo su mejor esfuerzo, pero Fang no daba tregua. El momento más divertido fue cuando Reed casi la venció en una partida, solo para estrellarse contra un muro virtual en el último segundo.
—¡Eso fue sucio! —gritó Reed entre risas, mientras Fang se reía con malicia—. ¡Te juro que vi un gato atravesando la pista! ¡No es justo!
Después de los juegos de carreras, nos dividimos para probar otros juegos. Fang se enganchó con una máquina de disparos, disparando frenéticamente a los zombis que aparecían en la pantalla. Naser la animaba a su lado, mientras Reed y yo nos enzarzamos en una partida de air hockey. Entre golpes rápidos y el desliz del disco, terminé perdiendo por poco.
—¡Te lo dije! —Reed celebraba mientras me daba un golpe amistoso en la espalda.
El tiempo pasó volando entre risas, gritos y la adrenalina de los juegos. El desánimo de la búsqueda de lugares para la banda quedó olvidado por completo mientras disfrutábamos de esa tarde sin preocupaciones. Cuando finalmente salimos del salón de arcades, todos nos sentíamos más ligeros.
—Esto era justo lo que necesitábamos —dijo Fang, su voz recuperando su energía habitual—. Aunque no logramos encontrar un lugar hoy, al menos nos divertimos.
Eso es lo importante —respondí, sonriendo mientras caminábamos por las calles iluminadas por los carteles de neón.
Reed se estiró y dijo:
—Oye, si no encontramos un lugar, siempre podemos hacer una tocada en mi sótano. No será lo mismo, pero al menos tendremos audiencia... si mis gatos cuentan como audiencia, claro.
Pasamos por el parque, Fang tuvo que ir al baño diciendo que ocupaba checar algo que estaba en esos días del mes, y Naser fue al baño. Quedamos Reed y yo solos..
Oye Reed te noto diferente, te veo centrado y no hueles a hierva o algo raro. —
Reed sonrió —Hoy estoy limpio bro, no consumí nada quería disfrutar de esta salida al cien por ciento, no todo se trata de estar alejado de la realidad. —
Eso último que dijo sonó bastante triste —¿por eso te metes esas cosas? ¿Placer o dolor? —
El se encogió de hombros —50 50, aunque también por recreación, pero sinceramente desde que empecé a salir con Naser hace unos días, siento que las necesito menos... no es de tu incumbencia o quizás si, tienes ese don de la palabra raro que arregla a la gente...—
Me rasqué el cuello y pensé no se si llamarlo don...
Reed suspiró —Mi situación familiar no es buena, quiero alejarme de todos lo más rápido que pueda, no quiero volver a ese horrible lugar amigo... Por eso suelo estar elevado casi todo el tiempo... la vida es difícil hermano... Pero recientemente eh estado reflexionando... claro reflexiono todo el tiempo, pero en esta ocasión es diferente, quiera huir de aquí apenas cumpliera 18... al menos ese era mi plan cuando iba a la secundaria, luego conocí a Fang y Trish... y las cosas mejoraron, no lo suficiente pero lo hicieron... y recientemente Naser, jamás en mi vida me cuestione mi sexualidad hasta que comenzamos a frecuentar los almuerzos en la cafetería, ya sabes por eso de que quería separarme de Trish y Fang, porque ya no me sentía cómodo y quería cambiar de aires... es curioso conozco a Naser desde siempre digo, charlaba con el ocasionalmente solo por ser amigo de Fang, pero hasta ahora resulta que tenemos algo en común y se siente bien charlar con él, una cosa llego a la otra y ya sabes el resto... ahora por primera vez en mi vida me planteo una relación seria...—
El tomo una pausa —lamento contarte la historia de mi vida, debió de ser aburrido...—
Me encogí de hombros — ya estoy acostumbrado que otros me cuenten su vida —
Reed se rió suavemente al escuchar mi respuesta y se apoyó contra el respaldo del banco en el que estábamos sentados.
—Debe ser agotador, ¿no? —dijo, mirando hacia el cielo, que empezaba a teñirse de tonos naranjas y rosados por el atardecer—. Digo, ser el tipo al que todos le cuentan sus problemas... ¿No te cansa? —
Lo pensé por un momento, luego sacudí la cabeza.
—A veces, sí. Pero al mismo tiempo... no sé, siento que es algo que debo hacer. Si puedo ayudar a alguien, aunque sea solo escuchando, vale la pena. —
Reed asintió lentamente, procesando mis palabras. Parecía más tranquilo que nunca, su usual despreocupación ahora reemplazada por algo más profundo. No era el mismo chico alocado y siempre "elevado" que solía ver en la escuela o en las reuniones con el grupo.
—Tiene sentido —murmuró—. Escuchar... es algo que no mucha gente hace, ¿sabes? Al menos no de verdad. Me he dado cuenta de eso con Naser. Él escucha, pero no solo escucha por cortesía, sino que realmente se interesa. Creo que eso fue lo que me atrapó de él. Como si... como si estuviera dispuesto a conocerme de verdad, no solo a la fachada que siempre muestro. —
Hizo una pausa, mordiéndose el labio como si dudara en continuar. Finalmente, habló con un tono más bajo.
—No sé si lo sabías, pero mis viejos no son precisamente los mejores. He estado huyendo de ellos desde que tengo memoria, metiéndome en lo que sea para evitar estar en casa. Así que, cuando comencé a salir con Naser, fue la primera vez que sentí que podía ser yo mismo sin miedo a lo que pensaran. —
Asentí, sintiendo que Reed por primera vez estaba dejando caer su armadura.
—No tienes que disculparte por contarme esto, Reed —dije, mirando hacia el parque vacío frente a nosotros—. A veces es mejor hablarlo en voz alta, aunque sea solo para desahogarte. Además, no lo veo como una carga. Si puedo ayudarte, para eso estoy aquí. —
Reed me miró por un segundo, sorprendido, como si no estuviera acostumbrado a recibir ese tipo de respuesta.
Antes de que pudiera decir algo, Fang y Naser volvieron del baño, Fang con una expresión de alivio y Naser con una sonrisa burlona.
—¿Qué tal fue su charla existencial? —bromeó Fang, guiñando un ojo.
Reed se puso de pie y sacudió las manos, como si la seriedad de los últimos minutos nunca hubiera existido.
—Nada, solo lo de siempre —respondió, volviendo a su tono despreocupado—. Vamos, aún tenemos que encontrar un lugar para que la banda toque, ¿o ya te diste por vencida? —
Fang se rió, sacudiendo la cabeza.
—Jamás me doy por vencida, Reed. Y menos cuando se trata de la banda. —
Naser se acercó y me dio un leve golpe en el hombro.
—¿Todo bien, man
Asentí, sonriendo.
—Sí, todo bien. —
Después de seguir charlando y caminando, Reed y yo preferimos dejar el tema de sus problemas de momento...
Ya eran cerca de las 4, ya se acercaba mi hora de trabajar en moes... y le avise al grupo...
Fang dijo resignada —pues ni modo... será en otra ocasión, quizás deberíamos comer algo en moes, sirve de que vemos a este sujeto trabajando y lo molestamos un rato. —
Suspire cansado.
Reed sonrío —suena como un buen plan para mi....—
Naser dijo —vamos, hoy yo invito chicos, pero no exageren—
Los cuatro entramos a Moe's Pizza, y Moe nos recibió con su habitual calidez. Sin esperar siquiera una respuesta, atrapó a Naser y a Fang en uno de esos abrazos tan fuertes que parecían romper espaldas. —Adelante, chicos, mesa tres. Ya saben —dijo con una sonrisa antes de soltarlos.
—Yo iré a ponerme el uniforme, tío Moe —respondí, tratando de sonar relajado.
Moe asintió con una mirada cansada pero firme. —Sage te está esperando en la cocina, genero. El día ha estado algo movido... —Su voz grave resonaba con familiaridad, como si hubiera pasado un millón de veces antes.
Le devolví el gesto y me dirigí al área de empleados, donde dejé mi chaqueta y me puse el delantal junto con esa odiosa red para el cabello. A pesar de estar calvo, las normas de salubridad exigían que la usara, lo cual me hacía sentir ridículo. Sabía que se iban a burlar de mí, lo intuía desde el primer día. Sage ya lo había hecho, y eso que él era el más blando de todos.
Entré en la cocina y lo saludé con un breve beso en los labios antes de ponerme a trabajar. Era parte de nuestra rutina, algo que ya no requería explicaciones ni momentos incómodos, solo una simple muestra de afecto en medio del caos.
—Fallamos la misión —le comenté mientras empezaba a organizar los ingredientes—. No encontramos ningún sitio para la banda.
Sage me miró con esa calma tan característica en él, como si nada pudiera realmente perturbarlo en ese instante. —¿Por qué no le preguntas al tío Moe? A veces hacen shows aquí, ya hay un escenario montado y todo. No creo que le diría que no a Fang, ¿o sí?
Me quedé en blanco por un segundo. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Me golpeé la frente con la palma de la mano, un gesto que se sentía demasiado familiar.
Sage soltó una carcajada ligera y burlona, pero sin mala intención. —Siempre te saltas lo más obvio y te vas por el camino difícil sin dudarlo... —Se acercó y me dio un toque en el brazo—. Por eso y por muchas otras cosas me vuelves loco, cabeza hueca.
Solté una risa corta, sintiendo una mezcla de vergüenza y cariño. Sage siempre tenía esa manera de hacerme sentir tonto, pero de una forma que no era dolorosa, sino extrañamente reconfortante.
Comencé a preparar las pizzas que me habían asignado, tratando de dejar de lado lo obvio: estaba atrapado entre la presión del trabajo, los sentimientos hacia Sage y el peso de todo lo que no había dicho.
Tras 30 minutos fui a servirle las pizzas a Fang, Reed y Naser, preparándome mentalmente para los insultos por la red en la cabeza...
2 pizas carnívoras, fue lo que pidieron... estaba preparando algo especial para Fang aparte, pero preferí dejarlo para el final.
Las lleve a la mesa, y de lejos me sorprendió por algo... juntaron las mesas 3 y 4 en una sola... y tanto Stella, Rosa, Naomi y Misty estaban ahí también... se estaban multiplicando...
Se me junto el ganado como se dice vulgarmente.
—Aquí está la mesa de la orden 3... —dije, intentando salir rápido de ahí, pero la voz exagerada de Fang y las carcajadas de Reed y Naser me alcanzaron antes de poder hacerlo.
—Wow, Sansón, no esperaba que trabajaras aquí... —dijo Naser entre risas, golpeando la mesa de pura diversión.
Reed apenas podía contenerse, con los ojos llenos de lágrimas de tanto reírse. —¡Cuidado, chicos! No vaya a dejarlos impactados con su frondosa cabellera.
Fang, como siempre, exagerada, abrió la caja de pizza y la miró de arriba abajo. —Perdón la descortesía, solo quería asegurarme de que no tuviera... ya saben... pelos encima —dijo, arrastrando las palabras con una sonrisita burlona.
Las risas aumentaron, incluso las otras cuatro chicas del grupo no podían contenerse. Fang señaló la red en mi cabeza, con el dedo temblándole de la risa. —Por Jesús Raptor, ¿por qué llevas eso si eres más calvo que el maestro limpio?
Intenté mantenerme calmado y profesional, pero entre las carcajadas y las miradas, era imposible no sentirme como el blanco de todas las bromas. Sin embargo, justo cuando pensaba que ya no podía empeorar, escuché una voz sensual en la otra mesa.
—Yo no ordené un Adonis... aún —murmuró Misty con un tono sexy y soltando un gruñido, dándome un suave pero firme pellizco en el glúteo. Me tensé de inmediato, mientras ella sonreía de manera traviesa.
Stella se ahogaba de la risa, intentando recuperar el aliento. —Sage no mentía cuando decía que te veías sexy con el uniforme, Husbando.
Rosa, sin perder la oportunidad, me miró con ojos coquetos y dijo en Rexycano —¿Podemos pedirte a domicilio, papito?
Mientras tanto, Naomi, la más calmada del grupo, estaba procesando los chistes con retraso, pero cuando finalmente se dio cuenta, empezó a reírse a carcajadas, golpeando la mesa como si no pudiera contenerse.
Y ahí estaba Moe, observando toda la escena desde el fondo del local, su expresión era de completa confusión, claramente sin entender cómo habíamos llegado a este nivel de caos. Mientras tanto, Sage, en la cocina, veía todo con una mezcla de diversión y vergüenza. ¿No saben medirse estas mujeres, por Dios? debió estar pensando.
Finalmente, cuando lograron darme su orden, con más comentarios coquetos de por medio, me encaminé de vuelta a la cocina. Sin embargo, Moe me detuvo antes de llegar, su rostro serio, como si hubiera descubierto algo que no entendía del todo.
—Creo que me debes algunas explicaciones, genero —dijo, su voz grave, pero no enfadada, solo buscando claridad.
Asentí, sabiendo que eventualmente tendría que hablarle de todo, aunque no estaba seguro de cómo explicarle las dinámicas que habían surgido últimamente en el grupo.
Volví a la cocina, tratando de enfocarme en el trabajo, pero Sage me interceptó, mortificado, rascándose nerviosamente las plumas del codo. —Ahora tenemos que explicarle todo... —dijo con un tono preocupado. Espero que no le dé un infarto. —.
Solté un suspiro cansado, tratando de restarle algo de seriedad a lo que sabíamos que sería una conversación incómoda con Moe. —O que me mande a dormir con los peces... —dije, casi riendo por lo absurdo.
Sage se cruzó de brazos, mirándome con una expresión que mezclaba resignación y preocupación. —Eso suena más probable... —Luego, señaló lo que estaba preparando. Por cierto, te advierto que tendrás que aceptar la responsabilidad por ese gesto hacia Fang, Anon. —
Suspiré de nuevo, sintiendo el peso de su juicio, pero no podía evitar preocuparme por ella. —Sé que no es sano, pero... Fang me necesita, Sage. —
Su ceño se frunció de inmediato, y su tono fue cortante, pero con un toque de afecto protector. —Ni loco voy a sacrificar mi tiempo contigo, así que será mejor que planees bien las cosas, ¿entiendes, calvito? —
Asentí, intentando calmarme, sabiendo que tenía razón. Había límites, y aunque quería estar para Fang, no podía descuidar lo que tenía con Sage y las demás, al final del día, tendría que balancear todo.
Preparar las órdenes fue bastante sencillo, y cuando terminé, llevé tres pizzas herbívoras y una carnívora a la mesa donde estaban las chicas y el grupo. Al acercarme, noté que Reed, Fang y Naser estaban listos para irse.
—Fue divertido, Anon, pero tenemos que irnos —dijo Naser, con su típica sonrisa amistosa.
Reed asintió, dándole una palmada en la espalda a Naser antes de agregar con un tono pícaro—. Sí, Naser y yo queremos pasar algo de tiempo de pareja, ya sabes...
No quería saber. Realmente, prefería no tener imágenes mentales, pero me las guardé y solo asentí, intentando mantenerme neutral.
Fang se estiró, dejando escapar un suspiro largo, como si la rutina estuviera empezando a alcanzarla. —Bueno, me dejan en la casa. Necesito revisar unas letras para las nuevas canciones —dijo con indiferencia, como si nada fuera a cambiar.
Con algo de nervios en el estómago, la miré directo a los ojos ámbar brillando bajo la tenue luz del local. —Oye, Fang... podrías quedarte un rato más, por favor— Lo solté rápido, casi sin pensarlo, y de inmediato sentí las miradas de las cuatro chicas fijas en mí.
Naomi fue la primera en reaccionar. Se acercó a Fang y, con un gesto calmado, le puso las manos en los hombros. —Quédate, Fang —dijo con esa seguridad suya—. Créeme, te conviene quedarte. Más tarde te llevo a casa.
Fang, algo sorprendida, asintió lentamente, como si no tuviera otra opción, y volvió a sentarse, cruzando las piernas de manera relajada pero aún expectante. Había tensión en el aire, pero también un extraño tipo de calma.
Reed y Naser se despidieron rápidamente, tomados de la mano y con miradas que solo compartían entre ellos, dejándonos a Fang, Naomi, y a mí en el restaurante.
—Dame un momento, nomás termino las órdenes y lo que te prepare estará listo —le dije a Fang con una sonrisa amable, tratando de no mostrar el nerviosismo que me consumía.
Ella asintió, algo confundida pero curiosa, mientras comenzaba a charlar con Naomi. Verlas hablar sin esa chispa de rivalidad que usualmente tenían era desconcertante. —¿Desde cuándo esas dos se llevan bien? —pensé, recordando los momentos en los que Fang parecía lista para matar a Naomi ante la menor provocación.
La situación había cambiado, y por alguna razón, parecía que todos estaban moviéndose en direcciones nuevas, inesperadas, y ahí estaba yo, intentando mantener el equilibrio entre lo que sentía por Fang, mi lealtad a Sage, y las dinámicas cada vez más complicadas de mis relaciones con ellos.
A decir verdad, había estado considerando seriamente incluir a Fang en esta dinámica de pareja rara en la que me encontraba.
Todas habían estado de acuerdo y, por alguna razón que no lograba comprender del todo, Naomi parecía especialmente emocionada por la idea. De momento, solo quería darle un gesto significativo, algo que dejara claro lo que sentía por ella y que, al mismo tiempo, explicara mis intenciones.
Cuando terminé lo que le había preparado, lo llevé a la mesa adornado con cuidado, buscando la mejor manera de presentar lo que quería que fuera un símbolo de mi compromiso. Sage me acompañó un par de pasos y, antes de que me acercara a Fang, me dio unas palmaditas en la espalda, sonriendo con orgullo.
—Te luciste con esto, Anon —dijo emocionado—. Me da envidia Fang, te lo aseguro. No creo que exista algo que pueda tocar su corazón más fuerte que esto.
Miré el plato en mis manos, tratando de calmar los nervios que me revoloteaban en el pecho. —Eso espero, bro... Eso espero.
El restaurante ya estaba casi vacío. La atmósfera se sentía más íntima, con solo algunas mesas ocupadas y el bullicio de la cocina haciéndose cada vez más lejano. Respiré hondo y me acerqué a la mesa donde Fang, Naomi, Stella y Rosa seguían conversando. El peso de lo que estaba a punto de hacer cayó sobre mí de golpe. El corazón me latía tan fuerte que sentí que Fang podría escucharlo antes de que dijera una sola palabra.
Me detuve frente a ella, y por un momento, las palabras se me atoraron en la garganta. Tragué saliva, nervioso, y finalmente hablé, con la voz un poco quebrada. —Fang... quisiera disculparme si en algún momento te hice sentir mal —empecé, tratando de mantener el control, pero sabiendo que las emociones me traicionaban—. Y quiero felicitarte por el esfuerzo que has hecho para cambiar. Te has ganado no solo mi admiración, sino también mi corazón. Quiero verte feliz... y hacerte feliz.
Hice una pausa, sintiendo las miradas curiosas de las demás chicas posadas sobre mí. Tomé aire y continué. —Te preparé esto como prueba de mis sentimientos. Puede que sea algo pequeño, pero espero que te guste.
Naomi, Stella y Rosa, que sabían lo importante que era ese gesto para Fang, abrieron los ojos como platos, sorprendidas. Sabían que no era cualquier comida; era algo mucho más personal, algo cargado de significado.
El plato que le presenté estaba adornado con delicadeza, y sobre él se encontraban varios dino nuggets en forma de pterodáctilos, dispuestos de manera que parecían estar volando sobre el borde del plato. La idea había sido representar a Fang, libre y decidida, pero también llena de ternura, como los pequeños dinosaurios de pollo que había moldeado con cuidado.
Fang los observó en silencio, claramente sorprendida. Sus ojos se entrecerraron por la emoción, como si no pudiera creer lo que veía.
—Esos no son como los congelados que sueles comprar —dije, anticipándome a lo que podría estar pensando—. Estos son artesanales. Los hice con mis propias manos, usando ingredientes de primera calidad. Quise hacer algo especial para ti.
Pude notar cómo sus labios empezaron a temblar, mientras su mano, ligeramente temblorosa, alcanzaba uno de los nuggets. Lo levantó con cuidado, como si fuera algo preciado, y lo llevó a su boca. La observé masticar lentamente, su expresión cambiando a medida que procesaba el sabor.
Fang tragó, y en cuanto lo hizo, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Dejó el nugget en el plato y levantó la mirada, sus pupilas brillando con una emoción que parecía desbordarse.
—Son... son deliciosos, Anon... —murmuró, su voz temblando mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Es lo más delicioso que he comido en toda mi vida. Yo... ya te lo dije antes, y te lo seguiré diciendo. Te amo, Anon... Este gesto es tan dulce... Por dios... ni siquiera lo merezco...
La vulnerabilidad en su voz me hizo sentir un nudo en el estómago. Fang, la chica que siempre había mostrado una fachada dura, estaba allí, desmoronándose frente a mí por un simple gesto de cariño.
Y en ese momento, me di cuenta de lo mucho que significaba para ella. No eran solo los nuggets, era el hecho de que había puesto mi esfuerzo y corazón en algo para hacerla feliz.
Naomi, Stella y Rosa estaban igualmente conmovidas, aunque trataban de ocultarlo. Pero en los ojos de Fang, pude ver la gratitud y el amor. Sin decir más, me senté junto a ella, dejando que el silencio hablara por ambos. Sabía que no había nada más que pudiera decir para hacer ese momento más perfecto.
Mientras me sentaba, Sage nos observaba desde la cocina, sonriendo. Entendía mejor que nadie lo que acababa de pasar.
Me acerqué a Fang y le di un fuerte abrazo, sintiendo cómo su cuerpo temblaba mientras luchaba por contener más lágrimas. Naomi, quien la había estado apoyando con una mezcla de seriedad y cariño, también dio un paso adelante, colocando una mano firme sobre su hombro.
—Suéltalo todo, Fang. Es ahora o nunca —dijo Naomi, con esa voz que, aunque tranquila, llevaba consigo la fuerza para empujar a cualquiera a enfrentar sus sentimientos.
Fang respiró hondo, tratando de calmar el temblor en su voz, pero al final, no pudo evitar soltar un sollozo. Sus palabras salieron entrecortadas, pero llenas de verdad.
—Sé que estoy rota... —comenzó, con los ojos hinchados por las lágrimas—. Soy malhumorada, una pésima hermana e hija, que solo ha tomado decisiones equivocadas... Nunca podré ser lo suficientemente buena para ti, Anon, pero quiero serlo... —dijo, dejando que la vulnerabilidad le atravesara cada palabra—. Quiero ser la mejor versión de mí misma. Desde que me enamoré de ti, siempre he querido serlo. Pero mi maldito orgullo... —hizo una pausa, limpiándose las lágrimas con la manga de su sudadera—. Mi orgullo nunca me dejó admitirlo. Cuando pensé que te perdería, ya no pude más. Renuncié a mi orgullo con tal de mejorar. Sin ti, Anon, nunca habría salido del agujero horrible en el que yo misma me metí. Nunca podré darte las gracias lo suficiente...
El peso de su confesión me golpeó profundamente. Me acerqué, sin poder aguantar más, y la envolví en mis brazos, sintiendo cómo su respiración irregular se estabilizaba poco a poco. Fang se aferraba a mí como si temiera que la soltase, pero no tenía intención de hacerlo. Sentía el impulso de hablar, de confesarle todo lo que me pesaba también, pero justo cuando iba a decir algo, ella se separó suavemente y me miró con una pequeña sonrisa.
—Naomi ya me dijo todo hace un tiempo —susurró, sus ojos ámbar brillando con una mezcla de compasión y determinación—. Y no me importa. Estoy feliz de que me dejes ser parte de esto... que me dejen ser parte de esto. —Miró a Naomi, Rosa y las demás, y luego de nuevo a mí—. Seguiré mejorando, y quizás tropezando, pero nunca dejaré de avanzar. Se los prometo.
Un sentimiento cálido y reconfortante se apoderó de todos nosotros. Fue entonces cuando las cinco se acercaron y nos dimos un abrazo grupal, una mezcla de risas suaves y susurros de apoyo. Era algo tan extraño, tan irreal... pero en ese momento, nada parecía más adecuado.
Finalmente, Fang sonrió, y en su mirada ya no había sombras. Había luz. Había esperanza.
Después de ese abrazo, me di cuenta de que oficialmente, ya éramos cinco novias, un novio y yo.
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