7 La líder de la manada
Casi todo el domingo los dos nos lo pasmos, acostados, abrazados y desnudos, solo me levante un par de veces con apenas pantalones, para recibir la comida que ordenábamos a domicilio, esa noche quería irme a casa porque mi mochila y libros estaban en mi casa, pero ella insistió en que nos levantáramos más temprano y que iríamos por mis cosas luego y de ahí nos iríamos a la escuela, no me quiso soltar en ningún solo momento y así lo hizo.
Esa mañana comenzó antes de que el sol siquiera asomara por el horizonte. El despertador sonó a una hora indigna para un día de escuela, pero ambos nos levantamos sin quejas. Naomi, siempre llena de energía, insistió en que tomáramos una ducha juntos. No voy a mentir, no me opuse, aunque el agua fría al principio me hizo maldecir en silencio. El baño compartido fue una mezcla de momentos suaves y otros más juguetones, pero a pesar de la cercanía, una parte de mí no podía evitar pensar en lo que se avecinaba ese día.
Después de la ducha, me enfrenté a lo que, para mí, era la verdadera prueba: el desayuno. Un pequeño almuerzo vegano que Naomi preparó con entusiasmo, sabiendo muy bien que yo no era precisamente fan de ese tipo de comida. Cada bocado me costaba más que el anterior, y aunque intenté mantener una sonrisa, ella sabía perfectamente que lo estaba sufriendo.
—Vamos, amor, sé que prefieres algo con más sustancia, pero esto es mucho más saludable —dijo mientras me observaba luchar con la comida.
—Sí, claro... muy saludable —respondí con una sonrisa forzada, tragándome a regañadientes el último trozo de tofu.
Finalmente, llegó la hora de irnos. Tomamos nuestras cosas y nos dirigimos al auto. Naomi, como siempre, iba al volante, y yo, aunque algo inquieto por lo que venía, intentaba mantener la calma. Sabía que tendríamos que pasar primero por mi casa para recoger algunas cosas antes de ir a la escuela, pero lo que realmente me ponía nervioso era el barrio en el que vivía. No era precisamente el más amigable de la ciudad, y las posibilidades de encontrarme con algún problema no eran bajas.
Cuando llegamos, bajé del auto algo inquieto, mis ojos escaneando el entorno, como si esperara que en cualquier momento apareciera alguien con malas intenciones. Naomi, como si pudiera leer mi mente, me miró de reojo, con una sonrisa tranquila que solo ella podía proyectar en situaciones así.
—No te preocupes, amor —dijo con una seguridad que casi daba miedo—. Sé cuidarme sola.
Antes de que pudiera decir algo, abrió la guantera del auto, y mis ojos casi se salieron de sus órbitas. Ahí, en el compartimento, descansaba un revólver reluciente.
—Mi padre es fanático de las armas —dijo, notando mi sorpresa, pero sin mostrar ningún tipo de remordimiento—. Desde niña me enseñó a disparar. Cuando cumplí 18, él mismo me llevó a sacar el permiso y me regaló esta belleza. —Le pasó la mano con cariño al arma, como si estuviera mostrando un preciado trofeo.
Estaba a punto de decir algo, pero ella me interrumpió, lanzando una de esas frases que siempre me dejaban sin palabras.
—Soy una Dino, herbívora, rubia, y de clase alta... y estoy en el peor barrio de la ciudad. Podría hacer una masacre aquí y salir impune con un buen abogado, Anon.
Me encogí de hombros, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sabía que Naomi era alguien extremadamente segura de sí misma, pero hablar de matar con tanta ligereza me dejó frío. Claro, tenía razón en su retorcida lógica, pero eso no hacía que fuera menos perturbador.
—No lo dudo... —murmuré, aún algo atónito. Mi mente se llenó de imágenes de su padre, armado hasta los dientes, y un escalofrío me recorrió la columna.
No tardé mucho en ir por mis cosas. La idea de que alguien podría intentar algo se desvaneció rápidamente ante el recuerdo del arma en la guantera. Regresé al auto lo más rápido que pude, y me senté nuevamente en el asiento del copiloto, tratando de relajarme. Me fijé un momento en el auto, el Bittle, y sonreí para mí mismo. A pesar de todo, era un buen coche, uno que me gustaba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Ya en medio del viaje, mientras el paisaje de la ciudad se deslizaba ante nosotros, Naomi rompió el silencio de manera casual, como si estuviera hablando del clima.
—Ah, por cierto, el domingo me llegó un mensaje de Naser —dijo sin apartar la vista de la carretera—. Oficialmente rompimos.
La noticia no me sorprendió tanto como podría haberlo hecho. Sabía que su relación estaba en un punto muerto desde hacía tiempo.
—Aunque bueno... eso ya no importa —continuó, restándole importancia con un gesto de la mano—. Me dijo algo curioso, pero creo que es mejor que lo hables con él directamente.
Sus palabras me dejaron con una incómoda sensación de curiosidad, pero antes de que pudiera preguntar más, Naomi cambió de tema de manera abrupta, como solía hacer cuando algo le molestaba.
—Y yo que pensaba que tendría que inventarme alguna excusa por venir contigo a la escuela —se rió entre dientes—. No te preocupes, hablaré con Fang a primera hora.
El ambiente en el auto se tensó cuando sus ojos se entrecerraron, llenos de determinación.
—Quiero dejarle las cosas en claro, y que sepa quién está al mando aquí.
Tragué saliva, sintiéndome algo nervioso por el tono de su voz y la seriedad con la que se había autodenominado la "alfa" desde el sábado. El cambio en su actitud me había desconcertado. Ella siempre había sido segura de sí misma, pero desde aquel fin de semana, parecía haber tomado el control de su vida de una manera que me asustaba y fascinaba al mismo tiempo.
Mientras avanzábamos hacia la escuela, no podía evitar pensar en cómo había cambiado todo en tan poco tiempo. Lo que comenzó como una simple relación para escapar de la rutina, ahora se había convertido en algo mucho más profundo y, en cierto sentido, peligroso. Naomi no solo había decidido que iba a ser quien controlara su destino, sino también el mío, y aunque me aterraba su capacidad para tomar decisiones drásticas, no podía negar que una parte de mí se sentía atraída por su determinación.
El resto del viaje transcurrió en un silencio incómodo, lleno de pensamientos no dichos y emociones que ambos intentábamos esconder. Pero una cosa era clara: Naomi estaba decidida a que el mundo supiera que, en su vida, ella era quien mandaba. Y yo... yo solo podía seguir su ritmo, tratando de no perderme en su paso imparable.
Nos bajamos del auto y, como si fuera lo más natural del mundo, Naomi me tomó del brazo sin ningún tipo de pudor. Inmediatamente sentí las miradas de todos sobre nosotros. El peso de su atención era ineludible, pero decidí ignorarlo. Sabía que estar junto a Naomi en público, especialmente de esa manera, iba a atraer la atención de todos. Ella, como siempre, parecía completamente indiferente.
Reed, Fang y Trish estaban cerca de la entrada de la escuela. Reed lucía más radiante y feliz de lo que era habitual, lo cual ya era decir mucho. Trish, en cambio, parecía... diferente. Su rostro mostraba una mezcla de tensión y vulnerabilidad, como si estuviera al borde de llorar. Fang, por su parte, hablaba con ella como si no pasara nada, pero había algo en el ambiente que me decía que las cosas no estaban del todo bien.
Nos acercamos para saludarlos. Los tres intercambiaron miradas sorprendidas al vernos juntos, pero Reed fue quien más sospechas mostró. Suspiró, me lanzó una mirada cargada de sospecha y luego volvió su atención a Naomi, como si estuviera intentando conectar los puntos. Fang, en cambio, no podía ocultar su confusión. Sus ojos se entrecerraron, claramente buscando respuestas a la extraña situación.
Entonces, sin previo aviso, Naomi soltó mi brazo y caminó decidida hacia Fang. Su mirada era fría, más de lo que jamás la había visto. La forma en que caminaba, su postura, todo en ella gritaba autoridad.
—Tenemos que hablar de algo importante —dijo Naomi con voz firme, tomando a Fang del brazo sin pedir permiso—. Quieras o no, sígueme.
Su tono no dejaba espacio para protestas, era claro que no aceptaría un "no" como respuesta. Fang, sorprendida por la frialdad y la firmeza de Naomi, asintió en silencio. Trish, visiblemente alterada, intentó intervenir, pero Fang la calló de inmediato con un seco "Cállate", en un tono que nunca le había escuchado usar antes. Con eso, se dejó arrastrar por Naomi hacia otro lugar.
Me quedé parado allí, atónito. Nunca antes había visto a Fang ser tan directa con Trish, menos aún en un tono tan frío. Era como si las dinámicas entre ellas hubieran cambiado por completo en un solo instante.
Trish, por su parte, no pudo ocultar su frustración. Sus ojos, enrojecidos por la rabia contenida, se clavaron en mí con una mezcla de furia y confusión. Su mandíbula temblaba de indignación mientras me preguntaba en un tono cargado de veneno:
—¿Qué le hiciste a Fang?
Su pregunta era más una acusación que una verdadera búsqueda de respuestas. Decidí aprovechar el momento. Siempre había disfrutado un poco de molestar a Trish, y ahora que Fang parecía haber tomado el control, sentí curiosidad por ver cómo reaccionaría Trish si la empujaba un poco más.
Me acerqué a ella con una calma deliberada. Podía ver el fuego en sus ojos, pero no me detuve. Tomé su mentón con suavidad, sintiendo cómo se tensaba bajo mi toque, y la miré directamente a los ojos. Lo más sorprendente fue que no me golpeó. No, en lugar de eso, su rostro se tiñó de un rojo intenso. Estaba furiosa, pero había algo más.
Con una sonrisa que apenas podía contener, le dije en un tono suave y deliberadamente provocador:
—Le di un ultimátum respecto a nuestra amistad —hice una pausa, disfrutando de cada segundo—. Le dije que necesitabas ser corregida.
Trish me miró, absolutamente furiosa, pero su rostro estaba tan rojo que me costaba tomarla en serio. No pude evitar disfrutar de la situación. Sabía que estaba jugando con fuego, pero ver su mezcla de vergüenza y rabia me hacía sentir que tenía el control por una vez.
Antes de que pudiera decir algo más, Trish salió corriendo hacia el interior de la escuela, gruñendo sin cotrol. Podía escuchar su respiración acelerada mientras se alejaba, pero no me molesté en seguirla. Sonreí para mis adentros, satisfecho con cómo había manejado la situación. Al menos, por el momento.
Después de ver cómo Trish se alejaba, suspiré y regresé mi atención a Reed, quien se había quedado observando todo en silencio. Me acerqué a él, intentando romper la tensión que colgaba en el aire.
—Bro, tuve que tomar medidas duras. Perdón si lo ves mal —le dije, tratando de sondear su reacción.
Reed bajó la mirada al suelo por un momento, como si estuviera procesando todo lo que acababa de ocurrir. Luego levantó la vista y, con una media sonrisa, respondió:
—Lo entiendo, bro... oye, en el almuerzo quisiera decirte algo importante.
Noté un leve cambio en su tono, como si estuviera debatiendo algo dentro de sí mismo. Se acercó más para susurrarme algo:
—Me resulta difícil acostumbrarme a cómo eres ahora, bro. Primero Rosa y Stella, y ahora le coqueteas a Trish así...
Le puse una mano en el hombro, intentando disipar sus dudas con una sonrisa tranquilizadora.
—Claro, amigo. Si es algo importante, estaré ahí. Lo sabes —le respondí con seriedad. Luego le devolví el susurro—: Encanto humano, amigo... encanto humano.
Reed asintió lentamente, como si las piezas del rompecabezas finalmente estuvieran encajando en su cabeza. En ese momento, Naomi y Fang volvieron. Fang parecía estar mucho más relajada, casi alegre, lo cual me sorprendió un poco. Naomi, por otro lado, estaba en su modo más dominante, casi aplaudiendo mientras hablaba:
—Bueno, Fang, después de clases nos vemos aquí... para decirte las reglas. ¿Te quedó clarito?
Fang solo asintió, aparentemente tranquila, lo cual me dejó un poco confundido. No era la reacción que esperaba, pero decidí no cuestionarla. Justo cuando estaba intentando procesar todo, Naomi se acercó a mí, me plantó un beso en los labios delante de todos, y luego se fue hacia el interior de la escuela con una seguridad inquebrantable. Me quedé ahí, paralizado por un segundo, mirando a Fang con cierta preocupación, pero, sorprendentemente, ella seguía tranquila. Al contrario de todos los demás, que estaban en completo shock. Reed, especialmente, parecía incapaz de procesar lo que acababa de pasar.
—Oye, bro... sé que Naser te dijo que podías hacerlo, pero parece que te lo tomaste como un reto. Y me sorprende que lo hayas logrado tan rápido... —dijo Reed, claramente impresionado, aunque todavía algo desconcertado.
Suspiré, agotado por la acumulación de emociones y situaciones en tan poco tiempo.
—Pasaron muchas cosas. Hablamos en la cafetería, le diré a Naser que venga también.
Reed me interrumpió, moviendo la cabeza con un gesto rápido.
—No hace falta. Lo que te iba a decir, lo voy a hacer junto con él —me aseguró, mostrándose un poco más reservado de lo habitual.
En ese momento, el sonido de la campana interrumpió nuestra conversación. Todos comenzaron a dispersarse, dirigiéndose a sus respectivas clases. Observé a Reed alejarse, todavía pensando en lo que había pasado y en lo que él quería decirme más tarde. Algo me decía que este día sería mucho más complicado de lo que ya había comenzado, y apenas estaba iniciando.
Caminé hacia el interior de la escuela, intentando prepararme mentalmente para lo que sea que viniera después.
Los rumores corrieron por toda la escuela como un incendio incontrolable, pero rápidamente dejaron de ser solo rumores para convertirse en un hecho conocido por todos. Naomi, sin ningún tipo de reserva, admitió públicamente que estábamos saliendo. Sentí una mezcla de emociones al escucharla; una parte de mí temía la atención que esto traería, ya que nunca me ha gustado ser el centro de las miradas, pero al mismo tiempo, había algo profundamente satisfactorio en que una mujer como ella estuviera tan orgullosa de estar conmigo. Ese orgullo que mostraba me hacía sentir bien, me hacía sentir especial.
Finalmente, llegó la hora del almuerzo, y con eso, también llegó la posible paliza que estaba anticipando de Naser. Me había preparado mentalmente para una reprimenda intensa, o peor, para una confrontación física.
Cuando llegué a la cafetería, Reed y Naser me saludaron con una calma desconcertante, como si no tuvieran ninguna intención de lanzarse sobre mí. Me señalaron una silla, invitándome a sentarme con ellos.
Naser, con un tono sorprendentemente neutral, habló primero:
—Antes que nada, felicidades. Tengo mis dudas... pero felicidades. Me encontré con Naomi y me explicó algunas cosas. No estoy molesto, Anon, pero sí sorprendido. Ella no me mencionó exactamente cómo lo lograste, porque me dijo que quería que tú me lo contaras. Me mata la curiosidad, ¿puedes explicarlo?
Suspiré, sabiendo que no podría esquivar esa pregunta. Les conté todo, desde la primera cita con Naomi hasta la improvisada fiesta de cumpleaños. Obviamente, hice algunos ajustes para no revelar demasiado, pero traté de mantener los detalles importantes. Finalmente, llegué al momento crucial de la historia.
—Y después de la fiesta de cumpleaños improvisada... se me confesó —concluí, sintiendo un ligero nudo en el estómago al revivir ese momento.
Cuando levanté la vista, vi que tanto Naser como Reed estaban secándose las lágrimas. Pero no solo ellos, algunos curiosos que se habían acercado para escuchar la historia también estaban conmovidos, limpiándose los ojos disimuladamente.
Naser se secó las lágrimas con una servilleta, todavía emocionado:
—Dios, amigo, lo que hiciste fue lo más cursi y lindo que he escuchado. ¿Cómo no me di cuenta de ese detalle? Apesto como novio... —se lamentó, con una sonrisa amarga en su rostro.
Reed, siempre el bromista, le dio unas palmadas en la espalda a Naser.
—Pero al menos te sirvió de experiencia, ¿no? —comentó Reed, con una sonrisa de ánimo.
Naser asintió, pareciendo más relajado.
Luego, Reed me señaló con sus manos en forma de pistolas, su sonrisa traviesa marcando el tono de su comentario:
—Eres el hombre, Anon. Ahora entiendo por qué tienes a tantas chicas detrás de tus huesitos.
Reí un poco nervioso, pero no pude evitar sentir una oleada de alivio por lo relajado que se había vuelto el ambiente. Sin embargo, Naser, aunque ya más calmado, aún no había terminado.
—Ahora sé que Naomi está en buenas manos... en las mejores manos, en todos los sentidos. Pero espero que seas serio, amigo. Nada de jugar sucio o serle infiel, o te corto el pito —dijo Naser, sin dejar de sonreír, pero con un tono que me dejó claro que no estaba bromeando del todo.
Tragué saliva, sintiendo cómo mi nerviosismo volvía de golpe. El comentario era medio en broma, pero el mensaje estaba claro. No había margen para errores cuando se trataba de Naomi.
Reed le dio un par de golpecitos más en la espalda a Naser, y el público que había estado escuchando se dispersó poco a poco, dejándonos a los tres solos en la mesa. Observé a Reed y Naser por un momento, notando algo en sus miradas, algo que definitivamente no me estaban contando del todo. Estos dos se traen algo raro, pensé, sintiendo la curiosidad burbujear en mi pecho.
Naser tosió ligeramente, como para prepararse para algo incómodo.
—Naomi no es la única que tuvo suerte este sábado, Anon —dijo, con una mezcla de timidez y seriedad en su voz.
Fruncí el ceño, intentando adivinar a dónde iba con esto.
—Naser... ¿estás seguro? —pregunté, dudando de lo que mi mente empezaba a sospechar. Él asintió, mientras yo me preparaba para lo peor.
—El problema era más profundo —continuó Naser—. Creo que nunca la amé de verdad, sino que creí hacerlo. Aunque suene cruel... este fin de semana descubrí algo de mí que nunca pensé saber.
Suspiré, casi resignado a lo que se venía.
—Bueno, Naser, ¿quién es la desafortunada esta vez? —pregunté, con un tono ligeramente irónico.
Reed, con su usual sonrisa traviesa, me apuntó con los dedos en forma de pistolas.
—Afortunado, amigo. Y lo estás viendo justo frente a ti —dijo, sin siquiera inmutarse.
Me tomó por completo por sorpresa. Literalmente, casi me caigo del asiento. Sentí que el corazón se me detuvo un segundo mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Me llevé una mano al pecho, intentando contener el shock.
—¡¿Qué?! —logré soltar, con la voz un poco más alta de lo que pretendía.
Naser, visiblemente avergonzado, empezó a juguetear con sus dedos como si fuera un niño atrapado haciendo travesuras.
—El sábado, para relajarme un poco, fui a casa de Reed —empezó, hablando despacio, como si pesara cada palabra—. Fumamos hierba un rato, y... bueno... una cosa llevó a la otra y... ya sabes...
Reed, siempre el bromista, soltó una risa antes de interrumpirlo.
—Terminamos dándole duro contra el muro, macizo contra el piso, para que me entiendas, mi buen —dijo con una sonrisa pícara y llena de diversión.
Sentí que una oleada de imágenes mentales inundaba mi cabeza, imágenes que nunca podré borrar. Sacudí la cabeza, intentando disiparlas.
—Me alegro por ustedes, chicos —dije finalmente, recuperando algo de compostura—. Pero solo asegúrate de darle los regaños necesarios a Naser cuando sea necesario, Reed.
Naser arqueó una ceja, claramente molesto por mi comentario.
—Oye... —empezó a protestar, pero Reed no lo dejó terminar.
—Ya le puse reglas, amigo —interrumpió Reed, con una risa burlona—. Lo tendré bien atado... en ambos sentidos —agregó, guiñando un ojo.
Otra imagen mental indeseada golpeó mi mente, y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.
—Oh, por dios... —murmuré, casi desesperado—. Voy a necesitar terapia después de esto.
Los dos estallaron en risas, mientras yo intentaba recomponerme. A pesar de todo, no podía evitar sentirme feliz por ellos, aunque el hecho de que ahora tuviera esas imágenes en mi cabeza me persiguiera por el resto de mi vida.
El resto de las clases se fueron como agua, aunque Stella me ayudo con algunas cosas en clase de japones, y charle con Fang en clase de música...
Cuando terminaron las clases, decidí ir a buscar a Stella y Rosa para hablar sobre lo que había sucedido con Naomi. No estaba seguro de cómo se lo tomarían, pero necesitaba aclarar las cosas.
Para mi sorpresa, al acercarme escuché risas. Me detuve un momento, intentando reconocer las voces, y al asomarme, vi a Naomi charlando animadamente con Stella y Rosa, como si fueran viejas amigas. Me quedé desconcertado. ¿Cómo había pasado esto? Las tres parecían estar disfrutando de una conversación bastante relajada.
Rosa me vio y con una sonrisa me hizo una seña para que me acercara. No tenía otra opción, así que fui hacia ellas, aunque sentía que algo no andaba bien.
Rosa me recibió con un codazo juguetón en el costado. —Eres todo un Don Juan, Anon. Naomi ya nos contó el chisme, y déjame decirte que te luciste con lo del cumpleaños. Hasta me das un poco de envidia. —Dijo esto último con un guiño, pero no pude evitar sentir que había una carga en sus palabras.
Stella, haciendo un puchero adorable, intervino. —Tengo envidia, Naomi tuvo su momento de anime, y yo aún sigo esperando el mío. —Se quejaba como si fuera lo más natural del mundo.
Solté una risa nerviosa, sin saber cómo responder. Me sentía completamente fuera de lugar, como si estuviera en una conversación en la que todos, excepto yo, sabían el guion. Naomi, con su habitual seguridad, dejó su taza de té en la mesa y me miró directamente.
—No hace falta que hablemos más por ahora, Anon. Tenemos un acuerdo, pero de momento no te diremos en qué consiste. Tú sigue como siempre. —Hizo una pausa, como si estuviera sopesando sus próximas palabras, y luego añadió con una sonrisa—. Tengo que atender unos asuntos en la biblioteca.
En cuanto se fue, el nudo en mi estómago se apretó. No sabía si preocuparme más por lo que acababa de decir o por el hecho de que se dirigía a la biblioteca... oh no Misty.
Naomi se fue y me quede junto con Stella Y Rosa, intente detener a Naomi corriendo tras de ella, pero Rosa me puso la mano en el hombro y me hizo la mirada de penitencia, obligándome a sentarme.
—Espera, cabrón. No te vamos a dejar ir tan fácil hasta que hablemos. Espero que nuestra cita sea igual de buena, señor novio. —Su tono era grave, pero con una chispa de diversión en los ojos.
"¿Qué?" pensé, completamente confundido.
Antes de que pudiera procesarlo, Stella, con su típica energía, asintió y envolvió mi pierna con su cola, apretándome ligeramente. Obvio, la mía también. Espero que me lleves a un lugar bonito, con temática de anime, al menos. —
Rosa me observó con una expresión juzgadora, como si ya supiera que estaba metido hasta el cuello. —Vas a quedarte sin un centavo, Anon. Esto es lo que pasa cuando tienes tres novias. —Me lanzó una sonrisa traviesa, mientras la realidad caía sobre mí como un balde de agua fría.
"¿Tres... novias?" apenas pude murmurar, sintiendo que el suelo bajo mis pies se desmoronaba.
—Así es. —Suspiré, resignado.
Stella asintió, cruzando los brazos como si estuviera totalmente de acuerdo. —Al principio, Naomi me molestaba. Quería ser la alfa de todo esto, y me enfurecía. Pero luego, cuando me explicó las reglas, me di cuenta de que su lógica era impecable, y simplemente no podía competir contra eso.
Rosa rio con una sonrisa triunfante. —Exactamente. Anon, yo que tú empezaría a buscar un trabajo de medio tiempo. Tú mismo te metiste en este lío enamorando a tantas, así que ahora tendrás que manejarlo. —Y sin previo aviso, se inclinó y me plantó un beso rápido en los labios.
Stella hizo lo mismo, soltando una risita antes de despedirse. —Nos vemos, husbando. —Y con ese beso también, quedé aún más aturdido.
Ambas se alejaron, dejándome solo con mis pensamientos, sentado en la mesa, con el cerebro completamente hecho pomada. No tuve ni voz ni voto en lo que acababa de ocurrir. Ahora, de alguna manera, tengo tres novias... y, tal vez, una amante Milf en camino.
Recordé lo de la biblioteca y, sin perder tiempo, corrí hacia allá. Lo último que necesitaba era que Naomi consiguiera una cuarta "candidata" para este caos. No, eso sería demasiado. Cuando llegué, mi corazón se detuvo un segundo al ver a Naomi y a la señorita Roberts charlando animadamente. Naomi tomaba notas con una expresión de genuino interés en su rostro. ¿Qué estaba pasando?
—Hola, Anon —dijo Misty con una sonrisa pícara. Ya me enteré de tus travesuras... aunque me pone triste que no vengas a visitarme más seguido. —
Naomi, con una mirada molesta, añadió: —La señorita Roberts tiene razón, Anon. —Su tono era grave, pero había una chispa de picardía en sus ojos.
Oh, por Dios... llegué tarde.
—¿Qué están planeando? —pregunté con un nudo en el estómago, temiendo la respuesta.
Naomi se acomodó los lentes y me miró fijamente. —Le estaba pidiendo algunos consejos. Me he tomado como un reto eso de hacer que vengas por mí... yo sola. —Hablaba con tal naturalidad que me sorprendió lo abierta que era al decir algo así.
Misty, con su típica sonrisa seductora, intervino: —Le estaba describiendo algunos trucos, aunque me encantaría mostrárselos de manera... didáctica, cariño. —
Tragué saliva mientras los ojos de Misty brillaban con una intensidad que me ponía nervioso.
—Tiene razón, Anon —dijo Naomi mientras asentía, como si hablara de algo completamente lógico—. Una clase directa sería una forma excelente de aprender, y podría ser útil para todas. —
No sabía qué decir. El shock me dejó mudo.
Misty dejó escapar una risita suave, como si disfrutara de mi reacción. —Este fin de semana tengo libre, pero esta semana estaré bastante ocupada. —
Naomi sonrió mientras juntaba las manos, claramente emocionada. —Muchas gracias, maestra. Ahí estaremos. Yo también estaré ocupada con el consejo estudiantil esta semana, así que el sábado será perfecto. —
Misty se acercó lentamente a mí, hasta que sentí su mano en mi mentón, obligándome a mirarla a los ojos. —Naomi es incluso mejor de lo que creí, Anon. Nos vemos el sábado, amorcito. —Y antes de que pudiera reaccionar, me dio un beso largo, profundo, de esos que parecen chuparte el alma. —
Cuando finalmente se separó, me dio una fuerte nalgada que resonó en la habitación. Luego se alejó, moviendo las caderas provocadoramente, sin duda sabiendo que yo la miraba.
Me llevé una mano a la cabeza, todavía tratando de procesar lo que acababa de pasar. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
Naomi se acercó a mí y me habló de manera directa. —Bueno, Anon, esta semana estaré ocupada. Si necesito un revolcón en el salón del consejo, te avisaré. Ciao, cariño. —Y con esas palabras, se inclinó y me dio un beso que imitaba al de Misty, dejando un rastro de calor y confusión a su paso.
Cuando finalmente me dejó solo, me quedé ahí, completamente aturdido, sin poder creer lo que acababa de suceder.
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