24. Cuidado con el bosque

JUDITH

Veo el techo de la habitación mientras escucho unos pasos afuera, haciéndome burla y en busca de mi atención.

Me levanto rápidamente y me acerco con cautela para no ser vista y veo desde el balcón que se trata de Deam, adentrándose al bosque, minutos después lo sigue Abel, pero en otra dirección. Ni siquiera me sorprendo de ver qué Thiago hace lo mismo y luego Bryon.

No quiero ni pensar a dónde van ni qué van a hacer.

—¿Qué demonios irán a hacer al bosque? —me cuestiono a mí misma.

—Lo mismo me pregunto —dice alguien detrás de mí y brinco como un resorte casi golpeando mi cabeza contra la ventana. —Porque no es normal que haya cambiado el sexo por un paseo.

—¡Dios, Lua! —me quejo con la mano en el pecho. —¿Acaso quieres matarme?

—Deja el drama y vamos a seguirlos.

—No gracias, no quiere ser una ofrenda deliciosa para algún culto extraño.

Lua pone los ojos en blanco.

—Judith no seas cobarde.

—Quizá buscan estar solos —intento cerrar mi libreta cuando ella lo toma de mi mano para leerlo.

—¿Qué son todos esos número? ¿Por qué dice Snap?

—Son mis investigaciones —toma la libreta para explicarle. —Paloma murió el 2 de abril con tan solo dieciséis años y tenía seis pulseras a su alrededor. Si sumamos los dieciséis con los dos, dan dieciocho; eso reduce que el asesino ahora tiene dieciocho años. Las pulsera representa los años en que Snap sufrió algo que detonó su estado mental y la persona que causó eso tenía dieciséis. Si restamos las dieciséis...

—¿Te estás escuchando? —pregunta tirando la libreta a la cama. —Los asesinatos no tienen nada que ver con la matemática, Jud.

—Pero...

—Pero nada —me interrumpe. —Mejor vamos a seguir a los chicos y saber que están haciendo y tendrás un verdadero misterio.

Me toma del brazo para guiarme afuera.

—Deberíamos llamar a Esther —le comento.

—Pase a su habitación hace rato y me dijo que le dolía el estómago. Dudo que quiera ir —me responde mientras bajamos.

—¿Sería buena idea dejarla sola?

—Estará bien.

Caminamos hasta la puerta principal y antes de salir fijo una sentencia.

—Cualquier cosa rara que vez...

—Grito —asegura divertida y eso me hace sonreír, porque no suena estúpido viniendo de ella.

—Iba a decir que corras, pero puedes hacer las dos cosas.

Salgo por la puerta y nos dividimos.

Entro al bosque con el corazón latiendo, atraída por aquel misterio. Oigo unos pasos, no estoy segura que sea él. Mis pies comienzan a moverse mientras veo que definitivamente es Deam.

Pero cuando se detiene y empieza a girarse hacia mí, huyo escondiéndome detrás de un árbol.

Después de unos instantes, sigue su camino, y lo sigo tan silenciosamente como puedo.

Desde atrás de él a una distancia prudente, me pregunto por qué se adentra tanto en el bosque, ¿acaso lo espera alguien?, ¿o solo quiere estar solo? ¿y los demás chicos?

Demasiadas preguntas, sin ninguna respuesta.

Perdida en mis pensamientos, no me doy cuenta de que lo he perdido hasta que miro a mi alrededor, tal vez más frenéticamente de lo que es apropiado, al darme cuenta que estoy perdida.

—Respira —me susurra al oído.

Cuando me volteo no hay nadie. Justo cuando estoy a punto de salir corriendo, una mano cubre mi boca por detrás. Me empuja hacia adelante por el árbol y me suelta solo un poco, y la voz demasiado familiar de Deam me grita:

—¿Por qué carajo me estás siguiendo?

Congelada y en estado de shock, no soy capaz de dar la vuelta y rápidamente me doy cuenta que supo desde hace tiempo que lo estoy siguiendo. Miro fijamente el árbol.

Y decido mentir descaradamente con la esperanza de que me crea.

—Solo salí a dar un paseo y me perdí.

—Puedes inventar algo mejor, gatita.

Respirando hondo, mis ojos se cierran con fuerza cuando digo. —Sí, te estaba siguiendo —reconozco. —No confío en ti, pareces demasiado perfecto para mí gusto, tanta perfección no es natural. Además, conozco muy bien las de tu clase.

—¿Lo hiciste para atraparme en algo? —después de un momento, me estremezco cuando se acerca a mí, su calor calentando mi espalda. Su aliento en mi cuello, su erección bastante notable que presiona mis glúteos. —¿O solo te dedicas a espiar a la gente a escondidas?

—¿Me sueltas? —jadeo nerviosa.

—Date la vuelta —me ordena. —Ahora mismo.

Le doy lo que quiere porque sé que él será capaz de girarme el mismo, sino lo hago, me volteo lentamente y levanto la mirada hasta que se topa con la suya.

—¿Por qué cambias de acento cuando no estamos solos? —espeto, tratando de apaciguar su ira. —La primera vez que te lo escuché decirlo delante de los demás fue cuando nos conocimos en la fiesta, después de ese día solo lo usas cuando estamos solos.

—Crecer en dos países diferentes hace que los acentos sean importantes —toma su mano derecha para tocar mi barbilla y me obliga a mirarlo. —Permite una mejor aceptación en las culturas distintas.

—Me gusta cuando los combinas.

—¿Estás intentado apaciguar mi ira?

—¿Funciona?

—Por desgracia, sí —dice. —Ya no importa aquel reto —menciona de pronto. Ahora que sé la dirección que está tomando la conversación, casi no puedo respirar. —Podemos ser lo que tú quieras que seamos, Judith.

—¿Vas a darme lo que quiero?

—Sí.

Estoy que grito de emoción por decirle que quiero algo con él, pero no pienso bailar al son que toca Deam. Si se acerca a mí por aquel objetivo que se trague el su orgullo, yo no pienso hacerlo. —¿Soportarás las citas normales con el fin de conocernos?

—Sí.

Mierda.

Me sorprende su confesión y más porque he visto cómo con otras no le ha costado mostrar su frialdad, lo poco que le importa las relaciones. Por un instante dudo en si creerle o no, pero desecho esas idea.

DEAM

Mis ojos no se aparta de los suyos. La observo fijamente, negándome a desviar la mirada es como si estuviéramos quemando un bosque entero en un horno ese contacto intenso.

Yo ya he arrojado toda prudencia por la ventana, así que no tengo más que añadir.

—Deam... —frunce los labios, tomándose su tiempo para escoger las palabras. —Me gustas mucho, pero a veces me asustas. Y para mí lo más importante dentro de una relación es la confianza...

Ya sé lo que va a decir. Es como si ella me hubiera disparado en el pecho. Justo en el corazón. No la dejo terminar y me adelanto antes de la sangre siga brotando de la herida hasta dejarme sin aliento.

—¿Por qué no quieres enamorarte?, ¿tu miedo a las relaciones se debe a alguien en específico?

Bien, eso acaba de sonar como si estuviera celoso de alguien que ni siquiera está en su vida.

—Por Dios. Era un puto. Fin de la historia.

¿Un puto?

A veces sus palabras no tienen sentidos.

—¿Quién fue?

—Se llamaba Andrés  —suspira. Andrés. Nota mental: buscar su apellido para comenzar una búsqueda. —Abel, celebraba una fiesta en su casa porque habían ganado, él forma parte del equipo también. Andrés se había sentado entre Esther y yo, pero nunca estuvo claro si estaba interesado en ella o en mí. Yo me había disculpado y me dirigí al piso de arriba. Salí por la ventana de Abel para observar el cielo desde el tejado. La oscuridad de cierta forma tiene su fascinación. Él no tardó en seguirme y pasamos toda la noche en el techo conversando... —se detiene bruscamente. —Pero resultó que solo se acercó a mí porque era un manipulador que se quería tirar a Esther a través de mí.

—¿Qué te hizo?

—Habíamos estado hablando por chat durante varias semanas hasta que un día me pidió ser su novia, ese mismo día en la noche me obligó a besarlo por primera vez; fue un beso brusco, pero no le había tomado mucho importancia. Sin embargo, unos minutos más tarde lo descubrí besando a Esther.

Quiero matar tanto a ese idiota que ya lo estoy saboreando.

—Ella me lo había advertido, pero me cegué por la ilusión, entonces hicimos una apuesta, yo me escondería debajo de la cama y Esther atraería a Andrés a la habitación —continúa. —Escuché toda la conversación y vi cuando él le robo un beso.

Su rostro se torna decepcionada. Atisbo un poco de tristeza ahora en su cara, ¿por eso me había mirada tan raro cuando me vio en el auto con Esther?

No puedo soporto la idea de verla así, mis manos viajan a su rostro y le tomo la cara con ambas manos y le estrello mis labios a los suyos.

La beso.

Me besa.

Nos besamos.

Meto la mano por debajo de su cabello hasta que soy capaz de encerrar la mayor parte en un puño. Le doy un suave tirón, besándola precisamente como lo deseo.

Con la otra manera agarro la parte de atrás de su vestido y la subo arrugando el tejido.

Nos estamos besando.

Se siente diferente.

Sé siente tan perfecto. Pero de pronto se aleja.

—No tengo la fuerza necesaria para mantener este duele de pasiones, Deam.

—Y yo carezco del tiempo necesario para mantener conversaciones absurdas, Judith —murmuro mientras deslizo mis manos debajo de su vestido. —No puedes negar que existe algo entre los dos -mis dedos hacen a un lados sus bragas y descubro lo mojada, y resbaladiza que está. Sonrío victorioso y le meto dos dedos, su respiración se vuelve trabajosa. Un gemido reprimido se le escapa de los labios. —Tu cuerpo no miente.

Ella no dice nada, sabiendo que tengo la razón. Estoy seguro que en este momento su cuerpo se está encendiendo como una hoguera.

—Reprimirte no hará que te olvides de abandonarte poco a poco tus más bajos instintos. Tarde o temprano cederás a la tentación, de esas pulsaciones de las cuales intentas huir y créeme que lo harás —le susurro en la oreja. —No me obligues a suplicarte, Judith.

—¿Lo harías? —dice poniendo su boca en mi cuello.

—Sí —y le pido. —Baja tus defensas.

—Solo por hoy.

—Quiero que sea por más tiempo —beso su cuello. —Sin fecha de caducidad.

—¿Cómo hago para creerte? —suspira.

—Dame tus manos —ella lo extiende confundida. —Esa es mi promesa.

Saco una pequeña daga del bolsillo y le hago una pequeña herida en la palma tan rápido que ni siquiera le da el tiempo de sentir dolor. Hecho esa herida a mis labios. Veo su cara de confusión, pero luego ella toma el cuchillo de mis mano y me corta ligeramente la palma. No hay dolor, pero siento escozor cuando recibo el corte.

Le pongo la mano en la boca y sin pensarlo lo lame para limpiar las gotas de sangre, lo cual me hace arde de deseo agresivo.

Algo íntimo nos ataca y me deja entrar por primera vez.

No le doy tiempo para reaccionar, la beso y nuestras lenguas se saborean, mi hambre por ella ha aumentado.

Y mi erección se hace cada vez más grande.

A la mierda el autocontrol.

A la mierda las consecuencias.

Su corazón late a toda velocidad, su pulso se acelera, lo puedo sentir al tocar su piel. Su mirada se oscurece de deseo cuando mi pulgar toca su clítoris. Hago en él círculos cada vez más fuerte. Judith aguanta la respiración y luego deja escapar pequeños gemidos de placer.

Me arrodillo muy rápido y le arrastro las bragas en las piernas.

—Te haré temblar de placer.

—No voy a tener sexo contigo —jadea, mordiendo su labio inferior.

—Hay muchas formas de hacerte temblar sin tener la necesidad de penetrarte con mi pene.

Dicho eso entierro la cara en su dulce entrepierna, nuestro deseo es como un bosque en llamas bajo un fuerte viento que la consume sin piedad. Con una mano temblorosa, pero segura ella tira de mi cabello mientras yo disfruto y devoro su lugar secreto.

—Tu es tellement douce —le murmuro cuando ella abre más las piernas. —Eres tan dulce.

La chupo con agresividad, haciendo círculos con la lengua sobre el clítoris antes de succionarlo violentamente con la boca.

—¡Oh, Dios! —ella respira con fuerza, profundo y ruidosamente.

Sigo rodeándola con la lengua, haciendo que arquee más las espalda para aumentar el contacto con mi boca todo lo posible. Ella gime de inmediato, sin contener ya los gritos.

«Jouis vierte à moi» pienso. ¡Córrete para mí!

Estalla en un orgasmo como si escuchará mis pensamientos. Sus exclamaciones se convierten en gritos mientras se pierde en el éxtasis. Busca agarrarse al árbol y se derrite, presionando su cadera contra ella mientras su cuerpo cede al calor que la recorre desde adentro hasta fuera.

Entonces me levanto inmediatamente y la miro con mi sexo amenazando con atravesar mi bóxer. La presiono los labios, le agarro por la cintura, apresurándola contra mí mientras sus manos buscan mi cremallera. Una vez abierta desliza su mano por mi bóxer, haciendo que mi sexo salga libre hacia sus manos. Ella lo toma para moverlo de abajo arriba, su técnica es inexperta, burdo, sin embargo, eriza todos los bellos de mi piel, sacándome un gruñido que se ahoga en su boca. Judith cierra los puños en torna a él, uno sobre otro y me acaricia la gruesa longitud.

Ambos nos congelamos cuando escuchamos un grito no muy lejos de aquí.

Ese grito se escucha en todo el bosque como eco.

—¡Lua! —se aparta Judith asustada.

Cómo podemos nos arreglamos la ropa y corremos al lugar. Llegamos hasta donde está, entonces la vemos. Está desmayada en el sueldo. Tiene en la cabeza sangre que brota de una herida.

—¡Por Dios, Lua! —Judith corre al cuerpo con los ojos llorosos. —Por favor, despierta.

Me acerco al cuerpo descubriendo que aún tiene pulso. Muy débil, pero aún existe una posibilidad.

La cojo en brazos y la saco del bosque.

—¿Está muerta? —pregunta ella.

Lua pesa poco en los brazos, es ligera como una pluma. Los brazos le cuelgan inertes a ambos lados mientras sigue inconsciente.

—No, pero si no la llevamos al hospital a tiempo lo estará.

—Buscaré a los chicos —me avisa.

Corre hacia la cabaña y yo hacia donde está el auto.

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