14. Maldita
JUDITH
Es casi abrumador ver a Deam ahí parado, viéndonos. Viéndome más bien. Nos miramos el uno al otro durante un rato, luego en un instante él se ha ido como por arte de magia.
¿Me está siguiendo o es idea mía?
—En vista de que has tomado de más. Creo que necesitas un poco de descanso —Thiago llama mi atención.
—Hmm... —gruño.
Entonces, él me agarra y me tira por encima del hombro, me baja la falda que se me ha subido.
—¡Thiago! ¿Qué crees qué haces? —chillo mareada mientras atravesamos la puerta de la cocina en dirección a las escaleras.
Todo el mundo nos miran, estoy mortificada mientras cuento los escalones que se ven doble.
—¡Bájala enseguida! —una voz nos intercepta a mitad del pasillo. Mi corazón casi se detiene.
—No estás viendo que apenas puede ponerse en pie —aclara Thiago a Deam. —Necesita descansar.
—Yo la llevaré.
—Eso no es una maldita competencia —la mano de Thiago hace una leve presión en mis muslos.
—He dicho que la voy a llevar yo —puedo percibir la arrogancia en su voz.
Hago una mueca ante sus palabras. No puedo creer que hablan de mí como si no tuviera voz ni voto.
—¡Estoy aquí! —digo molesta.
—Yo lo decidí primero —me ignoran.
—Yo la vi primero —contraataca Deam.
¿Qué mierda?
—¿Perdón? ¿Es que me ven cara de objeto o qué? —farfullo entre dientes. —¿Saben qué? Ambos pueden irse al mismísimo infierno a darle al diablo por el culo.
Pataleo hasta que Thiago me pone en el suelo. Apenas consigo mantener el equilibrio en mis botines.
—Judith, lo siento —dice Thiago, pero estoy furiosa en ese momento con los dos. —No quería que... ¡Mierda! Judith, espera —camino alejándome de ambos, evitando tropezar mientras los ignoro.
—La noche parece mostrar tu verdadero rostro —la voz de Deam detiene mis pasos, me giro y me encuentro solamente con él. —¿Has estado bebiendo?
—Y tú, ¿has estado follando? —Mi pregunta no le hace gracia. Y niega con la cabeza.
—No te bastó el primero, así que tenías que ir detrás del segundo —parece algo molesto.
—Piérdete —digo, intentando no caer. —Solo eres un maldito imbécil que creo que el mundo gira a su alrededor, pero lo único que vas a lograr con eso es estar confuso y mareado, como yo en este momento.
Yo misma me rio sola al escuchar mi voz.
—Y tú no sirves, ni vales la pena —me toma bruscamente del brazo. —No eres lo suficientemente buena.... —sus palabras quedan en el aire.
Cuando alguien te quiere lastimar con las palabras y se detiene es porque quiere jugar con tu mente, haciéndote imaginar todos los insultos a la vez. Psicológicamente te tortura más.
Idiota.
—¿No soy lo suficiente buena para quién? ¿Para Bryon? ¿Thiago? ¿o para ti? Déjame decirte que me importa un rábano lo que piensas de mí —nuestros labios casi se rozan y en ningún momento perdemos el contacto visual. —¿Sabes por qué, Deam? Lo único que produces en mí, es lástima.
»Te crees muy malo por humillar a la gente, pero todo eso es una máscara para ocultar tus miedos e inseguridades. Las personas no tienen porque cargar con tus mierdas, ya tienen bastantes con los suyos, te rompieron el corazón, pobrecito. ¿Quieres que sienta lástima por ti? —me burlo. —No eres el primero ni el último quién sufre por un amor no correspondido. Ya supéralo y deja de hacerte el chico malo sufrido. ¡Está generación de victimistas me tiene cansada! Si quieres demostrar que eres malo al menos enséñame a un villano con acciones muy cuestionables en lugar del chico malo que finalmente es domesticado. No seas tan básico.
Suelta una carcajada.
—Estás mal de la cabeza, estás muy mal. Sabía que la falta de neuronas era posible, pero nunca pensé que se podía respirar sin cerebro —su expresión no pierde ni un rastro de frialdad. —Dices tantas idioteces que me pregunto, ¿acaso tienes nuez de cerebro?
—Los mismos que tienes tú en la cabeza.
—Incluso para insultar se necesita estilo e inteligencia, pero tú pareces carecer de los dos. Qué sorpresa.
¡Maldito dios de la arrogancia! —Arrogante. Engreído bastardo. No sabes cuánto te odio.
—¿Lo sabes por ti o te lo dijo la muerta de Paloma a quien copias a la perfección?
El muy maldito se está riendo en mi cara. ¡En mi cara!
—Lo digo por mí, pedazo de imbécil.
—¿Y está noche estas para enseñar a todos tu verdadero rostro de zorra? Que poco te ha durado tu papel de la inocente virgen Santa.
—Yo nunca he fingido inocencia como las estúpidas con quien te frecuentas y si vuelves a insultarme...
—¿Qué? —me interrumpe.
—Te parto la boca y esa cara de idiota que tienes —murmuro entre dientes.
—¿Con qué mano? —se burla.
—Con está —mi mano impacta contra su rostro en un sonido sordo y seco, haciéndolo girar, cuando vuelve hacia mí sus fosas nasales están dilatadas por el enojo. Me podría aplastar con una mano si quisiera en este momento, pero eso no impide que mi mano vuelva a impactar sobre su mejilla una segunda vez.
—Eres tan insignificante que podría acabar contigo —pega mi cuerpo más a él, como si estar lejos en este momento fuera posible. —No sería difícil deshacerme de tu cuerpo mediocre.
—Tú eres un maldito chico de mierda con tendencias psicópatas que se cree inalcanzable, pero en realidad es tan corriente que todos pasan por su cama —insulto. —¡Amenaza de nuevo con matarme y será tu cadáver del que me voy a deshacer!
—Te odio —me regresa el insulto.
«Qué herida me siento». Dice la voz sarcástica.
—Y yo te odio más.
Y, de repente, estamos besándonos. Un beso brusco y airado mientras nuestras manos viajan por todas partes a ciegas. Nos apretamos contra el cuerpo del otro. Llenos de ira, odio, mñn... mucho odio. Gimo contra su labio. Mi corazón late con tanta prisa que creo que me va a salir por la garganta. Deslizo mis manos detrás de su nuca para hacer más profundo el beso. Sus manos toman mi cadera de los costados y me levanta del piso, obligándome a entrelazar las piernas en su cintura mientras me aprieta contra la pared.
Me separo sobresaltada al escuchar el ruido de algo cayendo.
Y entonces percibo otra vez el ruido, en alguna de las habitaciones.
—¿Lo has oído? —le pregunto.
—Sí, espera —pero está vez veo el rostro de Salomón, no el de Deam.
Nos quedamos escuchando, pero durante un minuto no se oye nada hasta que se escucha algo de nuevo.
—Quédate aquí. Voy a mirar.
—¿En serio crees que te haré caso?
Seguimos el rastro del ruido hasta una habitación, pero solo veo a Salomón, quién trata de guiarme para que no me caiga. A través de la ventana se cuelan ráfagas de viento frío. La ventana está levantada hasta arriba. Me acerco y lo cierro.
—Solo es el viento —asegura su voz.
Paso junto al pie de la cama y tropiezo, cayendo al suelo y que veo una cara, dos ojos negros, fijos, sin brillos me miran. Una chica me mira quieta, en el suelo. No se mueve ni parpadea.
¿Está muerta?
Un grito sale de lo más profundo de mi garganta luego es como si hubiera entrado a un profundo sueño sólo siento dos brazos atraparme y mis ojos se cierran en contra de mi voluntad.
Estoy soñando. Estoy durmiendo. Es un sueño.
Unas manos se pasean por mi brazo, con delicadeza sigue el contorno de mi hombro. Se detiene un instante en mis labios y después unas yemas de dedos cálidos me acarician las mejillas. Quiero despertarme. Los dedos se ponen suavemente sobre mi mientras lo levanta. Roza mis labios con un beso ligero. Alguien susurra palabras que no entiendo. Durante un segundo pienso que es mi imaginación, pero no. Hay alguien aquí.
Trato de abrir los ojos, sin embargo, me pesan demasiado. Me tiemblan demasiado los labios, noto que una lágrima me corre por la mejilla. Me dan ganas de gritar, pero no puedo moverme.
Giro en mi cama, frunciendo el ceño. Mis ojos se abren un poquito y veo una silueta alejarse.
Me incorporo, todavía medio dormida, me froto los ojos y es entonces que me doy cuenta de la puerta de la habitación cerrándose. Me pongo en pie, la habitación da vueltas, veo estrellas y a Deam, quién sale de la puerta del baño. Caigo sentada sobre la cama, atontada.
—¿Qué hacías ahí?
Estoy muy ocupada frotándome la frente con cara enfurruñada, pero cuando levanto la barbilla y me topo con sus ojos, mi mente de pronto se queda en blanco y por primera vez maldigo al destino por sus encuentros tan calientes. Deam me ve de pies a cabeza mientras yo trago una bocanada de aire.
—No está claro.
Yo sigo sin decir nada y no es porque su tono frío o por su mirada indescriptible. Sino porque está jodidamente caliente, mostrando todo su torso desnudo y resulta que solo lleva puesta una toalla en torno a la cintura.
¡Por todos los abdominales calientes del mundo!
Mis ojos no pueden creer que aquel imbécil esté tan bueno ni mi cerebro lo procesa bien.
¡Dios mío! Tengo calor. Sed.
¡Estoy ardiendo!
Me quedo mirando aquel impresionante torso desnudo.
Un impresionante torso desnudo, plagado de músculos.
Unos abdominales del santísimo infierno y aparte húmedo que surge un efecto en mi cuerpo como un volcán preparándose para su gran erupción. Mi boca se seca mientras su imagen se filtra en mis ojos. Su cabello oscuro, empapado y rebelde, sus cejas pobladas, sus ojos que envían mil y una maldición en mi contra y sus pómulos envidiables.
Es que Deam no parece haber salido de este mundo.
—Tierra llamando a Judith —se burla.
Creo que una inexistente vida sexual puede hacer mucho daño en momentos como este. Está claro que mi reacción es muy surrealista.
Espíritu del pecado, aléjate de mí.
Deam se queda en el umbral, su alta silueta de hombros cuadrados se dibuja en el marco de la puerta.
'¡Judith! Reaccionar ya', me recrimino a mí misma, haciendo un esfuerzo sobrehumano para evitar babear y apartar los ojos de aquellos pectorales que parecen haber sido esculpidos por el mismísimo Miguel Ángel.
Deam es una obra de arte en carne y hueso.
—Eh... ¿Qué carajos haces en mi habitación? —tartamudeo y veo hacia otro lado, grave error. Ahora me doy cuenta de que no es mi habitación. —¡Mierda!
El contiene una sonrisa mientras se acerca a mí.
—Está claro que no es tu habitación, siempre me quedó aquí cuando hay fiesta en casa de Bryon.
A continuación mi reacción rápidamente es dejarme caer al suelo cuando sus palabras entran en mi mente. Un torbellino de irá me invade al mirar el rostro de Deam, ¿cómo se había atrevido a ponerme en aquella cama, luego de que se había acostado con esa fulana? Para la mayoría de las chicas que conozco sería todo un privilegio el simple hecho de dormir en su cama. Es una lástima que para mí no lo sea. Siento frío, pero mi cabreo lo supera al imaginar la cantidad de fluidos que debió haber dejado en esa cama después de haberse acostado con la apetitosa rubia de ojos azules y las millones de enfermedades sexuales, aunque lo último solo es una exageración mía para aumentar mi cabreo y dejar de pensar en su torso desnudo frente a mis ojitos débiles de concentración.
Deam frunce el ceño. —Mon Dieu!... ¿Podrías ser más torpe?
Su tono lleno de sarcasmo me deja congelada y sin defensas. Él retoma.
—Si hubiera sabido que te gustaba el piso, te hubiera dejado dormir ahí —gruñe desde arriba y me incorporo como un resorte. —Podrías cubrirte, que tu lencería da vergüenza. Vaya concepto que tienes de sexy.
Debería de maldecir y sonar indignada al respecto de que se burlé de mi lencería de gatitos. Debería, pero no lo hago. Mis manos se levantan para cubrir mi sostén expuesto y lo miro.
Su expresión está llena de deseo mientras me mira descaradamente de arriba abajo.
No me he dado cuenta de que él me había desnudado anoche. Lo único que traigo puesto como prenda son mi sostén y mis bragas. Probablemente me tapé por reflejo o acto de vergüenza, pero es obvio que él me vio además, jamás he tenido vergüenza con respecto a mi cuerpo. No necesito cubrirme.
—¡Si te molesta, simplemente no mires y ya! —exclamo molesta, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Esa es la Judith real que estaba buscando debajo de todo esto... —sus manos empujan mi cabello hacia atrás de mis hombros y las imágenes de nuestros labios uniéndose se cuela en mi cabeza.
¡Oh, Santo cielo!
La verdad es que yo no estoy segura de mí misma en este momento. Me he besado con tres chicos en una misma noche y no tengo explicación real para ello. Solamente que esa no era yo. No soy así.
«¿En serio?» Dice esa voz con fingida sorpresa.
DEAM
Respira por la nariz. Mantén el aire en los pulmones un segundo y ahora suéltalo.
Se me queda mirando unos segundos, un poco incómoda y luego lanza una mirada afligida.
—Deam, ayer por la noche... cuando nos besamos... ¿pasó otra cosa?
—¿Algo cómo qué?
—Como haber entrado a una de las habitaciones al escuchar unos ruidos extraños.
Pasé un mal rato anoche, cuando la seguí muy cabreado, me di cuenta que estaba muy ebria y fui testigo de una rara visión de una Judith borracha, dejando que todo fluyera. Quiero decir que solo de está forma permitiría que la besara y dejar que sus instintos de deseo la dominará como mi lengua, acariciando el suyo.
Luego de eso brincó sobre mí y me tomó por la nuca para profundizar el beso. No hubo tiempo para pensar o protestar. La aplaque contra la pared, me abrió la camisa y buscó mi torso. Los dos comenzamos a respirar con dificultad. Sentí que la electricidad me corría por las venas, lanzando escalofríos a mi erección, el cual amenazaba con explotar mis pantalones, entonces, se separó.
—Maldición, creo que voy a vomitar —balbuceó.
Y entonces, se desmayó sobre mí.
Desafortunadamente, todo pasó justo frente a mí, la muy maldita se durmió, dejándome con una jodida erección palpitante en los pantalones.
Así de casual.
Mi mirada se desliza sobre Judith, pasa la mano por el cabello pensativa, alisando aquellas hondas salvajes. Terriblemente sexy; los cuales le llegan por debajo de los hombros. Sus ojos no tienen un objetivo fijo, se queda ahí parada, con los brazos cruzados sobre el pecho, luciendo su adorable conjunto de gatitos. Con cierta seguridad en sí misma, y a la vez totalmente insegura. Mantiene una postura erguida.
¿Qué estará ocurriendo en esa cabecita?
—Te desmayaste después del beso, ¿acaso querías que pasará otra cosa? —pregunto.
Ella sacude la cabeza antes de morderse el labio. —No. Claro que no.
Comienza a caminar. Me interpongo en su camino, evitando que llegue al cuarto de baño al ver que esa es su intención.
—Quítate —me ordena.
—Quítame.
Suelta una sonrisa un poco nerviosa, quitándome del camino. Dirijo mis pasos hasta la cama y me visto cuando escucho un grito desde el baño, tengo un mal presentimiento cuando no escucho ningún ruido más me preocupo y toco varias veces la puerta, esperando que me conteste. Nada. Insisto amablemente, volviendo a tocar. Nada.
La prevengo con la voz más fuerte que puedo y le digo que voy a entrar. Nada.
Y si le pasó algo.
Sin saber bien lo que voy a encontrar allí dentro, pongo la mano en el pomo y está cede sin ningún problema. De inmediato soy invadido por el vapor del agua caliente y por la imagen del cuerpo completamente desnudo de Judith frente a mí.
Sin reclamo o ni siquiera un intento por esconderse, Judith me mira sorprendida, con la boca entreabierta, su cabello está empapado, el agua corre por su piel, al igual que las pequeñas gotas de sangre que salen de una herida de su frente que se mezcla con el agua. En vez de dar media vuelta y hacer de cuenta que no vi nada. Avanzo directamente hacia ella.
Hace un calor insoportable en este baño. Hay una neblina.
—¿Estás bien? —pregunto mientras deslizo mis manos sobre su cadera brillante.
—Sí, es solo un rasguño —murmura, viendo el movimiento de mis manos.
Le rodeo la cintura con un brazo y la acerco a mí. Le caen gotitas de sangre por la nariz y se deslizan por sus labios. Pongo la boca en su frente y limpio las gotas a besos, bebiéndome su sangre como una bestia sedienta. Siento el sabor metálico sobre mi lengua.
En vez de haberse repugnado o horrorizarse suelta un gemido de lo más erótico que haya escuchado en mi vida.
Mira mis labios y ve los restos de su propia sangre. Le rozo los labios ligeramente y cuando decido aplacar mis labios a los suyos, ella me jala del cabello para alejarme.
—Tú no eres mi tipo, Deam —murmura, viéndome de la manera más maligna y más irresistible del mundo. —No me gusta el frío y tú eres puro hielo mientras yo soy puro fuego.
¿Quién es esa criatura y de dónde ha salido? Porque estoy seguro que no es de ese planeta.
Y eso me está encantando cada vez más. La victoria será aún más dulce, Judith Lima acaba de despertar al animal salvaje ha estado dormido en mí.
—Ustedes los chicos piensan que pueden tener a cualquier chica en su cama solo por su aspecto de ensueño. Sin embargo, déjame decirte algo. Los quince minutos que quizá me ofreces en tu cama. Es muy poco para mí. No, gracias.
Honesta y descarada. Me gusta, me gusta mucho. Vaya que lo hace y con ganas.
Los juegos de seducción siempre han sido mi fuerte. Atravieso el ventanal que llevan a la terraza que va a un inmenso jardín y a la alberca que da al mar. Los chicos levantan la vista cuando llego a la terraza para desayunar.
—¿Y Judith? —me pregunta Thiago, tomando un trozo de mango de su plato.
—¿Acaso me ves cara de niñero? —respondo cortante, tomando asiento.
—Iré a buscarla —anuncia Esther al momento que escuchamos unos pasos acercándose.
—¿Qué tal amaneciste? —le pregunta Bryon, tomando un sorbo de café.
—Bien, gracias —le contesta.
Me lanza una mirada indescifrable mientras toma asiento al lado de una linda castaña creo que se llama Lía o Lua, como se llame.
—¿Cómo pasaste la noche? —me aventuro a preguntarle por el simple hecho de verla enojada.
—Lo sabes mejor que nadie —ella me lanza una mirada de desprecio, dejando sus cubiertos en la mesa. —Por si no te acuerdas, me levanté hace media hora de tu cama solo en ropa interior.
En solo un instante, todas las miradas acusatorias, están sobre mí.
—No pasó nada —me veo en la obligación de aclarar. —No suelo aprovecharme de personas en estado de ebriedad y su ropa necesitaba que la lavaran. Por cierto, de nada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top