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—Debes comer algo — meliodas negó con la cabeza, desde que tuvo ese extraño sueño en el que la abrazó, lloro en su suave pecho y ella le besó la frente no había dejado de pensar en su amada —Amigo por favor — le rogó el de ojos rojos mientras le extendía un poco de lo que había cocinado. No iban a tocar cosas de la escena de el crimen, los policías los vigilaban por cualquier cosa extraña que pudiera delatar a alguien pero por la depresión que el blondo mostraba no le veían nada sospechoso —Una mordida al menos —
—No tengo hambre —
—Hermano, es por tu bien — pero este solo hizo una expresión de asco y se hizo bolita en el sofá. Ese sofá había compartido muchos momentos, besos, abrazos, corridas, gemidos, lágrimas y mucho mucho amor. Solo pudo suspirar resignado a no hacer nada, su venganza tendría que esperar
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