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—¡Meliodas hola! — aun recordaba ese día. La vio llegar a su trabajo con un almuerzo que preparo con sus delicadas manos, apenas llevaban conociéndose unos cuantos días, apenas habían hablado, pero ella ya lo trataba como si hubieran sido amigos de toda la vida. Elizabeth empezó a jadear intentando recuperar el aire y luego le extendió una bolsa que olía demasiado bien ante sus asombrados ojos —¡Te traje el almuerzo! —
—G-Gracias elizabeth, pero yo puedo comprar algo en la cafetería —la chica solo hizo un puchero triste y desvío la mirada—Pero, fuiste muy amable, muchas gracias elizabeth —y sin pensarlo mucho tomo el almuerzo mientras le sonreía. Meliodas no era bueno con las chicas, toda su vida las había evitado pero ella se acercó a voluntad propia y eso lo ilusiono.
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