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Se besaban intensamente, la tenía acorralada sobre su escritorio, con su bello cabello plateado desparramado en la madera y sus delicadas manos acariciando sus hombros. Podía volverse adicto a ese sabor cereza que desprendían los labios femeninos, podía dedicarse a seguirla con tal de obtener un poco de ese olor a fresa que comenzaba a volverlo más loco de lo que ya está. Escuchaba a su sombra susurrarle cosas vulgares aumentando el deseo entre ellos dos 

—¡Meliodas!— abrió los ojos de inmediato un poco asustado y con la respiración agitada. Igual que las otras veces miro como Elizabeth lo había despertado, maldita sea, ya llevaba dos semanas así —¿Seguro que duermes bien? Siempre te duermes —

—S-Si estoy bien Ellie — murmuró empezando a inhalar y exhalar para calmar el ligero bulto en su pantalón. Algo que no sabía era que ella ya había estado viéndolo todo desde que empezó y eso solo aumentaba un calor en su flor húmeda. Él estaba indeciso ¿eso era amor? No, quizá solo era simple atracción sexual pero Elizabeth estaba dispuesta a descubrirlo 

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