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—Iré a el baño — susurro a la nada empezando a retirarse con duda de la caja donde estaba su amada. Sus familiares observaron dudosos, el padre de Elizabeth se levantó para poder observar a su hija con lágrimas calientes saliendo de sus ojos y finalmente salió de el lugar caminando hacia donde según decía que estaban los baños. Entró a el lugar, se recargó en el lava manos y abrió la llave de el agua para simular lo que no sucedía dentro. Lo había visto, ese maldito de cabellos albinos lo había seguido. Miro de reojo a el blondo en el espejo y oscureció su mirada, la sonrisa macabra en el rostro de su sombra le hacía retractarse de el camino que había tomado. Asesinó a su mejor amiga, iba a matar a alguien qué tal vez no era culpable de la muerte de su albina. Cerró la llave de el agua mordiendo su labio con fuerza intentando que la poca estabilidad mental que le quedaba no lo abandonara.

—¿Estás bien meliodas?—

—Si— respondió fuerte ante la voz de mael. Debían esperar y no dar pasos en falso, un error que cometiera y terminaría entre rejas sin poder encontrar a el culpable de su pesar 

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