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Habían vuelto a donde todos estaban. Apenas llegaron el par de hermanos se sentó en su lugar esperando que les siguieran dando noticias de algunas cosas que encontraron en el apartamento de Elizabeth. Meliodas mantenía sus ojos oscuros clavados en el suelo, su alma estaba siendo consumida por el dolor y la pena lentamente pero antes de poder volver a llorar, sintió como Diane se ponía a su lado y lo abrazaba demasiado cariñosa
—Tranquilo meliodas, se que Elizabeth querría que siguieras con tu vida y encontrarás a alguien que te haga feliz...a alguna otra mujer— lo pego más a su pecho haciendo casi un su cara quedará en medio de su escote proporcionado. Si hubiera sido el meliodas normal que estaba demasiado ocupado llorando por su albina habría aceptado el abrazo. Pero al ser el astuto demonio el que controlaba el cuerpo no pudo evitar gruñir mientras sonreía.
—Maldita perra — pensó para sus adentros. Ya tenía a la primera víctima de ser necesario
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