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Su cadera es tan ancha. Me encantaría pasar la lengua por ahí — esa voz se seguía burlando de su inseguridad, ya había tomado sus medicamentos, ya la escuchaba cada vez más lejos pero aún podía sentir como esa sombra se se retorcía en su interior buscando la duda — ¿Su sabor será tan dulce como su carácter?— 

—Cállate de una maldita vez — susurró en voz baja. Tecleo una vez más en su computadora, tomó algo de agua feliz de recuperar su autocontrol y terminó con recargar su espalda en el respaldo de la silla. Nunca noto como cierta entrometida lo había estado observando, nunca imagino que su vestido despertara cosas en él, pero fuera de sentirse incomoda solo sintió algo más. Un fuego que quería consumirla lentamente 

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