CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIUNO
VALE LA PENA EL RIESGO
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El silencio que invadió a Adrian y Alec desde aquella noche en la Corte Seelie era ensordecedor. Adrian supuso que era su propia culpa que no habían hablado, porque ciertamente no fue por que Alec no haya intentado hablar con él.
Cada vez que Alec se le acercaba y trataba de tocar el tema, Adrian escapaba, como el cobarde que era. Quería saber cómo se sentía Alec, estaba listo para escuchar sus palabras, fueran buenas o malas. Ahora, después del beso, estaba aterrado de nuevo. Lo único que había temido desde siempre es perder a Alec, y le aterraba qué pasaría si hablaban. Le asustaba que doliera demasiado y que comenzara a resentir a Alec si él iba a rechazarlo. La furia comenzó, un vacío y molesto sentimiento en su estómago, Él no comprendía aún por qué Alec lo besó de vuelta, por qué lo haría si sabía cómo se sentía Adrian, y le asustaba que la furia crecería en algo peor. Crecería en algo que no quería sentir, en especial hacia Alec.
Su silencio y la tensión entre ellos, eran precisamente las razones por la que Isabelle había obligado a Adrian a acompañar a Alec al apartamento de Magnus. Necesitaba hablar con Jace de algo. Alec era más que capaz de cuidar de sí mismo, pero Isabelle había suplicado y hecho pucheros durante tanto tiempo que Adrian no podía decir que no. Hasta había utilizado a Valentine como excusa. Todos sabían que había muy pocas posibilidades de que Valentine se fijara en Alec, pero la idea seguía resonando en la cabeza de Adrian a pesar de todo.
Ahora estaban allí, caminando por la calle en silencio. Alec no dejaba de mirarlo, con los labios entreabiertos, sólo para detenerse y apartar la mirada. Ocurrió cinco veces más antes de que Adrian perdiera la paciencia. Podía ver los escalones del apartamento de Magnus más adelante. De todos modos, la conversación no duraría mucho.
—¿Qué? —preguntó Adrian, suspirando cuando Alec dudó de nuevo. Era una pregunta tonta, pero no se le había ocurrido qué más decir. Su visita a la Corte Seelie fue hace días, pero Adrian aún podía sentir el fantasma del beso sobre sus labios. Alec relamió sus labios antes de fruncir el ceño.
—Dijiste que nada tendría que cambiar —dijo Alec al final, provocando que Adrian se detuviera, lo cual estaba muy bien. Al final habían llegado al apartamento de Magnus. Miró fijamente a la puerta un momento, preguntándose si Magnus aparecería y lo salvaría. No lo iba a hacer, así que suspiró.
—Eso fue antes de que me besaras de vuelta —sonó mucho más frío de lo intencional. Se mordió el labio. No estaba seguro de por qué estaba enojado, primero que nada. La razón estaba ahí, fuera de su alcance, pero Adrian no podía estirarse lo suficiente para alcanzarla. Ni siquiera estaba seguro de querer saberlo. Si quería, entonces sería algo más con lo que lidiar. Alec lo miró fijo por un largo tiempo, perplejo.
—Teníamos que... La Reina Seelie...
—Ella dijo que tenía que besar a la persona que más deseara —interrumpió Adrian, queriendo dejar de hablar y poner la mano sobre su boca para detener las palabras, pero no pudo—, no que tenías que devolver el beso —Alec lo miró frunciendo el ceño.
—Adrian... —Alec sonó tan emocional que Adrian no pudo evitar interrumpir nuevamente.
—Mira, Alec, lo entiendo —su voz era más suave ahora. y Adrian estaba agradecido por eso, no quería herir a Alec, y sabía que si le gritaba le dolería, siempre fue así—. Estás confundido. Te confundo y lo entiendo, de verdad, pero no voy a dejar que me utilices para entenderte a ti mismo —los ojos de Alec se abrieron de par en par, los labios se separaron para discutir, pero Adrian se apresuró a hablar y Alec apretó los labios—. Esto no va a funcionar así. Merezco algo mejor que ser tu juguete experimental —Alec dejó escapar un suspiro frustrado.
—No eres mi juguete experimental, Adrian —dijo Alec de inmediato. Algo de la furia de Adrian desapareció tras eso, porque sabía que Alec decía la verdad —. No es por eso que te besé de vuelta —la mirada de Adrian vagó hasta fijarse en Alec al escuchar sus palabras. Le sorprendió que Alec no notó su mirada. Adrian inclinó la cabeza hacia un lado, escudriñando su rostro, buscando alguna señal de vacilación o timidez.
—¿Entonces por qué lo hiciste? —susurró Adrian. Esta vez, Alec sí vaciló. Afortunadamente, no apartó la mirada.
—No lo sé —admitió Alec con voz baja. Solo con eso, el enojo dentro del pecho de Adrian regresó tan fuerte como nunca. Su mandíbula se apretó y apretó el puente de su nariz, tratando de componerse. Respiró profundo para calmarse. Tuvo que recordarse que aceptar tu sexualidad era algo personal, algo que tomaba el tiempo necesario que no debía ser presionado, en especial si había sentimientos incluidos. Adrian se sentía cansado.
—Ese es el problema, Alec —dijo con voz calmada. Alec se quedó rígido. Adrian trató de mantener su mirada en los peldaños de piedra a una corta distancia de ellos. Intentó no decir las siguientes palabras, pero salieron de igual manera, y Adrian hizo una mueca mientras las decía —, no seré tu segunda opción.
—Yo solo... espera —Adrian cerró los ojos, tomando una respiración profunda mientras Alec daba un paso al frente—, ¿qué quieres decir con segunda opción? —Adrian no respondió, solo mantuvo su mirada firme en los peldaños de piedra. Cuando Alec continuó hablando, su voz temblaba—. Dios, ¿de esto se trata todo? ¿El por qué estás enojado conmigo? ¿Por un pequeño crush que tuve con Jace?
Adrian se removió, apartándose un poco. Alec pareció querer seguirlo, pero se quedó donde estaba. Adrian masticó su labio inferior, buscando las palabras perfectas para responder su pregunta. No se le ocurrió nada, nunca se había sentido tan vulnerable con Alec, ni cuando le dijo que lo amaba.
—No estoy enojado contigo —fue su débil respuesta. Alec bufó, provocando que Adrian le diera una mirada.
—¿De verdad? —respondió con sarcasmo Alec y Adrian apretó los dientes.
—Ni se te ocurra voltear las cosas para echarme la culpa, no tienes el derecho —dijo Adrian.
—Tampoco tienes el derecho de culparme a mí —argumentó Alec, cerrando la boca de Adrian, quien miró con enojo la puerta de Magnus. Deseó con desespero que Magnus u Oliver abriera la puerta e interrumpiera su cada vez más acalorada conversación. Alec hizo una pausa y se mantuvieron en silencio, ambos intentando calmarse a través de sus propios métodos. La voz de Alec era tranquila de nuevo cuando preguntó —. ¿Es tan difícil creer que quería besarte? —Adrian soltó una carcajada ante eso.
—Sí —admitió y Alec le frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Porque mereces algo mejor que conformarte conmigo, y merezco algo mejor también.
—¿Es lo que crees que estoy haciendo? —preguntó Alec, incrédulo. Su rostro comenzaba a mostrar el enojo acumulado que tenía. Adrian lo miró con cautela. Un Alec enojado no era aterrador, tan solo impredecible e impulsivo. Como cuando empujó a Clary contra la pared y la amenazó de muerte. Él no pensaba antes de actuar al estar enojado. Adrian dudaba de que hubiera amenazas, pero no quería un beso impulsivo tampoco. Su primer beso ya había sido arrebatado de ellos para alimentar la diversión de la Reina Seelie. Si volvían a besarse, sería cuando estuvieran en buenos términos de nuevo y tan solo ellos dos como testigos —, ¿conformándome contigo?
—No importa —cortó Alec, bajando las mangas de su suéter de donde estaban dobladas sobre sus codos cuando una brisa corrió por la calle —. Dejarás de estar confundido en algún momento y te darás cuenta de que en realidad no... —antes de poder terminar, la puerta del apartamento de Magnus se abrió para revelar a un Magnus exasperado. Adrian lo miró, él vestía tan solo una bata de seda roja, amarrada flojamente alrededor de él. Oliver se asomaba detrás de él, completamente vestido y no impresionado por el dramatismo de Magnus. Aunque una vez que vio a Adrian, su expresión cambió a una de preocupación. Se detuvo, mirando a Magnus, quien miraba entre Adrian y Alec una y otra vez con ojos amarillo brillantes.
—¿Hay algún problema? —dijo Magnus, no complacido ante los dos cazadores de sombras discutiendo delante de su puerta. Adrian frunció los labios.
—Nop —miró a Alec, quien lucía exasperado—, para nada.
—Eres malo mintiendo, ¿lo sabes? —Magnus se apartó de donde recargaba su hombro contra el marco de la puerta—. Si siguen peleando como tontos enamorados, pido que bajen sus voces o entren, tengo vecinos hombres lobo y vampiros, pueden escuchar todo lo que dicen y odio que se quejen conmigo —Alec lo miró.
—¿Dónde está Jace? —preguntó, ignorando lo que Magnus dijo. Adrian cruzó los brazos sobre su pecho, mirando a la maceta con flores colgando de un alféizar cercano. Magnus miró entre ambos un poco más antes de encogerse de hombros y señalar con su cabeza su apartamento.
—Dentro, quejándose de lo mala que es su vida —agitó los dedos—, júzguenlo ustedes mismos.
Alec rodó los ojos pero entró. La mandíbula de Adrian se apretó cuando Magnus bajó los escalones para ponerse frente a él. por un momento, Adrian creyó que solo lo miraría, pero sintió su dedo bajo su mentón. El toque de Magnus era gentil, pero su cabeza se levantó a pesar de qué tan ligero se sintió. Adrian no sabía si él usó magia o solo Adrian se movió de acuerdo a lo que quería. Su nariz se arrugó y Magnus sonrió.
—¿Estás bien, niño bonito? —preguntó él.
—Sí, ¿por qué no lo estaría? —Magnus chasqueó la lengua con desapruebo y soltó la mano. Oliver se les había unido, aún sin impresionarse.
—Otra mentira —suspiró Magnus, Oliver alcanzó uno de los mechones teñidos de un color rosa brillante de Magnus y lo puso detrás de su oreja.
—Déjalo, Magnus —ordenó, soltando la mano—, si no quiere hablar, déjalo ir a casa —Magnus lo miró una vez, antes de girar su calculadora mirada de nuevo hacia Adrian.
—Solo estoy preocupado —fue todo lo que dijo. Adrian se forzó a sonreír, aunque no fue muy difícil, Magnus podía aligerar su humor, incluso cuando era inapropiado.
—¿Al fin dirás que soy tu amigo? —soltó Adrian y Magnus aguantó una risa.
—Me tomaría una experiencia cercana a la muerte decir eso —Magnus ladeó la cabeza—. ¿Qué sucedió entre ustedes? Hace unos días estaban lo más unidos posible —Magnus de repente chasqueó los dedos—. No, espera, déjame adivinar. El besito que compartieron en la Corte Seelie les causó problemas —Adrian levantó las cejas, mirando a Oliver, quien pellizcaba el puente de su nariz.
—¿Cómo supiste? —preguntó Adrian, mirando esta vez a Magnus, que agitó la mano con desdén en el aire.
—Jace chismea como una señora criticona que usa la jardinería para espiar a sus vecinos.
—Magnus —suspiró Oliver. Compartieron una mirada y Magnus rodó los ojos, dando un paso hacia atrás y alejándose de Adrian.
—Oh, está bien —suspiró Magnus, lanzándole una última mirada a Adrian antes de tomar el rostro de Oliver entre sus manos y darle un beso en los labios. Adrian apartó la mirada—. Ten cuidado al volver a casa —Oliver dijo algo que Adrian no entendió, solo volvió a levantar la vista cuando vio un destello de seda roja. Magnus le guiñó un ojo antes de cerrar la puerta. Un momento después, Oliver deslizaba un brazo entre el suyo y caminaba en dirección al Instituto.
—Camina conmigo —ordenó Oliver, tirando del brazo de Adrian. Adrian suspiró e hizo lo que le decía, en realidad, se alegraba de tener a Oliver con él. Se había sentido tan solo después de la Corte Seelie. Jace e Isabelle estaban del lado de Alec. No lo entendían, lo único que querían era que Adrian hablara con él, por el bien de Alec. Al menos con Oliver, Adrian sabía de qué lado estaba. No le gustaba pensar en su situación de esa manera, donde estaban en dos lados separados. Sabía que era más complicado que eso, pero era la única forma que conocía de describir sus sentimientos. Sólo quería hablar con alguien sin saber que los sentimientos de Alec eran su prioridad.
Sólo cuando llegaron al Instituto, Oliver rompió el silencio.
—Dri, no te enojes conmigo —dijo, y eso hizo que Adrian soltara un quejido de inmediato. Oliver apoyó las manos a lo largo de la verja de metal negro y lo miró preocupado—, pero me parece que estás huyendo por miedo.
Adrian arrugó la nariz.
—¿Huyendo por miedo? —repitió y negó con la cabeza—. No quiero ser lastimado, Ollie.
—Pero aquí estás, dañándote de todos modos —Adrian suspiró y desvió la mirada, recorriendo la fachada del Instituto— Ni siquiera tienes esperanza, ¿verdad?
—¿Esperanza por qué? ¿Por sentimientos confusos? —Adrian volvió a suspirar y dio un tirón a la puerta para liberar parte de su frustración—. Los sentimientos confusos nunca acaban bien para nadie. Esta situación acabará igual.
—¿Cómo lo sabes? Ni siquiera le has dado una oportunidad. En cuanto te diste cuenta de que podía corresponderte, te alejaste de él. Hiciste lo mismo conmigo —Adrian hizo una pausa, frunciendo el ceño, pensativo. Nunca antes había pensado que huyó de Oliver, siempre creyó que terminaba las cosas porque no quería hacerle daño, no porque temiera que Oliver le hiciera daño a él. Aquello lo hizo replantearse todas y cada una de las palabras que le había dicho a Alec aquel día—. No sé si tratas de protegerte o si te odias tanto a ti mismo que crees que no te lo mereces —Adrian le lanzó una mirada.
—No me odio a mí mismo —argumentó.
—Entonces, ¿por qué no crees que es posible que te corresponda? ¿Por qué crees que no te lo mereces? —preguntó Oliver, con voz suave. Adrian no respondió. Oliver dio un suave suspiro—. Que tu padre no esté en tu vida no significa que no seas capaz de ser amado. Mucha gente te ama, Dri, y lo dice alguien que se enamoró de ti... no es difícil entender por qué él también te ama. ¿Por qué no se lo permites? —Adrian soltó un suave suspiro y apoyó la cadera en la verja.
—Odio cuando tienes razón —murmuró, un poco amargado. Oliver respondió con una amplia y brillante sonrisa, la sonrisa que atrajo a Adrian hacia él en primer lugar—. Magnus tiene suerte de tenerte, ¿sabes? —Oliver rió.
—Lo sé —dijo encogiéndose de hombros. Adrian, sonriendo, echó los brazos al cuello de Oliver, dándole un cálido abrazo. Oliver se lo devolvió encantado, aún sonriendo cuando se apartó.
—Ten cuidado al llegar a casa —ordenó Adrian. Oliver rodó los ojos mientras se apartaba de la puerta.
—Lo tendré. Dios, Magnus y tú son tan protectores.
Adrián resopló y empujó la verja para abrirla, pisando suelo sagrado.
—Sí, bueno, alguien tiene que serlo.
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Adrian encontró a Isabelle en la sala de entrenamiento. Ella no estaba entrenando con su látigo, estaba descalza —Adrian miró sus botas abandonadas a un lado de los tapetes— y daba vueltas de carro alrededor de la habitación. Adrian se sentó en la orilla de los tapetes para mirarla, poniendo las rodillas contra su pecho y apoyando el mentón en ellas. Esperó hasta que se detuvo al final del otro lado de la habitación antes de hablar.
—¿Desestresándote, Izzy? —la llamó.
Ella regresó a dar vueltas para llegar junto a él, pero esta vez más rápido. Sus pies cayeron al suelo a su lado y entonces ella se sentó, con la respiración agitada y recargándose en Adrian. Se sentaron en silencio mientras Isabelle controlaba su respiración, ya que debía haber estado mucho tiempo entrenando.
—La Inquisidora y mamá han estado toda la mañana en la biblioteca —reveló, incorporándose. Se recargó en ambas manos y estiró sus largas piernas frente a ella—. No me dejan entrar, pero hace una hora y media papá llegó.
La boca de Adrian se torció.
—¿Robert está aquí? —preguntó él, empeorando su humor aún más al escuchar su nombre. Su relación con Maryse no era nada a comparación de su relación con Robert.
—La Inquisidora lo llamó hasta donde estaba en Idris —explicó Isabelle, cepillando su cabello con los dedos para poder trenzarlo.
—Genial —murmuró Adrian—, más adultos que no me caen bien. ¿A quién va a llamar ahora, al Cónsul? —Isabelle sonrió.
—No me sorprendería —bromeó ella. Permanecieron en silencio mientras Isabelle seguía trenzando su cabello. Una vez que terminó, se estiró para colocar una mano sobre la de Adrian—. ¿Cómo has estado? —Adrian suspiró y le dio un encogimiento de hombros.
—Bien, supongo —murmuró.
—¿Cómo les fue camino al apartamento de Magnus?
—Tan bien como podría esperarse —Isabelle arqueó una ceja al escuchar sus palabras.
—¿Supondré que no dejaste a mi hermano hablar? —preguntó. Haciendo una mueca, Adrian apartó la mirada de ella, sin responder. Isabelle soltó un quejido—. Dios mío, Adrian.
—Izzy, él mismo me dijo que ni siquiera podía diferenciar amor romántico o platónico —argumentó Adrian—. ¿Te parece que podrá descubrir sus verdaderos sentimientos solo por un pequeño beso? —Isabelle bufó.
—No lo llamaría pequeño beso —señaló. Adrian frunció el ceño.
—No es el punto.
—Mira, Dri, entiendo más de lo que crees a dónde quieres ir. No quieres que te rompan el corazón —Isabelle hizo una pausa—. ¿Pero no le debes a ambos al menos intentarlo? ¿No valdrá la pena el riesgo? —Adrian le dio una mirada, con la mejilla presionada sobre su rodilla.
—Y yo pensé que creías que enamorarse es para tontos —dijo. Isabelle rodó los ojos y jugueteó con la trenza sobre su hombro.
—Nunca dije que tú y mi hermano no fueran tontos —se burló ella, antes de suavizar su voz—. Pero son tontos que quiero felices. Y si son felices al lado del otro, incluso por poco tiempo, ¿por qué no intentarlo?
—Me da... miedo —susurró Adrian. Isabelle se acercó y lo abrazó por los hombros. Descansó su cabeza contra la de él y soltó un suave suspiro.
—Bueno —murmuró ella—, incluso tú no puedes evitar no tener miedo —antes de que Adrian pudiera responder, la puerta de la sala de entrenamiento se abrió. Adrian e Isabelle se sobresaltaron y se apartaron, poniéndose de pie. El susto desapareció al ver a Maryse de pie en la entrada.
—Vamos, los dos vendrán con nosotros —ordenó.
—¿A dónde? —preguntó Isabelle.
—A recuperar a Jace —dijo Maryse. Adrian e Isabelle se miraron, perplejos.
—¿Y por qué tenemos que ir con ustedes? —preguntó Adrian. Maryse no fue quien respondió, sino Robert, quien lucía mucho más intimidante de lo que Adrian recordaba, apareciendo detrás de Maryse en segundos.
—¿En serio creerían que los dejaríamos solos —demandó— para llamar a Jace y advertirlo? Culpo al brujo —la mirada de Robert se quedó en Adrian, antes de entrecerrar los ojos—. Probablemente tu sugeriste que los ayudara —Isabelle se puso rígida, pero Adrian le dio a Robert una fácil y relajada sonrisa. Robert nunca fue particularmente agradable con él, en especial cuando encontró a Adrian y Jace besándose. Nunca fue agradable con Jace tampoco.
—Me alegro de verte también, Robert —dijo Adrian, cruzando los brazos sobre su pecho—. Por cierto, no he dormido con Magnus, ya que eso es lo que crees por la manera en lo que dijiste. Aunque sí con su novio hombre lobo —Isabelle codeó a Adrian, pero su sonrisa solo se ensanchó. Robert lo miraba con enojo ahora, sus hombros tensos—. Diría algo más, pero incluso yo puedo ver que es mucho más de lo que tu pequeño cerebro homofóbico puede tolerar —Maryse pronunció el nombre de Adrian, pero no importaba, Robert ya se había ido. Maryse, mirando con enojo a Adrian, lo siguió. Adrian comenzó a reír mientras Isabelle lo rodeaba.
—Quisiera ser tan petulante como tú algún día.
—Querida Izzy —dijo Adrian mientras rodeaba sus hombros—, la petulancia es un arte —Isabelle ahogó una risa antes de comenzar a ponerse sus botas.
—Creí que su cabeza iba a explotar.
—Ojalá —suspiró Adrian—. Ahora vamos por Jace antes de que se meta en más problemas.
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otro regalito por el apoyo <3
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