CAPÍTULO VEINTICINCO




CAPÍTULO VEINTICINCO
QUÉDATE CONMIGO


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SAM'S NOTE:

como disculpa por tanta intriga y espera les dejaré un cap que van a amar mucho bbs, es su regalo de navidad adelantado 😉








Todo lo que Adrian pudo sentir fue un dolor insoportable.

Sus manos se extendieron, la otra manteniendo lejos la boca del demonio, buscando desesperadamente su cuchillo serafín. No estaba a su alcance, y otro desgarre de garras hizo que el arma saliera volando de su mente.

Necesitaba escapar, antes de que este demonio lo hiciera pedazos. Gritó cuando las garras se hundieron en su abdomen, pero no cortaron su piel esta vez. Era una herida profunda, una que podía sentir a través de todo su cuerpo. Dudaba que pudiera sobrevivir a otro golpe como ese; no estaba seguro de que duraría mucho más a pesar de todo.

Entonces, algo voló hacia el demonio y lo quitó de encima de Adrian. Se atragantó cuando las garras salieron de su piel. Cuando tosió, sintió que algo húmedo salía de su boca. Giró la cabeza para ver qué había atacado al demonio y vio que era un gran lobo marrón oscuro.

Trató de sentarse, pero su mano se deslizó en un charco de sangre. No sabía si la sangre era suya o de otra persona. Su visión se nubló cuando su espalda golpeó el suelo de nuevo y un nuevo dolor fluyó a través de él. Supuso que era una buena señal de que todavía tenía dolor, lo último que necesitaba era entrar en estado de shock.

Trató de levantarse de nuevo, y esta vez unas manos lo ayudaron. Parpadeó a través de la neblina y vio que era Oliver, desnudo excepto por la sangre humana y demoníaca por todo su cuerpo. Él era el lobo que mató al demonio antes de que pudiera matar a Adrian.

—Vamos, Dri, levántate —dijo Oliver, desesperado, mientras lo ayudaba a ponerse de pie. Adrian apenas podía levantarse, con una mano presionada en su abdomen, tratando desesperadamente detener la sangre que pudiera. Oliver sostuvo la mayor parte de su peso y lo llevó a la orilla del barco, donde Adrian había sido ordenado de ir. Mirando hacia abajo, Adrian miró la camioneta de Luke flotando casualmente sobre el agua. Su visión se hizo borrosa de nuevo. Escuchó a Oliver gritar de nuevo, antes de comenzar a maldecir—. ¿Puedes saltar sin desmayarte? Magnus hará que la caída sea lo más ligera que pueda, pero...

—Creo... mierda... creo que sí —jadeó.

Era todo lo que necesitaba escuchar Oliver. Un segundo después, estaban cayendo. Aunque Magnus suavizó la caída lo más que pudo, aún así se derrumbó en el camión tan pronto como sus pies cayeron sobre el metal. Oliver lo atrapó y lo hizo girar sobre su espalda, antes de vestirse con una camiseta larga y unos pantalones holgados. Magnus se deslizó hasta llegar al lado de Adrian y sus manos ya emitían chispas azules brillantes mientras apartaban su mano de su abdomen.

Sorprendido, Adrian se dio cuenta de que se estaba congelando. No sabía que iba a entrar en un estado shock o era porque la noche ya era muy fría.

—¿Qué hizo esto? —preguntó Magnus mientras trabajaba. Hizo que Oliver rompiera el traje de Adrian, y Oliver trató de limpiar la sangre con su chaqueta, pero la sangre salía sin parar así que se dio por vencido—. ¿Era venenoso?

—Fue un demonio, así que creo que sí —respondió Oliver. Se había acercado a Adrian y pinchó su mejilla con fuerza cada vez que sus ojos comenzaban a cerrarse por más de un segundo.

—Fue... fue un... demonio Oni —jadeó Adrian.

—Bien. Un iratze puede eliminar el veneno de tu cuerpo. ¿Puedes dibujar una runa? —con dedos temblorosos, Adrian estiró la mano hasta su cinturón, ignorando que las manos de Magnus ahora brillaban. Tanteó por un segundo antes de maldecir.

—Creo... creo que lo... perdí en la pelea —murmuró. Magnus dijo bruscamente algo en otro lenguaje. Parecía indonesio, pero la mente de Adrian estaba muy nublada como para asegurarse.

—Maldita sea, está bien, déjame... ¿qué fue eso?

Temporalmente, la atención de Magnus se alejó de Adrian. Incluso Adrian se distrajo cuando escuchó un gemido fuerte y atronador, como si el metal estuviera siendo estirado y desgarrado. Levantó la cabeza, mirando con incredulidad cómo el gran barco de Valentine parecía inclinarse hacia un lado.

Por un momento, pensó que estaba alucinando por la falta de sangre, pero incluso Oliver y Magnus parecían estar mirando con asombro. El barco se estaba volcando a un ritmo anormalmente rápido, como si alguien hubiera abierto un agujero en un costado. Fue solo cuando comenzó a inclinarse hacia su camioneta mágicamente flotante que Magnus colocó sus manos sobre la camioneta. Un momento después, se estaban alejando, deteniéndose a una distancia segura.

—Dios mío, ¿qué fue...? —jadeó Oliver y se acercó hasta la orilla de la camioneta, observando. La visión de Adrian se hizo borrosa de nuevo, pero esta vez por las lágrimas. Su cuerpo se tambaleó cuando la camioneta se movió y otra ola de dolor lo atravesó. Todo lo que podía ver eran cuerpos cayendo al agua alrededor del barco que se hundía—. Magnus, Alec acaba de caerse del barco al agua —con esas palabras, Adrian finalmente logró sentarse, aunque se arrepintió de inmediato.

—¡Detente, Adrian! —ordenó Magnus, empujándolo de regreso hasta recostarse—. Abrirás más tus heridas.

—Alec —jadeó—. Traigan a Alec antes de que se ahogue.

—Iré por él —dijo Oliver.

Un momento después, Adrian escuchó un chapoteo. Magnus maldijo, pero no miró a su novio, seguía con la mirada fija en el abdomen de Adrian, sus manos brillando de nuevo. Estaba diciendo algo en un idioma que Adrian no reconoció. No podía sentir ningún dolor por el trabajo de Magnus, solo un entumecimiento que parecía estar creciendo por todo su cuerpo. No sabía si era su cuerpo o por Magnus. Todo lo que sabía era que se sentía como una eternidad antes de que Oliver volviera a meterse en la parte trasera de la camioneta, con Alec justo detrás de él. Alec se congeló cuando vio a Adrian, solo brevemente, antes de que se acercara, deteniéndose al otro lado de Adrian. Magnus no levantó la vista de su trabajo.

—Por favor dime que tienes tu estela —dijo Magnus a través de sus dientes apretados, una gota de sudor caía por su rostro. Alec asintió y alcanzó su cinturón con manos temblorosas.

—Sí, sí... Dri, quédate quieto —Alec se inclinó y presionó una mano en su hombro, deteniéndolo. Presionó la estela sobre el pecho de Adrian, sobre su corazón, donde los iratze trabajaban mejor, antes de detenerse—. Magnus, está helado.

—Lo sé —habló Magnus sin levantar la mirada—. Ha perdido mucha sangre y esta maldita agua no ayuda. Rápido, dibuja la runa —Alec obedeció.

Adrian no sintió que la runa entraba en su piel, pero tan pronto como Alec terminó, todo el entumecimiento desapareció de su cuerpo. Después de todo, no había sido Magnus el que lo estaba adormeciendo, solo había sido su cuerpo tratando de darle un respiro. Se convulsionó ante la avalancha de dolor, dejando escapar distintas maldiciones. Alec presionó su hombro y Adrian entendió por qué lo estaba sujetando. La curación siempre empeoraba antes de mejorar, especialmente en un caso tan grave.

—Oye —dijo Alec cuando Adrian no dejó de moverse—. Dri, tienes que quedarte quieto. Terminará pronto, solo no te muevas.

—Está perdiendo mucha sangre —repitió Magnus. Adrian no quería mirar la herida en su estómago, así que presionó su cabeza contra la parte trasera de la camioneta y miró hacia el cielo—. Esa runa necesita funcionar más rápido —Alec, con los labios apretados, dibujó otro iratze. El de su pecho ya se había quemado y desvanecido. La siguiente ola de dolor fue más severa, como si alguien le estuviera cortando el estómago de nuevo. Reprimió un grito, pero no pudo evitar que su espalda se arqueara, como si pudiera escapar del dolor de alguna manera—. Adrian, tienes que dejar de moverte. Estoy haciendo todo lo que puedo, pero no puedo reemplazar la sangre. Tienes que dejar que ese iratze haga su trabajo —Adrian apretó la mandíbula. Un iratze tampoco podía reemplazar la sangre, pero podía ayudarlo a mantenerse con vida hasta que llegara con los Hermanos Silenciosos.

—Duele como el infierno, Magnus —se forzó a decir a través de su mandíbula apretada.

—Eres un cazador de sombras, el dolor es parte de tu trabajo, así que sopórtalo, pastelito —Adrian rió de verdad ante eso, haciendo una mueca justo después y cerrando los ojos. De repente se sintió muy cansado y débil. Toda la adrenalina lo abandonó por fin—. Adrian. Tienes que quedarte despierto. Alec, mantenlo despierto.

—¿Cómo se supone que haga eso?

—Usa tus bonitos ojos azules, burbuja —dijo Magnus.

Adrian escuchó a Alec suspirar, y luego hubo una mano en su mejilla. Esperaba que lo pellizcaran de nuevo, pero en cambio recibió una suave palmada. Se obligó a abrir los ojos. Cuando vio que Adrian estaba despierto, Alec tomó su rostro entre sus manos.

—Quédate conmigo —murmuró él—. Tienes que quedarte conmigo, y para eso tienes que estar despierto. Por favor, Dri.

Adrian estaba increíblemente cansado, pero no pudo ignorar la desesperación en la voz de Alec ni lo aterrorizado que se veía. Parte de su cansancio desapareció cuando escuchó a Magnus maldecir. Lo miró y él parecía igual de cansado, hasta más.

—Necesito más fuerza —jadeó Magnus. Oliver, quien estaba a su lado, tendió su mano.

—Toma más de mí —susurró él. Magnus sacudió la cabeza.

—No, Ollie, ya tomé mucha.

Adrian levantó la cabeza aún más, preparado para decirle a Magnus que se tomara un breve descanso, que estaría bien un poco más de tiempo, pero luego hizo una pausa. No había notado que la parte trasera de la camioneta tenía una pulgada de agua en el fondo, pero ahora podía ver que toda la caja del camión estaba roja. Su sangre había vuelto toda esa agua carmesí. Salió de su incredulidad cuando una de las manos de Alec dejó su rostro y fue tendida hacia Magnus.

—Toma de mí —ordenó, dándola una corta mirada a Magnus antes de volver a mirar a Adrian—. Toma todo lo que quieras pero sálvalo —Magnus inmediatamente se adelantó para agarrar su mano, y luego volvió a hablar en ese idioma desconocido. Adrian sintió un último espasmo de dolor antes de que se desvaneciera, dejando nada más que una tenue quemadura a su paso. Se relajó, aliviado, mientras Magnus soltaba la mano de Alec y se dejaba caer. Oliver lo atrapó y lo maniobró hasta que pudo descansar contra el costado de la parte trasera de la camioneta. Alec se había quitado la chaqueta, usándola para limpiar la sangre del abdomen de Adrian. Cuando Adrian volvió a mirar su abdomen, no vio nada más que cicatrices elevadas, frescas pero selladas.

—Gracias a Dios —jadeó Alec, hundiéndose—. Gracias, Magnus. Muchas gracias.

—Dibújale otra runa por si acaso, burbuja —fue la respuesta de Magnus, recostándose sobre Oliver. El cansancio volvió hacia Adrian y se le hizo difícil mantener los ojos abiertos, incluso cuando sintió la familiar quemadura de una runa siendo dibujada en su piel por Alec—. Aún perdió mucha sangre y...

Adrian no escuchó lo demás, ya había perdido la consciencia.


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Las últimas palabras que recordó haber escuchado eran de Magnus, así que fue una coincidencia que la voz de Magnus lo despertó.

—...lindo cuando te preocupas, pero te prometo que estoy bien.

Adrian parpadeó, abriendo los ojos, desconcertado cuando vio pequeños copos cayendo del cielo hasta su rostro y cabello. Al principio, pensó que estaba nevando a principios de Septiembre, pero se dio cuenta de que no era nieve, era ceniza. Parpadeó unas cuantas veces. No tuvo que levantar la cabeza, ya que ya estaba apoyada en algo, así que vio a Oliver mirar preocupadamente a Magnus, que en vez de verse molesto estaba enternecido.

—No parece que estés bien —señaló Oliver, y tenía razón. Magnus se veía exhausto y tenía círculos oscuros debajo de sus ojos—, casi te desmayaste —Magnus se acercó para darle un beso en la mejilla a Oliver.

—Y Adrian se desmayó —se encogió de hombros Magnus—. Prioridades, Ollie.

—Ambos pueden ser mi prioridad.

—Es justo —Magnus recargó su cabeza en el hombro de Oliver, encontrándose con la mirada de Adrian. Sus ojos de gato no estaban escondidos, lo que significaba que estaba muy débil para hacer el pequeño glamour, o no le importaba. Adrian se dio cuenta de que tal vez era una mezcla de ambas razones. Magnus se iluminó al verlo—. Oh, miren, pastelito despertó.

No fue hasta que escuchó a personas bombardearlo con preguntas, preocupados, que se dio cuenta que la camioneta estaba llena de más personas.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Luke.

—¿Aún te duele? —cuestionó Oliver.

—Hay una coca, ¿la quieres? —preguntó Simon. Adrian se alivió al escuchar su voz, lo que significaba que lograron salvar a Maia y Simon.

—¿Me recuerdas? —hubo un sonido metálico cuando Jace saltó desde donde había estado tirado en el techo de la camioneta. Se agachó junto a Adrian, parecía preocupado y a punto de vomitar—. Por favor, dime que sí, sería una pena que olvidaras una cara tan hermosa como la mía —Adrian soltó una carcajada y luego hizo una mueca. A pesar de que sus heridas ahora eran solo cicatrices rosadas frescas, todavía le dolían.

—Tan encantador como siempre, Jace —dijo. Jace suspiró con alivio.

—Gracias al Ángel, él me recuerda.

—Me lastimé el estómago, no la cabeza, idiota.

De repente, sintió unas manos acunar sus mejillas y Alec se inclinó sobre él. Sobresaltado, se dio cuenta de que tenía la cabeza apoyada en el regazo de Alec, con la chaqueta de Jace como almohada improvisada.

—En serio, Dri, ¿estás bien? —exigió Alec, y Adrian frunció el ceño ante su preocupación.

—Estoy bien. Bueno, ni tanto, pero ya no sangro, así que es algo bueno —haciendo una mueca, se incorporó hasta sentarse. Todos soltaron quejidos de desaprobación y Adrian rodó los ojos. Para calmarlos, se recostó contra un lado de la camioneta, suspirando.

—Necesitas una transfusión de sangre —dijo Magnus—. Y puntadas. Estaba muy débil cuando te cosí, así que esas heridas pueden romperse en cualquier momento —frunció el entrecejo—. Creí que los iratzes curaban cualquier herida.

—No todo —corrigió Adrian—. Y hasta que lleguemos al Instituto pueden coserme.

—Los barcos están yendo por los escombros, buscando a sobrevivientes —señaló Jace. Adrian giró la cabeza y vio a los botes, ahora muy lejos—. Apostaría medio riñón a que hay Hermanos Silenciosos ahí que pueden coserte con rapidez.

—Entonces háblales, niño bonito, antes de que se desmaye de nuevo —ordenó Magnus. Jace frunció el ceño pero fue a buscar en la caja de herramientas que encontró en la camioneta. Un momento después, sacó una linterna y la apuntó al cielo. Adrian rodó los ojos de nuevo, luego miró a Magnus.

—Pensé que ese era mi apodo.

—Lo cambié a pastelito —Magnus agitó los dedos con desdén, aunque sonreía—, es más afectuoso —Adrian le sonrió.

—¿Admitirás al fin que soy tu amigo? —empezó

—No hubiera gastado toda mi energía si no fueras mi amigo, pastelito.

Adrian sonrió de nuevo, luego miró a Alec, que se había deslizado más cerca para sentarse a su lado. Estaba frente a él, con las piernas dobladas debajo de él, descansando todo su peso sobre sus rodillas. Todavía estaba ansioso, a pesar de que Adrian estaba sentado y lo suficientemente bien como para hablar y sonreír.

Adrian tomó su mano. Alec lo dejó; incluso entrelazó sus dedos después de un momento de vacilación. Adrian sonrió. Jace, que seguía agitando la linterna, los miró. Simon lo golpeó en el brazo con el dorso de la mano, haciendo que mirara hacia otro lado. Oliver y Magnus estaban hablando entre ellos ahora, y Luke estaba mirando algo que Adrian no podía distinguir en la oscuridad. Magnus no había sido el único en dar toda su energía esa noche. Adrian ni siquiera tenía la fuerza suficiente para activar las runas que se habían apagado mientras estaba inconsciente.

—Me asustaste muchísimo —dijo Alec con voz calmada después de un momento. Adrian miró sus manos entrelazadas, acariciando la piel de Alec con su pulgar.

—Tú también —admitió Adrian—, cuando te caíste de ese maldito barco.

Alec dejó escapar una pequeña risa, respiró hondo y luego se inclinó hacia adelante y presionó sus labios contra los de Adrian. Los ojos de Adrian se abrieron antes de cerrarse. Este beso no era como el de la Corte Seelie. Fue corto y torpe, pero Adrian se apoyó en él de todos modos. Era exactamente como había imaginado que sería su primer beso, así que decidió creer que este en realidad lo era. El de la Corte Seelie no contaba, en lo que a él respectaba. Su mente estaba dando vueltas cuando Alec se apartó y presionó sus frentes juntas. Alec lo había besado por su propia voluntad, frente a seis personas. Su beso no había sido para el disfrute de otra persona, había sido para ellos. Adrian inclinó la cabeza para besarlo cuando Jace habló.

—No es que no esté extremadamente feliz por ustedes dos, lo cual lo estoy, por cierto, pero se acerca un bote y está lleno de cazadores de sombras.

Alec y Adrian se apartaron. Cuando Adrian trató de apartar su mano, el agarre de Alec se hizo más fuerte. Adrian sonrió de nuevo, luego frunció el ceño cuando notó el cabello rojo. Jace había bajado su linterna pero no se había molestado en apagarla, por lo que Adrian finalmente pudo ver lo que Luke había estado mirando. Era Clary, quien parecía estar inconsciente.

—¿Rojita está bien? —preguntó, alarmado.

—Sí, solo algo noqueada —dijo Jace. Adrian, aliviado, se apoyó contra Alec.

—Bien. Ahora, ¿por qué estamos todos cubiertos de cenizas?

—Clary creó una runa que explotó el barco —respondió Simon, emocionado.

—Estás exagerando un poco, Simon —señaló Luke. Simon se encogió de hombros.

—No me importa, fue asombroso.

—Preguntaría cómo es que Clary puede crear runas, pero ¿saben qué? Solo me alegraré, es algo muy cool —añadió, sonriendo—. Cuando ella despierte, díganle que estoy impresionado —para entonces, el barco al fin se detuvo al lado de la camioneta.

En la prisa por conseguirle una transfusión de sangre a Adrian, Adrian y Alec se separaron apenas unos minutos después de abordar el barco.



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El invernadero del Instituto de Nueva York estaba vacío cuando Adrian entró. Suspiró aliviado y cerró la puerta detrás de él. Nadie lo había estado cuidando adecuadamente desde que Hodge se fue. No podía hacerlo por sí mismo, ya que las vendas envueltas alrededor de su abdomen dificultaban la respiración. Los Hermanos Silenciosos se habían visto obligados a reabrir las heridas. Magnus había pasado por alto una pequeña vena al curarlo y había estado sangrando internamente durante esos veinte minutos que le tomó al barco de Valentine hundirse y que los botes finalmente vinieran a buscarlos. Magnus se había disculpado repetidamente en el segundo que escuchó. Adrian tuvo que rogarle a Oliver que arrastrara a Magnus lejos de su cama una vez que saliera de la cirugía. Magnus estaba agotado cuando Adrian lo alcanzó. No fue culpa suya que se le escapara algo tan pequeño.

Adrian se sentó con cuidado en un banco de concreto, siseando entre dientes. Dejó escapar un suspiro de alivio una vez que estuvo sentado, cerrando los ojos.

El sol estaba alto, flotando a través de las ventanas del invernadero sobre él. Estaba agradecido de estar allí. Era pacífico, incluso con la terrible cantidad de plantas muertas. Frunció el ceño mientras miraba alrededor del invernadero, haciendo una nota mental para trabajar en él cuando tuviera tiempo.

Aparte de los dormitorios y la cocina, el invernadero era el único lugar del Instituto que no se sentía vacío o frío. La sala de entrenamiento solo se sentía como si estuviera habitada cuando la gente estaba entrenando, pero cuando Adrian estaba allí solo, el silencio lo volvía loco o estaba tratando de golpear los sacos de boxeo el tiempo suficiente para olvidar algo.

La puerta del invernadero se abrió con un chirrido. Adrian sintió una chispa de molestia antes de ver a Alec asomando la cabeza. Sonrió y Alec pareció relajarse.

—Ahí estás —suspiró Alec, entrando por completo y cerrando la puerta detrás de él—. Pensé que te encontraría aquí, pero no estaba seguro.

—Me halaga que me estuvieras buscando —dijo Adrian, sin dejar de sonreír. No habían hablado desde la noche anterior, cuando Alec lo había besado en la camioneta flotante. Los habían separado justo después de eso, y Adrian durmió toda la noche después de su cirugía. Incluso esa mañana, cuando estaba despierto, Alec había sido enviado lejos varias veces por Maryse, quien había afirmado que necesitaba descansar más. Ella había estado bombardeándolo con su preocupación mientras el hermano Zachariah, quien, según supo Adrian, en realidad vivía en Londres, lo controlaba. Adrian finalmente logró escapar cuando ella se fue para preocuparse con Isabelle. Sorprendentemente, el hermano Zachariah no le impidió irse, sino que lo detuvo para que pudiera dibujar una runa sobre él.

—¿Por qué te escondes? —preguntó Alec mientras se sentaba a su lado en la banca.

—Tu madre se volvió loca de la preocupación. Cree que si toso me voy a morir —se encogió de hombros Adrian. A decir verdad, no estaba molesto, solo algo abrumado. Nunca había sido lastimado tan seriamente antes, así que no estaba acostumbrado a una figura materna preocupándose tanto por él, o que alguien lo cuidara tanto. Estaba acostumbrado de cuidar de sí mismo—. Además, me gusta estar aquí. Ahora que tus padres me dejan estar aquí otra vez, lo aprovecho. Creo que casi haber muerto cambió su perspectiva.

—Pasabas más tiempo aquí que entrenando —señaló Alec, sonando cariñoso con un recuerdo que solo él podía ver.

Adrian se preguntó qué estaba recordando, en qué momento. Tal vez fue cuando se conocieron, cuando Alec tenía once años y Adrian diez. Alec era terriblemente tímido en ese entonces y se había escondido dentro del invernadero en el momento en que escuchó que el hijo del Cónsul había llegado. Robert tuvo que hablarle suavemente para presentarlo, a diferencia de Isabelle, que se había aferrado a Adrian y prácticamente exigió que fuera su mejor amigo.

Jace llegó una semana después, recordó Adrian, y esa vez Alec se escondió detrás de Adrian en lugar de detrás de una maceta. Alec no era tan tímido ahora, ni estaba asustado o escondiéndose. Todavía no podía creer que Alec lo hubiera besado frente a seis personas y no le hubiera importado. Todos en esa camioneta sabían que era gay en ese momento, excepto tal vez Luke, pero aun así había sido un gran paso. El beso no había sido impulsivo. Adrian recordó el aliento que Alec había aspirado antes del beso. Alec había estado en completo control de sí mismo la noche anterior, y eligió besar a Adrian de todos modos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Alec, sacándolo de sus pensamientos. Él miraba fijamente el brazo que Adrian tenía alrededor de su propio abdomen con el ceño fruncido.

—Bien. Ya no sangro internamente, así que eso es una ventaja, y el hermano Zachariah me dibujó una runa para el dolor antes de dejarme salir de mi habitación —la runa no se les enseñaba a los cazadores de sombras normales, solo a los Hermanos Silenciosos, y Adrian pensó que era por los efectos secundarios. Le daba a la persona una explosión de adrenalina, como si la adrenalina fuera el analgésico. Fue lento al principio, pero Adrian pensó que pronto sentiría la adrenalina corriendo por él—. ¿Qué pasa con Robert e Izzy? ¿Ya decidió Jace si se va a quedar?

—Papá sigue enfermo, pero Izzy está despierta y exigiendo en voz alta que la atiendan. Dejé a Max con ella.

—Pobre niño. ¿Y Jace?

—Decidió quedarse —Adrian se iluminó ante sus noticias—. Sea lo que sea que mamá le dijo, funcionó.

—Bien —suspiró Adrian—. Al fin algo bueno está pasando aquí —hubo un momento de silencio—. Sabes, no creo que el Instituto se haya sentido más lleno. Parece que donde sea que voy, me encuentro con alguien. Sé que soy social, pero incluso a me molesta.

—Entiendo lo que quieres decir. A los heridos se les prometió que podrían curarse aquí, supongo que solo tenemos que esperar a que se vayan pronto —Alec hizo una pausa, mordiéndose el labio y mirando hacia otro lado. Miró hacia atrás poco después, tomando una respiración profunda. Tendía a hacer eso cuando se estaba preparando para hacer algo. Alec suspiró—. Lamento haberte besado. No sé cómo te sientes al respecto, así que solo... me disculpo ahora, por si acaso —Adrian frunció el ceño.

—Te besé de vuelta —fue todo lo que dijo. No esperaba una disculpa, ni quería una.

—Sí —estuvo de acuerdo Alec, estaba jugueteando con una de las mangas de su suéter, estirando la tela sobre su mano antes de hacer lo mismo con la otra. Otro hábito que hacía cuando estaba nervioso—. ¿Ahora qué hacemos?

—Lo que sea que quieras —Adrian se sorprendió por su respuesta, las palabras habían salido sin haberlo pensado.

—¿Qué pasa si estoy asustado? —susurró Alec.

—¿Por qué lo estarías?

—¿Qué pasa si quiero más, pero no funciona, y te pierdo? —la voz de Alec era temblorosa—. No quiero perderte.

—Nunca me perderás —fue la respuesta automática de Adrian. Perder a Alec había sido lo que le asustaba, pero ahora se dio cuenta de que eso nunca iba a suceder. Incluso si no funcionaban por alguna razón, seguirían siendo parte de la vida del otro. Todavía se amarían—. Alec, sé honesto. ¿Qué quieres? —Alec abrió la boca, pero ambos se congelaron cuando escucharon a Isabelle gritar justo afuera de las puertas del invernadero. Por un breve e irritante momento, Adrian pensó que los iba a interrumpir como siempre, pero luego sus gritos se desvanecieron mientras continuaba por el pasillo, alejándose de ellos. Le lanzó a Alec una mirada divertida—. Responde rápido, antes de que alguien nos interrumpa. Nos pasa seguido, especialmente cuando Izzy está cerca —Alec rió.

—Te quiero a ti —dijo él rápidamente, con voz calmada.

Adrian se inclinó hacia adelante y lo besó, y por primera vez en mucho tiempo, no sintió un dolor en el pecho.



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