CAPÍTULO UNO


CAPÍTULO UNO
CHICA MUNDIE


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ANTES DE LEER: POR FAVOR, NO HACER SPOILERS EN LOS COMENTARIOS, TAL VEZ HAYA PERSONAS QUE NO HAN TERMINADO/NO HAN LEÍDO LOS LIBROS PERO QUIEREN LEER EL FANFIC Y NO QUEREMOS ARRUINAR SU LECTURA, GRACIAS.


En momentos como éste, Adrian recordó por qué odiaba las alturas.

La pared del Instituto era áspera bajo sus dedos, y los ladrillos y piedras arañaron su piel. Adrian maldijo en voz baja mientras apoyaba el pie contra el alféizar de una ventana, preguntándose por qué no pensó en dibujarse una runa que lo ayudara a subir tres pisos hasta la ventana de su habitación, o una runa curativa para aliviar el dolor en su espalda baja.

Vio el alféizar de la ventana de su dormitorio a unos metros por encima de su cabeza y decidió impulsarse, saltando antes de darse cuenta de lo mala que era su idea. Por suerte, tuvo la fuerza suficiente para pasar a través de la ventana que siempre estaba abierta. 

Primero asomó la cabeza, parándose en ella con torpeza, antes de caer de lado, derribando una lámpara. Ser un cazador de sombras no garantizaba tener gracia todo el tiempo.

—Llegaste a tiempo. 

Adrian miró al techo unos segundos más, pensando si era buena idea quedarse en el suelo, antes de gruñir y ponerse de pie, pasando una mano por su cabello ya despeinado. Le sonrió a Alec, que estaba recostado en su cama, vistiendo uno de sus muchos suéteres holgados, donde podía verse su clavícula. En el momento en que sus ojos se desviaron hacia la piel, levantó la mirada de nuevo hacia los ojos azul claro de Alec, que contenían nada más que diversión y un poco de desaprobación, pero Adrian sabía que si lo observaba tanto como quisiera, él ni siquiera se daría cuenta.

Alec siempre había sido frustrantemente inconsciente de lo hermoso era.

—Como un reloj —bromeó Adrian, encaminándose a cambiar su traje de cazador de sombras por algo más cómodo. 

Sintió un par de ojos en su espalda y se preguntó si era Alec o simplemente estaba imaginándoselo, pero cuando dio la vuelta con una camiseta en mano, Alec miraba la ventana. Por supuesto que no estaba mirándolo, Adrian no era Jace.

—¿Por qué siempre te vas tres días? —preguntó Alec en voz alta mientras Adrian se ponía la camiseta. Sin timidez, se quitó los pantalones y desapareció de nuevo para buscar sus jeans favoritos, resoplando cuando se dio cuenta de que no estaban donde los dejó.

—¿Dónde están mis jeans? 

—¿Los que te cortan la circulación? —preguntó Alec secamente, pasando la mirada desde la ventana hasta él. Adrian era consciente de los chupetones en su cuello y del hecho que Alec los miraba con una expresión ilegible. Adrian no sabía que pensar al ver la expresión de Alec, así que no pensó en nada—. Revisa el vestidor, mamá estuvo aquí ayer antes de que se fuera con papá y Max a Idris.

—¿Están en Idris? —Adrian abrió uno de los cajones de su cómoda y allí estaban sus jeans favoritos, doblados. Resopló y los sacó, enfadado de que Maryse tocara sus cosas—. Gracias a Dios, así no tengo que aguantar sus quejas. ¿Dónde estabas, Adrian? Estábamos preocupados por ti, Adrian. No puedes seguir desapareciendo durante tres días, Adrian. Por qué estás lleno de brillo, Adrian. Dios, tus padres son molestos —metió una pierna en los jeans.

—¿Por qué siempre te vas tres días? —volvió a preguntar Alec, al mismo tiempo en que Adrian se dejaba caer en el borde de su propia cama. No pensaba decírselo, Alec y Jace siempre se metían con él y no estaba de humor para darle un golpe a Jace y reírse, tenía la mente muy ocupada ahora mismo—. ¿Y por qué estabas cubierto de brillo la última vez? —Adrian por fin se puso los jeans y abrochó el botón, apartando el cabello de su cara.

—No te metas —refunfuñó, metiendo los pies en su par de botas negras que Maryse había dejado ordenadamente junto a la puerta. No entendía por qué insistía en vigilarlo y tratarlo como si fuera su hijo cuando no lo era, Maryse tenía otros tres hijos con los que podía pasar su tiempo y no lo necesitaba a él—. Después de tres días, sé que Maryse y Robert tendrían que darme por desaparecido y no me interesa ver a mi padre pronto. Sobre el brillo, bueno, lo que hago en mi tiempo libre no te interesa —Alec rodó los ojos.

Adrian sabía lo que Alec opinaba sobre los Subterráneos, gracias a Maryse y Robert. Adrian no estaba dispuesto a decirle que estaba lleno de brillo porque fue a una fiesta con una bruja llamada Catarina Loss y por el alcohol ella creyó que un poco de brillo plateado haría que sus ojos marrón oscuro lucieran hermosos.

—¿Pero siempre regresarás después de los tres días, cierto? —cuestionó Alec justo cuando Adrian estaba a punto de sugerir que revisaran si había otra misión a la que pudieran ir. Adrian se detuvo y giró sobre sus talones. Era la primera vez que Alec parecía preocupado desde que había llegado.

—Claro —Adrian le dedicó otra sonrisa, esta vez más suave—, ustedes morirían sin mí —Alec resopló, rodando los ojos, lo que tendía a hacer seguido cuando Adrian estaba cerca. 

Adrian descartó la idea de querer ir a una misión y decidió tumbarse en la cama junto a Alec, colocando ambas manos detrás de su cabeza. El repentino movimiento le hizo recordar el dolor en su espalda baja, así que tanteó el brazo de Alec con su mano y le preguntó: 

—¿Tienes tu estela?

—¿Dónde está la tuya?

—En el suelo, junto a mi traje.

—Que está a unos metros de ti.

—Pero ya me acosté —gimoteó Adrian, haciendo un puchero con sus labios.

Alec suspiró, derrotado, pero se levantó y tomó su propia estela. Adrian le envió otra sonrisa brillante y feliz cuando se sentó de regreso y puso su estela en su mano.

—Dios, Alec, te amo —las palabras salieron de sus labios por pensarlo y Adrian se congeló en su lugar. Pero Alec solo bufó ajá, como si las cuatro palabras que Adrian acababa de decir no habían sido repetidas una y otra vez en su mente desde que tenía quince años.

Respiró entrecortadamente y consiguió incorporarse, empezando a dibujar una runa en el interior de su muñeca izquierda antes de decir o hacer una estupidez, como ceder al impulso de besar a Alec y decirle lo inconsciente que era todo el tiempo, impulso que empezaba a ser más y más difícil de combatir, y eso asustaba a Adrian más de lo que podría cualquier demonio.

—¿Por qué necesitas una runa curativa? —Alec sonó alarmado. Adrian estaba contento de que su rostro estuviera fuera del campo visual de Alec, porque sino hubiera visto la sonrisa que apareció en su rostro.

—Tuve sexo anoche —dijo Adrian con rotundidad. Era la verdad, pero sabía que Alec estaría demasiado avergonzado como para pensar que lo era. Era extraño que el mayor de ellos era el más inocente. Adrian, Isabelle y Jace no eran nada tímidos al hablar de su vida sexual, tal vez porque no eran los mayores como Alec y no tenían la responsabilidad de cuidarlos. Alec no tenía el lujo de ser imprudente; no podía arriesgarse.

—Voy a cambiar de tema.

—Deberías.

—Ok —Alec se puso de pie—, ¿recuerdas a la chica mundana que nos vio en Pandemónium? —Adrian asintió, él había escapado justo cuando la misión se completó y no había pensado más en la pequeña pelirroja. No se había preocupado, pero ahora que lo pensaba, debería haberle tomado más importancia—. Bueno, ella está aquí.

Adrian lo miró, sorprendido.

—¿Aquí, aquí en el Instituto? —se aseguró. Alec asintió.

—Fue atacada por un demonio. Jace la salvó, le puso una runa y la dejó en la enfermería. Lleva días inconsciente.

—Espera, ¿Jace le puso una runa a una mundie y no murió ni se volvió loca? —Adrian se puso de pie en segundos, la runa curativa enviándole una oleada de energía—. Quiero ver eso —Alec iba a protestar, pero Adrian ya había salido de la habitación.

La enfermería estaba en el primer piso, el único lugar en el Instituto donde no tenían guardias para mantener alejados a los subterráneos. Los cazadores de sombras siempre habían odiado a los brujos, hasta que necesitaban su magia para curar a uno de los suyos, y de repente eran sus mejores amigos. 

Hasta que ya no los necesitaran, claro.

Lo primero que vio al entrar a la habitación fue a Isabelle inclinada sobre una de las cama con un trapo mojado en su mano derecha.

Adrian se acercó por detrás, la rodeó con los brazos y dejó un sonoro beso en su mejilla. Ella ni siquiera se inmutó, tan acostumbrada que ya no tenía una reacción. 

—Hola, Adrian, me alegro de volver a verte —dijo con voz fingidamente seria, pareciéndose tanto a su madre que él soltó una carcajada. Apoyó la barbilla en su hombro y miró a la chica con cabello rojo brillante enmarañado en la cama. Sin duda, la runa seguía en su brazo, un poco descolorida, pero aún presente en su piel pálida.

—Hola, Izzy. Estás maravillosa, como siempre. Qué linda ropa.

—Ni si quiera has visto lo que llevo puesto.

—No tengo que, siempre llevas ropa preciosa.

—Es cierto —Isabelle le dio una pequeña sonrisa antes de agitar el trapo mojado hacia la chica—. Adrian, ésta es chica inconsciente mundana. Chica inconsciente mundana, éste es Adrian Dieudonne. Muy lindo, pero no para ti, es de Alec.

Adrian rodó los ojos, tomando el trapo de sus manos y se reclinó en la cama para refrescar la piel de la chica. Era tan pequeña que resultaba alarmante.

—¿Cómo se llama?

—Clary Fray, según Jace.

—Es pequeña.

—Tal vez, pero al parecer mató a un demonio Ravener.

Adrian miró sorprendido a Isabelle, antes de regresar su mirada a la chica mundana.

—¿Estás bromeando, no?

—Quisiera —Isabelle empujó una de sus dos largas trenzas detrás de su hombro, apoyando las manos en sus caderas—. ¿Dónde has estado?

—Con Oliver —murmuró Adrian, dejando el trapo. ¿+Con una mueca de dolor, giró para ver que, en efecto, Isabelle lo estaba mirando. Soltó un suspiro, relamiéndose los labios—. Necesitaba liberar tensión.

—Dijiste que Oliver estaba comenzando a sentir cosas por ti —dijo ella. 

—¿Y?

—¿Qué quieres decir con y? Sabes muy bien que no correspondes esos sentimientos —hubo un momento de silencio—. Creí que tú, entre todos, sabría lo horrible que es amar a alguien que no te ama.

Adrian se puso de pie tan rápido que se sintió mareado, pero no lo detuvo de pasar junto a ella, dejando caer el trapo mojado en sus manos. No llegó a ver la mirada de arrepentimiento que le dio Isabelle mientras procedía a huir de sus palabras.

—Iré a buscar a Jace. Búscame cuando ella despierte.

—Adrian, no era mi intención...

Pero él ya se había ido.


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Encontró a Jace sentado delante del piano, tocando notas al azar perdido en sus pensamientos. Adrian no dudó en colocarse sobre el piano, inclinándose hasta encarar a Jace, quien no levantó la vista de las teclas, pero Adrian pudo ver la sonrisa que se dibujaba en su rostro.

—Jace, ¿te enfadarías conmigo si te besara? —intentó mantener la voz firme y seria al hablar, pero se le escapó una risa.

Jace finalmente levantó la vista. Siempre parecía divertirse cuando Adrian estaba cerca, y Adrian se enorgullecía de poder hacer feliz a Jace, aunque fuera temporalmente. Algo que tenían en común es que eran los huérfanos del Instituto. El padre de Adrian no estaba muerto, por supuesto, pero podría haberlo estado con lo poco que formaba parte de la vida de Adrian.

—Pensé que habías terminado con eso de besarme —dijo Jace con voz obviamente burlona—. Ya sabes, cuando me usaste para descubrir tu sexualidad hace tantos años —sólo habían pasado dos años, cuando tenían quince, pero Jace no dejaba de hablar de ello como si fuera un momento monumental e histórico. Adrian le había confesado que tal vez le gustaban los chicos y Jace le ofreció sus labios para ayudarlo a asegurarse. Resumiendo, Jace era la razón por la que Adrian no tenía ninguna duda de que, en efecto, los chicos le resultaban muy atractivos.

—Si recuerdo bien, no solo te ofreciste, sino que también me besaste de vuelta. ¿Estás escondiendo tu verdadero yo, Jace?

—Mi verdadero yo soy yo, no me gusta ponerme etiquetas.

Adrian soltó una carcajada, se echó hacia atrás y apoyó la mejilla en la tapa del piano. Estirado así, con la suave música de Jace flotando en el aire, le dieron ganas de dormir.

—Tu besarías a un demonio si fuera atractivo —murmuró, enterrando su rostro entre sus brazos, y sintió a Jace levantar la cabeza del piano.

—No te llevaré a tu cuarto si te duermes —fue todo lo que dijo antes de volver a tocar, pero Adrian sabía que era una amenaza vacía. Él tendía a dormirse donde podía y siempre se despertaba en su cama, quizá Jace no era quien lo llevaba, pero sabía que acabaría en su habitación a pesar de todo.

Adrian se dejó llevar, sintiéndose agradablemente ligero incluso tumbado sobre una superficie tan dura. Le gustaba escuchar tocar a Jace. Jace siempre le decía que su música no significaba nada, que no era más que un montón de notas diferentes encadenadas para sonar de manera linda, pero Adrian sabía que no era así. Jace Wayland pensaba que tenía a todo el mundo engañado, pero todos los que se molestaban en darle una oportunidad podían leerlo como un libro abierto.

Adrian estaba avergonzado de decir que dio un respingo cuando Jace habló de repente.

—¿Alec? —llamó, y la cabeza de Adrian se levantó ante el nombre—, ¿eres tú?

Un pequeño cuerpo se adentró en la habitación y el brillante cabello rojo de esa persona delató quién era. 

Adrian se levantó y se deslizó hasta la orilla del piano, dejando colgar sus piernas un momento antes de bajar.

—No es Alec. Soy yo, Clary —Jace se puso de pie y Adrian miró su conversación con las cejas elevadas.

—Nuestra propia Bella Durmiente, ¿quién te despertó con un beso? —el rostro de Clary se arrugó ante las palabras de Jace como si hubiera probado algo amargo y Adrian sonrió, si así reaccionaba con lo que Jace decía, entonces sentía que se llevarían bien.

—Nadie, desperté yo sola.

Jace preguntó si había alguien con ella y Adrian se sintió aliviado al saber que Isabelle no la había dejado sola. Debería haberse quedado para asegurarse, no podía imaginar lo asustada que se sentía la pequeña mundana, y no dudaba que despertarse sola en un lugar extraño como el Instituto no habría hecho nada más que empeorar las cosas.

—Debería haberle advertido que nunca haces lo que te dicen —decía Jace, mirándola con aire crítico—. ¿Es la ropa de Isabelle? Te queda ridícula.

—Jace —Adrian habló, envolviendo un brazo alrededor del hombro del otro chico—, es nuestra invitada, sé gentil —empujó a Jace hacia ella, inclinando al mismo tiempo la cabeza en señal de saludo—. Soy Adrian Dieudonne. Nos conocimos mientras estabas inconsciente, pero siento que no lo recuerdas, soy el cazador de sombras simpático del grupo y si alguna vez necesitas a alguien que le dé una paliza a Jace, estaré esperando la oportunidad.

—Hace unos minutos querías besarme —se quejó Jace, cruzando los brazos sobre su pecho. Adrian tuvo el presentimiento de que se arrepentiría de esa broma algún día, pero no dejaría que Jace se aprovechara.

—El amor y el odio son una línea delgada, Jace Wayland, y tú la cruzas diario —Jace resopló y se dio la vuelta para sacar a Clary de la habitación.

—Vamos, te llevaré con Hodge —escuchó a Jace murmurarle. Clary se dio la vuelta mientras la llevaban fuera de la habitación.

—¡Ha sido un placer conocerte! ¿Puedes darle una paliza ahora?

—¡Tal vez luego, Rojita! —fue todo lo que dijo de vuelta.


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SAM'S NOTE:

¿adivinen quién quería subir esto ayer lunes pero se olvidó? exacto, yo

en fin, primer capítulo listo!! espero les haya gustado, decidí actualizar semanalmente los lunes, para llenar el vacío que nos dejó secrets of blackthorn hall, extraño no poner atención a la clase y correr a tumblr deseando que la actualización de hoy mencionara a kit o ty:(

ahora sí, me despido, no olviden votar y comentar para la siguiente actualización <3

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