CAPÍTULO TREINTA Y UNO




CAPÍTULO TREINTA Y UNO
OBTENIENDO RESPUESTAS

( advertencia de contenido:
abuso verbal y físico de parte de un padre )


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Había pasado una semana desde que Adrian vio aquella foto en la panadería Rosewell y nada interesante sucedió excepto por el hecho de que Simon había mejorado y fue enviado a casa de inmediato, ya que Alec lo había entregado al Gard unos días antes.

Aunque Adrian consideraba a Simon un amigo, se alegraba de que se hubiera ido. Alacante no era un buen lugar para los subterráneos, ni para nadie, no cuando estaba tan lleno de gente que los odiaba. Con él fuera, Adrian tenía una cosa menos por la que preocuparse y ahora podía pasarse el día obsesionado con la chica de la foto y preguntándose cómo demonios iba a conseguir que su padre le contara algo sobre ella. Siempre se cerraba cuando Adrian le preguntaba por ella y siempre se enfadaba de forma irracional. Al principio, Adrian supuso que era por pena. Ahora, después de escuchar a Mary Rosewell decir que debería pedirle a su padre la historia, no estaba tan seguro.

Adrian y Alec caminaban hacia el Gard. Era de mañana y Adrian podía ver a las familias y grupos de amigos salir a desayunar. Alacante estaba llena de gente y parecía más animada ahora que una semana antes. Ésta era la Alacante a la que Adrian estaba acostumbrado, la ciudad bonita y acogedora. Deseaba que la gente que vivía en la ciudad fuera igual.

Adrian se detuvo de repente cuando llegaron al Gard, mirando la gran fortaleza con los ojos entrecerrados y con las manos dentro de sus bolsillos. No quería que Alec las viera temblar y no quería inquietarse mientras caminaban. Alec iba un poco por delante de él, ya que tenía que reunirse con su padre en el Jardín para aprender cómo funcionaba la Clave, así que había subido unos cuantos escalones de piedra antes de darse cuenta de que Adrian ya no estaba a su lado.

Alec giró para mirarlo con el ceño fruncido, abriendo la boca para preguntarle por qué se había detenido, pero dudó al ver la expresión en su rostro, En cambio, bajó los escalones con lentitud para estar de nuevo a su lado. Adrian apartó la mirada de las puertas dobles del edificio y lo miró, ligeramente pálido.

—¿Por qué siento que estoy entrando a la caverna del león por mi propia cuenta? —preguntó con voz calmada, casi pequeña. Adrian nunca había sido pequeño, al menos no en Nueva York. Alec tomó su brazo sin pensarlo dos veces y se acercó, sin preocuparse de que alguien viera la extraña proximidad que tenían. Adrian tragó, sacando una mano de su chaqueta para tomar la manga de la chaqueta de Alec.

—No compararía a tu padre con un león —dijo Alec después de un momento de silencio—, se parece más a un viejo gato gruñón —algunos de los nervios de Adrian desaparecieron y una risa salió de sus labios. Tomó una respiración profunda y sacudió la cabeza, codeando a Alec, soltando la mano de su manga, pero Alec no apartó su mano del brazo de Adrian.

—Eso es un insulto hacia Iglesia y haré que te disculpes cuando volvamos a casa —comentó Adrian mientras comenzaba a subir las escaleras con lentitud. Cada parte de él no quería estar ahí, no quería hablar con su padre sobre algo que siempre lo había hecho enojar antes.

—Ese gato me odia —se quejó Alec. Adrian le sonrió, codeándolo de nuevo. La mano de Alec cayo de donde descansaba en el brazo de Adrian cuando él comenzó a caminar, pero estaban tan cerca que sus manos se rozaban con cada paso que daban. Adrian quería tomar su mano, pero no se atrevía hacerlo porque estaban a punto de entrar al Gard.

—Ese gato es un amor —argumentó Adrian—, solo sabe que no te cae bien —Alec hizo un sonido que Adrian no escuchó cuando la verja que rodeaba el edificio se abrió y más oficiales de la Clave entraban, apenas prestándole atención a Alec y Adrian, así que solo los rodearon y entraron al edificio.

—No me cae bien porque es malvado —dijo Alec.

—Valentine es malvado —dijo Adrian con voz plana—, Iglesia es un gato malentendido —Alec rió, provocando que Adrian sonriera. Miró con inquietud las puertas de Gard, suspiró y tomó la manija—. Terminemos con esto. Entra, lindo.

—¿Me acabas de llamar...?

Adrian ya estaba empujando las puertas para abrirlas, y lo que sea que Alec iba a decir fue ahogado por el sonido. La Gard servía para muchos propósitos, como mantener a prisioneros temporales, o abrir el Portal para que las personas entraran y salieran fácilmente de la ciudad, pero su principal uso era un lugar de reunión de la Clave. Las oficinas del Inquisidor y el Cónsul estaban aquí, al igual que su residencia personal. Sus familias debían de vivir aquí también, pero era raro que en realidad vivieran ahí. Lo último que oficiales del gobierno necesitaban eran bebes cazadores de sombras corriendo por ahí mientras intentaban trabajar, en especial si había un Portal.

Adrian miró a las personas en el pasillo principal, arrugó la nariz y dijo:

—Es como si pudieras ver la homofobia y el racismo —el bufido divertido de Alec era lo único que mostró que estaba de acuerdo. Ambos observaron a la multitud y se apartaron de la puerta.

—Si ven que vienes de mal humor —dijo Alec mientras caminaban por la multitud, evitando vasos calientes de café y papeles en los brazos de becarios— no te dejarán ver a tu papá —fue el turno de Adrian de bufar. Miró a Alec, entonces sonrió y guiñó el ojo, provocando que la sangre subiera por las mejillas de Alec.

—Todos aquí me conocen —dijo Adrian—. Además, no necesito una cita para ver a mi propio padre. Hablando de padres, ahí está el tuyo. Vamos.

Tuvieron que esquivar a un grupo de hombres y mujeres discutiendo acaloradamente sobre algo. Cuando pasaron, Adrian escuchó el nombre de Valentine y asumió que discutían sus creencias, no si creían que era una amenaza o no. Adrian creía que era obvio que era una amenaza, pero la mayoría de personas nunca habían sido brillantes. Le sonrió a Robert cuando se acercaron y Robert asintió como saludo antes de ver a Alec.

Desde que Maryse le dijo a Adrian que él era parte de la familia, ella y Robert se habían suavizado con él y dejaron de esconderse detrás de un muro. No significaba que ahora eran cálidos y cariñosos, pero era bueno poder encontrarse con ellos y no inmediatamente estar a la defensiva.

Adrian siempre creyó que Robert pensaba que era una molestia, pero con el pasar de las últimas semanas, se dio cuenta de que malinterpretó sus expresiones faciales. El rostro de Robert siempre tenía una expresión molestia, el enojo no era enojo en realidad, solo desespero cada vez que Adrian lo sacaba de sus casillas. No eran cercanos, para nada, y aún molestaba a Adrian por su mente cerrada, pero Adrian nunca lo odió. Era bueno saber que ninguno de los Lightwood lo odiaba.

—Antes de que lo arrastres hacia un montón de reuniones aburridas —dijo Adrian, haciendo que Robert suspirara de inmediato—, por favor dime que mi papá está en su oficina. Necesito preguntarle algo.

—La última vez que vi, lo estaba —murmuró Robert, ya hojeando los papeles en sus manos. Adrian quería darle un vistazo, pero se dio cuenta de que Robert le daría una reprimenda que no necesitaba—. Pero tiene una reunión en diez minutos, así que apresúrate. Alec, vamos —Robert giró y caminó por el pasillo. Alec se apresuró a seguirlo, tocando brevemente la mano de Adrian y dedicándole una sonrisa tranquilizadora al pasar.

Adrian lo miró irse, luego respiró hondo y giró de regreso hacia las escaleras. Las oficinas del Cónsul e Inquisidor estaban en el segundo piso, lejos del sonido de Gard. La puerta de su oficina estaba medio abierta y Adrian soltó un suspiro de alivio. Si la puerta estaba cerrada, significaba que había salido o que no quería ser molestado. Adrian lo aprendió hace un largo tiempo.

Dio dos golpes en el marco de la puerta antes de empujarla para abrirla completamente. Malachi ni siquiera levantó la vista, estaba demasiado ocupado escribiendo algo en el libro de contabilidad y Adrian se estremeció de inmediato. Aunque la puerta estuviera abierta, estaba interrumpiendo algo, y Robert había dicho que tenía una reunión en diez minutos.

Dudó, pero cuando Malachi le hizo un gesto de impaciencia para que entrara mientras seguía escribiendo en el libro, Adrian hizo una mueca y entró en el despacho, cerrando la puerta detrás. Cuando Malachi levantó la vista, sus ojos se entrecerraron. Adrian frunció el ceño. No recordaba ningún momento en el que su padre se hubiera alegrado de verlo. Si Alice Rosewell era realmente su madre, eso significaba que era exactamente igual a ella. Siempre se había dado cuenta de que no se parecía en nada a Malachi, y ahora que podía parecerse en su totalidad a su madre, empezaba a tener un poco más de sentido. Tal vez Malachi pensaba que él era un recuerdo constante de ella.

O tal vez Malachi nunca había querido un hijo y solamente le desagradaba su existencia. Adrian prefería la primera razón, lo hacía sentir un poco mejor pensar que no era su culpa y solo lucía como la mujer que Malachi amó hace años.

—¿Sucedió algo? —exigió Malachi, regresando su mirada al libro. Adrian mordió el interior de su mejilla y tomó asiento en una de las sillas frente a su escritorio.

—Eh, no —dijo Adrian—. Pero...

—¿Entonces por qué estás aquí? —Adrian se sintió algo irritado, pero lo descartó rápido.

—Sé que me dijiste que dejara de preguntar sobre eso —comenzó lentamente Adrian—, pero ¿puedes contarme algo sobre mamá? —Malachi dejó de escribir. Adrian ni siquiera se permitió respirar por unos tensos segundos, pero era obvio que Malachi no comenzaría a gritar, así que continuó, aún lentamente—. Estuve en la panadería Rosewell, y la mujer que es la dueña me dijo que te preguntara sobre ella. No te pido que me cuentes su vida entera, solo cosas pequeñas. Por favor —añadió en el último segundo.

—¿Qué podrías querer saber sobre una mujer muerta? —dijo Malachi al final, con voz peligrosamente tranquila. No gritaba, pero eso no significaba que no estuviera enojado. Adrian de repente estaba muy agradecido por el hecho de que el escritorio los separaba.

—¿Dejó algo? ¿Cómo murió? —Adrian volvió a morder el interior de su mejilla—. Ni siquiera sé su nombre.

—No dejó nada que fuera útil. Solo ropa y libros. Basura —Adrian no creía que lo fuera, pero sabía que no debía decirlo. Mordió su labio mientras Malachi continuaba—. Tuvo un accidente mientras cazaba y así murió. Su nombre no es importante, porque pareces ya saberlo —recogió su pluma, una clara señal de que la conversación había terminado. Adrian no se movió. Quería que él dijera el nombre de su madre. Quería una confirmación.

—Quiero visitar el lugar donde sus cenizas están enterradas —dijo, inclinándose hacia adelante en su asiento e ignorando la mirada de advertencia que Malachi le dio. Esto era muy importante, sin importar lo terrorífico que era su padre—. ¿Están en la Ciudad de Hueso? —Malachi no respondió y la voz de Adrian se elevó un poco con desespero, con furia, con exasperación y todo entre aquellas tres emociones—. Mierda, solo dime dónde está enterrada, al menos. Ni siquiera sé si ustedes estaban casados...

Malachi cerró el libro con un sonido sordo y se puso de pie, haciendo que las palabras que estaban a punto de salir de la garganta de Adrian murieran. Se estremeció antes de poder detenerse, enderezándose en su asiento. Se preguntó si podría salir corriendo de la oficina. Se tensó cuando Malachi rodeó el escritorio, pero solo para guardar el libro de regreso en su estante. Aún así, no lo ayudó a relajarse, en especial cuando Malachi no se sentó de nuevo.

—No deberías preguntar cosas sobre personas que están muertas —dijo Malachi con voz dura—. Deberías estar entrenando. No he tenido reportes sobre tu progreso, o falta de progreso, desde que Hodge Starkweather resultó ser un traidor. Asumo que no has tenido progreso alguno.

—He tenido progreso —argumentó con voz fuerte. Su temperamento comenzaba a aparecer y lo encontraba cada vez más difícil de enterrar—. Soy tan bueno como cualquier persona en entrenamiento en el Instituto de Nueva York...

—Debes de ser mejor que ellos —cortó Malachi, y Adrian se estremeció de nuevo—. En especial mejor que esos Lightwood. Puedo entender con Jace, él es hijo de Valentine. Pero los Lightwood no deben ser tan buenos como tú, considerando que el chico nunca ha matado a un demonio y la chica está detrás de mugrosos subterráneos —Adrian abrió la boca para decir que Alec mató a un demonio dragón y que Isabelle era una prodigio, pero las siguientes palabras de Malachi hirvieron su sangre—. No debería sorprenderme que eres un amigo tan cercano de ella. Haz hecho lo mismo. Y nada más ni nada menos que con chicos —el disgusto en su voz era claro, pero por primera vez, Adrian no se sintió mal ante sus palabras, estaba muy enojado para eso. Apretó sus dientes mientras Malachi continuaba—. Diría que Maryse y Robert deben estar avergonzados, pero entonces serían capaces de lanzarte a...

Adrian se puso de pie.

—Los Lightwood me criaron —dejó salir—. No tú. Ellos son mi familia. No tú. La única persona que debe avergonzarse aquí eres tú por ser un pedazo de mierda inservi...

Adrian no lo vio venir, lo que era raro considerando que ya había sucedido. Un segundo, Adrian estaba de pie y el siguiente estaba tambaleándose, con la cabeza girando hacia un lado por el impacto.

Se detuvo con una mano en el respaldo de la silla en la que había estado sentado momentos antes, parpadeando rápidamente mientras un pitido sonaba en su oído izquierdo. Llevó la mano a su mejilla izquierda. Ahora no le dolía, pero estaba seguro de que le dolería más tarde, cuando dejara de pitarle el oído y se le pasara el shock. Ya empezaba a dolerle y notaba cómo le palpitaba la cara bajo sus dedos. Había olvidado lo duro que era el dorso de la mano de su padre.

Su mandíbula comenzó a doler. Se forzó a remover su mano, pero no levantó su cabeza. Su sangre hervía y estaba más enojado que nunca, no podría detenerse de mirarlo con enojo si levantaba la cabeza.

—Vete a entrenar —ordenó Malachi, dando la vuelta. Adrian tomó la oportunidad de mirar a su espalda con odio—. Ahora.

Adrian no dijo nada más, solo giró y dejó la oficina. Se detuvo para no azotar la puerta y prácticamente irrumpió en el vestíbulo y las escaleras. Una vez que estaba en el primer piso, la ira desapareció, pero deseó que hubiera regresado. Echó un vistazo a la gente que había en el vestíbulo y se dirigió hacia el primer rostro conocido que vio, que era Robert Lightwood. Estaba solo, por suerte, y miraba aún más papeles que antes.

—¿Dónde está Alec? —preguntó sin saludar. Robert no levantó la mirada de los papeles, sus cejas frunciéndose en concentración.

—Fue a conseguir... Por el Ángel —finalmente había levantado la mirada y, por un momento, Adrian tuvo el placer de ver a Robert horrorizado. Nunca había visto esa expresión en su cara y le hizo preguntarse lo mal que se veía en realidad, pero no tenía ninguna necesidad de encontrar un espejo. Robert extendió la mano y Adrian esperaba estremecerse, pero sorpresivamente, no lo hizo. Robert tomó su mentón e inclinó la cabeza para mirarle la mejilla.

Después de un momento, Adrian carraspeó y se apartó un paso. Iba a cruzar los brazos, pero acabó rodeándose la cintura con ellos. Robert fruncía el ceño y apretaba la mandíbula. A Adrian le sorprendió el enojo que veía en él.

—Adrian... —comenzó Robert.

—¿Quién era mi mamá? —preguntó Adrian calmadamente. Debía haber ido directo con Robert. Stephen Herondale había sido uno de sus amigos más cercanos, así que era fácil asumir que Robert conoció a Alice también.

—¿Qué? —preguntó Robert, ahora sorprendido. Adrian levantó las cejas.

—Mi mamá —dijo planamente—. ¿La conociste? ¿Quién era? —Robert cruzó los brazos sobre el pecho. Parecía incómodo, como solía estarlo cuando se hablaba del pasado.

—Por favor —susurró Adrian. Robert se detuvo y lo miró con la mandíbula apretada, antes de apartar la mirada.

—Su nombre era Alice Rosewell —dijo después de un momento, aún frunciendo el ceño. Cada pocos segundos miraba el rostro de Adrian, en especial a su mejilla izquierda, y su mandíbula se volvía a apretar. Robert era muchas cosas, pero nunca golpearía a sus hijos, o cualquier niño, en especial—. Su madre dirige la panadería en Angel Square. No la conocí bien, pero todos sabían que eras su hijo, te ves exactamente como ella —Robert hizo una mueca, y añadió—. Jocelyn y Lucian la conocían mejor que yo. Cuando regresemos a Nueva York, puedes preguntarle a Lucian —Adrian asintió.

—¿Sabes dónde fueron enterradas sus cenizas? —preguntó él. Robert volvió a fruncir el ceño, pero esta vez confundido.

—No fueron enterradas —dijo, perplejo, como si no creyera que Adrian no sabía nada de esto—. No había un cuerpo que quemar, así que Malachi nunca compró un lugar en el cementerio, y los cazadores de sombras no llegan a la Ciudad de Hueso a menos de que haya sus cenizas con las que construir las paredes —eso lo empeoró. Mordiendo su labio, asintió y giró para irse—. Adrian... dibújate un iratze —Robert nunca fue bueno verbalizando algo, sobre todo si estaba preocupado, así que el hecho de que intentó hacerlo sentir mejor, aunque sea un poco, era algo.

Aunque Adrian no respondió, solo asintió de nuevo y salió a toda velocidad del Gard, queriendo regresar a la Mansión Penhallow lo más rápido que podía.



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—No puedo creer que... ese maldito bastardo... te golpeó —dijo Isabelle apretando los dientes, teniendo que hacer una pausa cada vez que sus staffs chocaban con un fuerte crujido.

En cuanto Adrian regresó a la mansión Penhallow, se dirigió directo a Isabelle para pedirle que entrenara con él, no iba a arriesgarse a no entrenar por si Malachi se enteraba.

Ella no le había preguntado por el moratón que oscurecía su rostro hasta que se pusieron su traje y pasaron unos cuantos minutos en su sesión de entrenamiento. Para Adrian era más un desahogo que otra cosa. A medida que explicaba lo sucedido, sus golpes empezaban a ser más fuertes, su velocidad más rápida, hasta que ya ni siquiera entrenaba. Sólo golpeaba, balanceaba y esquivaba, hasta que se dio cuenta de que había sacado todo lo que sentía.

Isabelle empezó a perder impulso, pero si ella tuviera su látigo, Adrian estaría en el suelo. Si hubieran estado luchando sólo con las manos, estarían empatados. Pero estaban usando staffs, aunque fueran de práctica, y Adrian sobresalía con el arma, mientras el resto de ellos eran promedio. Siseó con los dientes apretados cuando la punta del staff de Adrian pasó a centímetros de su nariz. Se enderezó y lo fulminó con la mirada, pero él se limitó a girar el staff alrededor de sus manos y la rodeó, permitiéndole recuperar el aliento.

—¿Igual que tú estás tratando de golpearme? —dijo Adrian, más que nada para provocarla. Isabelle era muy inteligente para eso.

—Eso es diferente —mencionó, levantando su staff. Adrian saltó lejos de él, frunciéndole el ceño. Él había golpeado cerca de su cabeza, así que ella había golpeado cerca de su entrepierna.

—No te habría golpeado en el rostro. No me golpees las bolas, Izzy.

—Bueno, si lo hiciera, por una maldita vez te pondrías un iratze —dijo suavemente, provocando que Adrian volviera a fruncir el ceño, acción que ella imitó y se alejó de él, bajando los brazos—. ¿Por qué no te dibujas uno? —la pregunta le dio una nueva carga de energía y se golpearon el uno al otro con los staffs, minutos antes de que encontrara su voz para responder.

—Somos cazadores de sombras, sanará en pocos días —siseó él—, y si lo veo y ve que no tengo un moretón, sabrá que sanó y volverá a golpearme —Isabelle se congeló ante eso. Adrian no esperaba que se detuviera, así que su staff se detuvo apenas a milímetros de distancia de su costado. El golpe la habría dejado en el suelo de dolor y Adrian la regañó, más preocupado por su posible herida que por la que él tenía en el rostro. Isabelle no le prestó atención, mirando fijamente su rostro con ojos muy abiertos, horrorizada.

—¿Qué tan seguido pasa? —susurró ella. Adrian se quedó rígido antes de suspirar y apoyar la punta de su staff en el suelo, recargando su peso contra él e inclinando la cabeza—. Adrian, ¿cuántas veces has tenido que curarte antes de volver con nosotros? ¿Cada año? ¿Te hacía esto en cada visita? —Adrian frunció los labios.

—Solo cuando abro la boca —dijo con voz calmada.

Adrian... —balbuceó Isabelle y su staff cayó al suelo. Adrian tomó eso como una señal de que su sesión de entrenamiento terminó—. Eso es inaceptable. Deberías decírselo a mamá y papá. Papá lo vio, ¿no? Tal vez pueda hacer algo —Adrian hizo una mueca.

—¿Qué podría hacer? —preguntó—. Además, cumpliré dieciocho en Enero, esta es la última vez que tendré que venir como visita anual. Ignóralo, Izzy.

—¿Ignorarlo? —repitió con ira—. No lo ignoraré. Voy a exprimir su cuello con mis propias ma...

—Wow —una voz dijo detrás de Adrian. Se puso rígido y su mano apretó su agarre alrededor del staff—. ¿A quién le exprimiremos el cuello?

Alec caminaba hacia él y de repente Adrian se sintió enfermo. No quería dar la vuelta. no quería ver la mirada en el rostro de Alec cuando viera el moretón. Alec se detuvo detrás de él, notando la tensión en la habitación.

—¿Están peleando?

—No. Estoy enojada con alguien más —dijo Isabelle, cruzando los brazos sobre su pecho—. La razón por la que estoy enojada está en su cara.

—¿Qué? —exclamó Alec. Adrian miró a Isabelle, quien lanzó sus brazos al aire, exasperada.

—Dijiste que no a un iratze —señaló ella—. No puedes ocultarle esto, Adrian. Ahora, iré a bañarme y a contemplar si lanzar el cadáver del Cónsul en el océano o enterrarlo en el desierto —un segundo después, se fue, con las manos cerradas en dos puños a sus costados.

Adrian sentía pena por cualquier persona que molestaba a Isabelle. Hizo una mueca ante el pensamiento y suspiró cuando Alec lo rodeó para mirarlo.

—¿Qué está...? —Alec se detuvo, abriendo mucho los ojos. Se recuperó mucho más rápido que Isabelle y Robert—. ¿Él te hizo esto? ¿Solo por preguntar?

—No —dijo Adrian, forzándose a reír—, lo llamé pedazo de mierda inservible. Bueno, intenté decirlo. No me dejó terminar. Sabes, para ser tan viejo, es rápido —Alec lo miró fijamente, incrédulo.

—No es divertido...

—Sé que no es divertido, Alec, nunca lo ha sido —explotó Adrian, con la voz tan fuerte que Alec cerró la boca de repente. Su temperamento desapareció de inmediato e hizo una mueca. Se estaba aferrando a su staff y sus nudillos estaban blancos por el agarre—. Lo siento, no debería descargar mi enojo contigo...

—Dri —susurró Alec—, no te disculpes, no hiciste nada malo —Adrian mordió su labio, pero no respondió, solo se inclinó para recoger el staff de Isabelle y dejar a ambos donde estaban colgados al lado de la ventana. Alec lo siguió, sabiendo lo que Adrian estaba pensando y sintiendo—. No importa lo que le hayas dicho, no tenía derecho de golpearte. Dios, ¿estás bien? No importa, fue una pregunta tonta, lo siento, yo nunca... —cuanto más hablaba, cuanto más intentaba ayudar, más tenso se ponía Adrian. Alec debió de ver la tensión en su espalda, en sus hombros, porque se quedó en silencio. Adrian le oyó respirar hondo y, cuando volvió a hablar, sonaba más tranquilo, más amable, menos ansioso. Hizo que sus hombros se relajaran—. ¿Qué necesitas que haga?

—Dejar de hablar sobre eso —dijo con voz calmada mientras se quitaba los guantes sin dedos.

—Okay —susurró Alec cuando él terminó. Hubo un silencio—. Aline compró más donas de la panadería Rosewell —el resto de tensión dejó el cuerpo de Adrian, soltando un suspiro de alivio—. ¿Quieres ir al patio del jardín a sentarnos y...?

Dios, sí —Adrian suspiró, girando sobre sus talones para encarar por fin a Alec. Alec pareció aliviado cuando lo hizo y sus hombros liberaron su tensión—. Por favor. Y si añades unos cuantos besos a eso sería perfecto —Alec sonrió entonces, aunque fue una sonrisa pequeña. Seguía preocupado, pero ya no hablaba de eso, como Adrian quería.

—Que te bese o no depende de cuántas donas me dejes —dijo Alec después de un momento, entrelazando sus dedos y tirando de Adrian hacia la puerta. Adrian fingió un jadeo dramático.

Alexander.

Alec solo rió.


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—Tenías razón —dijo Adrian media hora después, cuando se había acabado la mitad de la caja de donas y estaban sentados juntos en el columpio del porche. Alec estaba sentado erguido, empujándolos de un lado a otro, mientras Adrian tenía las piernas sobre el regazo de Alec. Sonrió cuando Alec lo miró con el ceño fruncido—. Sobre Alice Rosewell siendo mi madre. Robert me lo contó.

Alec guardó silencio un momento, pensando.

—¿Vas a preguntarle a Mary qué pasó? —preguntó.

Adrian vaciló, inclinando la cabeza hasta apoyarla en el respaldo del columpio del porche.

—Tal vez, pero no ahora —admitió—. Estoy algo asustado de lo que me dirá —Alec asintió.

—Bueno, si quieres ir, pero no quieres estar solo...

—Lo sé, lo sé —interrumpió Adrian, agitando una mano en el aire—, llevaré a Izzy.

Alec detuvo bruscamente el columpio y Adrian casi salió volando, pero Alec lo atrapó antes de que pudiera, y una vez que Adrian volvió a estar firme, frunció el ceño y le dio un golpe en el estómago con el pie, ignorando la risa divertida de Alec.

—No es necesario ser grosero, lindo, sabes que serás el primero con quien vaya —Alec sonrió entonces, mirándolo un segundo antes de inclinarse más cerca. Adrian lo correspondió. El beso que compartieron fue corto, dulce y suave. Adrian estaba radiante cuando se separó, hasta que oyó que alguien detrás de ellos se aclaraba la garganta.

—Odio interrumpir —comenzó Isabelle.

—¿En serio? —preguntó Alec, algo molesto, girando para mirar a su hermana con irritación—. Porque pareces hacerlo seguido —Isabelle frunció el ceño.

—No apropósito —dijo con un suspiro—. Muevan sus traseros. Clary llegó, como Dri predijo, y como todos sabíamos que pasaría cuando Jace nos contó su plan, y está enojada.



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NOTA ORIGINAL DE LA AUTORA:

Intenté encontrar una manera de evitar que Malachi le diera una cachetada a Adrian después de que él (con razón) lo llamara pedazo de mierda inservible, pero cualquier otra reacción no parecía realista, ya que este hombre aprovecha cualquier oportunidad para insultar a Adrian por cualquier cosa. No dudaría en pegarle en privado cuando Adrian le dijera algo así, y teniendo en cuenta cómo educan a los cazadores de sombras en general, (tristemente) no sorprendente.

RESUMEN DEL CAPÍTULO SI TUVISTE QUE SALTARLO: Adrian fue con Malachi a preguntarle sobre su madre, pero no consiguió respuestas y fue cacheteado por él cuando lo llamó pedazo de mierda inservible. Robert le dijo que su madre es Alice Rosewell, pero sus cenizas no estaban en ninguna parte porque no encontraron un cuerpo. Adrian entrenó con Izzy, tuvo un momento soft con Alec y luego mi reina Clary apareció.

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