CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
ALICE ROSEWELL
*:・゚✧*:・゚✧
Adrian se enteró de la muerte de Malachi Dieudonne el día siguiente.
Todos los cazadores mayores de dieciocho años que lucharon fueron ordenados a patrullar todo Idris, en busca de cuerpos.
Había muchas familias con miembros perdidos. Algunos probablemente fueron devorados por demonios durante el ataque y otros desaparecieron. Muchos se escaparon, y otros seguían escondidos, sin saber que la pelea había terminado. Adrian no los culpaba.
Él, Alec, Isabelle y Jace fueron enviados a vigilar una calle en particular. Cualquier sobreviviente sería enviado de inmediato a la Sala de los Acuerdos, donde la enfermería estaría disponible. Si reconocían a los muertos, tenían que escribir sus nombres y buscar a su familia, si tenían alguna. Si no los reconocían, llamarían a un Hermano Silencioso o a una Hermana de Hierro.
Por suerte, había mas sobrevivientes que cuerpos. Tal vez por eso no sintieron que debían sacar a Adrian de ahí. Todos habían perdido a alguien en la guerra, o al menos casi perdieron a alguien, así que Adrian no tuvo el día libre ni le dieron tiempo para sufrir. Todo lo que le dijeron fue que encontraron a Malachi en la Sala de los Acuerdos con un trozo de vidrio roto en el cuello.
Pensaron que se cayó peleando con alguien, pero a Adrian no le importaba cómo pudo haber muerto. Le importó más que no necesitó sufrir o llorar al escuchar las noticias. No se sentía triste ni vacío. Ni horrorizado.
En vez de eso, todo lo que sintió fue alivio, como si al fin podía respirar sin que alguien lo reprendiera por hacerlo mal.
No pensaba asistir al funeral de Malachi. Sabía que habría muchas personas solo porque era el Cónsul, pero no quería lidiar con las miradas y extraños dándole sus condolencias. No quería lidiar con su pena, porque no sabían el tipo de padre y hombre que era, solo sabían que había perdido a su padre. No sabían que estaba aliviado de ser libre de él y Adrian no pensó ser capaz de quedarse callado al escuchar hablar a alguien bien de él y sobre su trágica muerte.
Su muerte no fue trágica, fue una bendición.
Al final, fue su culpa por sentirse aliviado por la muerte de alguien lo que lo hizo ir al funeral de último momento. Se puso la primera camisa blanca y los primeros pantalones que vio. Quiso ir solo, ya que era más fácil permanecer oculto de esa manera, pero Alec lo sorprendió preparándose también. Había echado un vistazo a la ropa blanca de Adrian y empezó a alistarse también. Adrian intentó convencerle de que no tenía que ir, pero Alec se limitó a decir que no iba a dejar que Adrian fuera solo antes de ponerse un jersey blanco.
Ahora estaban allí, en el funeral de Malachi Dieudonné, rodeados de gente que les lanzaba miradas tanto de compasión como juzgantes. Para entonces, todos en Idris se habían enterado de que Adrian besó a Alexander Lightwood en la Sala de los Acuerdos. Adrian se daba cuenta de que algunos de ellos consideraban irrespetuosa la asistencia de Alec al funeral del difunto Cónsul, pero no le importaba. Ya no tenía que temerle a Malachi. Lo que pensaran los demás no significaba absolutamente nada para él. Eso era lo que intentaba convencerse, al menos. Era más fácil fingir.
Cuando el funeral terminó y el cuerpo de Malachi empezó a quemarse, Adrian se quedó un rato más con el ceño fruncido. A su alrededor, las personas estaban listas para irse. Alec entre ellas, pero se detuvo al notar la expresión de Adrian. Puso una mano en su hombro y le dio un apretón, lo que ayudó a Adrian a calmarse y concentrarse. Se encontró con la mirada curiosa de Alec y suspiró con suavidad.
—Siento que debería haberme dolido más —susurró Adrian, consciente repentinamente de las miradas juzgadoras en su dirección al ver la mano de Alec en su hombro. Aclaró su garganta y trató de no pensar en cómo ya no estaba tan seguro como antes—. Debería estar triste.
Alec frunció el ceño, abriendo la boca para probablemente decir lo horrible que Malachi fue, pero lo pensó mejor y presionó sus labios, pensando en su respuesta.
—El duelo de todos es diferente —decidió decir Alec. Simple y cliché, tanto que Adrian no pudo evitar reír, más fuerte de lo que pretendía. Se ganó miradas sorprendidas de los que lo escucharon. Aclaró su garganta y bajó la cabeza, acercándose más a Alec sin importar las miradas.
—No estoy en duelo —señaló, susurrando esta vez. Soltó un suspiro exasperado y se separó un poco de Alec, pasando una mano por su cabello ahora despeinado.
—Vamos a casa —decidió Alec, tomando la mano de Adrian tan de sorpresa que el rubio la quitó. No fue consciente, fue instinto. La mirada de dolor en el rostro de Alec lo hizo sentir peor. Intentó disculparse, pero Alec ya estaba sacudiendo la cabeza. Su expresión dolida ya no estaba, solo se veía molesto ahora, aunque con con Adrian, sino que con la situación. Y con el hombre ahora muerto que hizo a Adrian asustarse tanto.
Volvieron a casa en silencio. A mitad del camino, Adrian tomó la mano de Alec para compensar de alguna manera el haberse apartado de él antes. No sabía si eso mejoraba las cosas, pero al menos se sentía bien.
Alec no habló hasta que ambos estuvieron encerrados en su dormitorio, después de asegurarse de que Jace no estaba allí.
—Adrian —dijo suavemente—. ¿Has tenido la oportunidad de procesar... algo? No sólo la muerte de Malachi, sino... —Alec se interrumpió, pero Adrian no necesitaba que terminara lo que estaba diciendo. Lo entendía perfectamente. Adrian apenas tuvo tiempo de descansar en los últimos días, y mucho menos de poner fin a todo lo sucedido.
Los demonios habían atacado la ciudad, había visto morir a inocentes durante el propio ataque, casi murió, Max casi murió, habían ido a la guerra contra Valentine... y encima de eso, se enteró de que su padre no era realmente su padre. Luego había tenido que asistir al funeral de su falso padre, un funeral al que realmente no había quiso ir en primer lugar, pero del que se había sentido demasiado culpable como para ignorarlo. Era mucho para cualquier persona en una vida, y mucho más en pocos días.
—Um, no —admitió Adrian, haciendo una mueca de dolor cuando se dio cuenta de lo pequeña que sonaba su voz. Se distrajo quitándose la chaqueta y tirándola sobre el respaldo de una silla. Sus dedos se dirigieron a continuación a los gemelos de oro grabado con runas rojas de luto, pero descubrió que sus dedos temblaban demasiado como para quitárselos. Se alegró de estar de espaldas a Alec, porque si lo veía se habría preocupado más—. No, la verdad es que no.
Consiguió calmarse hasta la última palabra. Su respiración se entrecortó de repente, atrapándose en su garganta. La vista se le nubló y tardó un momento en darse cuenta de que se le llenaron los ojos de lágrimas.
Parpadeó rápidamente y se aclaró la garganta, esperando que Alec no notara que se le quebró la voz en la última palabra. Era demasiado bueno esperar, porque por supuesto que Alec lo había notado. Era algo que Alec había estado esperando desde que Adrian se enteró de lo de Malachi, porque Adrian siempre tenía un límite. Aunque no estuviera de luto, Alec sabía que la culpa por no estar de luto estaba ahí, sabía que Adrian era empático por naturaleza, y tanta muerte llegaría a él, por muy bien que dijera estar.
Por eso Alec estaba preparado para cuando Adrian giró y se lanzó a sus brazos, con la cara apretada contra su cuello y los sollozos sacudiendo todo el cuerpo. Hace mucho tiempo que no lloraba tanto, pero estaba bien, porque Alec estaba allí, y Adrian siempre odió llorar solo.
*:・゚✧*:・゚✧
Al día siguiente, Adrian se encontraba en frente de la Panadería Rosewell, removiéndose en su lugar y preguntándose si debería entrar o no.
La Plaza del Angel estaba llena de personas, en parte por las tiendas que estaban siendo reconstruidas. La mayoría fueron destruidas o al menos sus ventanas se rompieron durante el ataque.
A la Panadería Rosewell le estaban poniendo nuevas ventanas, pero Adrian podía ver que estaba abierta en sí, aunque nadie comía dentro. Cada vez que abrían la puerta un aroma a pan recién horneado, betún, canela y chocolate caliente llegaba a Adrian.
Suspiró hondo antes de entrar.
Dentro estaba más lleno de lo que pensó. Todos querían café, pastel o pan en busca de comida de confort, lugar por el que la Panadería Rosewell era famoso.
Adrian se quedó recargado en una pared, en espera de que se vacíe un poco y preguntándose si sería mejor volver otro día. No quería molestar si estaban ocupados.
Estuvo apunto de irse cuando una trabajadora pasó a través de la multitud y se detuvo frente a él con las manos en las caderas. Adrian parpadeó al ver a Mary Rosewell, cubierta de arena y con los hombros caídos del cansancio, pero con ojos brillantes y una sonrisa cálida en su rostro.
Ahora que Adrian sabía que era su abuela, se dio cuenta de por qué sus ojos marrones eran tan familiares. Tenían el mismo color que los suyos.
Le sonrió, rascando su nuca.
—Me preguntaba cuándo te volvería a ver —dijo Mary.
Adrian abrió la boca para responder. Podía decir que regresaría luego si estaba ocupada, o que quiso venir antes, o algo, pero ella ya estaba dando la vuelta y diciéndole sobre su hombro que la siguiera.
Nervioso, la siguió por la multitud hasta entrar a la cocina. Ella abrió una pequeña puerta y lo hizo entrar a un cuarto aún más pequeño. Debía ser la oficina, aunque estaba tan pequeño que parecía difícil que hicieran algo ahí. Tal vez Mary tenía su propio tipo de organización.
—¿Quieres algo de tomar? ¿agua? ¿té? —decía la mujer mientras limpiaba el escritorio de los papeles que tenía.
Antes de que Adrian pudiera responder, Mary sacó una tetera de la nada y la puso a calentar en una mini estufa en un rincón. No pudo decirle que estaba muy nervioso como para beber algo, porque lo bebería si tenía que, para no ponerla más ansiosa. Se notaba por sus movimientos que estaba igual que él, aunque ella tuvo años para prepararse para ese momento.
Puso una taza humeante frente a él y Adrian la tomó sin dudar, con la calidez contra sus palmas ayudándolo a concentrarse.
—Gracias —susurró él, soplando el té para que se enfriara. Mary asintió y fue a hacerse una taza.
En el silencio, Adrian tomó un sorbo para hacer algo, y se sorprendió al ver que Mary lo preparó como le gustaba, e incluso estaba más rico que el que él mismo hacía. La miró con sorpresa.
—¿Cómo sabe cómo tomo mi té?
Mary parpadeó unas veces antes de reír suavemente.
—No sabía —dijo, tomando un sorbo de su té—. Lo hice como le gustaba a Alice sin pensarlo.
Adrian apoyó la taza en su regazo y frunció los labios, pensando en qué decir. Vino con ella por algo, era mejor si preguntaba de una vez.
—Él nunca me contó nada sobre ella —admitió Adrian, sin tener que aclarar sobre quién hablaba—. Nunca me dijo nada. No sabía su nombre, o que soy un Rosewell, o que fui adoptado. Me enteré por otras personas.
Mary asintió. Casi parecía que esperaba que le dijera eso.
—No me sorprende —murmuró, pensativa—. Nunca me agradó Malachi Dieudonne. Siempre tuve un presentimiento malo sobre él —Adrian frunció el ceño, bajando la mirada a la taza en su regazo.
Quería preguntarle que si lo esperaba por qué lo dejó con él, pero no tuvo el valor. Jugueteó con la taza y Mary lo miró. Cuando fue claro que no hablaría él primero, ella suspiró y su rostro se suavizó.
—No te trató bien, ¿cierto?
Adrian levantó la mirada. Pensó en mentir, pero no tenía sentido hacerlo.
—No —susurró él.
No explicó los moretones que escondió todos estos años, no explicó cómo lo mandaron para ser problema de otra familia. Simplemente agradeció que hayan sido los Lightwood. Nunca sintió que fuera un problema para ellos, a pesar de todo.
—Te hubiera adoptado, sabes —susurró Mary cuando el silencio se hizo tenso. Adrian abandonó su té en la mesa—. Quise hacerlo, pero él era poderoso, incluso en ese entonces. Tenía muchas conexiones. Tu madre pensó que él te cuidaría, así que cuando se fue, la Clave te entregó a él. No pude hacer nada —soltó un sonido de disgusto.
—No la culpo —admitió Adrian—. De hecho estoy feliz que pasara, sino nunca habría conocido a los Lightwood —nunca habría conocido a Alec, añadió mentalmente con un dolor en el pecho ante el pensamiento—. ¿Por qué mi mamá...? ¿Por qué Alice pensó que él me cuidaría?
No sabía si podía llamarla madre, no tan pronto. Era mucho para él ponerle un nombre y rostro a alguien que creyó muerta tanto tiempo.
—Eran amigos de la infancia —explicó Mary en un suspiro cansado—. Él la amaba y ella creyó cuando él dijo que te protegería. Su amor por ella era lo único bueno en él, pero no hizo mucho para honrar eso. No la merecía. Ella era tan amable y amistosa. Puedo ver eso en ti —Adrian sintió sus mejillas sonrojarse y bajó la mirada—. Espero sepas que ella te amaba. Su corazón se rompió cuando le dijeron que no podía llevarte.
—¿Por qué la exiliaron? —susurró Adrian—. ¿Por qué le quitaron las marcas, digo? Nadie parece saber.
—Tu padre —se encogió de hombros Mary. Adrian se congeló. Se había concentrado tanto en que Malachi no era su padre verdadero que olvidó que tenía uno real—. Era mundano, y un muy buen muchacho —Mary bajó su taza de té—. Intenté ocultarlos pero la Clave se enteró. Siempre pensé en que Malachi fue, pero no tenía pruebas. O Valentine. Nunca le cayó bien Alice.
—¿Mi papá era mundano? —repitió Adrian. De cierta forma, era un alivio. Le gustaba el mundo mundano y no tenía nada en su contra. Tenía más sentido que Malachi.
—Sí. Su nombre es Adam, creo. Solo lo conocí una vez cuando ella estaba escapándose del Instituto de Londres para verlo —Adrian hizo una nota mental para recordar luego que su familia venía del Instituto de Londres.
—Espere, ¿fue exiliada y le quitaron sus marcas porque se enamoró? —preguntó Adrian. Cuando Mary asintió, él suspiró—. ¿Por qué mi papá no se convirtió en cazador de sombras con la...? Ah —se dio cuenta hasta que lo dijo. Mary asintió.
—Cuando la Clave pidió el juicio de Alice, la Copa ya estaba desaparecida con Jocelyn Fairchild. Él lo habría intentado, pero sin la Copa la única otra opción era el exilio.
Adrian se quedó pensando en esa información por un momento y tragó con dificultad. No quería preguntar lo siguiente, pero por su propio bien, tenía que.
—¿Cree que sigan vivos? —susurró.
—Ay, mi niño —dijo Mary gentilmente—. Claro que lo creo. Eran muy testarudos —hubo una pausa. Adrian, emocionalmente exhausto, tomó su té otra vez y se lo acabó. Estaba frío, pero así hizo algo con sus manos. Mary esperó a que terminara para hablar otra vez—. ¿Tienes más preguntas, querido?
—Sí —dijo, intentando sonreír—. ¿Por qué todos nuestros nombres empiezan con la misma letra?
Mary rió, encantada, y algo de la tensión dentro de Adrian desapareció.
—A Alice le gustaba que su nombre y Adam eran cortos y empezaban con A. Quiso seguir la tradición. Casi te llamas Anna —Adrian rió un poco. Mary lo observó por un momento—. Escuché que estás saliendo con ese chico Alexander. ¿Le dicen Alec, verdad? Supongo que ahora es una tradición Rosewell.
Adrian empezó a sonreír, pero esa sonrisa desapareció rápido.
—¿Crees que a ella le hubiera... um...? —tartamudeó y apartó la mirada. No sabía cómo preguntarlo, pero lo intentó—. ¿Crees que a ellos le hubiera importado que yo... que...?
—Estarían orgullosos de ti —lo cortó Mary sin dudar. La ansiedad creciente en el estómago de Adrian desapareció—. Los Rosewell siempre han tenido una mente abierta. ¿Sabes cuál es nuestro lema? —Adrian sacudió la cabeza. Mary le sonrió con gentileza—. Timendi causa est nescire.
—La ignorancia es la causa del miedo —tradujo él, sonriendo. Mary le sonrió de vuelta. Adrian se inclinó en su asiento con emoción—. ¿Puede decirme más?
Mary sonrió aun más y empezó a buscar algo en su escritorio. Cuando lo encontró, hizo un sonido de emoción y le pasó algo pequeño. Él lo atrapó por instinto y el objeto descansó en su palma.
Era un anillo plateado en forma de rosa.
—Es el anillo familiar —explicó Mary mientras Adrian se ponía en anillo en su dedo del medio—. Es pasado al hijo mayor. Te lo quise dar hace años, pero la vida me detuvo —se recostó en su silla y sonrió cálidamente—. ¿Qué más quieres saber, querido?
*:・゚✧*:・゚✧
Cuando llegó a casa dos horas más tarde, encontró a Isabelle en el jardín trasero, cuidando a Max, quien leía uno de sus cómics.
El Lightwood más pequeño estaba acostado en el césped, y de no ser por del vendaje alrededor de su cabeza, nadie notaría que fue herido gravemente hace poco.
Adrian apareció al lado de Isabelle, asegurándose de no hacer sonidos repentinos. Max se estremecía mucho estos días. Hacía muchas cosas.
Pero les preocupaba más lo que no hacía.
—No ha hablado desde que se levantó —susurró Isabelle mientras lo miraban—. El Hermano Zachariah dijo que estaba bien. Dijo que Max estaría bien —su voz se rompió en la última palabra. Adrian la abrazó por los hombros.
—Casi muere, Izzy —le recordó gentilmente—. El trauma es diferente para todos. Hay que darle tiempo.
Isabelle frunció los labios.
—A los cazadores de sombras no les agrada lo diferente —susurró ella. Adrian no quería recordarlo. Pensó en Helen y Mark con sus orejas puntiagudas y sangre faerie. Pensó en Ty y su autismo. Pensó en Alec y él mismo. Sabía cómo eran las personas—. Me asusta que las personas... no sé...
—Lo protegeremos —decidió Adrian, mirando a Max cambiar de página y sonreír.
—Lo podemos proteger mejor si nos volvemos más fuertes —susurró Isabelle, inclinando la cabeza para mirar a Adrian mejor—. Aún quiero ser parabatai, Dri. ¿Y tú? —sin hablar, Adrian asintió—. Bien. Hablaré con mamá y el Hermano Zachariah. Tal vez podemos hacerlo antes de irnos de Idris. Sé que tarda meses prepararse, pero el Hermano Zachariah parece ser más blando con nuestra familia, y con parabatais en general. ¿Quién sabe? a lo mejor tenemos una fiesta muy buena.
—Está bien —rió Adrian—. Dios sabe que necesitamos una fiesta.
*:・゚✧*:・゚✧
NOTA ORIGINAL DE LA AUTORA: no quería matar a max pero quería que hubiera consecuencias, así que esto salió. el trauma del ataque de sebastian lo hizo tener mutismo electivo. gracias a su cultura, no podrá tener ayuda profesional porque no tiene psicologos y si lo llevan con un doctor mundano romperían la ley. no quiero que piensen que tomo la condicion de max a la ligera, es mas que nada por el mundo en el que vive.
bonus, aqui esta la mama de adrian cuando tenia la edad de él <3
SAM SPEAKS !!
hola personitas hermosaaaas, acabo de subir una nueva traducción de los orígenes que AMO y está conectada a este fic, la prota es una rosewell como dri, pásense si gustan y espero disfruten <3
btw, este es el ultimo cap de este fic 😭😭😭 solamente queda el epilogo!!! quiero decir algo pero mejor lo guardo para cuando actualice la ultima partee jeje
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top