CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO QUINCE
SOLDADOS DE JUGUETE
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En cuanto Adrian y Alec regresaron al Instituto de Nueva York, Adrian fue directo hacia la oficina de Maryse Lightwood y entró sin tocar. Ella se encontraba sentada detrás de su escritorio, con su cabeza inclinada en un montón de papeles esparcidos frente a ella, pero levantó la cabeza y arqueó una ceja ante su irrespetuosa entrada, aunque eso no lo detuvo. Adrian seguía viendo el cuerpo del niño hombre lobo en el callejón, a Oliver desaparecer en la multitud de cuerpos, la expresión rota de Alec y miles de cosas más que no le permitían pensar con claridad. Quería ayudar de alguna manera; necesitaba ayudar. Si tenía que faltarle el respeto a Maryse Lightwood, entonces lo haría.
—Un niño hombre lobo fue asesinado —dijo, deteniéndose a una distancia segura de su escritorio. Maryse se levantó de su silla con lentitud, mirándolo con ojos calculadores y rostro ilegible—, su cuerpo fue encontrado en el callejón al lado de La Luna del Cazador —Maryse apretó los labios y tamborileó los dedos en su escritorio. Cuando respondió tras un momento de tenso silencio, no sonó tan enojada como Adrian creyó.
—¿Cómo conseguiste esa información? —preguntó, aunque Adrian sabía que ella ya conocía la respuesta, ya que él se vestía su traje de cazador de sombras, era bastante obvio que ignoró su orden de quedarse dentro del Instituto.
—¿Cómo piensas que lo hice? —suspiró Adrian, sin molestarse en inventar una mentira. Maryse imitó su acción y los dedos que tamborileaban en su escritorio se levantaron hasta pellizcar el puente de su nariz. Una parte de Adrian estaba encantado por haberla molestado, pero otra parte de él continuaba viendo una y otra vez el cuerpo sin vida del niño hombre lobo.
—Adrian, te pedí como favor que te quedes en el Instituto...
—No me digas que hablas en serio —preguntó Adrian, tratando de contener la frustración—. Un niño acaba de morir y eso es lo primero que...
—Estoy al tanto de los asesinatos, Adrian —anunció con calma Maryse, callándolo. Por un momento, él se quedó sin palabras. Entre todas las cosas que esperó que contestara, lo que terminó diciendo no era una de ellas. Maryse, notando que no diría nada más a continuación, se separó de su lugar detrás del escritorio y continuó—. ¿Por qué crees que regresé de la Ciudad de Cristal? No fue porque Hodge se fue y necesitaban alguien que los observara, todos son capaces de cuidarse a sí mismos y confío en Alec de mantenerlos bajo... moderado control. Aunque parece que le falta hacer algo ahora mismo.
—Dijiste asesinatos —señaló Adrian, cruzando los brazos sobre su pecho—, no un solo asesinato —Maryse asintió con una ligera mueca. Él se preguntó si tenía esa expresión por el asesinato de subterráneos inocentes o porque tenía que comprometerse a encontrar al asesino y eso la molestaba. Después de todo, Adrian asumió que ella preferiría estar buscando a Valentine como todo cazador de sombras en el mundo hacía ahora mismo.
—Este asesinato no es el primero —las cejas de Adrian se enarcaron, mientras Maryse daba la vuelta hacia su escritorio para tomar un archivo y tendérselo a Adrian. Cuando él lo abrió, inmediatamente hizo una mueca ante la foto de un cuerpo que, a juzgar por las alas negras, dedujo que era un brujo joven, incluso menor que Adrian, lo que envió una punzada a su corazón—. Hubo otro hace uno o dos días, el brujo del archivo, lo dejaron sin sangre. Primero pensamos en los hijos de la Noche, esperaba a que Raphael Santiago llegara para poder cuestionarlo cuando llegaste —Adrian parpadeó, sorprendido. Deseó haber sabido esta información al hablar con Oliver y así tal vez él no lo haya mirado como si fuera un monstruo.
—No... no sabía que hubo más —fue todo lo que se le ocurrió decir. En general no le importaba aceptar que estaba equivocado, pero con Maryse, era algo difícil.
—Desafortunadamente, sí —Maryse tomó el archivo de regreso, lo cerró y lo colocó de nuevo en su escritorio—. Los asesinatos no parecen tener otro patrón además de que ambos son niños. Con eso en mente creo que comprendes por qué no quiero que tú, o cualquiera de ustedes, salga demasiado estos días. Preferiría que se quedaran aquí, a salvo —Adrian la miró incrédulo, no por la sorpresa que le causó sus palabras, sino por lo que les dijo a él y a los demás hace menos de una hora.
—¿Eso fue lo que le dijiste a Jace? —preguntó fríamente, sorprendido cuando ella titubeó.
—Lo eché por el momento —dijo Maryse en un intento de defenderse—, no permanentemente. Si no se hubiera ido tan pronto, podría haber escuchado mi explicación y lo sabría.
—¿Entonces por qué lo echaste? —demandó y, cuando permaneció en silencio, Adrian dio un paso al frente y dejó que un poco de desesperación llenara su voz—. Maryse, por favor —de nuevo, no dijo nada, así que Adrian decidió probar otra táctica—. ¿Prefieres que escuche a escondidas hasta que obtenga una respuesta? —la mujer dejó salir un suspiro cansado.
—No es seguro para Jace estar en el Instituto —reveló—. La Clave no confía en él, ni en ninguno de nosotros —Adrian apretó los labios e inclinó su cabeza.
—¿O querrás decir que no confía en antiguos miembros del Círculo? —preguntó.
Los labios de Maryse se presionaron, y ella se tensó. Todos los adultos relacionados al Instituto de Nueva York, Maryse y Robert Lightwood, Hodge Starkweather, Jocelyn Fairchild, e incluso Luke Garroway, estuvieron en el Círculo y fueron particularmente cercanos a Valentine Morgenstern.
—Sí —contestó Maryse con voz fría—. La Inquisidora está en camino ahora para vigilar el Instituto. Estoy intentando protegerlo, Adrian, lo mejor que puedo, y ahora, él necesita alejarse lo más que pueda.
Adrian pensó que podría haber dicho todo eso a Jace sin herirlo y provocar que se sintiera más abandonado que antes, pero antes de poder decirlo, una luz parpadeó a su lado y entonces, la fantasmagórica forma de Raphael Santiago estaba de pie en la habitación. Los Vampiros no podían entrar al Instituto, debido a que era tierra bendita, así que usaban proyección astral. Él podía mirar a través del cuerpo de Raphael, lo que erizó su piel, como si estuviera al lado de un fantasma.
—Eso será todo, Adrian—dijo Maryse. Adrian sabía cuando alguien quería que se fuera, así que sin decir nada más, abandonó la oficina.
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Adrian pensó que mirar el cuerpo muerto de un niño hombre lobo y que Jace haya sido expulsado del Instituto fue lo peor que podría haberle pasado en la semana, pero entonces despertó al día siguiente con más malas noticias. La Inquisidora llegó al mismo tiempo en que Jace vino a hablar con Maryse, así que lo encerró en prisión. El segundo en que Adrian escuchó las noticias, deambuló por los pasillos del Instituto hasta encontrar a Alec e Isabelle en el cuarto de ella. Entró sin decir nada y se dejó caer en la cama de Isabelle, empujando a Alec de donde estaba sentado.
—¿Cuándo demonios llegó aquí? —fue como los saludó. Alec resopló y le lanzó una almohada, que Adrian puso debajo de su cabeza. Isabelle respondió su pregunta desde su lugar sentada en la silla de su tocador, cepillando su cabello.
—Esta mañana.
—¿Todo esto pasó esta mañana y no me enteré hasta la tarde? —preguntó Adrian con voz baja. Isabelle resopló esta vez.
—Porque te despiertas muy tarde.
—Porque alguien salta en mi maldita cama y me despierta usualmente —respondió Adrian con voz baja una vez más y Alec, quien tenía otra almohada en su regazo, cubierta con pelaje blanco falso, frunció el ceño hacia él.
—Jace.
—La última vez que estuve ahí cuando lo hizo, ambos cayeron de la cama y Jace se levantó con la nariz sangrando —dijo Alec e Isabelle rió, probablemente imaginando la escena en su mente, mientras Adrian se encogía de hombros.
—No tenía que haberme arrastrado fuera de la cama con él.
—Bueno, no quería ser yo quien tuviera una nariz sangrante.
—Nunca te golpearía —dijo Adrian, su voz volviéndose extrañamente suave a pesar de lo ligera que era la conversación. Alec no pareció notarlo, pero si lo hizo, ocultó muy bien su reacción.
—¿Incluso si te arrastrara al suelo? —siguió Alec. Adrian sonrió e inclinó su cabeza para mirarlo completamente, sus cejas elevándose.
—¿Quieres arrastrarme al suelo, Alec? —se burló, y rió una vez que Isabelle lo hizo. Alec lució confundido por un momento antes de darse cuenta de lo que acababa de decir y sus ojos se abrieran, mejillas volviéndose rosadas. Isabelle tuvo que detener su risa con ambas manos mientras su cepillo caía en su tocador.
—Alto... no, no quise decirlo de esa... —cuando Isabelle y Adrian continuaron riendo, Alec gimió y enterró su rostro entre sus manos, sacudiendo la cabeza. Cuando la risa continuó, levantó su cabeza y los miró con odio, usando la almohada en su regazo para golpear a Adrian—. Ambos son unos idiotas y los odio.
—No me odias —argumentó Isabelle, sonriéndole sobre su hombro—, soy tu hermanita, debes amarme.
—Y me amas mucho como para odiarme, ¿cierto, Alec? —Adrian preguntó, sentándose y enviándole una sonrisa. Alec hizo una mueca.
—Ajá —murmuró, cruzando los brazos sobre su pecho y girando su rostro hacia otro lado. Adrian, cada vez más divertido, se sentó a su lado contra la cabecera mientras Isabelle se levantaba a ver quién tocó la puerta de su habitación.
—Estaba jugando, no hagas pucheros —dijo con una sonrisa aún más grande, inclinándose para pinchar la mejilla de Alec.
—No estoy haciendo pucheros.
—Mentiroso —con el ceño fruncido, Alec apartó su mano—. ¿Aún me amas, cierto?
—Claro que sí, Dri —suspiró Alec. Un momento después, su mano reposó sobre el muslo de Adrian, sin notar siquiera que la había movido. Adrian miró fijamente la mano en su pierna por un largo rato, la única razón por la que apartó la mirada era porque escuchó la voz de Clary gritar con pánico.
—¡Isabelle! —dijo ella—, ¡prisión!
Alec se removió en su lugar.
—¿Esa es Clary? —preguntó e Isabelle le devolvió la mirada.
—Sí, ella... oh, ella entró a mi cuarto —Isabelle cerró la puerta detrás de Clary, quien miró a Adrian y Alec sentados juntos en la cama y le envió al primero una sonrisa juguetona.
—Isabelle me dijo por mensaje que Jace fue encerrado en prisión por la Inquisidora —explicó ella e Isabelle suspiró.
—No es una prisión de verdad —dijo, aunque Adrian estaba en desacuerdo—, solo es la Ciudad Silenciosa —Clary frunció el ceño, mirándola con curiosidad.
—¿La Ciudad Silenciosa? ¿donde están los Hermanos Silenciosos? —preguntó, perpleja—. ¿Por qué enviarían a Jace ahí?
—Hay celdas para retener a prisioneros hasta que ordenan que sean llevados a Idris a una prueba ante el Consejo —explicó Adrian, apoyándose en el costado de Alec, quien se removió para acomodarse debido al peso añadido. La mirada de Clary bajó a la mano de Alec en el muslo de Adrian, pero volvió a levantarla cuando él continuó hablando—. Como las celdas mundanas, excepto que todo tipo de criminales y criaturas van a la Ciudad Silencios. Asesinos, Subterráneos que rompieron los Acuerdos, Vampiros renegados, todos son lo mismo de acuerdo a nuestras leyes.
—¿Está encerrado con asesinos? —preguntó Clary, incrédula, ganándose un encogimiento de hombros de Adrian. Lo más probable era que la Ciudad Silenciosa estuviera vacía, excepto por algunos prisioneros por crímenes menores, porque los criminales más peligrosos usualmente eran enviados a Idris en seguida. Pero Clary no lo sabía, por lo que no comprendió por qué todos estaban tan tranquilos y los miró sin poder creerlo—. ¿Por qué no están preocupados?
—Solo es por una noche y nadie está abajo con él —tranquilizó Isabelle—. Ya lo preguntamos.
Adrian se preguntó por qué ella no le dijo eso a él antes, entonces se dio cuenta de que en realidad no importaba. Los Hermanos Silenciosos eran honorables, aunque algo tenebrosos, ellos no dejarían que dañaran a los prisioneros, aunque la Ciudad estuviera llena o vacía.
—¿Pero por qué está ahí? —demandó Clary, ganando otro suspiro de parte de Isabelle. Él se preguntó qué esperaba Isabelle cuando le dijo a Clary que su hermano fue enviado a prisión por mensaje de texto—. ¿Rompió alguna ley?
—No —Alec se integró a la conversación—. Le faltó el respeto a la Inquisidora, y eso es lo peor que puedes hacer.
—Pero, ella también exageró —murmuró Adrian. Alec inmediatamente giró hacia él y Adrian gimió, mirando con desespero a Isabelle, esperando que interviniera. Ambos conocían la mirada que Alec tenía, que significaba que estaba a punto de reprender a Adrian y, al juzgar por la expresión de Isabelle, él no podía pedir su ayuda.
—No en realidad —argumentó Alec con ojos azules brillantes. Adrian contempló brevemente las opciones que tenía para callarlo, pero se dio cuenta que poner una mano sobre su boca no funcionaría y besarlo lo incomodaría, así que esperó hasta que él terminara de hablar—. Si Jace estuviera en el ejército mundano, no tendría permitido faltarle el respeto a sus superiores.
—Bueno, no durante una guerra —concordó Clary—. Pero Jace no es un soldado, es un adolescente.
El silencio que siguió sus palabras fue tenso. Adrian miró a Isabelle y Alec, preguntándose si alguno de ellos le diría a Clary la verdad. Parecía que ella aún no sabía en realidad lo que significaba ser un cazador de sombras, pero supuso que en parte era culpa suya, ya que Clary debería haber entrenado las últimas semanas, no haber visitado el hospital y saliendo con Simon.
Adrian no quería ser quien le dijera que su adolescencia terminó, o que los cazadores de sombras son criados para ser soldados y servir a la Clave era todo lo que conocían, te guste o no, a menos que prefirieras que te quitaran las runas y vivas como mundano. El hecho de que no les enseñaron nada acerca de mundanos convertía esa opción en algo terrorífico, así que él ni siquiera estaba seguro si sobreviviría como mundano, cazar demonios era todo lo que sabía hacer.
—Estamos en una guerra, Clary —fue casi obligado a decir Adrian cuando el silencio se alargó demasiado—. Valentine lo sabía cuando tomó la Copa Mortal. Y, nos guste o no, somos soldados. Incluso tú —hubo un momento de tenso silencio, así que Adrian decidió cambiar de tema—. Hay una jerarquía de poder en nuestro mundo y tendrás que aprenderla rápido. La Inquisidora es casi la más importante, y no es muy inteligente cuestionarla o darle la contraria.
—¿Quién es más importante, entonces? —preguntó ella con el rostro pálido y la boca de Adrian se torció.
—La persona más importante es mi padre —dijo fríamente y Clary lució sorprendida por las noticias, abriendo mucho los ojos.
—El Concejo tiene más poder que él, claro, pero hablamos del poder que una sola persona tiene —añadió con rapidez Isabelle y más silencio la siguió, antes de que sacudiera la cabeza—. Pero ese no es el punto, sino que Jace debió haber tratado a la Inquisidora con más respeto —el silencio volvió y Alec miró a Adrian y le dio un ligero empujón, preguntándole no verbalmente si estaba bien. Adrian regresó el empujó para demostrar que sí, y Alec agachó la cabeza para ocultar su sonrisa.
—Si estás de acuerdo con que él esté en prisión, ¿por qué me pediste que viniera? —demandó Clary.
—No dije eso, solo que no debería haberle contestado a una de las personas más importantes de la Clave —argumentó Isabelle—. Pensé que podrías ayudarnos.
Clary elevó las cejas.
—¿Cómo?
—Ya te dije —frunció el ceño Isabelle—. La mayor parte del tiempo parece que Jace trata de que lo maten, tiene que aprender a cuidarse a sí mismo, eso incluye cooperar con la Inquisidora.
—¿Y crees que puedo hacer que coopere?
—No estoy segura de que alguien pueda hacer que Jace haga algo, pero... —se encogió de hombros Isabelle— eres su familia —más silencio tenso, aunque era obvio que solo para Isabelle y Alec. Clary frunció los labios.
—¿Podemos ir a la Ciudad Silenciosa a verlo? —preguntó ella. Isabelle arqueó una ceja y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—¿Le dirás que coopere con la Inquisidora?
—Primero quiero escucharlo a él —admitió Clary. Antes de que Isabelle pudiera quejarse, alguien tocó la puerta. Max entró, mirándolos con curiosidad y con una novela gráfica en sus manos. Le frunció el ceño a Clary, antes de mirar a Isabelle con los ojos muy abiertos.
—Estaba en el salón de armas, pero escuché ruido viniendo de la biblioteca —le dijo—, creo que alguien está contactando al Instituto. ¿Quién es ella? —señaló a Clary.
Mientras Isabelle explicaba que ella era la hermana de Jace, Alec apretó el muslo de Adrian antes de ayudarlo a levantarse. Adrian obedeció aunque por dentro no quisiera moverse, estaba muy cómodo recostado sobre Alec. Aún así, él sabía que si alguien intentaba contactar al Instituto, lo más seguro es que se avecinaba una misión. Dejando que Isabelle lidiara con Max, quien quería unirse a ellas y escuchar el mensaje, Adrian y Alec se dirigieron a la biblioteca.
—¿Crees que fue otro asesinato? —preguntó curiosamente Adrian cuando doblaron una esquina, añadiendo—. Tal vez ahora fue un vampiro.
Alec lo miró de forma curiosa.
—¿Por qué lo crees?
—Bueno, primero un brujo, luego un hombre lobo —explicó Adrian—. Esta mañana, Maryse dijo algo sobre una hada muerta. Si los subterráneos son el objetivo, entonces tal vez el siguiente es un vampiro.
—No lo sé, tal vez sea una coincidencia. Hay tensión entre los subterráneos estos días, puede haber sido una pelea —suspiró mientras se acercaban a la biblioteca—. Saldré en un minuto.
Isabelle los había alcanzado para cuando Alec respondió al llamado y salía, pálido y sombrío.
—Fue uno de los Hermanos Silenciosos —dijo. Adrian e Isabelle se enderezaron, abriendo mucho los ojos, los Hermanos Silenciosos no pedían ayuda seguido—. Atacaron la Ciudad Silenciosa. Nos iremos en cinco minutos.
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—Iré con ustedes.
Adrian, Alec e Isabelle levantaron la mirada de su piel, donde dibujaban runas, para mirar fijamente a Clary. Alec frunció el ceño, terminando el dibujo de la runa de velocidad en su brazo, guardó su estela y cruzó los brazos, mirándola sin estar de acuerdo. Adrian contuvo un suspiro.
—No tienes entrenamiento, serás una carga —señaló Alec.
—No es cierto, he estado en la Ciudad Silenciosa, sé cómo entrar y sé dónde están las cosas.
—Tiene un punto —canturreó Isabelle, aún concentrada dibujando la runa de equilibrio en su cadera. Alec hizo una mueca.
—No creo que... —comenzó él, cuando Adrian lo interrumpió, impaciente.
—Creo que debe acompañarnos —expresó, para frustración de Alec.
—La última vez que nos encontramos a un demonio, se acobardó y gritó —mirando la expresión de Clary, Alec se encogió de hombros, enviándole una mirada apenada—. Es la verdad.
Adrian sacudió la cabeza y se acercó a Clary.
—Necesita aprender —argumentó, mirando a Alec suspirar y mirar al techo. Adrian no pensó que era tan difícil—. La han atacado demonios antes, así se enteró de nuestro mundo. Necesita aprender a protegerse y ambos sabemos que los cazadores de sombras no aprenden mirando, sino practicando —Alec escaneó su rostro, buscando un punto débil, pero sus hombros se hundieron y dejó salir un suspiro.
—Bien —gruñó antes de mirar a Isabelle y apuntar con su barbilla a Clary—. Izzy, márcala y nos iremos.
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