CAPÍTULO DIECISIETE




CAPÍTULO DIECISIETE
BRUJO AL RESCATE


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Puede que Jace no tuviera fuerza suficiente para mantenerse de pie por sí solo, pero no significaba que no tuviera fuerza suficiente para apartar de un manotazo las manos preocupadas de Adrian y Alec. Clary e Isabelle miraban con preocupación por encima de sus hombros, pero dieron un salto cuando las manos de Jace empezaron a golpearlos. Adrian tuvo la tentación de devolverle el manotazo, pero estaba herido, así que decidió rodearle la muñeca con la mano, deteniéndolo antes de que lo golpeara en el brazo.

—Déjenme en paz —ordenó Jace con debilidad, tratando de sentarse. Se rindió a la mitad y se dejó caer al suelo de nuevo con un quejido—. Estoy bien —Adrian y Alec se miraron, ambos desesperados. Los labios de Alec comenzaban a torcerse hacia arriba antes de que Jace repitiera lo que dijo con una expresión de dolor.

—Jace, te atrapé antes de caer —dijo secamente Adrian, dejando ir la muñeca de Jace cuando él tiró de ella débilmente—. No estás bien —Jace gruñó pero no respondió, cerrando los ojos. Adrian se inclinó y presionó la mano en la frente de Jace. Haciendo una mueca, la apartó rápido al sentir la piel hirviendo y miró a sus muñecas, no sorprendido de notar que las runas curativas que Alec había puesto ya no estaban. Miró a Alec, deteniéndose al ver la mirada sombría que tenía—. Está ardiendo —los labios de Alec se fruncieron y miró a su madre.

—Le pasa algo —dijo, probablemente esperando que Maryse entendiera la situación y tomara el cargo. Imogen interrumpió antes de que pudiera, dejándola con un ceño fruncido.

—Tal vez solo necesite una runa curativa —dijo con un movimiento casual de mano. Adrian la miró fijo con dureza, tratando de controlar el músculo tensándose en su mandíbula al apretarla—. Un iratze o...

—Ya lo intentamos —la cortó Alec. Adrian alargó una mano para tocar la de Alec, intentando calmarlo, pero Alec estaba demasiado preocupado por su parabatai como para darse cuenta, y Adrian no lo culpaba. Si Jace moría, una parte de Alec también moriría—. No funciona. Creo que es algo demoníaco —Adrian metió la mano en su bolsillo trasero y sacó su celular. Mientras Maryse respondía a las preocupaciones de su hijo, él envió un mensaje rápido y esperó que la respuesta llegara pronto, con la ansiedad revolviéndole el estómago.

—¿Como veneno de demonio? —preguntó Maryse. Adrian estuvo a punto de responder con sarcasmo, ya que últimamente hacía preguntas muy tontas, pero su celular vibró antes de que pudiera. Cuando leyó la respuesta, la mayoría de la ansiedad en su estómago redujo y suspiró con alivio. Todo lo que tenían que hacer era esperar y mirar a Maryse haciéndose la tonta frente a la Inquisidora.

—Está fingiéndolo —decidió Imogen. Adrian no sabía si sentirse divertido o enojado, parecía que la mujer tenía algo en contra de Jace, y Adrian solo pudo asumir que por su conexión con Valentine—. Debería estar en una celda en la Ciudad Silenciosa ahora mismo.

—¿Qué demonios está mal con usted? —demandó Clary, sonrojándose del enojo. Isabelle puso una mano en su brazo para silenciarla, pero debido a que ella estaba igual de enojada, no tardó mucho en unírsele.

—Mírelo —instó Isabelle, apuntando a Jace, que miraba el cielo oscuro. Alec, aún arrodillado a su lado, no parecía querer levantarse pronto, así que Adrian se puso de pie con lentitud. Jace estaría bien con Alec— ¡no puede ni ponerse de pie! Necesita un doctor, necesita...

—Los Hermanos Silenciosos están muertos —recordó fríamente Imogen, haciendo que Isabelle se callara y la mirara en silencio—. ¿Sugieres que lo llevemos a un hospital mundano? —Adrian no creyó que fuera una mala idea. Catarina Loss trabajaba allí, ella podría ayudar. Con eso en mente, le sonrió de manera brillante a Imogen, quien no lo tomó bien y entrecerró los ojos.

—No —dijo Adrian ligeramente—. Puede ir con Magnus —Alec, Isabelle y Clary lo miraron. Aún en el suelo, Jace soltó un quejido y cubrió sus ojos con su brazo.

—¿Magnus? —repitió Imogen, aún con los ojos entrecerrados. Adrian asintió.

—Es el Gran Brujo de Brooklyn —elevó las cejas—. Tal vez hayas escuchado de él —los ojos afilados de Imogen brillaron y la sonrisa de Adrian se atenuó hasta desaparecer. Algo sobre su mirada lo hacía sentir pequeño, le tomó un momento darse cuenta el por qué. Ella tenía la misma mirada penetrante, afilada y sin emoción que Malachi Dieudonne. Repentinamente, ya no quería burlarse de ella.

—Te refieres a Magnus Bane —dijo Maryse. Si notó la repentina incomodidad de Adrian, no hizo nada para calmarla—. Tiene una reputación...

—Él me salvó después de luchar con el Demonio Mayor —lo defendió Alec—. Los Hermanos Silenciosos no pudieron hacer nada, pero Magnus me salvó.

—Es ridículo —negó Imogen de nuevo. Adrian detuvo la irritación en su pecho, no les haría nada bien si arremetía contra la Inquisidora—. Quieren ayudar a Jonathan a escapar.

—No está lo suficientemente sano como para escapar —siseó Clary—. ¿No puede verlo? —Adrian tuvo que darle algo de crédito a Clary, que miraba a la Inquisidora sin miedo, de hecho, la miraba desafiante. Tal vez ella era la persona más impulsiva que conocía, después de Jace, pero Clary Fairchild tenía una faceta que no miraba seguido cuando alguien hablaba con la Inquisidora. Aún así, a él no le gustó la mirada en el rostro de Imogen, así que intervino otra vez.

—Magnus no dejará que Jace escape —informó—, no le interesa desafiar a la Clave —Imogen arqueó una ceja y él trató de no estremecerse ante su mirada. Le recordaba tanto a Malachi Dieudonne que su sangre burbujeaba.

—¿Y cómo podría detener él que escapara? —preguntó. Adrian apartó la mirada de ella hasta que vagó detrás de su hombro. Fue cuando vio algo parpadear detrás de la estatua. Sus labios se movieron—. Jonathan es un cazador de sombras. No es fácil encerrarnos.

Adrian la miró de nuevo.

—Tal vez debería preguntarle a él.

—¿Dónde está?

—Detrás de usted —los ojos de Imogen se abrieron, alarmada. Ella giró, y Magnus escogió ese momento para salir de detrás de la estatua con ojos brillantes. Adrian no sabía si la repentina brisa corriendo por el cementerio era natural o resultado de Magnus siendo tan dramático posible. Rodó los ojos—. Eres tan dramático —lo llamó. Magnus resopló una risa y sacudió los dedos hacia él, chispas azules volando por el aire hasta caer sin daño bajo los pies de Adrian.

—Lo dice el tipo que me envía mensajes de texto cada vez que quiere tener una conversación íntima —dijo Magnus—. Podría escribir una novela sólo con tus monólogos amorosos —el calor subió por el cuello de Adrian hasta llenarle las mejillas. Entrecerró los ojos hacia Magnus, ignorando la mirada que sentía en un lado de la cara. Alec se levantó de su cuclillas junto a Jace un segundo después.

—¿Ustedes hablan seguido? —preguntó él. Adrian se sorprendió ante su tono de voz, mirándolo con curiosidad. Él se encogió de hombros.

—Sí, es divertido —dijo, refiriéndose a Magnus. Alec no respondió, solo se hizo al lado cuando Magnus se acercó a Jace. Por un segundo, solo lo miró fijo, con las manos en las caderas y el rostro ilegible.

—¿Está muerto? —preguntó, mirando a Alec, quien frunció el ceño ante la pregunta. Magnus miró a Adrian y apuntó a Jace—. Parece muerto.

—No está muerto —dijo Alec con voz entrecortada.

—¿Están seguros? Puedo patearlo si quieren —Magnus dio un paso más cerca, lanzando su pie hacia atrás somo si fuera a patearlo en realidad. Adrian no sabía si reír o decirle que deje de jugar. Eventualmente, no contuvo la risa. Imogen pareció salir del shock en cuanto escuchó la risa de Adrian y su rostro se torció con furia, provocando que la risa del chico muriera dentro de su garganta. De nuevo, Malachi apareció en su mente, y se encontró envolviendo sus brazos en su propio abdomen mientras se alejaba de ella. Se detuvo al lado de Clary.

—No está muerto, está herido —se acercó Imogen a Magnus, cuyo pie volvió al suelo. Su ceja se levantó ante su tono—. Tus habilidades mágicas son requeridas. Jonathan necesita estar saludable para ser interrogado.

Magnus la miró fijo por un largo tiempo, su rostro aún ilegible.

—Bien —Magnus no sonaba tan divertido como antes—. Le costará —Imogen agitó con desdén su mano en el aire y Magnus la observó como si quisiera convertirla en una serpiente.

—No puede permanecer en el Instituto —continuó como si Magnus no hubiera hablado. Adrian no estaba seguro si iban a pagarle, e hizo una nota mental para buscar dentro de sus ahorros si no lo hacían—. Solo porque la Espada no está no significa que la interrogación no siga en pie —Pero significaba que Jace recibiría un juicio injusto. Adrian frunció el ceño—. Mientras eso sucede, el chico permanecerá bajo observación. Claramente corremos el peligro de que escape.

—Qué horrible persona —siseó Clary y Adrian asintió de acuerdo.

—¿En serio? —comenzó Isabelle. Estaba temblando y Adrian la abrazó por los hombros, asegurándose de poder detenerla si decidía que arremeter contra la Inquisidora era una buena idea—. Actúa como si hubiera intentado escapar de la Ciudad Silenciosa.

—Bueno, ya no está dentro de la celda, ¿o me equivoco?

—¡Eso es injusto! —el rostro de Isabelle comenzó a enrojecer. Adrian murmuró su nombre, tratando de calmarla, pero no pareció escucharlo—. ¡No podría haber esperado que se quedara ahí abajo cuando está lleno de gente muerta!

—¿Injusto? —la voz de Imogen era fría como el hielo cuando habló. Isabelle se quedó quieta y Adrian se estremeció—. ¿En serio esperas que les creas que tú, tu hermano y Adrian Dieudonne vinieron a la Ciudad de Hueso debido a un llamado de ayuda, y no para liberar a Jonathan de lo que consideran un encierro innecesario? ¿Esperan que crea que no tratarán de ayudarlo a escapar de nuevo si tiene permitido permanecer en el Instituto? ¿Creen que pueden engañarme tan fácil como engañarían a sus padres, Isabelle Lightwood? —la mirada de Imogen se dirigió abruptamente hacia Adrian, quien de inmediato se sintió incómodo—. Y tú. Esperé más de ti, como el hijo del Cónsul, Adrian Dieudonne. Tu padre estará muy decepcionado.

Adrian sabía que no hizo nada malo, pero retrocedió ante sus palabras, como si hubiera sigo abofeteado.

—Jace puede quedarse en mi hogar —sugirió Magnus con voz fuerte y algo de ira filtrándose. Mientras hablaba, Alec lo rodeó para acercarse a Adrian y darle un apretón en la muñeca como una pequeña señal de apoyo. El único tipo de apoyo que podía darle frente a su madre y la Inquisidora. Sin pensarlo, Adrian deslizó su mano y apretó la de Alec, dejándola ir un segundo después.

—Tu brujo no comprende que Jonathan es un testigo de máxima importancia para la Clave —dijo Imogen, mirando aún a Adrian. Con una punzada de dolor, él se dio cuenta de que su mirada había bajado hacia las manos de Adrian y Alec el breve momento que mantuvieron contacto. Cubrió su malestar regresándole la mirada.

—Su nombre es Magnus y está justo frente a usted —habló tan respetuosamente como pudo—. Tal vez debería llamarlo por su nombre también —Magnus sonrió a Imogen con cualquier cosa menos amabilidad.

—He cuidado de prisioneros para la Clave antes —su voz era de un tono dulce enfermizo. Adrian hubiera odiado ser el receptor de semejante desprecio—. Creo que encontrará un excelente registro en mi departamento. Mi contrato es de los mejores.

—Entonces está decidido. Hazme saber cuando esté lo suficientemente bien para caminar, brujo, tengo cientos de preguntas para él —la Inquisidora dio la vuelta y procedió a alejarse, Maryse siguiéndola poco después. Magnus, dando un resoplido disgustado, giró hacia Jace y se arrodilló a su lado. Alargó la mano para pinchar su mejilla.

—¿Puede hablar? —preguntó, repitiendo la acción. Jace se quejó y abrió los ojos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —demandó. Magnus sonrió y agitó los dedos en un lindo saludo.

—Hola, roomie.



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Ya que Magnus abrió el Portal desde su patio, no tuvieron otra opción más que caminar hasta su departamento, Jace presionado entre Alec e Isabelle. No era una caminata tan larga, tal vez solo de diez minutos, y Adrian concluyó con que Magnus solo tomó un portal para causar un efecto dramático. Caminó hasta ponerse de lado de Magnus, quien le dirigió una mirada fresca a Alec por el rabillo del ojo.

—Me debes una grande, niño bonito —fue lo primero que salió de sus labios. Adrian sonrió—. Tuve que abandonar a mi cita para ayudarte —la sonrisa de Adrian desapareció y fue cambiada por un gesto de asombro.

—Lo siento —dijo con sinceridad—. No te habría llamado de haber podido, eres uno de los mejores brujos que he visto. Pero gracias igual, por haber llegado tan rápido —Magnus chasqueó la lengua y agitó la mano, los anillos de su mano brillando bajo las luces de la calle.

—En realidad no puedo decirte que no —admitió Magnus, no muy feliz—. Eres genuinamente agradable —Adrian inclinó la cabeza hacia un lado, deteniendo una sonrisa, lo único que deseaba era que Magnus tuviera gente amable dentro de su vida. Debido a la forma en lo que lo dijo, no parecía tener muchos amigos y el pensamiento lo entristeció.

—¿Es tu forma de decir que oficialmente soy tu amigo? —se burló y Magnus bufó.

—No hay por qué volverse loco.

—Siento lo de tu cita —repitió él. Magnus se encogió de hombros, jugueteando con el anillo alrededor de su dedo.

—Eres afortunado de que él te conozca y entienda por qué me fui —dijo Magnus después de un momento, sorprendiendo a Adrian, quien lo miró con curiosidad—. Si no fuera por eso no habría sido tan amigable.

—¿Me conoce? —Magnus asintió ante su pregunta, antes de girar y comenzar a subir los escalones de piedra, desapareciendo dentro de su piso. Adrian hizo un gesto para que Isabelle, Jace y Alec fueran primero, y luego entró con Clary detrás de él. Esperaron en la entrada mientras Magnus se adelantaba, probablemente para preparar una habitación. Unos cuantos minutos después, estaba de vuelta, viéndose más animado.

—Llévenlo a la habitación del final del pasillo —Isabelle y Alec tomaron a Jace rápidamente y Clary los siguió. Adrian se quedó atrás con Magnus, curioso sobre la sonrisa en su rostro—. Él me esperó como prometió. Tienes suerte de que sea buena persona también —con eso, Magnus giró y lo adentró más al lugar. Parecía mucho más grande ahora que durante la fiesta.

Magnus desapareció dentro de otra habitación y Adrian observó a la persona de pie cerca del sillón ansiosamente, mirada fija en la puerta en la que Magnus desapareció. Adrian se acercó con lentitud. La última vez que vio a Oliver fue cuando desapareció en la multitud, enojado y herido.

—¿Estará bien? —preguntó Oliver, manteniendo la mirada en la puerta. Adrian asintió lentamente.

—Magnus dice que sí. No es tan serio y el veneno no es tan fuerte, así que no debería tardar mucho.

Oliver soltó un suspiro aliviado.

—Bien. No se fue de la Luna del Cazador en buenas condiciones y me hizo sentir culpable por, ya sabes, no ayudar.

—No te preocupes —Oliver aún no lo había mirado. Adrian frunció el ceño—. Después de lo que sucedió en el callejón, no esperé que los lobos fueran amistosos con cazadores de sombras.

—Sí, sobre eso... —al fin Oliver apartó la mirada de la puerta y lo miró. Adrian sintió que podía respirar con más facilidad. Oliver significaba mucho para él por muchas razones y temía que lo había perdido después de esa noche en la Luna del Cazador. Se había comportado tan frío y enojado, pero ahora, no había nada más que calidez en su mirada y su rostro tenía la expresión suave y amable usual—. Siento dejarte dentro del bar. No debí haberlo hecho, en especial después de lo que le pasó a Jace, podría haber sido peligroso para ti.

—No tienes que disculparte, Ollie —tranquilizó Adrian con una sonrisa—. Lo comprendo. Por si sirve de algo, la Clave está investigando los asesinatos. No lo supe hasta que regresé del Instituto —Oliver frunció el ceño. Tenuemente, Adrian escuchó a Magnus canturrear y miró luces de varios tonos de azul parpadear a través de las grietas de la puerta cerrada.

—¿No te lo habían dicho? —preguntó Oliver, sorprendido. Hasta hace poco, Adrian era uno en quienes confiaban para darle información importante de parte de Hodge. No fue una sorpresa que le ocultaban todo ahora. Casi se sorprendió de que su lealtad no fuera cuestionada como la de Jace.

—Nop. Como dije, ya no tengo autoridad en el Instituto —Oliver asintió.

—Quise llamarte ayer —continuó él, aún avergonzado. Adrian mordió su labio para evitar que su sonrisa creciera—. Maia me dijo lo que le dijiste y no quería que pensaras que estaba enojado contigo, sino con la situación —Adrian murmuró y pinchó una de las mejillas de Oliver.

—Deja de lucir avergonzado —ordenó, soltando su mano—, estamos bien —Oliver se vio más aliviado mientras una sonrisa cruzaba por su rostro. Hubo un gran boom desde el dormitorio y ambos se sobresaltaron y miraron la puerta, sorprendidos.

—¿Ha habido algún progreso intentando averiguar quién es el asesino? —preguntó Oliver, la pregunta tan inesperada que por un momento Adrian solo lo miró fijo. Su boca se torció en una mueca—. Todos creen que fueron los vampiros, pero Raphael dijo que no lo son y le creo.

—Tampoco creemos que sean los vampiros —admitió, recordando a Maryse citando a Raphael en el Instituto—. La Inquisidora mencionó que Valentine usaba los asesinatos para mantener a la Clave distraída.

El rostro de Oliver palideció.

—¿Valentine? —susurró, tragando saliva con dificultad cuando Adrian asintió—. ¿Así que es cierto? ¿regresó?

Adrian hizo una mueca.

—Sí —un escalofrío recorrió el cuerpo de Oliver y parecía que estaba a punto de vomitar, así que Adrian dio un paso al frente, preocupado, su mano yendo hacia el brazo de Oliver.

—Ese monstruo mató a mis padres —Adrian volvió a hacer una mueca, aunque dejó su mano en el brazo de Oliver, quien ya conocía la historia. Los padres de Oliver fueron víctimas del Círculo, como muchos subterráneos. Él tenía tres años, y aunque ya habían pasado diecisiete años y no tenía recuerdos de ellos, el recuerdo aún lo atormentaba—. Él y sus seguidores.

—La Clave hace todo lo que puede —no fue mucho, de hecho, significó muy poco. A la Clave no le importaban los subterráneos y era infantil creer que sí.

—Sin ofender, pero eso no me tranquiliza —murmuró Oliver y Adrian resopló una risa.

—Tienes razón, a mí tampoco —hubo un momento de silencio y los labios de Adrian se torcieron en una gran sonrisa—. Así que Magnus, ¿eh? —las mejillas de Oliver se oscurecieron e inclinó la cabeza hacia abajo.

—Uhm, sí —Oliver le envió una mirada molesta que en realidad no era verdadera—. Por cierto, gracias por interrumpir nuestra cita, lo aprecio mucho.

Adrian arqueó una ceja.

—Bueno, lo compensaron hace un rato, así que no creo que era una cita lo que interrumpí —el rostro de Oliver se sonrojó aún más y sus ojos se abrieron mucho.

—Por favor, Dri —pidió con voz débil y él rió.

—¿Cómo pasó esto? ¿se conocieron en alguna fiesta?

—No —una pequeña y tímida sonrisa creció en el rostro de Oliver—. Él vino a la Luna del Cazador para averiguar si alguno de nosotros sabía algo acerca de los asesinatos de esa mañana. Lo siguiente que recuerdo es que me estaba invitando a salir.

—Qué romántico.

Oliver le dio un ligero empujón en el hombro.

—Fue lindo.

—No lo dudo.

—No pude decir que no.

—¿Por qué lo harías? —Adrian dejó de hablar cuando otro boom salió de la habitación, seguido por Magnus gritando, irritado. Adrian sonrió cuando Isabelle le respondió—. Espero funcione —La puerta se abrió e Isabelle y Alec salieron arrastrando los pies, Isabelle con el ceño fruncido y Alec con un sonrojo. La puerta se cerró detrás de ellos. La mirada de Oliver se posó un momento en Alec antes de volver a mirar a Adrian y darle una sonrisa amable.

—Espero funcione para ti también.



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