ooo. the beginning of an adventure...
➢𝔗he beginning of an adventure⌇
PRÓLOGO ❙ 🏄🏻♀️◄
❝i own every second that
this world could give❞
ERA UN DÍA COMO CUALQUIER OTRO PARA LOS POGUES. Uno en dónde se escabullían hacia Figure Eight para pasar el rato en el lado rico de la isla. El grupo de adolescentes de dieciséis años se encontraba en una enorme casa que estaba siendo construida. John B estaba en el tejado bebiendo cerveza mientras que mantenía el equilibrio para no caerse.
Kiara y Alya miraban la casa por dentro y todos los lujos que nunca tendrían. Bueno, no sería el caso de Carrera ya que ella era una kook y vivía en una casa enorme, pero pasaba tanto tiempo con los pogues que era como si viviera con ellos.
Las cosas de la gente rica no eran de su interés. Encontraba la vida pogue más emocionante que solo vestir prendas costosas y rodearse de personas superficiales tal y como sus padres insistían tanto en que hiciera.
Era un completo infierno, y a decir verdad, envidiaba un poco la buena relación que Alya tenía con su familia. Ellos tenían algo que Kiara sentía que faltaba con sus padres.
—Es una caída de unos tres pisos —comentó Pope—. Creo que tienes una posibilidad en tres de sobrevivir.
John B metió su dedo índice a su boca para chuparlo rápidamente y luego sacarlo para así averiguar en qué dirección se dirigía el viento.
—¿Debería hacerlo?
—Sí, salta —Pope lo apuntó con un taladro—. Te dispararé mientras caes.
—¿Me dispararás? —Routledge simuló una pistola con sus dedos índice y pulgar.
—Sí.
—Alya, ¿qué piensas de eso?
La nombrada, que apenas aparecía en la escena junto a Kiara, sonrió y negó con la cabeza.
—Que son unos idiotas.
—¡Gracias, cariño! —exclamó John B con sarcasmo.
—Pondrán baños japoneses con calentadores de toallas —informó Kiara, que estaba detrás de Alya.
—Claro que sí, ¿por qué no? —soltó JJ con ironía.
—Es uno de los muchos lujos de los kooks, amiga —siguió Steiner, con la misma decepción que tenía Carrera sobre el asunto.
—Esto era un hábitat de tortugas, pero supongo que no le importa a nadie.
—Odio las toallas frías —JJ se calló al instante en que Alya lo miró con el entrecejo fruncido. Definitivamente su comentario no era de mucha ayuda.
Kiara miró hacia el tejado para dirigirse a John B.
—¿Podrías no matarte?
—¡Cuidado con la cerveza! —exclamó Maybank, dándole un trago a la suya—. No te daré otra.
—Dámela a mí —pidió Alya, trepando hacia el andamio donde estaba él—. Sabes que será un desperdicio.
El rubio le extendió una lata a su amiga sin siquiera pensarlo dos veces. La castaña la abrió y dió un largo trago dejando que el amargo líquido bajara por su garganta. Hizo una mueca al saborearlo, pues no estaba acostumbrada a beber, pero lo dejó pasar y siguió bebiendo.
John B dejó caer su lata de cerveza, causando que Alya riera. Siempre pasaba lo mismo.
—¡Oh, mierda!
—Y se te cayó —se quejó JJ—. ¡Justo como dije!
—Qué desperdicio, hermano. ¡Sabes que son costosas! —exclamó Alya al mismo tiempo en que Kiara susurraba un «idiotas».
Pope observó cómo llegaba la policía, así que se giró hacia sus amigos para avisarles que estaban en problemas, lo cual ya era costumbre para los pogues, aunque también era divertido.
Sólo un grupo de adolescentes de 16 años de edad encontraba divertido ser perseguidos por policías. Pero así era su vida; hacer las cosas que querían, como querían, cuando querían y donde querían sin importar lo que les pudiera pasar.
—Hey, uh, llegaron los de seguridad. Vámonos —los apuró.
—Mierda —susurró Alya y se bajó rápidamente de donde estaba, lista para correr.
—Hoy llegaron temprano —opinó John B.
—Vamos, chicos —los animó Kiara, sabiendo lo que venía a continuación.
Alya se amarró el cabello en una coleta para evitar que le molestara mientras corrían de los policías.
—Gary, ¿eres tú? —comenzaba a gritar JJ.
—¡Sí, sabes que soy yo! —contesta el oficial.
—¡Es bueno verte, amigo!
—Gary, ¿ya es hora? —John B seguía el juego de Maybank; provocar a los de seguridad.
Los adolescentes comenzaron a mover sus piernas tan rápido como podían. A pesar de que ser perseguidos por la policía era divertido por la adrenalina, no querían ir a la cárcel.
—¡Deténganse!
—¡Vamos, chicos! —Kiara seguía dándoles ánimos a todos para que no se rindieran y continuaran con esa carrera hacia la furgoneta de John B.
Este último llegó primero y la encendió en cuanto sus amigos llegaban con prisa para continuar huyendo de los policías que no parecían darse por vencidos para atraparlos.
Gary corría con fuerza para tratar de alcanzar la furgoneta que estaba en movimiento, alejándose del lugar.
—¡Hey!
Los pogues reían a carcajadas, sintiendo la adrenalina recorrer sus cuerpos.
—Miren, Gary quiere un aumento —dijo Pope.
—¡Vamos, Gary! —exclamó JJ al hombre, para luego dirigirse a John B—. Espera. ¡Más despacio! Despacio.
—Basta, chicos, le causarán un ataque cardíaco —se quejó Carrera, aunque la situación le divertía bastante.
—¡Eso es! Estás cerca. ¡Hazlo! —le decía Maybank a Gary antes de lanzarle una lata de cerveza que el hombre atrapó en el aire para que no se estrellara contra su rostro—. ¡Aquí tienes! Oh, no te pagan lo suficiente, hermano.
—¡JJ, basta! —Kiara lo tomó de un brazo—. Basta.
—¡Oh, vamos! Tenía ganas de ser castigado.
Los chicos reían por la situación de la que acababan de librarse. Era su día a día. Disfrutaban de cada momento aunque estuvieran en riesgo de ir tras las rejas. Tenían 16 años de edad, no querían preocuparse por otras cosas que no fueran vivir la vida al máximo.
Cuando crecieran y tuvieran sus familias estarían encantados de contarles a sus hijos las aventuras que tenían cuando eran jóvenes. Sí, incluyendo todas las cosas ilegales que hacían.
O tal vez esas historias eran mejor mantenerlas para ellos mismos.
John B condujo hacia la parte sur de la isla, que era la parte pobre. Básicamente en donde casi todo el grupo vivía.
Llevó a Alya a su casa para que pudiera buscar un poco de ropa y se asegurara de que su abuela se tomara sus medicamentos. Se preocupaba mucho por ella. No le gustaba pensar que un día ella no estaría en la casa para cuando a su abuela le ocurriera algo malo.
—Regreso en cinco minutos —anunció Steiner mientras abría la puerta y se bajaba de la furgoneta.
—Oh, no, vamos contigo —dijo John B—. Quiero ver a Lola.
—Como digas —Alya se encogió de hombros y sacó las llaves de la casa para abrir la puerta principal—. ¡Sebastian! ¡Kayla! Ya llegué.
—¡Estamos en el comedor! —escuchó la voz de su hermana.
Alya se adentró a su hogar seguida de los chicos. Se dirigió al comedor, que estaba ubicado en una esquina de la cocina, y se acercó a sus hermanos para saludarlos.
Sacudió el cabello de Sebastian con una mano, y besó la frente de su hermana con dulzura. Los chicos saludaron a Sebastian con un saludo especial que tenían entre ellos mientras que a Kayla la saludaban sacudiéndole el cabello.
—¿Qué hay, hermano? —JJ saludó a Sebastian con un fuerte abrazo.
—Todo mal —se quejó el chico—. Mis padres me castigaron con esto.
El chico señaló las diversas hojas de papel que estaban regadas por la mesa.
—No es cierto —dijo Alya, que había abierto el refrigerador para sacar un jarrón de cristal con jugo de naranja—. Sacó malas calificaciones y ahora tiene que ir a clases durante todo el verano para reponerlas.
—¿En serio? —cuestionó Maybank con una sonrisa burlona—. Estás siguiendo mis pasos, ¡qué orgullo!
John B, Kiara y Kayla rieron, pues sabían que JJ odiaba la escuela. No era un estudiante muy ejemplar. En cambio, Pope y Alya eran todo lo contrario. Eran muy buenos alumnos, y tenían las mejores notas.
Aunque Pope era más dedicado que Alya.
—No lo estés animando, JJ —la Steiner mayor sirvió el jugo en ocho vasos, uno de ellos se lo llevaría a su abuela—. Era estudiar todo el verano o arriesgarse a tener que repetir el año.
—¡Oh, vamos! —JJ sonrió—. Es divertido romper algunas reglas.
Alya rodó los ojos. Nunca ganaría en una conversación con JJ. No le hacía mucho caso, a decir verdad, el chico era muy conocido por ser bastante problemático.
La chica le repartió los vasos con jugo a sus amigos antes de dirigirse a su hermano.
—¿En qué estás trabajando? Tal vez te puedo ayudar.
Sebastian suspiró.
—Matemáticas.
Alya abrió los ojos enormemente.
—Que Dios te ayude —dijo, rindiéndose a ayudarlo desde ese momento—. Iré a darle esto a la abuela, ya vengo.
Los chicos asintieron rápidamente. Entendían que la vida para Alya se resumía en cuidar a sus hermanos y a su abuela mientras sus padres trabajaban y también al mismo tiempo hacía todo lo posible para pasar el rato junto a sus amigos.
Trataba de mantener un equilibrio en su vida, y era difícil, pero sentía que tenía todo controlado.
La castaña tocó la puerta de la habitación de su abuela, queriendo asegurarse de que podía pasar.
—¡Entra! —exclamó Lola en español.
Alya sonrió y abrió la puerta.
—¡Eh, mija! —Lola sonríe desde su cama. Estaba muy entretenida viendo una novela que pasaban por uno de los canales de televisión que había—. Vente pa' ca, siéntate aquí conmigo.
—Hola, abuelita —Alya dejó el vaso en la mesita de noche junto a la cama y se sentó al lado de la anciana—. Es hora de que tomes tus medicamentos.
—Ugh —la mujer rodó los ojos—. No sé porqué te esfuerzas tanto en dármelos, si de todas formas me voy a morir en algún momento.
A Alya no le gustaba oír esos comentarios que su abuela hacía con respecto a su tiempo de vida. La desanimaban mucho, pero trataba de fingir que no le afectaban porque la señora Lola era alguien muy atenta en cuanto a los sentimientos de otras personas.
—No digas eso, abuelita —Alya sonrió débilmente—. Tienes que tomártelo si quieres estar presente cuando me case, ¿no es lo que me dijiste que querías hacer?
—¡Oh, sí! —Lola sonrió al recordar la conversación que habían tenido unos años atrás—. Con el chico rubio este... ¿Cómo se llamaba? Con el que te la pasas todo el tiempo.
Las mejillas de la chica se cubrieron con un leve color carmesí al entender que su abuela hablaba de JJ; su mejor amigo y el chico que le gustaba desde tercer grado.
—Si te refieres a JJ, él y yo somos amigos de toda la vida, nada más —Alya moría por cambiar de tema.
—Mija, podré tener alzheimer, pero todavía me doy cuenta de muchas cosas.
—Abuela, no hablemos de esto ahora —pidió la adolescente—. Es mucho más importante que tomes tu medicamento cuando corresponde, ¿sí?
Lola rodó los ojos con diversión. Parecía que no había forma en que su nieta admitiera sus sentimientos por Maybank.
Alya abrió el primer cajón de la mesita de noche y de allí sacó un pastillero, que era uno de esos recipientes de plástico en donde se organizaban las pastillas por día. Steiner tomó las pastillas del día que correspondía y se las extendió a su abuela.
La mujer las tomó y las puso en el centro de su boca para luego tomar un poco de jugo y tragarlas fácilmente. Cabe aclarar que no se las tomó todas de una, sino que poco a poco.
—Ya está —anunció al finalizar—. ¿Dónde están mis bebés?
—En el comedor —le indica Alya al darse cuenta de que hablaba de los pogues.
—Dale, ayúdame, que los quiero ver.
Alya se bajó de la cama y con calma ayudó a su abuela para hacer lo mismo. La mayor había perdido un poco de su fuerza en las piernas así que de vez en cuando necesitaba ayuda para caminar. Especialmente si había estado mucho tiempo en la cama.
La adolescente de 16 años la guió poco a poco hacia el comedor, donde Lola saludó con una gran sonrisa al grupo de amigos de su nieta mayor.
—¡Mis bebés! —agarró a cada uno por las mejillas para luego dejarles un beso en estas—. ¿Qué cosa ilegal hicieron ahora?
—¿Hicieron algo ilegal? —le preguntó Kayla a su hermana mayor con una enorme sonrisa, esperando que le contara una nueva anécdota de su vida.
—Bueno, nos metimos en una propiedad privada y fuimos perseguidos por la policía... Otra vez —le contó Kiara con algo de pena.
—Oh, a eso yo le llamo vivir la vida como se debe —Lola sonrió con orgullo—. Solo espero que no se estén metiendo los polvitos mágicos que andan vendiendo por ahí en la calle.
Tras ver la cara de confusión que tenían sus amigos, Alya entendió que había llegado otro de esos momentos en los que tenía que explicarles lo que su abuela decía en español.
—Se refiere a las drogas.
—Oh, no, para nada. Somos unos angelitos —John B tuvo el descaro de mentir.
—Sí, claro —soltó Pope con sarcasmo, quien guardó silencio al recibir una mirada severa de sus amigos—. Es decir, sí, claro, lo que dijo John B.
—Bien —Lola miró a sus nietos menores—. ¿Ya recogieron el revolú que hay en su cuarto?
—¡Abuelita! —se quejaron Kayla y Sebastian al unísono.
—"Abuelita" nada, vayan, vayan —a regañadientes, los niños se levantaron de la mesa y se dirigieron a sus habitaciones para limpiarlas tal y como su abuela les había mandado.
Los chicos rieron al ver las reacciones de los hermanos menores de su mejor amiga. Siempre era un completo placer ser testigos de muchos de los momentos que la familia Steiner compartía. Amaban ver el buen matrimonio que tenían Austin y Mary, al igual que amaban ver que aún con una familia tan numerosa, se mantenían muy unidos.
En esa ocasión, los ponía muy feliz que la señora Lola aún tuviera las energías suficientes como para levantarse de la cama y velar por el bienestar de sus nietos a pesar de que sus enfermedades poco a poco empeoraran. Si sentían admiración por alguien, definitivamente era por ella.
No solo tenía Alzheimer, sino que también padecía de diabetes y de fibromialgia. Mary se encargaba de asegurarse de que recibiera sus tratamientos para esta última.
—Si no les digo que vayan a limpiar sus habitaciones, no lo hacen —Lola suspiró—. Ay, los adolescentes de estos días.
Alya miró a sus amigos con una sonrisa cómplice. Era completamente irónico cómo su abuela los había animado a hacer cosas ilegales minutos atrás y justo en ese momento se quejara de los adolescentes.
—¿Vas a quedarte con los chicos esta noche? —Lola miró a Alya.
—Sí —la castaña dudó por unos momentos pero luego recordó lo que su padre le había dicho—. Papá me mandó un mensaje que decía que hoy saldría temprano del trabajo y que podía irme con los chicos, pero no sin antes asegurarme de que todo aquí estuviera en orden.
—Bueno, entonces no te preocupes por nosotros porque aquí todo está muy bien —su abuela le regaló una cálida sonrisa—. Que disfrutes.
Lola dejó un beso en la mejilla derecha de su nieta y se despidió de sus amigos de la misma manera para luego volver a su habitación en donde estaba viendo su novela anteriormente.
Alya fue rápidamente a su habitación para buscar un poco de ropa, pues como se mencionó antes, esa noche se quedaría en el Chateau junto con sus amigos.
Hecho esto, se despidió rápidamente de su abuela y de sus hermanos, prometiéndoles regresar a la mañana siguiente para acompañarlos en el desayuno y de paso, saludar a sus padres. No los había visto en todo el día y esto era debido a que ambos trabajaban por muchas horas para poder ganar dinero extra y así esforzarse en darle a su familia la vida que merecían.
Austin trabajaba como reparador de electrodomésticos y también como mecánico. Era muy bueno en lo que hacía. De hecho, incluso de vez en cuando le enseñaba a sus hijos un poco. Sobre todo a Alya y a Sebastian. Ambos arreglaban sus propios electrodomésticos cada que fuera necesario.
Cuando Alya ya estuvo lista, se despidió de su abuela y de sus hermanos. A estos últimos les mencionó que la llamaran en caso de que algo ocurriera y ella estaría allí tan rápido como le fuera posible.
Al hacer esto, se subió a la furgoneta con sus amigos en dirección a la casa de John B. Todo iba extremadamente genial. Había sido otro día increíble para añadir a la lista de las aventuras de los pogues.
Aunque la felicidad no duró mucho para Alya, pues una chica rubia llegó al Chateau para hacerle compañía a JJ. Era algo que siempre ocurría y Steiner no podía hacer nada más que sufrir en silencio.
Claro que John B lo notaba la mayoría de las veces. Era muy confuso para él toda la situación entre sus amigos. No entendía la razón por la que Maybank salía con otras chicas si supuestamente estaba enamorado de Alya. No decía mucho al respecto porque sentía que era algo que no le incumbía, pero se daba cuenta de cuánto eso afectaba a Alya y por supuesto, no le gustaba que fuera así.
A la mañana siguiente, Routledge salió del baño luego de haber despertado y como siempre, buscaba a sus amigos con la mirada para darles los buenos días. Miró hacia la habitación en donde JJ había dormido y se encontró con el rubio en una posición comprometedora con la chica rubia mencionada anteriormente.
—¡Hey, vamos! Ya vete —le ordenó Maybank y John B optó por cerrar la puerta. Era asqueroso ver eso en la mañana.
Hizo una mueca y siguió buscando a los demás.
—Buenos días, Kie —saludó a Carrera, que estaba acostada en un mueble.
—Buenos días.
Luego vio a Alya tomando sus cosas y se acercó a ella con una ceja levantada. Era un poco extraño que la chica se fuera tan temprano.
—Alya, ¿ya te vas?
—Uh, sí, es que debo ir a verificar las cosas en mi casa. Mi abuela debe tomar unos medicamentos ahora y no estoy muy segura de que Sebastian y Kayla lo recuerden —explicó con rapidez—. Luego nos vemos.
—Oh, está bien —John B miró a Kiara para asegurarse de que ella también había notado lo extraña que estaba Alya. Carrera solo negó con la cabeza, sin saber qué decirle.
No sabrían decir si la extraña actitud de Steiner se debía a lo de su abuela, o porque JJ aún estaba con aquella chica rubia. Realmente no querían pensar que se tratara de JJ porque la situación de su abuela era un tema delicado y era algo que también influía mucho en los sentimientos de Alya.
La chica se dirigió a su casa, y al llegar miró con extrañeza a su padre y hermano. Ambos estaban fuera de la casa colocando unas tormenteras sobre las ventanas. Alya no sabía qué ocurría así que decidió preguntarles.
—Antes que nada, buenos días —se acercó—. Y segundo, ¿qué ocurre aquí?
—Oh, ¡hola, cariño! —su padre la saludó con un tierno beso en la frente—. ¿No te enteraste?
—¿De qué?
—Del huracán Agatha —contestó Sebastian, limpiándose el sudor de la frente—. Todos en la isla están preparándose.
—Tenemos que cubrir las ventanas por precaución —comentó Austin—. Ya sabes, si viene con vientos fuertes las probabilidades de que los cristales de las ventanas exploten son muy altas.
—De acuerdo, iré a darle los medicamentos a la abuela y les daré una mano.
—Oh, no te preocupes por eso, cariño —su padre sonrió—. Tú mamá ya se encargó.
Alya abrió los ojos enormemente, mostrándose sorprendida.
—¿Mamá está aquí? Pensé que había ido a trabajar.
—Iba a hacerlo, pero como todos están preparándose por lo del huracán, le dijeron que podía quedarse en casa —explica Austin, volviendo a una de las ventanas que cubrían Sebastian y él con las tormenteras—. Hizo algunos recados, así que puedes ayudarla a guardarlos.
—Está bien —Alya sonrió y se adentró a su hogar. Saludó a su madre, su hermana y a su abuela antes de ayudar con los quehaceres de la casa.
No tenía la menor idea de la aventura que le esperaba al día siguiente.
Una que le daría un enorme cambio a lo que ella llamaba una vida equilibrada.
author's note !
HE AQUÍ EL PRÓLOGO DE ESTA HISTORIA. ¿Les gusta el nuevo banner gif? Siento que está muchísimo mejor que el anterior, y eso se debe a que ese fue el primero que hice. He practicado mucho y reconozco que he mejorado bastante en cuanto a la edición de gráficos. Aunque todavía tengo bastante por aprender, me gusta cómo estoy editando ahora.
En fin, ¿qué van opinando de la historia hasta el momento?
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