22: Live In This Moment


Sana observaba el pecho de JiHyo subir y bajar, estudiaba la suave sonrisa en los labios de la chica, escuchaba cada palabra susurrada que salía de ella. Aún le parecía tan irreal que la coreana estuviera allí, durmiendo en su cama, acurrucada a su lado.

—Un día te daré todo lo que siempre has soñado... sólo nómbralo y será tuyo, ángel—. Susurró mientras sus dedos peinaban el cabello oscuro de JiHyo.

Sana quería quedarse en ese momento para siempre, ese momento de pura verdad. Nunca había pensado que el matrimonio fuera para ella, la idea de estar para siempre con otra persona sonaba más a castigo que a motivo de celebración. Pero algo en ver a JiHyo tumbada allí tan tranquila, tan perfecta, hizo que la idea del matrimonio le pareciera de repente más atractiva.

En ese momento, la pelicorta parecía un ángel que había renunciado al cielo para estar con Sana.

La chica parecía lo único real que Hollywood podía ofrecer.

La única verdad en la ciudad del engaño.

La única persona honesta en un mar de farsantes.

Y así, de repente, la eternidad con otra persona parecía un sueño, y perder la oportunidad de vivir para siempre con JiHyo se convertía en la pesadilla más horrible, una pesadilla que haría cualquier cosa por evitar.

La vida con JiHyo era más brillante, más fácil. La tensa oscuridad que había rodeado a Sana durante tanto tiempo fue desapareciendo nube a nube, desvelando una gran luna de fresa, cuyo resplandor rosado iluminaba todo su cielo. Durante tanto tiempo había perdido la noción de quién era fuera del personaje que había interpretado en público, en cierto sentido ni siquiera estaba segura de saber quién era fuera de eso, pero con JiHyo sentía que al menos tenía una oportunidad de averiguarlo.

La nipona se levantó de la cama, tomo un cigarrillo del paquete que tenía en la cómoda y salió al balcón. Lo encendió con el mechero que tenía allí y le dio una larga calada. Suspiró satisfecha por el alivio que le ofrecía mientras observaba cómo el humo bailaba sobre el cielo de la madrugada. Al contrario de lo que la mayoría pensaba, era madrugadora, se levantaba con la primera luz del sol y le encantaba la brisa fresca de la mañana. Odiaba tener demasiado calor, y sin embargo lo tenía a casi todas horas del día, siendo sin duda la mujer viva más sudorosa en su propia opinión. Pero las mañanas tempranas le ofrecían el consuelo de que soplara un viento casi frío y, lo que era aún más importante, le ofrecían silencio.

Los momentos de tranquilidad eran escasos en su negocio, y se habían vuelto aún más escasos tras el inicio de su rebelión, que había traído consigo más noches largas en los clubes. Así que Sana aprendió a valorar el silencio que podía conseguir, a amar las pausas, aunque le dieran a su cerebro demasiado espacio para pensar y analizar en exceso.

Por una vez la vida era buena, había un ángel en su cama, un cigarrillo en la mano y una suave brisa que la refrescaba. ¿Qué más podía pedir?

Por supuesto, aún estaba lejos de ser libre, la mano de Jimin seguía dirigiendo su vida en la dirección que le convenía, el poder de JYP se cernía sobre cada una de sus decisiones. Sobrepasar los límites era una cosa, pero cruzarlos por completo era imposible mientras JYP tuviera un contrato con su firma y sus iniciales. No te metías con la agencia, simplemente no lo hacías.

Sana no era ninguna nenaza, y sería la primera en demostrarlo, pero meterse con la agencia le daba mucho miedo. Cada vez que Jimin mostraba sus verdaderos colores y empezaba con sus amenazas despiadadas, Sana pasaba rápidamente de confiada y despreocupada a pequeña y frágil, sintiéndose casi como cuando firmó el contrato a los trece años.

—¿Sana?— Una voz suave llamó.

Sana sonrió mientras apagaba el cigarrillo y se volvía hacia la puerta para saludar a la chica somnolienta. Incluso con los rizos desordenados y el maquillaje embadurnado, JiHyo seguía pareciendo impecable a sus ojos, tan bella sin esfuerzo a pesar de su intensa rutina de belleza habitual.

—Es tan temprano... ¿Por qué estás levantada? — preguntó JiHyo, bostezando y arrugando la cara.

—Siempre me levanto temprano, conejita. Tengo que matar mis pulmones al menos dos veces antes de que salga el sol, ¿sabes?—. Sana bromeó antes de abrazar a la chica.

—Hueles a cenicero.

—Grosera. Y yo que iba a decir que no tenías aliento matutino—. Sana se burló.

— ¿¡Tengo aliento mañanero!?— preguntó la coreana horrorizada.

—Cálmate, conejita. No está mal, y además me la suda—. Dijo la actriz antes de capturar los labios de la pelinegra en un dulce beso.

—Pues ayer te importó un carajo, un carajo muy bueno—. bromeó JiHyo.

—Dios mío—. Sana respondió poniendo los ojos en blanco. —Pero fue increíble... Eres... Bueno, eres algo especial, conejita.

—Tú tampoco estás nada mal—. La cantante respondió con una sonrisa antes de inclinarse para darle otro beso.

—Dios, nunca me cansaré de hacerlo. Eres como una puta droga, Hyo. Como una pastilla de la que sólo necesitas tomar más.

—Entonces cómeme, linda—. JiHyo dijo antes de inclinarse para susurrar en el oído de Sana. —Sabes que quieres.

—Bien. Bueno, pues a la habitación—. Dijo Sana, levantando a JiHyo por encima del hombro y dándole una palmada juguetona en el culo mientras la cantante se reía alegremente.

—¡Sana, déjame bajar!— gritó JiHyo entre risas, golpeando ligeramente la espalda de la chica y dando patadas al aire.

—No se puede hasta que lleguemos a la cama, nena. Tengo un coño que devorar—. Sana contestó bromeando. Tiró a JiHyo sobre la cama una vez que por fin llegaron al dormitorio, subiéndose encima de ella inmediatamente.

—Eres una idiota—. dijo JiHyo riendo.

—Sí, pero yo soy tu idiota.

—Sí, lo eres—. La cantante dijo felizmente antes de capturar los labios de Sana en otro beso, sus brazos rodearon el cuello de la chica para acercarla.

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