18.- Todo Recluta Necesita un Compañero


Los llevaron a una bodega a las afueras de la ciudad, que usaban como centro de operaciones. Les pasaron uniformes y los mandaron a cambiarse. En unos minutos, Link y Samus salieron de los probadores con sus ropas nuevas. Se miraron el uno al otro; parecían ladrones de caricaturas. Ambos llevaban ropa negra, guantes blancos, sombrero inflado y una "R" roja en el pecho. La única diferencia era que Samus llevaba minifalda, y dado que no tenían de su talla, había tenido que usar algo más chico; su falda revelaba más de sus piernas y su pecho andaba algo apretado. Link, por su parte, iba bastante cómodo.

—No puedo creer que me convencieras de hacer esto— alegó Link— Ni siquiera sabemos qué es lo que hacen.

—Tranquilo. Ganan dinero, es todo lo que nos importa de momento— dijo ella, mientras se movía para comprobar hasta dónde aguantaba la ropa.

—¿Y si su trabajo es peligroso?

—Entonces nos vamos, así de fácil.

En eso, se les acercó una mujer con cara de pocos amigos.

—¿Ustedes son los nuevos? Bien, voy a darles la charla. Bienvenidos al equipo Rocket— dijo sin un ápice de entusiasmo en su voz— todo lo que hacemos aquí es conseguir dinero ¿Bien? Hacemos todo tipo de trabajos, pero nos especializamos en batallas pokemon ¿Ustedes tienen un equipo decente?

Link y Samus se miraron.

—¿Te refieres a que participan en esas peleas de animales?— inquirió Link.

—Ah, genial. Pokemonistas— gruñó la mujer— mira, si quieres estar en nuestro equipo y llevar nuestro uniforme, vas a tener que atenerte a las reglas ¿Bien? Y si tu jefe te dice que uses pokemon para pelear, tendrás que hacerlo te guste o no ¿Te quedó claro?

—Eh... sí, creo.

—Bien— la mujer se giró a ver a Samus— ¿Y tú? ¿Tienes pokemon?

—Eh... no.

La chica Rocket suspiró, hastiada.

—Lo que me faltaba, dos nuevos sin ningún pokemon— aplaudió para cortar el pesimismo— muy bien, entonces su primera tarea será capturar al menos un pokemon cada uno. No pueden ser reclutas Rocket sin sus propios compañeros; nunca sabremos cuándo puede llegar la policía a hacer una redada.

—¿La policía?— repitió Samus.

—¿Qué es eso?— quiso saber Link.

Ambas mujeres se giraron a mirarlo, sorprendidas. Samus le dio un empujoncito.

—¡Ay, jaja! ¡Claro! ¿Qué importa la policía? Nosotros hacemos lo que queremos, como si no existieran ¿Verdad, compañero?

—¿Pero qué es la policía?— insistió Link.

Samus lo agarró de un hombro con una mano y de la cara con la otra. Forzaba una sonrisa nerviosa.

—¡Jajaja! ¡Tan chistosito!— exclamó con los dientes apretados— Déjate de bromas, Link, o pensarán que de verdad no sabes qué es la policía. Sabes qué es la policía como un chico normal de este mundo ¿verdad?

Con la mano con que le sujetaba la cara, lo hizo asentir con la cabeza.

—¡Genial!

La mujer del equipo Rocket los miró unos segundos sin decir nada. Luego respiró hondo.

—No me pagan lo suficiente— gruñó para sus adentros— Muy bien, reclutas. Diríjanse con mi compañero. Él llevará a todos los nuevos sin pokemon a una expedición para capturar. La próxima vez que los vea, quiero que cada uno me muestre un pokemon, o quedan fuera ¿Entendido?

—¡Sí, señora!— exclamaron ambos.

Podían ser extranjeros, pero ambos habían pasado por la milicia.

Se dirigieron a otra sección de la bodega, donde un puñado de jóvenes se reunía. Otro miembro del equipo se acercó. Se veía que tenía unos diez años más que el promedio de los reclutas, además de llevar un uniforme blanco en vez de uno negro. Se notaba que era uno de los jefes, al menos de esa bodega.

—A ver, escuchen todos: iremos a capturar pokemon ¿Bien? No puedo creer que permitan reclutas nuevos sin siquiera sus propios pokemon. Las cosas no son como antes. En fin, todos síganme.

Los subieron a una furgoneta y se marcharon hacia las afueras de la ciudad, al campo. Se alejaron un poco del camino y estacionaron cerca de una zona de pasto alto.

—El pasto aquí les permite a los pokemon esconderse, por eso hay más de los que uno ve a simple vista. Antes que nada, les haré una demostración.

Sacó de su cinturón una cápsula del tamaño de una naranja, pero roja y blanca, con un botón al medio. Apretó el botón y la lanzó al suelo. De esta, para sorpresa de Link y Samus, apareció una roca de unos 30 centímetros de alto, con dos brazos, dos ojos y una boca.

Entonces la roca chilló como un animal.

—¡¿Qué es eso?!— exclamaron Link y Samus.

Todos los demás se giraron a verlos. En eso se dieron cuenta que estaban llamando mucho la atención, y cada uno tapó la boca del otro.

—Es solo un Geodude ¿Nunca habían visto uno?— se extrañó el líder— no importa. Mírenme atentos y aprendan. No repetiré cómo hacerlo: un pokemon salvaje los puede atacar, quedarse ahí parado o huir. Tengan presente estas tres opciones. Lo que necesitan hacer es tomar una de estas pokebolas y arrojársela.

A modo de demostración, tiró la cápsula a su Geodude, el cual ni se movió. La pokebola lo capturó y se desplomó en el suelo.

—La pokebola capturará al pokemon por sí sola, pero manténganse atentos, que este aún puede librarse y huir ¿Alguna pregunta?

—¿Y si nos ataca?— preguntó uno de los reclutas.

—¡Ahora son del equipo Rocket! ¡Si no aguantan el ataque de un solo pokemon, no están hechos para este trabajo! ¡Ahora todos tomen 5 pokebolas y vuelvan con un pokemon, o no se subirán a la furgoneta!

Los reclutas hicieron lo que el líder les dijo. Pronto todos se esparcieron por el campo, buscando pokemon. Link y Samus fueron juntos.

—No estoy tan seguro— dijo Link— vamos a capturar a estos animales, quizás son madres con crías. Los vamos a forzar a un ambiente al que no acostumbran. Más encima, no planeamos quedarnos mucho tiempo, y no podemos llevarlos con nosotros. Creo que no deberíamos capturar a estos pokemon.

—Entiendo tus puntos, pero tendremos que adaptarnos a este mundo de alguna manera— le rebatió Samus— ¿Te has fijado? Todos aquí tienen pokemon. Los vamos a necesitar para hacer cualquier cosa.

Link apretó los labios.

—Yo sé vivir en el bosque. No necesitamos las normas de la sociedad.

Samus se rascó la cabeza. Al final de todo, Link era un héroe; era alguien bueno con razones de sobra para ayudar a otros. Iba en contra de su naturaleza el hacer daño sin razón. Ella se sentía de la misma forma, pero aunque fuese una chica solitaria, era dependiente de la sociedad.

—Déjame probar algo— le pidió.

Se encontraron unos cuantos pokemon en su camino, como unas ratas grandes y gusanos de caras chistosas, también grandes. Finalmente notaron a un ave chata descender para cazar una presa. El ave se fijó en ellos. Link se preparó a espantarlo, pero no fue necesario: el pokemon se detuvo en el suelo y se quedó mirando a Samus hacia arriba. Luego le pio, extendió las alas y comenzó a moverse de un lado a otro, como si hiciera una danza.

—¿No eres muy niño para eso?— le reclamó Samus.

—¿Eh? ¿Un niño?— se extrañó Link.

Samus se agachó a ver al pokemon ave. Este trazó círculos en el suelo, abriendo y cerrando las alas con carisma.

—Te dicen que no— Samus estiró una mano y le empujó la frente con un dedo.

El pokemon cayó de espaldas.

—¿Samus? ¿Qué está sucediendo?— quiso saber Link.

—Este tonto estaba intentando cortejarme— explicó esta.

Link arqueó una ceja, extrañado.

—¿Un pájaro intentaba cortejarte?

—A veces sucede. Se confunden porque me ven como otro pájaro— dijo ella.

—¡¿Pero cómo...

—Tengo ADN de Chozo... digo, ¿Cómo lo digo para que lo entiendas? Soy parte ave. Es lo que me permite usar mi armadura.

—¡Ah, ya entiendo!— mintió Link.

Ambos miraron al pokemon ave, quien volvió a ponerse de pie para seguir haciendo su baile raro.

—¿Entonces este te ve como un ave y quiere aparearse contigo?

—Exactamente.

—¿Cómo puede creer que eres de su especie?

—Porque los animales son tontos. Vamos.

Continuaron su camino, pero el pokemon los siguió. Se esforzó en alcanzar a Samus para seguir bailándole. Esta se cruzó de brazos.

—¿Hace cuánto aprendiste a volar? Seguro tengo diez veces tu edad, niño. Anda a buscar a alguien de tu tamaño.

—¿Cómo sabes que es joven?— inquirió Link.

Samus se giró a él, extrañada.

—¿A qué te refieres? Míralo, se le nota.

Link miró al ave. Solo veía un ave.

Siguieron caminando, pero el pokemon no los dejaba tranquilos. Al final, Samus se hartó.

—¡Ya, suficiente! ¡¿Quieres venir conmigo?! ¡Vendrás conmigo!

Le arrojó su pokebola, el pokemon ave fue capturado sin problemas y la bola cayó al suelo. Se remeció un poco, mas pronto se detuvo con un leve cliqueo.

Samus fue, recogió la bola y sacó al pokemon otra vez. Este aleteó, revoloteó a su alrededor y finalmente se posó en su hombro.

—¿Ya estás más calmado?— le preguntó esta.

—¡Piii!— contestó el pokemon.

—¿Qué dijo?— inquirió Link.

—¿Qué sé yo? No hablo pájaro— dijo Samus.

—¡¿Qué?! ¡Pero dijiste...

—Que soy parte ave, no significa que tengan un idioma— indicó esta— a veces, un chillido es solo un chillido. Los animales se guían más por instinto que otra cosa. Pero este parece contento. Creo que me lo quedaré.

Miró a Link, quien no parecía muy complacido.

—Digo... no veo motivo para no liberarlo antes de que nos vayamos— mencionó— parece lo suficientemente inteligente para volver a su hogar, o al menos adaptarse a otro bosque ¿Verdad, niño promiscuo?

Le hizo cariño en la mejilla, cosa que el ave aceptó con gusto.

—Eh... está bien. Aun así, se me hace raro que los mandemos a pelear, pero creo que yo también puedo capturar a uno.

—¡Muy bien!

Avanzaron un poco más, se metieron al bosque. No avanzaron mucho cuando Link tropezó con algo y cayó.

Al fijarse, notaron que, enredada en sus pies, se hallaba una curiosa planta. Parecía una raíz extremadamente delgada, con dos hojas a modo de brazos y una cabeza amarilla con forma de jarra.

—¡¿Qué es eso?!— exclamó Samus— ¡¿Es una planta que se mueve?!

Link le ayudó a desenredarse. La raíz de cabeza amarilla lo miró desde el suelo, nervioso.

—Parece un deku— mencionó.

—¿Un qué?

—Un...— Link miró a Samus— ¿No sabes lo que es un deku? Criaturas del bosque, parte planta.

—He visto algunos monstruos planta, pero nunca uno como este— indicó Samus.

Link regresó con el pokemon planta.

—Lo siento, chiquitín. Puedes irte.

—Espera ¿No lo vas a capturar?— inquirió la caza recompensas.

—¿Para qué?

—Para... agh, no importa. No te diré qué hacer.

Ambos se pusieron de pie. Caminaron un poco más, pero no encontraron otros pokemon. Al final, el líder del grupo tocó el silbato para que todos regresaran. Casi todos llevaban pokemon consigo: varias ratas, algunos pájaros similares al de Samus, y otras especies.

Entonces el líder se fijó en Link.

—¿Y tu pokemon?— le recriminó.

—No capturé ninguno— admitió este, sin remordimientos.

El líder miró abajo.

—¿Y qué hace ese Bellsprout tan pegado a ti?

Link y Samus miraron abajo. Abrazado a la pierna de Link, hallaron a la raíz de cabeza amarilla.

—¡Oye! ¿Cuándo llegaste?— inquirió Link.

El Bellsprout, como lo había llamado el líder, emitió un gruñido agudo, tímido.

—¿Por qué no lo capturas, Link? Seguro aprende algo de ti y se hace más fuerte— dijo Samus.

Este suspiró.

—Está bien, lo haré.

Tomó una de las pokebolas de su bolsillo y la chocó con la cabeza del pokemon. Este entró y la pokebola se aseguró de inmediato. Link lo volvió a sacar. El Bellsprout se veía más contento.

—Qué raro— pensó Link— ¿Sabrá que yo le daré comida y refugio?

Por lo poco que había visto, los pokemon se veían un poco más inteligentes que los animales normales. Si era el caso, entonces cabía la posibilidad de que ese Bellsprout notara a pokemon domesticados mejor alimentados que pokemon salvajes, y tuviera esperanza.

Solo esperó no arrepentirse más adelante.

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