Capítulo 7
Damián
El viaje a casa fue agotador, debo admitirlo. Tuve a los dos niños durmiendo todo el viaje mientras yo me dedicaba a conducir y a pensar, me aterra imaginar que la tía de los chicos no ceda con la custodia y nos haga la vida imposible. Hablé con Lee lo suficiente para saber los riesgos que podrían suceder en el peor de los casos y es que ellos vayan a un hogar de menores. Necesito una buena respuesta de su parte, si no es así no me perdonaría dejarlos en un lugar que quien sabe qué les podrían hacer.
Llegamos alrededor de las cuatro de la mañana, mi madre viajó en avión y ya estaba en casa cuando me estacioné, me hizo avisarle por lo menos diez minutos antes para prepararme un té lo cual se lo agradecí infinitamente.
—Baja a los niños primero —me aconsejó y bajó dos bolsos del maletero.
—Vienen cansados —carcajeé y abrí la puerta trasera del auto—. Niños, despierten.
—Mmm —reclamó Noah y se volteó en el asiento.
—Llegamos, hey... —desperté al menor primero quién abrió los ojos de golpe y se bajó rápido—, calma campeón, despierta bien.
—¡Estamos aquí! ¡Necesito una cama! —corrió hacia la entrada principal.
—No corras Noah —le advertí y mi madre con una sonrisa lo siguió.
Me quedaba el mayor quien no daba señales de cooperación. Solo roncaba y lanzaba patadas cada vez que intentaba despertarlo.
—Cariño —susurré y me contestó adormilado.
—¿Damián? —se quejó y quiso volver a dormir.
—Si, el mismo —sonreí—, vamos que te espera una buena cama y muy cómoda por cierto para que puedas descansar.
—Me quedo.
—No, nada que ver chiquito —lo levanté y con un puchero me hizo caso—. Tienes el cabello aplastado, corazón.
—Ni modo —bostezó.
—Vamos, que hace frío.
—¡Me trajiste a un iglú! —chilló al salir del auto y apreté el botón para que se cerrara automáticamente.
—Si corazón a uno muy muy helado —carcajeé y lo ayudé a llegar a la puerta—, te vas a ir a cambiar a pijama y a dormir inmediatamente ¿queda claro?
—Como el agua —se restregó los ojos y subió las escaleras de a poco.
—No te vayas a dormir encima de la tapa Dylan —le recordé y alcanzó a contestarme.
—¡No prometo nada!
—Que te encuentre acostado encima de la tapa jovencito —le advertí con diversión—, dejaré que te congeles allí.
—Calumnias Damián, preferirías ir por una manta a dejarme ahí tirado.
—Qué bueno que me conozcas —entrecerré los ojos y se fue hacia el segundo piso.
Suspiré y coloqué las manos en mi cara, tengo mucho que pensar, organizar y centrarme en mi vida. Necesito un respiro de mis vacaciones. Dios, nunca pensé que diría algo como eso.
Por lo general mi tiempo libre era bastante productivo y enriquecedor, podía hacer todo tipo de actividades, pero ahora que llegaron los niños no he hecho ni la mitad. Me tomé el té con mi madre y luego me fui a dormir. A pesar de mi falta de sueño por el viaje preferí colocar una alarma temprano y salir a trotar porque mi salud está primero y no planeo descuidarla. La de los niños también se volverá mi prioridad, pero primero los papeles, planeo ver a Lee mañana mismo.
7:30 A.M del día siguiente.
El despertador me interrumpió mi agradable sueño, me estiré y con la peor actitud del mundo me levanté para ir a trotar. Salí de la casa con mi típica botella llena y mis auriculares para despejar mi cabeza con música. Mientras pasaba por las calles de New York imaginaba lo que estarían haciendo los niños, también en el escondite que dejé para el celular de Dylan y la entrevista con Lee en dos horas. No descansé hasta que paré al lado de una panadería.
Debería llevarles algo para el desayuno. De seguro Noah amanecerá con ganas de un croissant y Dylan querrá un pan con jamón y queso. Ya les voy conociendo de apoco los gustos por la comida.
—Hola buenas —le sonreí a la cajera—, ¿qué tal le va?
—Muy bien, gracias —sus hoyuelos se marcaron—, ¿qué va a llevar?
—Dos croissant, jamón, queso y cinco panes por favor. También frutas... —me fui al lado de las manzanas y comencé a echar al canasto.
—Se llevará un festín al desayuno —bromeó la chica a cargo.
—En realidad son cosas para mis chicos —abrió los ojos exageradamente y su expresión demostró sorpresa.
—¿Ya tiene hijos? Se ve muy joven.
—Bueno, prácticamente si... —se me infló el pecho de orgullo al decir que tenía "hijos" a pesar de que aún nada estaba concretado—. Los tengo.
—Se conserva muy bien después de todo —me guiñó el ojo y abrí la boca.
Me está coqueteando. Diablos. No soy para nada bueno en esto y tampoco me interesa mantener una relación amorosa por el momento, estoy concentrado en otra etapa de mi vida, formar una familia y sí que conlleva tiempo.
—Gracias —carraspeé y me apresuré en llevar las cosas que iba a comprar a la caja para poder marcharme luego—, ¿Cuánto es?
—Veinticinco dólares —asentí—, ¿con tarjeta o efectivo?
—Tarjeta —entregó una máquina e ingresé mis datos para poder pagar.
—Todo listo. Que tenga un buen día.
—Igualmente, gracias —salí de ahí y me fui trotando nuevamente a casa procurando que las cosas no se me fueran a caer y que no arruinara el desayuno de los niños.
Noah
Miré el techo y luego a mi hermano quien tenía un puchero desde que despertó, no sé qué carajos le pasa, pero jamás se había comportado así en la vida. Cuando estábamos solos, él simplemente no demostraba sus emociones únicamente la preocupación hacia mí y que no nos fuera a faltar la comida.
—¿Que te pasa? lo miré desde el otro extremo de la cama.
—No tengo mi maldito celular —bufó.
—Es una chatarra eso que llamas celular.
—Más respeto con mi bebé ¿ajá? Es único, el señor Steve cuando me lo regaló lo hizo con mucho cariño.
Eso es cierto, el señor Steve era un anciano que vivía cerca de nuestra casa o más bien prisión, él nos daba de vez en cuando una galleta o incluso medicamentos porque sabía que nuestra tía no lo hacía. Una vez Dylan no tenía como comunicarse conmigo y le regaló un celular de su nieta, uno antiguo y no podía con la felicidad que tenía mi hermano, era su primer aparato electrónico de la vida, me lo prestaba sin embargo lo cuidaba como hueso santo hasta ahora.
—¿Dónde lo tienes?
—Damián me lo quitó —me ahogué con saliva y me levanté de golpe.
—¿Qué? ¿Y por qué? —levanté una ceja
—Pues no tengo por qué darte explicaciones Noah, déjame en paz.
—Vamos dímelo.
—Me comporté inadecuadamente ¿okay? Bebí más de lo permitido o más bien exageré y me castigó. Es todo.
—¿Cómo? ¿Lo dejaste que te castigara? —a mi sorprendió bastante porque mi hermanito no es cosa fácil de manejar.
—Pues... ¿sí? Me resistí por supuesto, pero joder, nunca te metas en problemas Noah porque la mano la tiene pesada —hundió su cara en la almohada.
—¿Te mueres de vergüenza? —me reí en su cara—. Te dije que te ibas a meter en problemas con Damián por estúpido.
—Ya pasó todo, me perdonó y ¿sabes qué? No sé por qué carajos me importa tanto que no esté enfadado conmigo...
—Me pasa lo mismo, creo que ha sido tan buena persona con nosotros que ya lo encuentro una figura de autoridad y respeto... aunque también nos da harto cariño.
—Si quizás sea eso.
—Nos adoptará —a ambos nos brillaron los ojos como estrellas—. Aún no me lo creo.
—Me da curiosidad la vida que tendremos con Damián.
—¿Crees que se comporte como un padre? —levanté una ceja y se quedó callado por un momento.
—Puede que sí, lo más probable. Nosotros debemos darle la confianza de todos modos.
—Para mí ya lo está siendo...
—Calma Noah, aún estamos bajo la custodia de la vieja esa —suspiramos juntos—, tal vez hasta se la niegue.
—No llames a la mala suerte, Dylan —me enfadé—, realmente quiero que todo funcione.
—¿Crees que Damián sea el típico padre preocupado de las notas? ¿O de la salud? ¿Qué tal será con las groserías? Por lo que me adelantó no le gustan para nada.
—Yo creo que es un si en todas esas preguntas, aunque se ve muy calmado para ser verdad.
—Tal vez sea muy estricto.
—Nah, no lo creo —me distraje—, es bastante simpático.
—¿Y si se comporta como un ogro? —ambos nos miramos y la puerta se abrió con un chirrido.
—¿Quién es un ogro? —preguntó Damián con la cara tapada con una máscara de Shrek, el de la película y gritamos del susto. No nos habíamos percatado que estaba allí.
—¡AHHH!
—Shh, niños era una broma —se sacó la máscara y no paraba de reír, se comenzó a poner rojo—, debieron ver sus caras.
—¡Y te burlas! —le reclamó Dylan con un falso enojo.
—Eso no se hace Damián, casi nos matas del susto —le saqué la lengua.
—Perdón cachorritos, justo coincidió tener la máscara cuando hablaron de eso —abrazamos almohadas y se puso serio—. No escuché nada, por cierto, solo la última parte sin querer.
—Te creemos.
—Yo no —respondió Dylan y le lancé una mirada fea—, quita esa cara que me das miedo.
—Pero si es la única que tengo...
—Por eso.
Me molesté por ser tan pesado y le mandé una almohada directo a la cara. Voló tan fuerte que lo hizo resbalar y Damián nos quedó mirando.
—Hey, esos jueguitos no me gustan en lo absoluto, se pueden lastimar.
—¡Zopenco! —mi hermano mayor se levantó del piso.
—Y menos groserías ¿verdad Dylan?
—Si...
Mierda parece que Dylan lo respeta un poco y eso ya es un gran avance en él.
—Les traje su desayuno favorito, está en la mesa. Vayan a lavarse las manos y bajan a comer —emocionados nos paramos de la cama en segundos—. Por cierto, buenos días chiquitos.
—Me siento un bebé cuando nos dices así —Dylan arrugó las cejas.
—Son mis bebés —Damián lo dijo bastante enserio—, ¿queda claro?
—¡Agh!
—Por mí no hay problema —me encogí de hombros mientras caminaba detrás de los dos en dirección al pasillo.
Damián
El desayuno transcurrió bastante bien, Dylan comió algo a lo cual lo felicité y Noah se lo repitió por lo que me hizo sentir bien, deben alimentarse como corresponde no con chucherías o comida chatarra.
Mi madre se comprometió a cuidarlos mientras yo me iba a un café cercano a hablar con mi amigo y abogado, Lee. Me contacté con él cuando venía de camino hacia la casa y me dijo que teníamos que ver ciertos puntos para poder explicarme la situación.
Jamás en mi vida me había sentido tan ansioso, es como si quisiera que todo pasara muy rápido, pero a la vez lento, me aterra pensar en perderlos por culpa de todo el sistema o la misma tía que no quiera aceptar la propuesta. También me siento nervioso por el hecho de que si todo se aprueba seré padre y Dios, esa palabra jamás la había pensado colocar en mi vocabulario.
Solo le pido al universo que todo salga bien. Quiero a esos niños y ellos a mí, algo debería funcionar.
Estacioné el auto y fui directo a la entrada de la cafetería, Lee me esperaba al fondo con un jugo de naranja recién exprimido en la mesa y un sándwich mordisqueado.
—En mi defensa tenía hambre —carcajeó y se levantó a saludarme.
—Se nota —bromeé y le di la mano—, ¿cómo has estado?
—¿Después de que tu hermana se casó? Con depresión.
—No juegues, Lee —rodó los ojos y sonrió.
—Bien, feliz por ella.
—Hablo de ti, idiota.
—Bien, perfecto. Estudiando el caso que tenemos pendiente —di un largo suspiro—, ¿Y eso?
—Tengo miedo —admití y su mirada cambió.
—Lo sé Damián, yo también, pero te necesito con la mejor actitud porque la vida de estos niños está a punto de cambiar porque todo saldrá bien.
—Eso espero.
Se puso serio y se acomodó en el asiento mientras yo hacía lo mismo.
—Bien escúchame, Damián —carraspeó—, esto se basa en una custodia a terceros. Como los padres de ambos menores no están y se le cedió la custodia a la tía, tú misión debería ser solicitar en el tribunal aquella custodia. Se abriría un caso en relación al maltrato y sobreexplotación de los menores bajo su cuidado por lo que lo más probable es que puedan ceder.
—Joder...
—Tomarán meses o incluso años en revisar el caso si tienes suerte. La respuesta más probable es que ella pierda la custodia de Dylan y Noah.
—¿Y en el peor de los casos?
—Un hogar de menores.
—Lee no puedo dejar que eso pase —suspiré y pasé mis manos por el rostro—. Les arruinaría la vida a esos pequeños.
—Está fuera de nuestras manos —bajé la mirada—. Sin embargo, estás hablando con el mejor abogado de este país y mejor amigo ¿no?
—Llega al punto...
—Te dije que debemos convencerla a ella que firme ¿no? —asentí no muy claro de lo que se refería—, tengo este papelito.
Sacó de su maletín una carpeta.
—Y estos otros que nos ayudarán a que ella la ceda —me sonrió—. Es todo legal, por cierto. Lo que no está bien es no "demandarla" por maltrato y joder, me moriría de ganas de hacerlo, pero por el bien de esos chicos es mejor que te la quedes tu a arriesgarnos a la posibilidad de que los envíen a un hogar de menores.
—¿Entonces es posible que nos saltemos el juicio?
—Si queridísimo amigo, es posible. Si ella nos da la custodia ahora debemos ir al tribunal y presentar estos papeles a lo que nos pedirán otros para saber de ti más que nada. Analizarán el caso por hoy y como conozco a Gabriel, un gran amigo que es juez nos ayudará en esto.
—¿Cuánto se demoran en analizar todo?
—Un par de horas, pero la respuesta la tendrías mañana.
—Dios... me siento horriblemente nervioso.
—Ten en cuenta Damián que si la llegan a negar... deberás dejarlos —lo miré aterrado y mi corazón comenzó a latir muy fuerte—, sé que suena mal y que te has encariñado con esos niños sin embargo la ley dice que ellos deberán tenerla a ella como tutora ya que sus padres biológicos lamentablemente...
—Lee —tragué saliva y no lo dejé terminar—, no puedo dejar que se queden con ella tampoco...
—A lo que voy es que si tanto los quieres tendrías que colocar una demanda por maltrato y por eso... ellos irán a un hogar lo queramos o no.
—¿Los separarán? Si van a un hogar... —mis ojos se cristalizaron
—Si, lo siento.
—Estamos arriesgando todo o nada —cerré los ojos y por primera vez mi cuerpo temblaba de los nervios.
—Calma Damián, iremos con esperanza ¿bueno? Pero esperemos respuestas positivas.
—Bien...
—Respira profundo y levántate—, me di una palmadita en la espalda—. Tenemos a una tía desgraciada que visitar.
—Diablos Lee —quise reír—, espero que la señora nos dé una respuesta positiva.
—Lo mío no es lo ilegal, pero si hay que amenazarla o sobornarla... por todo lo que les ha hecho a esos pequeños lo haría —me abrazó—. Te ayudaré en todo lo que pueda, amigo.
—Gracias Lee, no sabes lo feliz que me hace tener un amigo como tú.
—Ya basta que me vas a hacer llorar, Damián.
Nos levantamos de la mesa y Lee pagó lo que había pedido. Como ambos andábamos en auto colocamos la dirección y cada uno se fue por su lado. Queda bastante retirado de donde vivimos la casa de la tía y eso me alivió bastante porque era casi imposible toparla por algún lado. Tuvimos que salir de la ciudad para llegar finalmente a su paradero.
Intenté no pensar en todo el camino y respirar profundamente.
Has llegado a tu destino...
La voz del GPS me hizo dar un brinco y una presión gigante se instaló en mi pecho.
—Es hora, Damián —mi amigo le dio un golpecito al vidrio de mi coche—, espero que estes listo.
—Si supieras... —susurré antes de bajar y cerrar el auto.
—Hagamos esto de una vez por todas.
Dylan
Noah es un tramposo, no sé cómo no me había dado cuenta si he vivido con él desde siempre, acaba de comerse una galleta a mis espaldas y yo me la había ganado. No es para nada justo.
—Lamí esa galleta —le saqué la lengua mintiéndole por completo y su cara de sorpresa me hizo dar una risotada.
—Mentiroso... —habló con la boca llena.
—Te lo dejo en tus manos —di una sonrisa al caminar hacia el sofá y la escupió rápidamente.
—¡Asqueroso, eres un idiota Dylan!
—Ups, no es mi culpa que no te guste comer cosas con saliva de tu propia sangre —exageré recostándome.
—¿Dónde estará Damián?
—¿Que? No vengas con tonterías Noah, ¿ya lo extrañas?
—Un poco —bajó la mirada y suspiró.
—Lo escuché hablando con su abogado... —susurré y mi hermano colocó total atención a mis palabras—, se iba a reunir con nuestra tía...
—Ay Dylan, que miedo ¿y si nos descubre?
—¿Ese mujer? Olvídalo, no tiene cómo, a menos que Damián lo diga.
—¿Chicos? —la madre de Damián nos habló desde la cocina y nos pusimos alerta—, ¿Que hacen estas bebidas energéticas aquí?
—Mierda —susurré para mis adentros y Noah me quedó mirando confundido.
—¿Le mentiste a Damián? ¿Cuándo te compraste esas energéticas?
—Pues... cuando fuimos por ropa al centro Noah, las tenía antes y como estaban calientes pensé meterlas en el refrigerador...
—Te las van a botar...
—Lo sé —cerré los ojos—. Pero dudo que le importe.
—¿Tú crees? ¿Has tomado una si quiera?
—Todos los días... —sus ojos se agrandaron.
—¡Diablos, Dylan!
—Son solo dos.
—Joder es que a ti te matan por idiota —rodé los ojos y corrí a la cocina para ver a mi próxima abuela.
Se me quedó viendo con caras de pocos amigos al igual que lo hace Damián, sostuvo las latas en sus manos y caminó al basurero.
—¡Por favor no! —chillé al ver que lanzó la primera.
—Dylan esto te hace mal para tu salud ¿cómo es que llevas consumiendo esto? Podría darte algún paro cardíaco al ser tan pequeño.
—Nah, eso no me pasa a mi —me crucé de brazos
—Si Damián se entera... —negó con la cabeza y puse mi mejor cara del gato con botas para ablandarla.
—Por favor, abue —noté que se sorprendió y suspiró—. No me delates.
—Esto nunca pasó levantó una ceja—, las latas a la basura y nadie sabe nada. Fin.
—¿A la basura...?
—A la basura, Dylan. Nada de discusiones y espero que no compres más de esto porque Damián se molestará contigo ¿mhm?
—Bien —me rendí—, ¿pero puedo tomar una al menos?
—¡Es que tu no aprendes! —me habló Noah desde la puerta.
—¡No te metas!
—Sin peleas chicos, mejor ayúdenme a hacer una tarta de frutos rojos —nos mostró un recipiente—, ¿les parece?
—¡Sii! —Noah cruzó rápidamente por mi lado—, ¡Yo voy a decorarla!
—Supongo que yo miro —la madre de Damián carcajeó y me llamó con un gesto—, ¿voy a mezclar?
—Lo que tú quieras, Dylan.
—¿De verdad? —dije muy sorprendido—, nadie nunca me había dicho que podía hacer lo que quisiera...
—Aquí eres libre, pequeño.
—Me encanta esta familia —susurré escondiendo una sonrisa.
Me siento tan cómodo aquí, es increíble la calidez que pueden dar ciertas personas a tu vida y ellos son un claro ejemplo. No quiero alejarme nunca más de aquí.
Damián
Entramos a la casa de la señora y nos invitó a sentarnos en unos de los sofás que tenía. De por si es un espacio muy reducido y antiguo, las botellas de alcohol están por todos lados y solo pude notar que había una habitación, ¿donde dormían los chicos? ¿En el piso? Cada vez me desagrada más esta mujer.
—¿Quiénes son? —habló de golpe un poco molesta.
—Soy Lee y él, Damián. Venimos aquí por un caso muy particular.
—Si quieren dinero pueden irse por esa puerta.
—No es así, se trata de Dylan y Noah.
—Esos malditos mocosos —su cara se transformó a una de enojo puro—, ¿qué carajos hicieron? Ya las van a ver, no traen dinero hace mucho y se meten en estupideces.
Mi enojo no pudo para más y ver como se expresaba de los chicos me confirmó aún más que es una muy mala persona.
—Ellos no se metieron en nada, queremos la custodia —habló Lee por mí y dio una risotada burlándose por completo de nosotros.
—¿Quién los querría para adoptarlos? No sean ridículos.
—Queremos la custodia y estamos aquí para negociarla —hablé de una vez.
—No les daré la custodia, vinieron a perder el tiempo. Váyanse de mi casa.
Se levantó de una manera muy brusca y abrió la puerta.
—Mire... —le fui a contestar y Lee puso una mano en mi hombro diciéndome con la mirada que guardara silencio.
—Está bien, no nos dé la custodia —me quedé en blanco cuando Lee se le ocurrió decir aquella barbaridad y me ayudó a levantarme—, pero espero que no le importe que llamemos a la policía para darle todos estos documentos que tenemos aquí.
Abrió su maletín y dejó en la mesa de centro alrededor de seis hojas
—¿Qué es eso? —preguntó confundida.
—Pruebas que la llevarán a la cárcel, señora Alicia.
Se prendió esta mierda, señores. Es que Lee cuando se enoja hasta me asusta a mí. No puedo creer que se haya tomado el tiempo para tener todo este tipo de papeles. No bromeaba con ser el mejor abogado y confío en él.
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