Capítulo 2

Damián

Nunca había conocido a un nene tan exagerado como lo es Dylan, se ha quejado de dolor y cansancio todo el camino a la casa de mi madre, lo subí a la espalda para avanzar más rápido y solito se fue quedando dormido, fue el primero en decirme que no confiaba en mí y ahora está allí, babeando sobre mi hombro.

—¿Con quién se quedaban, Noah? —el menor me miró con sus ojos azules.

—Con nuestra tía, es una alcohólica —me guardé los pensamientos—. Siempre que llegaba a casa se quedaba dormida, lo único que se acordaba era comprar botellas de cerveza y mandarnos a pagar la renta.

—¿Y jamás la denunciaron a la policía?

—Nos hubieran llevado a un hogar y no, Dylan no quería separarse de mí.

—Comprendo, ya casi llegamos —le dije al pequeño que temblaba—. Les gustará la casa.

—¿Vives con tu madre?

—Si, es encantadora —Noah me dio la mano y yo toqué la puerta esperando que vinieran a abrirla.

Mi madre se demoró muy poco y seguramente debe estar enojada conmigo porque no vine ni a almorzar y salí absolutamente todo el día o quizás esté feliz porque crea que estuve en una cita, ella es difícil de leer. No sé qué esperarme.

—¡Hasta que te digas a llegar, Damián! —abrió la puerta con las cejas arrugadas pero cambió su expresión al instante al ver a dos pequeños junto a mí.

—Hola señora, mamá de Damián —se trabó Noah al querer saludarla y solté una carcajada.

De acuerdo fue cruel, no me estoy burlando, pero si me causó gracia.

—¿Y estos peques son...? Ay no me digas —su sonrisa crecía y crecía—. ¿Son mis nietos?

Ay no, que alguien me ayude. Ya sabía yo que se le iban a ocurrir ideas locas como esas, es que sería la más feliz del universo si yo le diera nietos.

—¿Qué? No mamá, es una larga historia.

—Ah pues tienes toda la noche para contármela —aquí vamos.

—¿Cuál es tu nombre, tesoro? —el menor se escondió en detrás mío.

—Es Noah, vamos, dile —lo saqué de ahí suavemente.

—Que nombre más lindo ¿no es así?

—Ve a sentarte, te llevaremos chocolate caliente —este asintió y afirmé a Dylan que seguía en mi espalda.

—¿Y él? Damián, no sé en que estabas pensando pero sus padres se van a preocupar.

—No, no tienen, mamá deja que te cuente después ¿sí? Ahora necesito llevar a Dylan al cuarto de invitados, está ardiendo en fiebre.

—¿A una cama? ¡Al hospital, muévete!

—Tranquila, soy enfermero ¿recuerdas? Si es necesario lo haremos, pero necesita descansar.

Subí las escaleras rezando para que no se me cayera el mayor y entré al cuarto de invitados, por suerte es bastante amplio y tiene una cama de dos plazas donde van a caer perfectamente. Con mucha delicadeza lo recosté allí.

—No... ¿dónde está Noah?

—Abajo acompañado, tranquilo.

—Quiero irme Damián, no daré problemas.

—¿A dormir en el césped? Ya te dije que no dejaré que te acuestes en el piso. Mañana veremos que hacer por ahora descansa —busqué alguna toalla en el closet—. ¿Quieres tomar un baño?

—¿Puedo?

—Por supuesto —le pasé lo necesario—. Te dejaré una camiseta mía para que te cambies y un pantalón corto de pijama, sé que no es lo mejor con este frio pero haremos lo posible por regular tu temperatura. Intenta que el agua sea lo más tibia.

—Gracias...

—Te vendré a ver en veinte minutos, tómate tu tiempo allí —salí del cuarto y me dediqué a buscar paños para poder ayudarlo con la fiebre.

Oía carcajadas en el primer piso y me sentí tan feliz de que por lo menos uno de ellos estuviera tranquilo. Nunca más volverán a pasar necesidades y me aseguraré de aquello, si quieren los ayudaré a buscar una familia y hablaré con mi abogado para que encuentren a personas decentes. Les voy a proponer aquella idea sin embargo no sé cómo reaccionarán.

Hice una llamada en el cuarto preguntándole todo lo que llevaría un procedimiento como ese.

|Llamada abogado Lee|

—Lo mejor Damián es que la familia hable con la tía de los chicos y ella les dé voluntariamente la custodia o se tendrán que ir a un juicio.

—Entiendo.

—Por lo general será difícil, las personas ya no buscan a chicos tan grandes para realizar un proceso de adopción, prefieren a bebés a quienes criar. En los orfanatos abundan niños de esas edades.

—Joder —caminé por el cuarto dando vueltas—, ¿Y me puedes ayudar?

—Si es que van a un proceso legal podrían quedar en manos del estado.

—Pero...

—Y ya no podrías hacer nada, los llevarán a un orfanato como a todos.

—Tiene que existir alguna manera...

—Habla con la tía, si descubren que ella es una alcohólica como me dices y no creen que los niños estén aptos para vivir en ese lugar les pasará lo que te acabo de decir. Es por esto que debes ser cuidadoso, no estoy de acuerdo con los sobornos, pero si no la pone fácil...

—¿Y tú me podrías acompañar?

—¿Los quieres adoptar, Damián? —la respiración se volvió un poco agitada—. Cuéntame lo que decidas y yo te ayudaré.

—Encontraré a alguien, no te preocupes.

—Hazlo pronto porque si los dejan como perdidos tendrás problemas.

—Está bien, gracias, Lee.

—Un placer, Damián.

Al finalizar la llamada fui en busca de mi madre para explicarle todo con lujos y detalles. Dejamos al menor viendo la televisión y no protestó en lo absoluto. Sin duda tengo a la mejor madre del planeta porque me escuchó y entendió lo que le quería decir.

—¿Y cuál es tu nuevo plan?

—Ayudarlos hasta donde pueda y encontrar a alguien que los quiera adoptar.

—¿Y cómo lo harás si te vas la semana entrante? —maldecí por lo bajo—. Podrías perder tu trabajo.

—¿Y los podrías cuidar por mientras?

—No sé si ellos estén de acuerdo Damián, debes conversar primero.

—Están solos mamá, no tienen a nadie —ella me abrazó y cerré los ojos soltando un gran suspiro. Si ellos se cruzaron en mi camino es por algo.

—Nadie te impide que los ayudes, ten en cuenta que están aterrados, somos unos extraños y debemos ir con calma.

Saqué el frasco de frutillas y le fui a dar una a Noah mientras esperábamos que la cena estuviera lista.

—Usted jovencito tomará una ducha.

—¡Noo, quiero seguir viendo televisión!

—Nada de berrinches, luego de comer irás a la ducha, te lavarás los dientes y a la cama. Nada de reclamos que es tarde.

—Damián...

—¿Si, Noah?

—Eres el mejor —se levantó para darme un abrazo apretado— Todas las noches rezaba para que alguien como tú nos encontrara y ayudara. Por fin me deseo se cumplió.

—Ay Noah —mis ojos se llenaron de lágrimas y le di palmaditas en la espalda—. Ve a ayudarle a mi madre con la cena, de seguro te deja probar antes.

—¡Sii!

No puedo creer lo que han tenido que pasar estos chicos a tan corta edad, ¿Cómo es posible que alguien no le tenga cariño? Son un amor con lo poco que he conversado con ellos, la gente que ni siquiera se ha dignado a darles una mano no merecen ser llamados padres. Todo se devuelve en la vida, de eso estoy seguro.

Me limpié el rostro y respiré profundamente antes de ir a ver a Dylan a quien encontré ya acostado de nuevo y con el pelo mojado.

—¿Te ayudo a secarlo? —le pregunté yendo a buscar el secador de cabello al baño del cuarto.

—No, me gusta así.

—¿Ah con que a ti te gusta agarrar resfriados?

—No, no —se levantó de la cama dispuesto a aceptar la propuesta.

—Te tomaré la temperatura luego ¿sí? —no me respondió pero lo consideré como una afirmación por lo que comencé a desordenarle el cabello al secarlo y noté se relajaba.

No me demoré más de diez minutos en dejarle el cabello completamente seco. El problema aquí no fue acostarlo sino hacerle un chequeo para saber qué decisión tomar en base a que tan mal se sentía pero yo creí que iba a comportarse como un chico valiente, así como lo fue para insultarme esperaba que estuviera a la defensiva sin embargo fue todo lo contrario. Estos chicos solo necesitan amor.

—Es momento —fui por las cosas y saqué el termómetro—. Abre la boca, por favor.

—Mmm —la cerró y usó las manos para taparse. Era digno de un niño.

Me causó gracia porque pensé que era una broma, pero cuando se negó rotundamente supe que no lo era.

—Dylan hablo enserio ¿en qué quedamos?

—Yo nunca dije que sí.

Buen punto, el chico tiene razón y le encanta llevar la contraria.

—Ah, ¿con que con esa andamos? —le volví a mostrar el termómetro—. Esto de aquí no duele, Dylan. Por si es lo que te preocupa.

—Lo sé, no soy idiota.

—¿Idiota? ¿Quién dijo que lo fueras? Habrá que quitar ciertas palabras de tu vocabulario jovencito ¿no lo crees? —en un caso hipotético estaría acumulando muchas.

—Déjame así Damián, has hecho mucho.

—Oh claro que no, podría permanecer aquí toda la noche esperando a que abras la boca —saqué una sillita que teníamos en el cuarto y la puse al lado de la cama y me crucé de brazos.

—Pues hazlo, aun así, no lo haré —se cubrió completamente.

¿Qué hago para que un adolescente me obedezca? Generalmente en la consulta jamás ocurre esto, le paso a tomar los signos vitales al niño y luego sus padres lo calman cuando le tomo la temperatura, la única diferencia es que ahora no hay padres, solo yo y supongo que tendré que suplir ese papel solo por un momento ¿no?

—Está bien, tienes dos opciones y espero que prestes atención —aclaré la garganta—Número uno, dejar que yo haga mi trabajo, te coloque paños tibios y te deje dormir. Piénsalo bien.

Coloqué la idea tentadora porque no hay nadie que lo vaya a cuidar mejor que yo en este momento.

—O también tienes la opción número dos, llevarte a un hospital donde ellos se encarguen del resto ¿qué opinas?

—¡Púdrete, Damián!

Que mocoso más difícil. Primero me dice "estúpido" en la estación de policía, luego se llama así mismo idiota y ahora ¿qué me pudra? Uy si yo le hubiera contestado así a mamá en mis tiempos, estoy más que seguro que estaría en su regazo pensándome bien las cosas. Busqué la mejor paciencia del mundo y volví a intentar.

—Creo que has optado por la número dos —me levanté y Dylan se quedó quieto, seguramente para ver que iba a hacer.

Estiré las manos y moví el cuello para hacer la situación más dramática, la idea no es asustarlo, solo hacer lo mejor para su salud.

—¡Noah, sube por favor! —las pisadas de su hermano se escucharon en la sala y luego en la escalera.

—¿Sí? —subió en pijama.

—¿Me puedes ayudar a elegir una chaqueta para tu hermano? —me miró confundido—. Lo llevaré de una pasada al hospital. Nada de qué preocuparse.

—¡Me niego! ¡No puedes hacer esto, Damián! Me siento perfecto.

—Entonces déjame que lo haga, si tan bien te sientes no entiendo el por qué negarte. Sigo esperando...

—Bien, ya verás que eres un exagerado y que yo decía la verdad —se rindió y le indiqué a su hermano que se fuera a la cama.

—Así me gusta, obediente —mucho más tranquilo volví a sacar el termómetro por tercera vez y abrió la boca—. Espera un poco.

Así lo hicimos, yo me quedé en el celular buscando algunos contactos hasta que finalizara el tiempo ideal. Se lo saqué y vi cuanta temperatura tenía.

39.0°C

Muchísima. Lo único que puedo hacer ahora es colocarle paños tibios y me temo que el baño que le mandé a tomar funcionó pero no lo suficiente porque sigue siendo alta.

—¿Bajó, ¿verdad? —negué—. Debe estar mala esa cosa.

—Créeme que está en perfectas condiciones —sonreí y rodó los ojos.

—¿Qué pasa ahora? —está congestionado.

—Veamos que nos resulta —deposité los paños con agua tibia en su frente—. Debes desabrigarte, lo ideal sería que te quedaras sin mantas, te dejare la sabana.

—¡Me congelaré!

—Me aseguraré de que no —pataleó y tomó unas almohadas para colocarlas en su cara. Me está ignorando, genial.

Saqué la mayoría como se lo dije y pensé en que podía ser una gripe. Por sus síntomas me hace sentido. No ha parado de temblar y no sé si lo nota, tiene escalofríos lo cual es normal.

—Tengo sueño, me duele la cabeza.

—Ya lo creo corazón, controlaré como evolucionas cada cuatro horas, puedes descansar —apagué la luz y fui en busca de un vaso con agua para dejarle en la mesita que tiene al lado.

Antes de volver pasé a ver como se encontraba el menor y no me sorprendió verlo dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. Di dos toques a la puerta y enseguida capté su atención.

El pobre debe estar preocupado y agobiado con, tal vez se niega a dormir por miedo a que pase algo o sienta que solo es un sueño todo lo que acaba de pasar. A pasos lentos me acerqué a él y me senté.

—¿Que te tiene así, Noah? —colocó un puchero muy tierno.

—¿Dylan estará bien?

—Claro que sí, hay que dejar que descanse, es un niño muy fuerte.

—Es terco.

Oh imposible no notarlo.

—Un poquito —le respondí con ironía.

—¿Te puedes quedar hasta que me duerma? —levanté las cejas y asentí, por supuesto que lo acompañaré.

—Hazte a un lado, así contamos ovejas juntos —carcajeó y observamos el techo—. Muy bien, en tu mente hazlo, ya verás como el sueño se hace presente.

Pasó un buen rato y yo ya estaba bostezando, oía como él seguía balbuceando.

—Noventa y tres... —abrí un ojo porque habló y me asustó. Nunca tengo a nadie normalmente intentando quedarse dormido a mi lado.

—Tu sigue, noventa y cuatro... —susurré bajito.

—Gracias Damián —dijo antes de caer en un sueño profundo y acurrucarse entre las mantas.

Es un niño demasiado tierno, todo lo que está pasando ahora, me tiene con los sentimientos confundidos, jamás esperé tener a dos niños a mi cuidado e ir a una estación de policía a salvarlos, tampoco sentir una conexión con desconocidos. Tal vez es como lo dijo Noah, todo pasa por algo y si él pidió tanto para que alguien se detuviera y les tendiera una mano, no pienso soltárselas.

Despacio me fui saliendo de ahí y dejé un beso en su frente.

—No hay de qué, pequeño.

Un poco cansado y a pasos largos fui a ver como seguía el mayor, coloqué el reloj para despertarme por cualquier cosa y me acomodé en la silla que dejé allí. Nunca pensé que caería tan fácilmente en un sueño.

Valerie (Mamá de Damián)

Después de todo lo que me contó Damián no supe que sentir, era una mezcla entre preocupación y pena por los niños que trajo a casa, con gusto lo apoyé, si él quiere encontrarles alguna familia estaré de acuerdo con eso siempre y cuando sea todo legal para no tener problemas en el futuro. No es algo que normalmente haría, lo conozco y no es muy fan de los niños sin embargo con ellos fue totalmente distinto.

Él es de las personas que se apega muy rápido y sufre. Espero que esta vez sepa separar las cosas y sea consciente de que estos niños lamentablemente en algún momento tendrán que marcharse.

Noah me robó el corazón al instante lo debo reconocer, es una ternura, se tomó todo el chocolate caliente que le preparé y agradeció infinitamente, si supiera hablar diferentes idiomas estoy segura que los hubiera hecho en todos.

Antes de irme a la pieza fui a supervisar a todos en el segundo piso y me detuve al ver a Damián todo doblado, con el cuerpo en la silla y la cabeza en la cama.

—Cariño —lo moví—. Te dolerá todo mañana, despierta.

—Hum.

—Te lo advertí, ¿eh?

—Me quedaré, no lo dejaré —se refirió al mayor—. Ve a descansar, ma.

—Por último acuéstate a su lado, no aquí, arriba.

—Si, si —medio somnoliento me hizo caso y volvió a quedarse dormido.

Saqué otro paño y se lo cambié a Dylan, este se removió y quejó en el sueño.

—Buenas noches a ambos —susurré bajito.

Dylan

Todo el cuerpo me duele, siento como si me hubieran pasado tres elefantes encima. Estiré piernas y luego brazos antes de abrir los ojos. No había existencia de este alivio que tengo hace mucho tiempo. De corazón le agradezco al cabezota que nos quiso ayudar solo que soy demasiado reservado como para decírselo, no soy como Noah.

Oí un ronquido y me espanté, pero al ver que se trataba de Damián me tranquilicé. Si está aquí conmigo eso significa que se quedó toda la noche cuidándome... Nadie se había preocupado de esa manera por mí.

No te encariñes Dylan, hoy te vas.

—Buenos días, ¿Cómo amaneciste? —preguntó limpiándose los ojos.

—Super —mentí descaradamente.

—Ven aquí —tocó mi frente—. Creo que es cierto, vas a tomar medicinas ¿bueno?

—¿Son masticables?

—¿Por qué lo preguntas? —se levantó de la cama.

—Porque no me las puedo tragar —confesé—. Podría quedarse una a mitad de mi garganta y...

—Te asusta —asentí—. De acuerdo, veremos si hay alguna que puedas picar en pedacitos. Arriba peque.

—No me trates como un niño, soy grande —me destapé y me acerqué a mirar la ventana—. ¡Está nevando!

—¿Viste que Damián tenía razón? —habló refiriéndose a él en tercera persona—. Ah, pero el joven quería acostarse para tener hipotermia.

—Ja, ja —rodé los ojos.

—Menos reclamos y más acción, ve a vestirte, si quieres puedes bajar a desayunar o te traigo algo a la cama.

—No es necesario, bajaré.

—De acuerdo, te espero —iba saliendo del cuarto cuando lo llamé.

—¡Damián!

—¿Tienes otra camiseta...? Es que la que llevo puesta está empapada en sudor.

—Saca la que tú quieras, ahí está el closet, tienes la libertad de elegir.

—¿De verdad?

—¿Hablo con mentiras? —lo fulminé con la mirada y carcajeó—. No te demores mucho.

La comodidad que se siente en esta casa con la compañía es indescriptible. Quiero ver como Noah pasó la noche, prepararlo para dejar esto atrás e idear un plan rápidamente para sobrevivir la semana. No podemos aprovecharnos de la amabilidad de las personas.

Como buen niño que soy eso hice, busqué lo que yo quise y bajé las escaleras despacio con tal de no hacer demasiado ruido. Un poco tímido me acerqué a saludar porque ayer no tuve la oportunidad de hacerlo en buenas condiciones por lo que me presenté. Mi hermano menor se puso feliz de verme y me mostró los pancakes que hizo para el desayuno.

—Están deliciosos, deberías probarlos —me pasó el tenedor.

—No tengo hambre —es la verdad, solo vine a hacer acto de presencia. Sentí las miradas cuando dije aquella frase, al parecer no son muy partidarios de saltarse las comidas en este lugar—. ¿Qué?

—Aquí se desayuna, Dylan, come algo por favor.

—Pero... —he aguantado mucho sin comer, es algo normal ¿no?

Debo estar bajo mi peso ideal, ya lo sé, pero nunca le encontré la mayor importancia, solo debía comer lo justo para que le alcanzara a Noah, prefería mil veces que él obtuviera cualquier tipo de alimento antes que yo.

—Está tu plato servido, siéntate ¿sí? —refunfuñé y obedecí porque no quiero tener problemas, sería del mal agradecido dejarle el plato ahí.

—¿Cuál es tu pasatiempo favorito, Dylan? —dijo su madre.

—No tengo... nunca he hecho nada que me guste —no tenía dinero para tener una pelota, menos un libro y no podía salir con amigos.

—En el patio hay aro de basquetbol, puedes ir a jugar con Noah —no pude evitar mi emoción.

—¡Wow, si, vamos Dylan!

—Primero acaben sus platos y podrán hacerlo —tragué saliva y observé detenidamente los pancakes que estaban en frente. Jugué con el tenedor y no me llevé ni un bocado a la boca.

—Agradezco su amabilidad —le hablé a ambos—, pero debemos irnos, no podemos quedarnos en esta ciudad.

Vi la cara de decepción de Damián.

—¿Tienes algún plan?

—Trabajar unos días donde sea y salir del país...

—Te pedirían pasaporte y permiso de tu tutor —me recordó y maldecí en mi mente—. Pero pueden quedarse aquí el tiempo que necesiten, de verdad.

—Correcto, mientras estén a salvo —le siguió su madre.

—Yo creo que es una buena propuesta, acepta —Noah intentó convencerme—. Tendremos un techo y no pasaremos frio.

—Necesito conversar un tema con ustedes y que lo piensen bien, no sé si les guste la idea —Damián buscó las palabras exactas y delicadas—. Me preocupa profundamente que siendo tan pequeños vivan estas cosas y sé que no puedo arreglar el mundo para evitarlo pero si encontrar soluciones... tal vez no es lo que ustedes pensaban al huir de su casa pero  a esta edad deberían concentrarse solo en los deberes de la escuela y dejar que alguien los cuide, les brinde el amor que ustedes merecen. Si les parece, solo si están de acuerdo podríamos buscar ayuda, tengo un amigo que es abogado y podríamos intentar buscarles una familia...

Nos quedamos callados. No era ese el plan del principio, cuando le dije a Noah que lo mejor sería salir de allí me refería a vivir completamente alejados de las personas que nos hicieron daño y que de la nada nos planteen sobre la adopción es fuerte.

—No me separaré de Noah —respondí asustado y molesto—. Las familias querrán adoptar a uno y yo no estoy dispuesto a...

—Calma Dylan, ten por seguro que buscaríamos que fuera una adopción doble.

—¿Y si no funciona? 

—La decisión no será de un día para otro, conversaremos con las personas que estén interesadas, realizaremos reuniones y ustedes tendrán la última palabra, no yo —Damián realmente se esfuerza—. Pero en algún momento si su tutora quiere ir a la policía y darlos por perdidos los encontrarán... chicos son menores de edad.

—Bien —respondimos al unísono.

Sin embargo, yo no me quedé conforme, no pude dejar de preguntarme ¿Por qué no puede ser él una opción? ¿Qué tiene Damián que no califica como candidato? Es una locura, lo conocimos ayer, a pesar de eso ha sido el único en todos estos años que se esfuerza por ganarse aquella confianza que perdimos con el tiempo.

Me lo guardé porque decirlo sería espantarlo, ¿Quién querría tenernos a nosotros como compañía? Tal vez es eso, tal vez somos una carga, nos repetían una y otra vez lo mismo los que nos rodeaban en la otra casa y por primera vez en mi vida creo que tienen razón.

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