Capítulo 13

Damián

Me levanté por la mañana con la esperanza de tener un buen día, los pensamientos positivos siempre de frente. Faltaban varias cosas que hacer en el hogar y curiosamente desperté una hora antes del reloj. En mi día no puede faltar el trote diario alrededor del condominio, prefiero hacer un poco de ejercicio y buscar la productividad antes de quedarme a mirar el celular por horas. Busqué mis zapatillas, mi ropa deportiva y me aseguré de ver a los niños dormidos al salir.

No mentiré, hace un frio de los mil demonios aquí afuera, sin embargo, en lo personal no es impedimento. Me encanta ver el amanecer, es una de las razones por la cual salgo temprano, debido a mi trabajo en las tardes no me alcanza el tiempo para repetirlo en el atardecer. Intentaré convencer a los chicos de que me acompañen en este tipo de actividades, es muy bueno para su salud y despeja la mente.

—Buenos días, madrugando como siempre Damián —me habló el portero con una sonrisa.

—Claro Jacob, ¿Qué tal estas hoy?

—Muy bien, feliz por verlo a usted y a este hermoso amanecer —sonreí—. ¿Y sus pequeños? Los vecinos me contaron que tenía una nueva familia.

—Ja, que rápido corren los chismes.

—La señora Patricia les calculó hasta la edad —me guiñó un ojo y no pude reprimir la carcajada.

—Uf, no esperaba menos —le di la razón—. Respondiendo a su pregunta, durmiendo andan, en su tercer sueño.

—Me alegra, cuídelos.

—Por supuesto, con mi vida los cuido. Nos vemos, me falta dar cuatro vueltas y volver a preparar el desayuno. Le deseo un muy buen día.

—Igualmente —nos despedimos de la mano.

Volví a mi camino y seguí concentrado en terminar pronto. El tiempo pasó volando, no me di ni cuenta cuando mi reloj indicó cumplida mi meta diaria. Debo levantar a los chicos lo más pronto posible para la escuela, por suerte la hora en la clínica la tienen más tarde así que espero que se le quiten los nervios.

Me di una ducha rápida, ordené la casa y finalmente hice el desayuno para los bellos durmientes. Ojalá les gusten las tostadas porque por dejarlos cinco minutos más en la cama no pude preparar algo más elaborado.

—¡Dylan, Noah, arriba bellos durmientes, hay escuela! —les grité desde la escalera preocupado del pan para que no se fuera a quemar.

—¡No quiero ir! —distinguí la voz del mayor.

—¡Niños hablo muy enserio, bajen!

—¡Tendrás que sacarme arrastrando! —volvió a gritar Dylan y di una carcajada, pero enseguida me preocupé ¿Le habrá pasado algo? No es fan del colegio sin embargo el solo hecho de estarme diciendo que se niega ya es una mala señal.

—¡Cinco segundos! —dije inseguro—, ¡O yo mismo los traeré en mi hombro!

No contestaron, pero estoy seguro de que están sonriendo y harán hasta lo imposible para que los vaya a buscar a la misma cama. Me preparé mentalmente para hacer aquello y apagué la cocina antes de subir las escaleras ya que para mí ser precavido es importantísimo.

Alcancé a dar tres pasos cuando oí lloriqueos al parecer porque saben que hablo enserio, la verdad no sé cómo lidiar ni como tomar un berrinche por parte de unos niños quienes realmente se niegan a buscar una solución en conjunto, si los he regañado un poquitín, pero nada se compara a llantos de por medio al detestar pisar la escuela.

—Muy bien ¿Qué está pasando? —me asomé por la puerta del cuarto de Dylan y vi a Noah a su lado, ambos con la tapa hasta el cuello.

—No queremos ir —contestaron al unísono.

—Oh lo lamento mucho chicos, pero deben ir, arriba —fruncieron el ceño—. Hey no bromeo, no hay tiempo para esto, deben desayunar y bañarse.

—Puaj, me aburre ir Damián.

—Dylan no llevas ni una semana y ya te aburre —bufó—. Y usted jovencito que se esconde debajo de las cobijas, debe cambiarse así que vaya levantándose de ahí.

—¡Noo, por favor!

—Noah, contaré —su puchero matador apareció y cerré mis ojos—. Di una orden.

—Dios, que exageración, ¿Qué tanto te cuesta no enviarnos esta vez? Nada —se enojó el mayor y se sentó en la cama—. Es solo para fastidiarnos, admítelo.

—En primer lugar, es su nueva responsabilidad —entré y fui directo al closet de Dylan a sacar una toalla para acelerar las cosas—, en segundo me cambias el tono Dylan y no, no es que yo quiera enviarlos a un lugar de aburrimiento o algo por estilo, es su futuro el cual está en juego además es obligatorio en todo el mundo. La escuela permite cierto número de inasistencias y no comenzaremos a acabarlas ahora que acaban de ingresar.

—"En segundo me cambias el tono", joder —me imitó el mayor y mi cara cambió a una de asombro con una mezcla de molestia.

—Alguien quiere comenzar el día con el trasero calientito —susurré y supe que me escuchó porque se levantó rápidamente.

—Pareciera que llevas un resorte pegado —carcajeó Noah.

—¡Cállate, pesado!

—No aguantas nada.

—Niños, basta —se callaron de golpe—. Obedezcan las ordenes que les di y bajan apenas estén listos a desayunar. Nada de tardanzas.

—Sueña —dijo bajito el mayor.

Se levantó de malas, vale, lo puedo notar y esa actitud no me gusta en lo absoluto, es bastante grosera a comparación de su comportamiento diario, puedo con ello por supuesto, aunque no me agrada regañarlo. Estoy intentando con todas mis fuerzas reunir la mayor paciencia posible y existente del mundo. Si sale con insultos veo poco probable el comienzo de una charla tranquila porque ya los estoy conociendo más y Dylan enojado, es cosa seria.

Vi a Noah agrandar los ojos y toser alivianando un poco el ambiente, salió disparado del cuarto mientras yo me cruzaba de brazos no sin antes dejarle un beso en la cabeza con la intención de alegrarle le día.

—¿Algo que decir, Dylan? —apretó los puños hasta que los nudillos se quedaron blancos.

—No.

—Oí perfectamente ese "sueña" —admití—, sin embargo, va la segunda y última advertencia, deja de contestar de manera altanera o ambos tendremos una seria conversación.

Ayer por la noche los senté a los dos en la mesa del comedor y hablé con ellos acerca de las reglas de la casa. Fui breve, les expliqué con lujos y detalles las cosas que no permitiría desde ahora en adelante, les di el ejemplo de las malas palabras, el alcohol, faltas de respeto entre muchas más. Esto porque si no era especifico lo malinterpretarían. Al no saber si tenían memoria fotográfica pegué en el refrigerador una lista por si las dudas. Ahora están conscientes de que cada acto conlleva una consecuencia.

También están al tanto de los castigos y dependiendo de la gravedad corresponderá alguno. Planeo ser bastante paciente para esto, tengo pensado mandarlos a la esquina, un día sin su aparato electrónico favorito, dejarles de dar permiso para ciertas salidas y por supuesto como último recurso un par de azotes.

Realmente espero ver resultados, son unos niños muy inteligentes, un tanto berrinchudos sin embargo saben lo que está bien y mal. Lo bueno de esto es que todos estamos en la misma sintonía y con eso me refiero a ser nuevos en esta etapa de la vida. Les dejé en claro mi amor por sobre todas las cosas y lo recalcaré siempre esto por esa confianza la cual necesitan generar con alguien, ese apego, ese cariño que jamás recibieron.

—Quiero estar solo.

—Campeón... —di un suspiro—, por favor intenta comunicarte conmigo, ¿pasa algo?

—La profesora me va a odiar, ni una oportunidad me dará y no pasaré esa puta asignatura —se puso las manos en los ojos—. Todo lo hago mal...

—No es cierto Dylan, los seres humanos nos equivocamos y lo importante de aquello es saber reconocer lo que hicimos mal. Pedir perdón es un gran paso. Estoy seguro de que serás el mejor de esa clase, pasarás, ya lo verás.

—Que fe me tienes —sonrió.

—Por supuesto que sí, mi niño es inteligente —caminó hacia mí y lo abracé—. Hoy tengo la cita con tu profesora, tal vez te llame a su oficina y quiero que sepas que siempre estaré contigo, no importa lo que me digan, yo no te dejaré solo.

—¿Y si alguna vez te citan y dicen una mentira de mí?

—Te creeré a ti, porque tú eres quien me importa Dylan, además sé que me dirás la verdad.

—Me alivia oír eso...

—Y si alguna vez y espero que no pase... —me miró con curiosidad—, me llegaran a decir que hiciste algo grave en la escuela también te defenderé, aunque la razón no la tengas y llegando a casa arreglaríamos cuentas...

—Ja, ja, linda manera de decir que me darías un par de palmadas —nos reímos juntos—, vaya apoyo...

—Dije si fuera algo grave y tú lo confirmas —le saqué la lengua—. Ya Dy, hemos charlado demasiado. Se nos hace tarde.

—Buu...

—Deben comer —negó—, ¿Cómo qué no? El desayuno es lo principal.

—No tengo hambre —su estómago rugió.

—Uy, se nota —le di dos besos en la cabeza—. Rapidito te arreglas, cuento los minutos. Es más, treinta segundos desde ahora, uno, dos...

—¡No tengo super poderes, me presionas! —chilló apresurándose por tomar la toalla que le había dejado en la cama y correr al baño.

—¡Ni se te ocurra devolverte corriendo con los pies mojados porque te puedes resbalar! —oí un "okay" desde lejos.

Agradezco ese cambio de humor, es más fácil hacerlo entender cuando está dispuesto a hacerlo. Di un vistazo al cuarto de su hermano y él ya estaba listo. Le pedí servir el jugo de naranja apenas bajara ya que debía ir por unas cosas al auto.

Noah

Hoy estoy muy nervioso, lo admito, traté de todo para no estar así, hacer un poco de yoga, respirar hondo como Dylan y hasta pedir al universo que por favor impidiera la ida a esa cita médica, me encuentro aterrado. Apenas vi a Damián temprano quise lanzarme a sus brazos a llorar por eso por una fea pesadilla de anoche, no lo desperté ayer solo porque pensé que podría haber molestado al interrumpir su sueño, tampoco le comenté nada a mi hermano mayor. Guardé todo sentimiento para mi solito.

Mi sueño fue más bien un recuerdo. Fue la primera vez que hui de ese lugar, la casa de nuestra tía.

Era un día lluvioso, Dy aún no había llegado del trabajo en una gasolinera y yo estaba temblando en una esquina del sótano con mucho frio y hambre. Nuestra tía compró con el dinero que nos quitó de nuestro esfuerzo de todo un mes una pizza enorme, la cual compartió con su novio de ese entonces, todavía tengo en mi memoria el momento en el que me acerqué a pedirle un trozo pequeñito, no comía hace tres días, lo prometo, esa era la razón, y ella me gritó en la cara que como podía ser tan descarado si nos daba un techo, que era un mocoso inútil bueno para nada. Esa misma noche me fui llorando a mares devuelta a nuestro cuarto, el cartón de cama se estaba deteriorando muy rápido y me dolía la espalda al dormir allí, entonces al tener tantas emociones juntas emprendí mi huida. Caminé por horas hasta llegar a una plaza en donde me acurruqué en uno de los asientos. No pasaron ni dos días cuando un policía se me acercó y me obligaron a volver a ese horrible lugar. Mi hermano al verme fue darme un abrazo y llorar conmigo, me hizo prometer no volver a intentarlo a menos que fuera con él.

—¿Chiquito? —Damián me sacó de mis pensamientos—, ¿Está todo bien?

—Hum, si...

—Tienes los ojos cristalizados, amor —sacó una silla del comedor y la posicionó frente a mi para luego sentarse a mi lado—, ¿Qué tienes? Puedo ayudarte Noah, estoy aquí para escucharte.

—Nada, cosas tontas.

—Lo dudo, ningún pensamiento es tonto si te hace llorar de esa manera —me tomó las manos—. Desconozco por completo la razón sin embargo quiero que sepas que en el momento en el cual te sientas preparado y desees contarle eso a alguien, me tienes a mí. Ahora estas en un lugar seguro y te protegeré con mi vida, hijo.

—Damián... —las palabras simplemente se atascaron en mi garganta.

—Déjalo salir, Noah.

—¡No quiero volver nunca más a ese lugar! —sollocé con fuerza—. ¡Por favor no dejes que eso pase! Tuve una pesadilla fea...

—¿Qué lugar, campeón?

—L-la casa de esa mujer...

—Nunca mi vida, jamás pondrán un pie ahí de nuevo, tranquilo —me hizo caricias en el cabello y me relajaron bastante—. No llores más, te vas a poner malito.

—B-bien.

—La próxima vez que tengas un sueño feo no dudes en ir a mi cuarto ¿si Noah?

—Si papá.

—Muy bien, quitemos estas lagrimitas de por aquí —limpió mi rostro con sus manos—, dejemos un besito por aquí y unas cosquillas por acá.

—¡Ay, ja, ya! —me retorcí entre risas.

—Te espera un muy rico desayuno, a que no adivinas...

—¿Pan tostado? —probé.

—Uy, cerca, si hay pan, pero también otra cosa deliciosa.

—¿Cereales? —negó con la cabeza—, ¿Waffles?

—¡Tengo un adivino en casa! —me hizo sonreír—, Waffles con Nutella y fresas, lo sé, soy el mejor...

—¡Es lo mismo que comimos el día que te conocimos! —di saltitos de felicidad—, ¡Gracias, gracias!

—¿Te comerás todo? —asentí—, ¿Y tendrás un día bonito?

—¡Si!

—Perfecto, así me gusta chiquito. Y mira a quien tenemos por aquí —Dylan se acercó arreglándose la corbata del uniforme—. Yo te ayudo, dame un minuto.

—Puedo solo, agh...

—Porfiado, si haces un nudo, con eso te vas a la escuela...

—Noah, ¿en dónde dejaste mi gel de cabello? No lo encuentro por ningún lado.

—No lo he tomado.

—Dios, ¿Qué hago ahora? Mi cabello lo requiere, sin eso no sobrevivo.

—Que drama hay el día de hoy —bromeó Damián—. Coman primero y luego discuten.

Fui muy veloz al comer, tanto así que me dolió un poco la panza por hacer aquella estupidez. Agradecí el gesto de papá y fui por mi mochila para ir a clases.

Noté a Dylan raro ¿Cómo lo sé? Porque soy su hermano y esa reacción de irse a buscar el gel de cabello es una excusa para quedarse más tiempo en casa. Lo cual me hace cuestionarme ¿Por qué? ¿Será que hay algo que no le contó a papá sobre el reporte? No me ha contado nada y eso me irrita, me gusta el chisme y lo admito.

Damián

Noah me dijo papá.

¡Dios, a mí! Un joven que ni siquiera planeaba tener un hijo si quiera, es increíble como ha cambiado mi vida en un abrir y cerrar de ojos, estoy tan contento por eso, no pude haber tomado mejor decisión. Cuando pronunció aquella palabra disimulé la felicidad, el corazón me latía a mil por hora y por primera vez tuve una sensación de felicidad completa, es imposible explicarlo sin embargo es lo más lindo que me ha pasado.

Espero con ansias que lo diga Dylan también, tendrá su tiempo y si no quiere expresarse de esa manera está bien de todas formas. Lo importante es siempre su comodidad.

Los preparé a ambos para ir a la escuela, les ordené mejor la corbata y los dejé en el auto mientras yo cerraba la casa. Dejarlos allí fue fácil, Noah se despidió contento a excepción de su hermano mayor quien carraspeó incómodo al saber que yo debía asistir a la cita por el reporte. Saludé a los respectivos trabajadores del recinto al ingresar y hasta conocí a los chicos que se juntan con mis niños, los noté al verlos sonreírles.

En secretaria me dieron la bienvenida y me hicieron sentarme en una sala en donde llegaría la profesora de Dylan en brevedad. En ese transcurso de espera me quedé sentado mirando el celular y correos provenientes de mi trabajo.

—Buenos días, señor White —una señorita de mi edad me tendió la mano—. ¿Cómo se encuentra el día de hoy?

—Buen día, perfecto ¿y usted?

—Bien también, un poco triste porque nos vemos en estas circunstancias —asentí dándole la razón—. Sin embargo, déjeme aclararle que es solo una mala impresión del momento creo yo, espero que Dylan me demuestre a medida que pasa el semestre académico un comportamiento y rendimiento diferente.

—Por supuesto, mi hijo está pasando por un momento difícil y me disculpo por ello...

—No se preocupe, comprendo. No estoy en la vida de mis estudiantes y claro, puede que haya tenido un mal día —se sentó al otro lado del escritorio—. Bien, esta reunión será breve, señor White. Requiero la presencia de su pupilo debido a que necesito corroborar la información que le diré a continuación.

—Claro, adelante.

—Un momento —me hizo una seña y marcó un numero en el teléfono celular—. Si, Daniela, puede pasar.

Me volteé al oír la puerta abrirse, Dylan me dio una mirada tranquila y se sentó a mi lado, no sin antes saludar. Comenzaron a decirme con lujos y detalles el comportamiento del mayor, como había insultado a la profesora con su "vieja bruja", decir explícitamente el poco interés que tenían sus palabras, en fin. Ya habíamos conversado esto con él y solo se dedicó a pedirle disculpas, lo que me hizo sentir muy orgulloso porque nadie lo obligó, antes solo lo aconsejé, uno sabe si toma aquello o lo deja.

Afortunadamente se aclaró el problema, pude viajar al trabajo y esperar a la hora de almuerzo para ir a retirar a los niños. El día de hoy estuve muy atareado, urgencias era un desastre, médicos corriendo, por un lado, pacientes quejándose por el otro, no tuve tiempo ni de sentarme a descansar por dos minutos sin embargo siempre ha sido mi vocación la enfermería, si una vez más me preguntaran que carrera me gustaría estudiar si volviera el tiempo atrás, la elegiría una y mil veces más, me encanta ayudar a las personas y son impagables sus sonrisas al verlos mejorar.

Caleb tiene la mano cansada de tanta vía que le ha tocado colocar, yo tuve que reponer el carrito varias veces y allí nos quedábamos conversando unos segundos.

—Se acerca la hora, sé un papá tranquilo por favor —bromeó mi mejor amigo.

—Lo soy Caleb —volteé los ojos.

—No te vayas a ponen a llorar tú por el piquetito, mira que conozco a padres que exageran toda la situación y sus niños son los mas tranquilos.

—Ni me lo digas —reí un poco—, yo también los he visto.

—Ya quiero conocer a mis sobrinitos.

—Ellos no, créeme —me pegó un codazo y di una carcajada—, ¿quieres que te mienta? Te van a tachar de la lista de santa en navidad Caleb, te pondrán carbón.

—Eso es porque alguien —recalcó la palabra—, me puso en esta situación.

—Fue por motivos mayores —reí.

—Ajá y gracias por tus alentadoras palabras amigo mío. Yo de todas formas les dejaré un regalito bajo el árbol.

—Aww que tierno eres de tío Caleb —dejé el lápiz en el mesón luego de escribir ciertos medicamentos.

—Ya se cumplió la hora, eres libre queridísimo amigo, te veo en unos minutos. Recuerda que primero la cita es con el médico y luego te diriges al vacunatorio —asentí yendo hacia los casilleros para ir a cambiarme—. ¡Suerte!

—¡Lo mismo digo! —respondí.

No quiero ser el papá llorón como dice Caleb y demonios, estoy nervioso cosa que nunca me había pasado. Las manos me están sudando y lo puedo notar porque se resbalan del volante. Estoy conduciendo hacia su escuela, son alrededor de las tres de la tarde por lo que es probable que ya hayan almorzado. Llamé para dar aviso de su retiro y me indicaron que solo debo ingresar a firmar.

Me estacioné y repetí las palabras mágicas "Animo Damián, todo saldrá bien".

Necesito la mejor actitud para transmitirle eso a los niños. Ambos me estaban esperando en la oficina en dirección. La secretaria, amable como siempre, me sonrió y me explicó el protocolo. Apenas dejé todo listo salí de ahí y los abracé.

—¿Cómo están? —pregunté—, ¿Bien? ¿Nerviosos? ¿Tranquilos?

—Super —dijo Dylan con una mueca.

—Con miedo —admitió Noah—, por favor no me sueltes la mano ¿sí?

—No mi niño, no lo haré. Te lo prometo.

—¿Es tan necesario ir? Tengo un partido al que me comprometí, pueden irse y yo me quedo —dijo el mayor llevándose su bolso deportivo al hombro—. Nos vemos.

—Hey, alto ahí muchachito —coloqué una mano en su brazo—, vas a ir con nosotros, ya te lo dije. Nadie se queda. Es una cita médica obligatoria pero no hay nada que temer.

—¡No tengo miedo! —se molestó y suspiré.

—Está bien, campeón. Pero debemos irnos.

—Damián déjame quedarme...

Dios, es bastante difícil, no entiende una respuesta negativa y es algo que debe aprender de a poco, las cosas no siempre salen como uno quiere.

—No Dylan, tienes una cita y no se discute más. Camina al auto por favor.

No esperaba aquella reacción de su parte y menos que frunciera el ceño, muy enojado y se fuera caminando delante de nosotros. Noah no dijo absolutamente nada, se mantuvo en silencio hasta alcanzarlo y no me pude quedar callado cuando le abrí la puerta y lanzó con fuerza sus cosas adentro.

—Dylan White, basta —lo regañé—. No puedes lanzar las cosas porque si y menos reaccionar de esa manera porque no te dejé quedarte. Tienes responsabilidades y las cumples jovencito.

—¿Qué? ¿Ahora me regañas? ¿Está prohibido también hacer muecas también?

Paciencia, vamos paciencia.

—No te he dicho eso, solo que te comportes —quise ponerle fin a la discusión y me di la media vuelta para entrar al vehículo—. Los cinturones bien abrochados.

—¿Queda muy lejos? —Noah miró con curiosidad el camino.

—A unos quince minutos, es relativamente cerca, ¿almorzaron campeón?

—Yo sí, estuve con unos amigos en la cafetería y había pollo con ensalada. Una chica llamada Abril era alérgica al pollo y nadie sabía y...

—Que patética historia, cállate un rato, Noah.

—Hey —lo miré por el retrovisor—. Primera y última vez, no le hables así a tu hermano y deja esa actitud altanera atrás ¿queda claro?

—¿Quién carajos te molesta a ti cuando cuentas cosas absurdas? —ahora el menor le respondió y al parecer se arrepintió de inmediato con la cara que coloqué.

—Esa boca —también lo regañé—. No es momento de estar discutiendo. El ambiente está tenso y mientras más negatividad existe no ganaremos nada. Se me calman los dos y nadie se desquita con nadie aquí ¿quedó claro?

—Si.

—¡No! Porque encuentro injusto que primera cosa que te pido me la niegues —dijo el mayor con las mejillas rojas del enojo.

Ya sé lo que está pasando, es demasiado evidente, ¿Cómo no lo supe antes? Está nervioso y lo más seguro que su motivo sea la cita que tenemos dentro de poco. Hay un detalle super importante que debo considerar, él nunca ha asistido a ninguna que recuerde a excepción de su hermano menor quien tuvo la desafortunada oportunidad en la boda de Samantha, por lo menos esa experiencia le sirve para saber lo que le espera.

Decidí tomar con calma aquello y tratarlo con cariño.

—Mi niño —su expresión cambió—, perdóname si esta vez no pude acceder a lo que me pediste, lamentablemente no podemos faltar a la cita sin embargo no quita que en otro momento pueda darte permiso ¿sí?

—B-bien —susurró y me relajé.

Algunas veces solo necesitamos comunicarnos de manera diferente y los demás nos entenderán, si estamos alterados los dos no avanzaremos en la discusión. Para mi todo esto es muy nuevo y prometí que seria un buen padre por lo que estoy dispuesto a intentar diversos métodos con los cuales lleve una buena crianza, no soy perfecto, puede que haya momentos en los que no tome las mejores decisiones sin embargo aprenderé de aquello.

Noah volvió a charlar durante el trayecto por lo que me entretuve oyendo sus historias de la escuela y hasta Dylan comentó una parte de su día. Finalmente llegamos a mi lugar de trabajo y un infierno para ellos. Desabrocharon sus cinturones, yo busqué mis cosas esenciales, papeles, billetera, llaves y teléfono.

—Las agujetas —le indiqué al menor—, te puedes caer.

—Ja, lo mismo dijiste cuando llegamos a Canadá —sonrió y me sorprendí de que recordara eso.

—¿De verdad? Que memoria tienes, chiquito.

—Es enorme —susurró su hermano.

—Lo es, tiene bastantes pasillos y pueden ser hasta confusos. Van a pasar por el lugar donde trabajo todos los días, es en la segunda planta del edificio de tu derecha.

—¿No te pierdes?

—Al principio si campeón, pero luego te acostumbras.

—¡Listo! —Noah me mostró su zapato orgulloso.

—Genial, vamos que ya estamos en la hora —los vi tragar saliva y mover sus manos—. Tranquilos peques, estaremos todos juntos.

Entramos a la primera planta y fuimos directo al elevador. Ya estando arriba fui hacia el mostrador en donde Daysi, una de mis colegas me ayudó registrando el ingreso de los chicos, me dijo que me llamarían en menos de diez minutos y esperáramos sentados.

—¿Por qué hay revistas tan aburridas?

—No lo sé Noah, deberían actualizarlas ¿verdad? —asintió muy convencido.

—Hace frio —susurró Dylan temblando.

Le di un abrazo y se sorprendió.

—Tal vez así se te pasa —sonrió acurrucándose—. Podemos ir por unas malteadas luego de salir de aquí ¿Qué les parece?

—¡Sii! —Noah fue el más emocionado.

—Damián no sé por qué creo que dices eso para reconfortarnos de lo que se viene ¿tan malo es? —Dylan hizo una mueca—, ¿Que no nos estas diciendo?

—Wow peque, tranquilo, no es cierto.

Bueno, tiene razón sin embargo no se lo puedo decir.

Es un tipo de recompensa que planeo darles por haberse portado bien, aunque sinceramente creo que me estoy adelantando. Aun no sé las reacciones de los pequeños a la hora de que les anuncien lo que se viene y eso me tiene un tanto intranquilo debido a que no sé calmar a dos adolescentes.

—Eres un pésimo mentiroso, Damián.

—¿Quien, yo?

—Si tú —carcajeó—. Hasta miedo me dio ahora...

—No chiquito, no debes temer —dejé un beso sonoro en su cabello.

—Damián, que me dejas en vergüenza.

—Uff, eso será siempre —reímos juntos.

—Dylan y Noah White, pasillo tres, sala dos —anunciaron por el altavoz e inmediatamente los volteé a ver y ellos a mí, al mismo tiempo.

—Calma —fue lo primero que salió de mi boca—, respiren y esto no es nada del otro mundo ¿bueno? Llegaremos a una sala en donde el médico les hará un chequeo rápido e indoloro ¿de acuerdo?

Intenté explicarles el procedimiento para que pudieran esperar algo.

—Mhm, no es tan terrible —susurró Noah y me hizo sonreír—. Iré contigo, Dy.

—¡Agh! No tengo ni un pelo de miedo Noah, dejen de tratarme como si fuera así —se levantó un poco molesto—. Vamos, quiero salir de aquí.

—Okay campeón, vamos.

Vi a Caleb desde lejos y me causó risa y ternura al ver como se tapaba la boca de la emoción al ver a los chicos allí. Será un tío grandioso yo lo sé, al igual que Lee, son los mejores amigos que he podido tener en toda mi vida. Ya están organizando una pequeña fiesta de bienvenida a la familia en el grupo que tenemos los tres, aprecio demasiado ese cariño que dan, es difícil encontrar personas así hoy en día.

Cruzamos los tres el pasillo hasta llegar a la puerta indicada, Noah apretó mi mano derecha y yo le devolví el apretón para generarle confianza y tranquilidad. El cuarto es como todos los otros, el típico escritorio, la camilla, por un lado, pesa, un mueble en donde guardan todo tipo de implementos que se puedan requerir. Noté como Dylan se fue quedando atrás, pero bien atrás, al punto que arrastraba los pies y se obligaba a caminar a nuestro ritmo.

—¿Pasa algo, peque? —no me respondió sin embargo esperé que él entrara primero por si las dudas. El médico, que es un conocido mío, nos saludó amablemente apenas entramos—. Buenas tardes.

—Buenas tardes, Damián, ¿Qué tal se encuentran?

—Bien, Isaac —coloqué ambas manos en los hombros de los chicos—. Te presento a mis hijos.

—Wow, que sorpresas me traes el día de hoy. Asiento por favor —dejé que los menores lo hicieran—. Nos falta una silla...

—No te preocupes, estoy bien.

—Bien, ¿Qué los trae por aquí? ¿Algún chequeo rutinario?

—Si, necesito saber el estado de su salud ahora, hace poco uno de ellos viene saliendo de un resfriado —asintió escribiendo en su computador.

—Perfecto, comenzaré con algunas preguntas. En primer lugar, ¿edad?

Respondí cada una de ellas ya que al parecer a mis muchachos les comió la lengua el ratón, no respondieron ni su nombre, pobres, deben estar aterrados. Yo estoy sudando frio y eso que a mi no me pondrán ninguna vacuna, tal vez es por el hecho de que sé que sufrirán un poquito y no quiero que eso pase.

—¿Alguna señal de vida, chicos? —Isaac los hizo sonreír—, su papá habla mucho ¿verdad?

—Un poco —por fin se escuchó la voz de Noah—, me gusta que él diga todo.

—Pero debes comunicar lo que sientes también ¿eres Noah verdad?

—Si...

—¿Y Dylan? ¿Alguna opinión, queja? —el mayor solo negó con la cabeza—. Muy bien, les pido que se levante cualquiera de ustedes dos y camine hacia la camilla.

Ninguno movió ni un músculo.

—Hey, no se apresuren tanto que se pueden caer —bromeé—. ¿Noah, tu primero?

—B-bien...

—Te explicaré en que consiste todo esto, con este estetoscopio escucharé tus latidos —agradezco que esté teniendo tanta paciencia—, luego irás hacia la pesa, revisaré tus oídos con esta linterna y tu garganta con esta paleta de madera ¿queda claro?

—Muy —suspiré—, ¿puedo saltarme lo de la paleta?

No aguanté la risa nerviosa.

—Temo que no, cariño.

Me quedé apoyando emocionalmente al menor quien me buscaba con la mirada cada dos segundos, siguió absolutamente todos los pasos sin saltarse ninguno, no hubo quejas de por medio y se comportó excelente. Me sorprendió viniendo de Noah quien es el menor. Lo felicité con muchos besos y abrazos, ojalá pueda sobrellevarlo de la misma manera cuando ingresemos al vacunatorio dentro de unos minutos.

Finalmente fue el turno del mayor, por su parte fue muy tímido al ir a la camilla, con desconfianza se sentó allí esperando a Isaac.

—Evaluaré tu respiración, levanta un poco tu camiseta —acercó el estetoscopio—. Inhala y exhala lentamente. Así es.

Me quedé al lado.

—Todo bien, ahora quieto y mirando al frente, sigue esta luz.

—¿Esas son las jeringas? —preguntó Noah sin nada de filtro y Dylan se puso tenso—. En el mueble...

—Hum, todo médico debe tenerlas en un consultorio —le contesté.

—Exacto Noah, pero casi no las ocupamos, depende mucho de la patología que presente el paciente.

—Ah, pato... ¿pato qué?

—Enfermedad, eso significa —en palabras más simples.

—Les gusta complicarse la vida —rodó los ojos.

—Concuerdo contigo Noah —Isaac le sonrió dejando los implementos dentro de su traje clínico—. Ahora, Dylan, por favor quítate los zapatos y te subes la pesa.

—Está helada —se quejó apenas se subió.

—Un segundo y terminamos.

No se demoró ni diez minutos en finalizar el chequeo. Mientras el mayor se colocaba nuevamente sus zapatos me llamó al escritorio para indicarme con detalles los resultados correspondientes.

—Al parecer todo está en orden. Veo en el sistema que es su primera cita médica después de años por lo cual no tienen un historial completo. El único que tiene un registro reciente es Noah —me comentó observando la pantalla y escribiendo—. Les voy a mandar a hacer unos exámenes rutinarios de sangre y orina. Además, con respecto al historial de vacunas les faltan casi todas...

—Si, soy consciente de ello, me preocupé apenas me enteré —asintió entendiendo la situación—. Hoy precisamente deben aplicarse algunas.

—Eso mismo te iba a decir Damián, son quince en total y debemos distribuirlas —bajó la voz—. Hoy serán cuatro.

Maldición.

¿Cuatro? Les dolerán los brazos una semana y prefiero no imaginarme el escandalo que tendré, agregando los efectos secundarios. Ya me imagino a los dos con fiebre a las horas...

—Hum, ¿tantas? —no pude esconder mi disgusto—, supongo que serán mensuales.

—Eso se verá en cada cita.

—¿Pueden ser tres?

—Mientras antes, mejor.

No pude debatirle, jodido Isaac, no lo conocía lo suficiente pero ya le estoy generando un rechazo, acaba de condenar mi día y a sobre todo el de los nenes. Por suerte estaban distraídos para saber lo que estaba pasando.

—Acá está el papel a presentar —se los recibí—. Y el de la orden de exámenes. Que estén super bien.

—Dylan, Noah, vámonos —ambos caminaron hacia mi—. Despídanse.

—Adiós —susurraron al mismo tiempo.

—Nos vemos, Isaac —los tres salimos y me quedó un sabor amargo en la boca cuando tuve que caminar por otro pasillo donde claramente estaba Caleb.

—¿Vamos a casa? —preguntó inocentemente el menor—. ¡Siii!

—No, nene —su puchero no pudo ser más notorio—. Ahora faltan las vacunas.

Se nota que soy un padre primerizo ¿Por qué lo digo? Pues estuve navegando en internet sobre como actuar en estos casos. Si, yo, Damián White, un enfermero que pasa todos los días por esto. Solo que esta vez lo siento diferente.

Según las instrucciones salía en primera línea "Relájese, ya que su hijo puede reaccionar a sus emociones y cuando esté tranquilo, es probable que se sienta más cómodo" y demonios, es la instrucción más complicada que me ha tocado seguir en toda mi vida.


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