Trece

Habían pasado algunos días desde aquella encantadora escena.

Días en los que se le fue imposible a Jimin no sonrojarse cada vez que Jungkook le hablaba o simplemente le miraba.

Era como un pequeño juego en donde Jungkook siempre le sacaba ventaja de alguna forma, disfrutaba verlo avergonzado.

Cada vez que el menor llegaba con una sonrisa tímida y jugando nerviosamente con sus manitas, pidiéndole uno de esos besitos que le alegraban las tardes.

Jimin se encontraba sentado cómodamente en las piernas de su mami, traía un buen humor consigo y transportaba una dulce sonrisa en sus labios.

Su mamá ya extrañada por las actitudes de su hijo, procedió a preguntarle pues ya no aguantaba la curiosidad.

— Minie... ¿Por qué tan feliz, eh? —cuestionó. Su expresión era neutral y no había ningún rastro de temor en su voz en cuanto preguntó.

—Mami ¿Recuerdas a mi... amigo Jungkook? —Jimin la miró expectante, esperando su respuesta la cual llegó rápidamente a sus oídos en cuanto la mujer murmuró un "sí" por lo bajo—. Bueno, he e-estado feliz pues... él me da muchos besitos y mimos, y-y me siento muy bien cuando estoy con él mami, entonces estoy muy muy feliz.

La sonrisa de aquel niño seguramente fue la demostración de felicidad más bella antes nunca vista, sus mofletes estaban cubiertos por una fina capa de coloración rojiza y sus ojos destellaban con energía, causando que su progenitora tuviera un revuelco en su corazón al percatarse de los sentimientos de su hijo.

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