Cuatro.

Jungkook no podría estar más feliz. Se hallaba sentado junto a Jimin en un banco de un estilo algo rural, cerca de la salida de su escuela.

Le contaba algunos chistes malos, que aprendía de su primo Junmyeon cada vez que se juntaban para jugar en la casa de su abuelita.

 —Había una mujer tan pero tan gorda que cuando se pesaba en la balanza ponía: continuará... —Jungkook habló animado, pues para él los chistes le causaban risa.

Jimin rió por lo bajo, pues la astusia con la que lo había contado Jungkook había hecho que se le revolviera su pancita.

  —Oye Minie —le llamó con una sonrisa, a lo que Jimin lo miró desconcertado por el apodo con el que lo llamó—. ¿Te gustan los peluches? —preguntó algo emocionado.

Los ojitos del menor brillaron emocionados, con una amplia sonrisa asintió frenéticamente.

  —¡Sí! —exclamó dando un pequeño salto en su asiento, junto a sus mejillas rojas—. ¡Me gustan mucho —afirmó.

Jungkook no pudo evitar soltar una risita al ver la ternura que el menor desprendía, tiñendo sus propias mejillas de un rosadito muy bonito, sintiendo su panza revolverse también.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top