Treinta y tres.

Al entrar, Hani guió inmediatamente al más pequeñito hasta la entrada de la sala, indicándole que permaneciera allí hasta que ella fuera a buscarlo.

MinSeok, un tanto confundido, aceptó. Su corazoncito retumbaba duerteme contra su pechito, poniéndole notablemente nervioso.

No tenía ni una pequeñita idea de qué  le tenía preparado JongDae y eso le desesperaba muchísimo, no sabía qué esperar ni tenía como prepararse, sus piernas se movían inquietas, de un lado a otro, mordiendo su gordito labio inferior constantemente.

Su mamá había desaparecido minutos antes cuando Hani la había arrastrado hasta la sala para contarle todo y dejando al pequeñín solo.

Tres minutos más fueron suficientes para que la mamá de JongDae apareciera frente a él, con una amplia y cálida sonrisa, logrando calmarse un poquito.

— Vamos pequeño —Jeong le tendió la mano en cuanto le vio, MinSeok la miró dudoso pero aún así le correspondió y comenzaron a dirigirse hasta el interior de la inmensa sala.

En cuanto sus dos pequeños ojitos enfocaron la decoración de esta, sus mejillas se encendieron de un color rosita, haciéndole soltar una risa ante las ocurrencias de su amigo, pues presentía que él había montado todo eso.

¡Parecía una pequeña Iglesia! La decoración era idéntica a aquella escena que una vez vio en un dorama junto a su madre, la escena mostraba dos personas casándose y jurándose  amor eterno.

Una boda.

Y ahí recordó las palabras de su amigo, aquellas que aún permanecían intactas en su memoria.

"MinSeokie, cuando seamos grandes quiero que seas mí esposo."

Su boquita se abrió sorprendida, formando una perfecta "0". ¡JongDae quería casarse con él!

Pero no lo entendía, ellos aún eran niños, no podían hacerlo.

Su mirada se dirigió hasta JongDae y él pudo jurar que su corazoncito casi explotó al verlo nuevamente.

Una amplia sonrisa escapó de sus labios, pensando que aquel niño era totalmente perfecto.

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