Treinta y cinco.

MinSeok volvió a darle una mordida al delicioso dulcesito de leche el cual había tomado de aquella amplia mesa blanquita de la esquina.

Ladeó su cabecita al sentir finalmente aquel sabor tan dulce y suave, tan sabroso que le hacía gemir de satisfacción.

Pero eso ni siquiera le había quitado el enojo.

Sinceramente, eso era lo único maravilloso que encontraba en aquella fiesta, la comida.

Porque a JongDae no lo habían invitado.

Y él no podía ni mucho menos quería convivir con gente a la que no le agradara JongDae.

Y a ese niño, el tal JeonGu, no le agradaba JongDae para nada, sólo porque Chenchen por accidente había dejado caer jugo de naranja en la ropa supuestamente cara aquel niño.

Por eso estaba tan enojado, porque su mamá lo había obligado a ir. Y lo había obligado a felicitarlo.

Y le preocupaba mucho su hyung, porque seguro él estaría revolcándose de la rabia en su sillón.

Pero trataba de entenderlo, aunque no podría al final, lo intentaba.

JongDae le había dicho que JeonGu iba a aprovechar para atacarlo ya que él no estaba.

Y él no había visto eso aún.

Creo que JongDae estaba exagerando.

No podría imaginarse a JeonGu atacándolo salvajemente.

Así que no entendía a JongDae.

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