Ese mismo día, MinSeok había llegado con una gran sonrisa a su casa.

Pero no pudo evitar sentirse un poco triste cuando vio a su mami en la salida de la escuela.

Él quería más tiempo con el niño de ojos gatunos.

Tomó asiento el gran sillón de la sala, balanceaba sus pies feliz, mientras colocaba algún canal divertido en la tele.

  —¿Por qué tan feliz Minie? —preguntó su madre sonriente. Eran pocas las veces que se le veía emocionado al pequeño.

  —Tengo... ¡Tengo un amigo! —exclamó emocionado.  Sus mofletes se ruborizaron, al igual que un remolino apareció en su pancita al recordar a su compañero de clases.

—Oh, eso está muy bien Minie. —La mujer se sentó junto a él, quería tener más contacto—. ¿Cómo se llama?

—JongDae. —Respondió de inmediato MinSeok, tenía una sonrisa que decoraba sus labios mientras se abrazaba a su mamá—. Es el niño con quien hablaba en la salida mami.

—Oh, ¿el que me dijo que eras muy lindo? —cuestionó curiosa, puesto que horas antes ese mismo niño había aparecido frente a ella con una gran sonrisa y hablándole maravillas de su hijo.

— ¿Ah? —el color en sus mejillas se intensificó, su corazoncito había comenzado a latir con más fuerza. — ¿Qué... qué te dijo?