02. the love letters
💌 CHAPTER TWO . . .
❝ las cartas de amor ❞
════════ ⋆💽⋆ ════════
ERA LA NOCHE DEL SÁBADO y mi hermana pequeña y yo nos encontrábamos tumbadas en el sofá de nuestro salón mientras veíamos una película que Piper quiso poner cuyo nombre ni recuerdo. Normalmente siempre las elegía Beth porque era la mayor, pero ahora ya no estaha. Así que dejé que mi hermana pequeña se encargara de poner las películas que quisiera hasta que Beth volviera.
―¿Qué estará haciendo Beth esta noche?―pregunté un poco pensativa.
―Crack.
―¡Piper!
―Así se dice «divertirse» en Escocia. ―explicó la menor sin prestarle demasiada importancia― Esto es puro crack. Lo he buscado.
―Se hace raro no tenerla aquí. ―comenté haciendo un mohín con la boca, y era verdad, las noches de películas sin Beth eran extrañas.
―También se hace raro que no esté Logan, echo de menos su imitación de Draco Malfoy cuando se enfada y él siempre dice que su padre se enterará de todo lo que pasa.
Yo solté una carcajada mientras asentía, sin despegar la mirada de la pantalla de la televisión. Estábamos haciendo un maratón de la saga de películas de «Harry Potter» , nuestra saga de películas favorita y también era la de Beth. Así que Piper decidió poner esas películas para recordarla.
―¿Sabes, Ivy? ―dijo Piper después de reír levantando su cabeza para mirarme, y yo desvié la mirada de la televisión para mirarla― Si tuvieses novio, no tendrías que conducir nunca más porque nos llevaría él.
―Si eso es lo que hace falta, creo que te toca ir conmigo. ―contesté, pues no estaba en mis planes tener novio.
―No sé... ―murmuró mi hermana pequeña con una sonrisa pícara― ¿Qué tal el chico al que casi matas el otro día?
Me ruboricé un poco al pensar en Malachi y en lo avergonzante que fue ese momento para mí. ¡Casi lo atropellaba dando marcha atrás! Y encima no parecía enfadado.
―Está saliendo con Blair. ―informé mientras bajaba la mirada. La verdad era que me sentía un poco desanimada.
Pero no me importaba para nada su relación, ¿eh?
―¿Y? ―respondió Piper y volví a alzar la mirada― No es solo eso.
Ella se acercó hacia mí y de sentó prácticamente a mi lado, lo único que nos separaba era un cojín.
―¿No te parece un poquito... deprimente que un sábado por la noche estés viendo un maratón de «Harry Potter» con tu hermana pequeña?
―No, me encanta «Harry Potter». Y Draco Malfoy. ―contesté con honestidad y mi hermana empezó a reír― Y también estar contigo.
Removió su cabello pelirrojo, consiguiendo que Piper volviera a reír. Le gustaba que le hiciera eso aunque nunca jamás lo admitiría.
―Vale, no te digo esto para que te sientas mal. Pero... Ivy, tengo once años. Y he cancelado planes para estar aquí esta noche. ―me informó la menor con amabilidad― Y, bueno... tú tienes dieciséis y creo que no tenías ninguna otra opción. ¿Me equivoco?
El silencio que se reinó en el salón respondió a la pregunta de Piper.
―¡Eso ha sido cruel, Piper!
―La verdad duele, Ivory. ―fue lo único que dijo mi hermana pequeña con diversión y yo rodé los ojos para darle un golpe en el hombro e indicarle que siguiera viendo la película.
Empecé a notar cómo los párpados se me caían lentamente más o menos por la mitad de «Harry Potter y el Prisionero de Azkaban», por lo que cerré los ojos. De un momento a otro terminé quedándome dormida, descansando.
Quién me iba a decir que ese sería mi último día de paz y tranquilidad antes de que toda mi vida diera un giro de trescientos sesenta grados.
LUNES. ¿A quién en su sano juicio le gustaban los lunes? Es el peor día de la semana con diferencia y no solo por las asignaturas que me tocaban, sino por el cansancio que tenía en el cuerpo. Me era imposible levantarme. Cuando sonó la alarma, le di un golpe tan fuerte que casi le saco todas las piezas.
Las primeras tres horas de clase fueron bien. Muy aburridas y en una de ellas casi me duermo, pero bien.
Ahora era la hora del recreo y tenía que volver a la rutina. Siempre me ha gustado el atletismo y es mi deporte favorito. Por lo que soy parte del equipo de atletismo del instituto y teníamos que practicar cada lunes hasta fin de curso.
Stella también era parte del equipo, por lo que todo era mucho más fácil y divertido cuando estaba con ella.
―¡Hey! ―me saludó mi mejor amiga posicionándose a mi lado mientras corríamos por las pistas del campo.
―Hey. ―saludé a la pelinegra con una sonrisa.
―Antes casi te duermes en clase de Español, ¿qué hiciste anoche? ―me preguntó con diversión.
―Me terminé un libro, era muy bueno.
―¿Otra novelita erótica, pervertida?
―Por millonésima vez, me gustan por su dramatismo. ―le recordé con irritación mientras seguíamos corriendo y Stella empezó a reír sin parar.
―Oh, sí, ya. No te preocupes, no te juzgo. ―intentó restarle importancia mi mejor amiga y yo rodé los ojos mientras negaba la cabeza con una sonrisa.
Seguimos corriendo unos cuantos metros más mientras reíamos hasta que una voz familiar nos interrumpió.
―¡Eh, Ivy! ―me giré sin dejar de correr para saber quien acababa de decir mi nombre y alcé las cejas con sorpresa.
Malachi Barton.
¿Qué demonios hacía él ahí y por qué estaba persiguiéndome?
―¿Puedo hablar contigo? ―preguntó Malachi acercándose hacia donde Stella y yo nos encontrábamos.
―¿Conmigo? ―pregunté esta vez yo, muy confundida, sin entender qué estaba ocurriendo en ese instante.
―¿Hay alguien más aquí que se llame Ivy? ―preguntó con un poco de ironía mientras seguía corriendo junto a nosotras y me sonrojé un poco. No sabía el motivo, pero seguramente del calor que estaba sufriendo― Sí, contigo.
―Eh, MB, dicen que mi prima te ha cambiado por un universitario. ―abrí los ojos como platos al escuchar a mi mejor amiga decir eso. ¿Malachi y Blair habían roto?― ¿Es eso cierto?
―Eh... dicen que tienes cola. ―contestó el pelinegro un poco cansado, supongo que todo el mundo le había hecho la misma pregunta― ¿Es cierto, Stella?
―Sí, rizadita, como la de un cerdito. ―Stella sonrió e hizo una onomatopeya haciéndose pasar por un cerdito.
Yo fui la primera en parar de correr y me coloqué los brazos en las caderas para recuperar el aliento. Suspiré pesadamente y me giré para mirar a Malachi y Stella, quienes también habían parado de correr.
―Necesito hablar con... con Ivy. ―informó Malachi señalándole mientras miraba a Stella― A solas.
Yo fruncí el ceño ante eso y todo se fundió en un silencio bastante incómodo. Stella miraba a Malachi con una expresión extrañada y después me miró a mí. Me encogí de hombros levemente, pues tampoco entendía la razón por la que Malachi querría hablar conmigo a solas. Parecía importante.
―Oh. ―fue lo único que salió de la boca de la morena y dejó de poner las manos en sus rodillas para posicionarse bien y mirarme― Si me necesitas estaré en la enfermería. Con migraña. Buscando en Google a Drew Starkey sin camiseta.
La pelinegra nos señalaba a ambos mientras se tambaleaba y yo me mordí el labio para no reír. La verdad era que a Stella no le gustaba el atletismo. No le gustaba ningún deporte, en realidad. Pero cuando me apunté en el equipo hacía un par de años ella también lo hizo para así no dejarme sola.
Stella me lanzó un beso con la mano y yo le sonreí. Ella desapareció de las pistas de atletismo y una vez que Malachi y yo estuvimos solos, el moreno se giró para mirarme y a su vez se metía las manos a los bolsillos.
―Oye, tan solo quería decirte que... bueno, te lo agradezco, pero eso no va a pasar nunca.
―Perdona, ¿qué? ―pregunté, un tanto aturdida por esas palabras.
―A ver, por lo que yo recuerdo de aquel beso estuvo bien, ¿sabes?, para ser en séptimo curso. ―yo alcé las cejas con estupefacción, pues no entendía qué tenía que ver ese tema― Y me parece súper guay que pienses que tengo motitas doradas en los ojos y...
Ese fue el momento en el que desconecté totalmente de la conversación. Seguía escuchando la voz de Malachi pero la sentía demasiado lejana. Miré hacia abajo para ver lo que llevaba en su mano y...
Oh, no.
No, no, no.
Esto no estaba pasando.
¡Esto no estaba pasando!
Malachi tenía en su mano la carta de amor que le escribí cuando tan solo teníamos once años. La misma carta en la que su interior contenía todos mis sentimientos ya marchitados por el chico. Tenía que ser una broma.
No podía ser cierto.
No podía ser verdad.
¡¿Cómo y por qué demonios tenía Malachi la maldita carta de amor que le escribí hace más de cinco años?!
Empecé a escuchar la voz de Malachi distorsionada. Mi cabeza comenzó a dar vueltas sin parar y sentía que todo el mundo se me caía encima. No podía creer que esa carta hubiera salido a la luz después de tanto tiempo.
Era irreal, como un sueño.
Pero no se trataba de un sueño.
Sino de una pesadilla.
Todos los recuerdos me golpearon de repente: aquella noche, aquel juego de la botella, aquel beso, aquel chico.
Lo recordaba todo demasiado bien.
Y lo último que recuerdo fueron mis ojos cerrarse y un sonido fuerte hacerse presentes sobre las pistas de atletismo. Después de aquello lo vi absolutamente todo negro. Tan solo existía oscuridad.
―IVY, ¿ME OYES? ―escuché la voz de Malachi ya no tan distorsionada como antes, y esto consiguió que empezara a abrir los ojos con bastante lentitud― Eh, Ivy, ¿estás bien? Vamos, Ivy. ¿Ivory?
Cuando pude abrir los ojos al completo, me di cuenta de que mi rostro estaba muy cerca del suyo. Tragué saliva mientras lo miraba, y el chico carraspeó para separarse un poco de mí.
―¿Estás bien?
―¿Qué ha pasado? ―pregunté con confusión, aún tumbada en la pista de atletismo.
―Te has... desmayado.
―Ah... vale. ―respondí sin fuerzas para volver a cerrar los ojos. Si me dormía, sería mejor. No recordaría nada.
―Venga, dame la mano. Y la otra también. ―dijo Malachi después de unos segundos al ver que yo no tenía muchas ganas de querer levantarme y se agachó para extenderme la mano.
Yo empecé a quejarme de dolor, pues el golpe que me había dado en la espalda y la cabeza debido a la caída había sido más grave de lo que esperaba. La cabeza me daba vueltas todavía y la espalda no podía apenas moverla.
―Venga, vamos. Tú puedes. Eso es. ―decía el pelinegro con esfuerzo mientras me ayudaba a reincorporarme en el suelo― Ya estás levantada.
Me llevé una mano a la cabeza, pues era lo que más me dolía en ese momento.
―¿Quieres que llame a alguien? ¿Un poco de agua? ―me preguntó con un semblante preocupado y yo le sonreí un poco en forma de agradecimiento.
―No, estoy bien.
―¿Segura?
No respondí. Alcé la mirada del suelo y la ubiqué a lo lejos. Y casi me quedé sin respiración al ver lo que pasaba. Logan venía hacia aquí, hacía el mismo sitio.
Y tenía otra carta.
La misma carta de amor que le escribí hacía tan solo unos cuantos meses.
―Oh, Dios mío... ―murmuré.
Si aquello era una pesadilla, quería despertar inmediatamente.
―¿Qué pasa? ―preguntó Malachi con confusión en su mirada.
Millones de recuerdos invadía mi mente. Todo lo que Logan y yo habíamos vivido juntos. Él y mi hermana mayor acababan de salir de una relación amorosa. No iba a dejar que nuestra amistad se estropeara por una estúpida carta de amor y porque yo no supiera controlar mis sentimientos.
―¡Oh, Dios mío! ―exclamé y se me ocurrió seguramente la peor y a la vez mejor idea del universo.
Tomé el mentón de Malachi para obligarlo a mirarme. Sus ojos cafés se encontraron con los míos de color verde esmeralda. Hice lo único que se me ocurrió en ese instante para hacerle creer a Logan que no sentía nada por él.
Lo tire también al suelo y junté sus labios con los míos.
Besé a Malachi.
No tuvo tiempo de reaccionar, tan solo me siguió el beso, muy sorprendido. Mis compañeras de equipo pasaron por nuestro lado mientras corrían. Pero a mí no me importaba ni lo más mínimo. Tan solo quería hacerle creer a mi mejor amigo que ya no me gustaba.
Se me había salido de las manos.
―¡Eh! ¿Qué hacéis? ―escuché la voz de mi entrenador de atletismo y separé mis labios de los de Malachi para mirar al hombre― ¡Dos vueltas más, Sinclair!
Miré al chico que tenía debajo de mí, y este se encontraba muy confundido. Se le podía ver en sus ojos oscuros. Él no sabía que demonios acababa de ocurrir. Y la verdad era que yo tampoco. Tan solo había sido un gran impulso.
Nos quedamos mirando por unos segundos antes de que yo reaccionara y me separara de Malachi.
―Gracias. ―agradecí rápidamente antes de levantarme del suelo y empezar a correr hacia el instituto.
―¿Q-Qué...? ―fue lo último que escuché murmurar a Malachi antes de perderlo de vista. Necesitaba salir de ahí. No podía estar con él en ese momento.
Pude ver a Logan balbuceando palabras sin sentido. Seguramente estaba igual o incluso más confundido y sorprendido que Malachi. Y lo entendía. Y por eso mismo lo ignoré y salí corriendo.
Escuché cómo Logan gritaba mi nombre pero no me di la vuelta. Y no porque tuviera mucho orgullo, sino porque realmente no podía. Si me giraba para mirar a mi mejor amigo de toda la vida, rompería a llorar ahí mismo.
Llegué corriendo a los baños del instituto y entré en el último cubículo. Recargue los brazos en ambas paredes del cubículo, pues estaba tan mareada y la cabeza me daba tantas vueltas que era incapaz de mantenerme en pie. Solté un largo y pesado suspiro, intentando asimilar todo lo que había pasado.
Las cinco cartas se habían enviado.
He besado a Malachi.
Había metido la pata hasta el fondo.
―Eh, Ivy, ¿estás ahí? ―se escuchó una voz muy familiar y abrí los ojos.
―No. ―respondí.
Sin embargo, esa persona se agachó para traspasar una carta por debajo del cubículo. Yo bajé la mirada y tragué saliva con fuerza al darme cuenta de quién se trataba esa persona.
Ethan Hawkins.
Uno de los cinco chicos a los que les escribí esas estúpidas cartas de amor.
Todo empezó en el baile de fin de curso de hace unos años. Yo no tenía pareja y me percaté de que él tampoco. Así que me acerqué a Ethan. Estuvimos hablando un poco y enseguida sentí un clic. Como si conectaremos de algún modo. Así que empezamos a bailar.
Gracias a él, mi baile de fin de curso no fue una total catástrofe. Le escribí la carta de amor esa misma noche. Sentía como si lo conociera de toda la vida.
―Oye, no quería meterme en tu vida. ―la voz de Ethan al otro lado del cubículo me devolvió a la realidad― Pero es que te he visto entrar aquí y quería saber si estabas bien, y... supuse que querrías recuperar esto, creo que es muy personal.
―Ethan, sabes que escribí esta carta hace años.
―En la bienvenida a los novatos, ¿no?―bromeó y yo rodé los ojos para salir del cubículo y encontrarme con el chico.
Seguía teniendo ese pelo rizado de color castaño oscuro y sus ojos igual de bonitos que la primera vez que lo vi. Sus pecas en el rostro estaban igual que siempre o incluso tenía muchas más.
―También me lo pasé muy bien aquella noche. ―empezó a decir con un poco de lentitud, como si no le salieran las palabras― Pero también quería decirte algo. Sabes que soy gay, ¿verdad?
Espera, ¿qué?
No, no lo sabía.
―Sí, sí lo sabía. ―maldijo internamente a mi conciencia por haber respondido justo lo contrario― ¡Sí, por supuesto! Lo sabía, lo sabía.
―Pero no se lo digas a nadie. ―pidió y yo negué con la cabeza con una sonrisita― He salido del armario pero me avergüenzo. Mi madre lo sabe, mi padre más o menos... Es que...
―El instituto. ―contestamos a la vez y eso consiguió que riéramos un poco.
―No te preocupes, Ethan, puedes salir del armario cuando quieras y cuando sientas que es el momento. ―le aconsejé con amabilidad― Yo seré la primera que te apoye en todo, no lo dudes.
Él sonrió ―Muchas gracias, Ivy, sin duda no has cambiado nada.
Yo le devolví la sonrisa y le di mi número por si necesitaba ayuda con algo sobre salir del armario a su familia o simplemente por si quería mantener el contacto conmigo. Me despedí de él y ambos salimos del baño. El timbre que daba inicio a la clase después del recreo sonó y fui hacia la clase que me tocaba.
Sonreí mientras recordaba la conversación con Ethan. Me alegraba poder contar con una persona como él en mi vida y que me comprendía perfectamente y que ni siquiera me había pedido explicaciones por la carta.
No sabía por qué, pero presentía que mi amistad con ese chico que no me dejó sola en el baile de fin de curso hace varios años no había hecho más que empezar. Y estaba emocionada por eso.
EL TIMBRE QUE ANUNCIABA EL FINAL DEL DÍA sonó y yo recogí mis cosas y las metí en mi mochila tan rápido que incluso Flash estaría celoso. Salí corriendo del aula y me choque con varias personas sin querer, pero poco me importó. Esperé en la parada de autobús hasta que este llegó. Me subí rápidamente en el autobús y me senté en mi asiento de siempre. En casi la última fila, el asiento de la derecha.
No sabía por qué, pero ese siempre había sido mi sitio. No iba a cambiar este año y nunca lo haría. Mi pierna subía y bajaba intensamente mientras deseaba llegar a casa lo antes posible.
Después de unas cuantas paradas, agradecí al conductor del autobús por su labor y salí de este. Espero hasta que el autobús volviera a arrancar y, cuando desapareció de mi campo de visión, me di la vuelta para correr hasta casa.
Abrí la puerta con ayuda de las llaves y casi se me cayeron de los nervios. Necesitaba comprobar algo aunque la respuesta ya estaba más que clara. Entré en casa y ni siquiera saludé a mi familia. Fui directa hacia las escaleras y las subí tan rápido que casi me tropiezo.
―¡Hola, cariño! ―escuché la voz de mi padre desde la parte de abajo, y yo llegué a la parye de arriba― ¿Qué tal?
No contesté. Me dirigí directamente hacia el armario y encendí la luz, temiéndome lo peor. Y eso sucedió. La caja verde azulada donde mis preciadas cinco cartas estaban guardadas en secreto ya no estaba allí. Había desaparecido de forma misteriosa.
Con el corazón latiendo en las costillas, salí de mi habitación para bajar las escaleras corriendo. Ni siquiera sé cómo no me estrello el rostro contra el suelo.
―¿Habéis visto una caja verde azulada?
―pregunté prácticamente sin aliento y llegué a la parte baja― ¡Está forrada con cela, es redonda y tiene un lacito!
―Wow, ni «hola, papá» ni «¿qué haces en casa tan temprano?». ―dijo el hombre con ironía mientras cocinaba y yo rodé los ojos con impaciencia― Oh, puede que sea porque tu paciente dio a luz en menos de seis horas, has traído una nueva vida al mundo y...
―Necesito saber dónde está mi caja, ¿vale? ―lo interrumpí, pues estaba al borde de un ataque de ansiedad― Mamá me la dio y es muy importante.
―No lo sé, cariño, a lo mejor iba con las cajas para Beneficiencia.
Mi boca se abrió de par en par mientras mi respiración se aceleraba. No. No, no, no, no, no. ¡No! ¡No podía ser posible!
―¿A la Beneficiencia? ―repetí mientras sentía cómo los pulmones se me oprimían. Intentaba recordar si había metido la caja dentro de la que Beth me había dado. Pero no, no era posible.
―No. No... ―murmuré yo y la cabeza volvía a darme vueltas.
―Eh, tienes una carta. ―me avisó mi padre señalando que en la mesa del comedor había una carta de color marrón claro.
Yo alcé las cejas con sorpresa al recordar a quién iba dirigida esa carta.
Cameron Park, del campamento.
La tomé con urgencia y subí corriendo las escaleras hasta llegar a la parte de arriba de la casa. Entré en mi habitación y cerré la puerta de un portazo. Esto no me podía estar pasando a mí.
Las cartas se habían publicado. Eran públicas. Ya no podía hacer nada. Ál menos, la de Cameron iba dirigida a los barracones del campamento. Al menos, él nunca sabrá lo loca que estaba por él tras el juego del conejito gordinflón.
―Deberías relajarte. ―escuché la voz de Logan detrás de mí y me giré para mirarlo. Estaba sentado en una especie de silla que yo utilizaba para leer. Me senté en mi cama para mirarlo y él sonrió― Sé que me quieres.
―Te quería. En pasado. ―recalqué con seguridad, aunque esa seguridad no era muy honesta― Eres de Beth.
―Querido Logan, por la noche me despierto e imagino mis dedos pasando por tu pelo ―yo cerré los ojos, muerta de vergüenza y negué con la cabeza―, sintiendo tus brazos rodeados en...
―¡Cállate! ―exclamé sin pensar y volví a abrir los ojos. Logan ya no estaba.
En realidad, nunca lo había estado. Tan solo había sido parte de imaginación. Me preguntaba seriamente si por culpa de las cartas estaría perdiendo lo que me quedaba de cordura.
Suspiré y me levanté de la cama para asomarme por la ventana. Pude ver al verdadero Logan a lo lejos, pues él siempre volvía caminando y por tanto tardaba más tiempo en estar en casa.
―¿Qué estás haciendo? ―me preguntó Piper colocando una mueca de incredulidad y yo me giré.
―Nada. ―contesté fingiendo despreocupación mientras me arreglaba la coleta pelirroja.
―¡Ivory, ha venido Logan! ―gritó mi padre desde la parte de abajo de la casa y el pánico recorrió mis venas.
―Tú no has visto nada. ―le avisé a mi hermana pequeña con una sonrisa angelical y después de ello abrí la ventana para salir por esta.
Sin embargo, no pisé muy bien y me resbalé. Salí rodando por el tejado de la casa y me caí de este, con la suerte de que unos arbustos amortiguador mi caída. Solté un alarido de dolor pero eso no impidió que me levantara. Me solté la coleta y me peiné un poco el pelo con las manos para volver a hacérmela.
Corrí hasta donde mi bicicleta de encontraba. Hacía varios meses que no montaba, pero me había escapado para evitar tener una conversación con Logan. Así que si mi padre se enteraba de que me había escapado de casa... bueno, aseguro que estaría castigada de por vida. Por lo que necesitaba hacer el menor ruido posible.
Confiaba en que Piper fuera una buena hermana menor y no me delatara.
Conduje hasta mi cafetería favorita. Bueno, en realidad era la cafetería favorita de mi madre. Pero siempre veníamos juntas a tomarnos batidos de sabores raros mientras conversábamos sobre cualquier cosa o tontería. Por lo que yo venía todos los días que fueran posibles para recordarla.
Me senté en la barra con cansancio.
En cambio, esa vez me pedí únicamente un café. Con hielo. Mucho hielo. Saqué el plástico de la patita e introduje esta en el vaso de café con violencia. Necesitaba pensar y prepararme mentalmente para cuando tuviera que entablar una conversación con Logan.
Le di un sorbo mirando al infinito y, unos diez minutos después, la típica campanita que se oye cuando alguien entra en la cafetería sonó. Pero no le presté demasiada importancia.
Así que seguí bebiendo tranquila.
―Hola, Sinclair. ―casi me atraganté con el café al escuchar esa voz. Giré mi cabeza lentamente para mirarlo.
Malachi Barton.
Él estaba sentado prácticamente a mi lado y me miraba con una sonrisa.
Abrí los ojos como platos y aparté la mirada del pelinegro para centrarme en mi vaso de café sin dejar de beber. No habíamos hablado desde el beso en las pistas de atletismo. No pensaba que volvería a hablar con él jamás.
La camarera se acercó a mí y pasó una mano por mi hombro, pues me conocía demasiado debido a la cantidad de veces que visitaba el local.
―¿Algo para tu amigo?
―Oh, no está conmigo.
―Un batido de chocolate. ―pidió Malachi con amabilidad― Gracias.
La camarera, cuyo nombre era Joan, le sonrió al chico antes de dirigirse hacia dentro de la barra de nuevo.
―Bueno ―hablé con un tono de voz amable, pero que en realidad sonó como un poco más entusiasta y miré a Malachi―, ¿qué haces aquí?
―¿Qué quieres decir? Solo he venido a tomar uno de esos batidos de chocolate.
―Guay.
―En realidad ―añadió y suspiré disimuladamente para mirarlo― he pasado por tu casa y tu hermana me ha dicho que probablemente estés aquí.
Agh. Muchas gracias, Piper.
―Mira, quiero ser... súper claro, ¿vale? ―yo me mordí el labio mientras me posicionaba bien en la silla― Me siento halagado, en serio, pero... Balor y no acabamos de romper y...
―¿Estás intentando rechazarme?
―Bueno, sí, porque me parece que no lo has pillado a... la primera.
―Malachi Barton, no quiero salir contigo. ―aseguré mirándolo fijamente.
―Bueno, ahora tu boca dice algo, pero antes dijo algo completamente diferente.
―¿Qué? ―cuestioné alzando las cejas, aunque sabía perfectamente a lo que el moreno se refería.
La camarera le extendió el batidos de chocolate a Malachi por lo que desvió su mirada de mí y le agradeció a la mujer.
―Muy bien, a ver, te lo explicaré. ―el chico asintió mientras le daba un sorbo a su batido sin dejar de mirarme. Sentí mis mejillas calentarse un poco pero no sabía el motivo― En realidad no me gustas, tuve que aparentar que no me gustabas para que alguien no pensara que me gustaba.
―Oh, vale. ¿Y quién?
―¿Qué?
―Debes decirme quién es el chico misterioso. Si no, seguiré creyendo que tienes un tatuaje secreto de mi cara en tu trasero.
―No. ―contesté rápidamente.
―¿Quieres que le cuente a todo el instituto que me has escrito una carta de amor? ―amenazó Malachi de la forma más amable posible y yo lo miré.
―Vale, vale. ―contesté de forma automática y pude ver muy bien cómo Malachi se aguantaba las ganas de reír― Es... Logan Davies.
―Espera, ¿Davies? ―preguntó, muy confundido― ¿Ese chico no sale con tu hermana?
―Sí. Bueno, salía... salía con mi hermana. En pasado. ―aseguré― Y también recibió una carta, así que imagínate lo incómodo y complicado que podría ser si...
―Wow, espera. Para, para, para. ―me interrumpió el ojimarrón muy desconcertado― ¿No soy el único que ha... recibido una carta?
Yo negué con la cabeza.
―Vaya, crees que eres especial y te enteras de que les ha escrito cartas a dos chicos. ―murmuró Malachi desviando la mirada.
―Bueno, en realidad escribí cinco cartas, así que en efecto no te sientas tan especial.
―¿Fueron cinco cartas de amor?―preguntó Malachi sin dar crédito a lo que escuchaba y yo asentí― Caray, Sinclair, eres toda una pro.
Él soltó una risa y yo quería irme a vivir al otro extremo del planeta.
―¿A quién más le escribiste carta?
―¿Si te lo digo me dejarás en paz?
―No sé, puede. ―se encogió de hombros con diversión.
Yo escondí una sonrisa ―Vale, uno de ellos era Ethan Hawkins.
―Es... Es gay. ―titubeó con confusión.
―Eso no lo sabes.
―Todo el mundo lo sabe. ―contradijo el pelinegro mis palabras y de repente me sentí muy mal por Ethan. El de rulos se pensaba que absolutamente nadie del instituto a parte de mí sabía realmente su sexualidad― ¿A quién más?
―A uno del campamento y a otro con quien fui al club de debate en quinto.
―Malachi sonrió un poco mientras me miraba y tragué saliva― ¿Qué? ¿Ya está arreglado?
―Eh... sí, sí, claro, arreglado.
Recogí todas mis cosas para levantarme de la silla ―Genial.
Empecé a caminar para salir de la cafetería.
―¡Espera, espera! ―me gritó Malachi y le di la vuelta para mirarlo. Señaló la bicicleta que estaba aparcada fuera de la cafetería― ¿Has venido en esa bici nueva que está fuera?
―Sí. ―asentí con una sonrisa.
Malachi se me quedó mirando fijamente, y me di cuenta de cómo maquinaba algo en su cabeza. Fruncí el ceño ante eso y dejé que hablara.
―Déjame que te lleve.
―¿Qué? Oh, no, no hace falta.
―No es una pregunta, Sinclair. Además, no me cuesta nada. ―me sonrió antes de sacar un billete de veinte dólares para dárselos a la camarera.
―Espera, ¿acabas de pagar lo mío?
―¿Tú qué crees, Sinclair? ―me guiñó un ojo con diversión para levantarse de la silla y salir del local.
Yo me quedé estática en mi sitio y miré a la camarera, quien se encogió de hombros con una sonrisa pícara. Yo rodé los ojos con irritación para salir también de la cafetería.
Me monté en el enorme coche de Malachi, el cual se asemejaba más a un camión y me abroché el cinturón. El trayecto fue muy silencioso. Ninguno de los dos decía nada. Yo me limitaba a mirar por la ventana mientras sentía a veces una mirada clavarse en mí.
Finalmente llegamos a mi casa y Malachi aparcó enfrente de esta.
―Gracias por traerme. ―agradecí.
―De nada.
―Siento haberme abalanzado sobre ti.
―me disculpé, un tanto avergonzada.
Él se encogió de hombros ―Podría haber sido peor. ¿Qué le dirás a Davies?
―Pues tendré que contarle la verdad.
―Ya, bueno, pero... ¿cuál es la verdad?―preguntó, un poco desconcertado― O sea, ¿te gusta? ¿No te... gusta?
―Eso... no es tu problema, Malachi. ―le dediqué una sonrisa mientras me desabrochaba el cinturón.
El pelinegro, al escuchar eso, dejó de sonreír lentamente mientras observaba cómo me bajaba del coche. Saqué mi bicicleta del maletero y le sonreí una última vez en forma de despedida.
Empecé a caminar hasta mi casa, pero una voz me lo impidió.
―Eh, espera. ―dijo Malachi parando mi bicicleta con la mano, consiguiendo que también me detuviera yo y me girará para que sus ojos se encontraran con los míos― ¿Y si... no se lo dijeses?
Alcé las cejas con sorpresa ―¿Qué?
―Sí. ¿Y si... bueno, y si dejamos que la gente crea que estamos juntos? ―entreabrí la boca al escuchar las palabras que salían por la boca de Malachi― Solo una temporada, y no solo Davies, sino todo el mundo.
―¿Y para qué quieres tú eso? ―pregunté soltando una risita nerviosa.
―Para empezar, cuando Blair se enteró de que me habías besado, enloqueció. ―explicó y yo dejé de sonreír al darme cuenta de por dónde iba la cosa― Y si cree que tú y yo estamos juntos querrá que volvamos.
Claro, era por eso. Que estúpida eres, Ivory. Era bastante obvio que alguna razón tendría que haber para que el chico del que alguna vez estuviste enamorada te pidiera fingir que tú y él sois una pareja feliz y enamorada.
―Oh... así que quieres usarme de peón. ―deduje con diversión aunque la verdad es que no me entusiasmaba.
―No, verás... técnicamente tú me usaste de peón primero al abalanzarte sobre mí. ―contestó y yo hice un gesto afirmativo, pues al fin y al cabo él tenía razón. Me di la vuelta para dirigirme hacia la puerta de mi casa junto a mi bicicleta― No tienes que contestarme ahora, pero piénsalo, ¿vale?
―Sí, ¡pero espera sentado! ―exclamé para que Malachi me escuchara bien, pues ya estaba un poco lejos de él.
Malachi sonrió y se dirigió a su coche. Yo no lo sabía en ese entonces, pero no podía dejar de sonreír gracias a mí. Se dio la vuelta para mirarme una última vez antes de que yo entrara en casa.
Sin embargo, el pelinegro vio a Logan, quien estaba tirando la basura.
―Hola, Davies.
―Hola, Barton. ―saludó el chico con un poco de seriedad y señaló la puerta por la que yo entré― ¿La has traído a casa?
Malachi frunció levemente el ceño ante el repentino interés de Logan.
―Sí, eso parece. ―contestó jugueteando con las llaves de su coche en sus manos y abrió la puerta de este para sentarse en el asiento del copiloto.
―Eh ―alzó Logan la voz y Malachi sacó la cabeza del coche para mirar a mi mejor amigo―, ¿hace cuánto salís juntos?
Malachi dirigió su mirada hacia la casa y se quedó pensando en una respuesta. En ese momento, él no sabía si mentir o no sobre nuestra no oficial relación.
―Eh... no mucho. ―terminó por decir, y forzó una sonrisa amable mirando a Logan antes de volver a meter la cabeza dentro de su coche y arrancarlo.
Por otro lado, subí las escaleras de mi casa y llegué a mi habitación y me tumbé en el suelo para mirar al techo. Estaba pensando en la propuesta de Malachi. No era una mala idea, a decir verdad, pero no sabía si podría aguantar mantener esa mentira en secreto por tanto tiempo.
Logan había estado llamándome durante unos minutos, pero yo había estado ignorando sus llamadas.
Tenía un gran dilema: ¿aceptaba la propuesta de Malachi o rechazaba su propuesta pero Logan seguiría intentando hablar conmigo sobre algo de lo que yo no estaba preparada?
DECISIÓN TOMADA. Me había costado toda la noche decidirme sobre qué hacer y apenas había podido conciliar el sueño, pero por fin había tomado una decisión. Cualquiera de las dos opciones era muy arriesgada y tenía sus dificultades, pero ya sabía cuál elegir.
Así que al día siguiente, en el instituto, me pasé las primeras tres horas dudando cómo decirle la respuesta a Malachi. No había prestado atención a ninguna de las tres clases porque había estado pensando en cómo decirle que sí quería ser su novia de mentira.
Pero luego recordaba la razón por la que él me había propuesto la relación falsa y dejaba de entusiasmar tanto. No entendía por qué, pues ambos salíamos ganando. Malachi recuperaba a Blair y yo me aseguraba de hacer creer a Logan que ya no sentía nada por él.
Pero no me sentía del todo bien.
A la hora del recreo, Malachi tenía entrenamiento de Lacrosse. Lo sabía porque una vez, cuando estaba realmente coladita por él, me aprendí todo su horario. Muy acosadora de mi parte, lo sé, y juro que me arrepiento.
Me ajusté las correas de mi mochila mientras me acercaba al campo de entrenamiento. No estaba muy segura de si esta decisión era la correcta, pero era la que yo sentía que estaba bien.
―¡Eh, Barton! ―llamé la atención del pelinegro moviendo mi brazo de un lado a otro una vez que lo divisé.
El chico se giró para mirarme, y parecía un poco confundido y extrañado de verme en medio del campo. No lo culpaba, ni siquiera yo creía lo que iba a hacer. Jamás habría pensado que alguna vez estaría haciendo eso junto a él.
―¿Qué? ―me preguntó con curiosidad mientras se quitaba el casco que protegía su cabeza y se pasaba una mano por el pelo castaño revuelto.
Me quedé observando ese movimiento más de lo que me habría gustado. Tragué saliva para intentar encontrar las palabras correctas. Vamos, Ivory, ¡tan solo era aceptar una propuesta!
―Lo haremos. ―me escuché a mí misma decir, y un alivio inmenso recorrió todo mi cuerpo. Ya lo había dicho. Por fin ya estaba tranquila.
Malachi me miró por unos segundos y desvió su mirada hacia sus compañeros de equipo. Una sonrisita se dibujó en su rostro y se acercó más a mí.
Posó sus manos en mi cintura y no le dio tiempo a asimilar lo que estaba sucediendo ya que juntó sus labios con los míos. Yo al principio me sorprendí bastante, pero enseguida recuperé la compostura y le devolví el beso.
Todo el mundo nos estaba viendo, pero a ninguno de nosotros nos importaba lo más mínimo. Nuestros labios se movían en sincronía, como si estuvieran hechos para unirse. Sólo estábamos nosotros dos. Todo a nuestro alrededor había desaparecido durante esos cinco segundos en los que nos habíamos besado delante del equipo de Lacrosse.
Finalmente me separé de él por falta de aire, sintiendo un montón de miradas clavándose en mi espalda. Mis mejillas se tornaron casi del mismo color de mi pelo y pude ver la sonrisa de Malachi.
―Me voy a Matemáticas. ―informé desviando la mirada del pelinegro, muy ruborizada. Nos habíamos besado dos veces en un mismo día. Dios mío.
―Hasta luego, Ivy. ―escuché la voz de Malachi a lo lejos y sin darme la vuelta sabía que el chico estaba sonriendo.
ˏˋ°•*⁀➷ ↺ nahia's note .ᐟ 💿
dios mío, he amado escribir este capítulo, he experimentado todo tipo de sentimientos al escribir esto 😭🙏🏻
ivy y malachi son mi imperio romano, en serio, los adoro demasiado y no puedo esperar a seguir escribiendo más sobre lo lindos que son juntos 💌
ethan y ivy van a ser un chaotic duo de besties, los van a amar 😝😝
¿parte favorita del capítulo?
no se olviden de votar y comentar, porfa, que me ayuda mucho!!
en el siguiente capítulo se vienen cositas........
¿quién creen que caerá ( o a lo mejor ya ha caído ) primero? 🙊
p.d: me he empezado a leer de nuevo el primer libro de esta trilogía y me encanta, no recordaba que era tan bueno, jenny han te tezo 🤭
xoxo, nahia <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top