Los demás, que no estaban en el vestíbulo como nos dijeron, nos esperaban en los escalones de piedra.
―È tardi ―reprochó Luca, poniéndose en jarras e imitando con descaro a Miriam.
―Qué bien, nunca volveré a estar en clase contigo ―declamó ella feliz―. Amy, dime que te has cogido muchas letras ―suplicó juntando las manos a modo de plegaria humana.
―Mala suerte ―sonrió Adamahy Kenneth, con un poco de tristeza―. Solo ciencias y música ―anunció, mostrando la hoja con sus asignaturas―. Jane me lo suplicó nada más me vio entrar a la clase.
Noko aplaudió feliz, y ambos se abrazaron.
―E doppia mala suerte ―añadió Luca mirando a Miriam con una media sonrisa―. Perche si no me equivoco tu hai Lengua, Historia del Arte e Medios audiovisuales. Asignaturas en las que también estaré ―anunció con una sonrisa burlona que fue incapaz de disimular.
Miriam le miró desde algún páramo entre la frustración y la resignación.
―Incroyable ―Se lamentó en francés―, ¿Desde cuándo te interesan lengua y medios audiovisuales?
―Sono un artista ―Sicilia se encogió de hombros―. Debo sapere come vendermi, e quiero experimentar con el arte digitale. La mia elezione es bastante lógica ―asumió―. Soy inevitable. E no eres la única desgraciada. Yo también tengo que aguantarte.
Noko rompió a reír y Luca y él se chocaron la mano. A mi percepción por una frase que Luca pronunció recordando aquella película de superhéroes que tanto les gustaba.
―Debes aprender a hablar inglés, imbécil ―espetó Miriam―. El italiano no es fácil de descifrar para los angloparlantes, y, por si no lo has notado, la mitad de tus palabras siguen siendo italiano.
―Hasta allora no se me dio del todo mal ―Se defendió Luca.
Y yo decidí parar la discusión.
―Y yo me encargaré en persona de que no os matéis ―anuncié―. Porque, a excepción de biología ―comenté mientras le robaba a Luca su itinerario y observaba el de Miriam―, tengo las mismas asignaturas que tú, Luca. Y estoy en todas las asignaturas en las que coincidís.
Luca gritó, entusiasmado, gesticulando como un loco.
Por su parte Miriam rompió a reír al contemplar la escena.
―Bueno, no iba a ser todo malo, evitarás que le mate y, por ende, que termine en la cárcel ―concluyó Le Rouge.
―Lo intentaré, pero no prometo nada ―admití.
Después, emprendimos camino hacia la soleada plaza de St. Andrews Cathedral, en la que esperaríamos a que Alan nos recogiese.
―No me puedo creer que hayamos sobrevivido a este curso ―admitió Noko, entre feliz e impresionado porque, al fin, todo había terminado.
―No te engañes, chino ―Se burló Luca―. Appena hemos terminado di enloquecer, creato il caos, puesto a prueba un nuevo método de anti-estudio, e asistido a diversi apparizioni Mariane.
Nadie terminó de entender lo que dijo más allá de Miriam y yo.
―La aparición sería para ti ―Se burló Miriam―. Porque no sé cómo has hecho para aprobarlo todo sin estudiar una hora al día, y usando todas las asignaturas para pintar.
Todos nos reímos. Era cierto. Para qué mentir.
―Perche sono un vero genio, Le Rouge. E tu lo sabes ―Terminó guiñándole un ojo a París.
―No te lo crees ni tú ―Bufó Miriam, indignada por el gesto de Sicilia.
Él se encogió de hombros.
―Pregúntale al MoMA, parece que ellos sí lo creen ―concluyó, Luca.
― ¿El MoMA? ―preguntó Amy, desconcertada―, ¿Quieren un cuadro tuyo?
Luca frenó en seco y nos miró confuso a todos.
― ¿Nunca mencioné che compraron una serie che ho dipinto hace un par de años?
Miriam le observó, primero asombrada. Acto seguido frunció el ceño.
―Pues no, nunca lo mencionaste.
Luca arqueó las cejas. Después se encogió de hombros y siguió andando sonriente.
―Bueno, allora lo sabéis ―concluyó, acercándose a un banco cercano y sentándose con el culo sobre el respaldo y la mochila entre las piernas― ¿Pensi che habrá macarrones da mangiare? ―preguntó, gesticulando y cambiando de tema. Lo que nos hizo reír a todos excepto a Miriam
― ¿Siempre tienes que estropear los momentos en los que me planteo que no seas un inútil? ―Se quejó.
―Non mi importa lo que pienses sobre mí, Miriam, superalo―respondió Sicilia, sacándole la lengua.
La señorita Le Rouge se quedó sin palabras, y los demás rompimos a reír.
****
Aunque aún teníamos una semana por delante para relajarnos antes de volver a casa. Alan había aconsejado que con el volumen de cosas que llevaba cada uno de vuelta en el equipaje debíamos empezar a recoger cuanto antes. No quedó otra que hacerle caso al día siguiente de terminar las clases. Y en esas estábamos aquella tarde.
―Se hace raro hacer las maletas para tanto tiempo, ¿Verdad? ―Me dijo Adamahy Kenneth mientras andábamos por los pasillos de casa.
Íbamos de un lado para otro, buscando objetos descontrolados, decidiendo en qué orden metíamos cosas en la maleta, sacudiendo el polvo, secando la ropa húmeda con secador, y gritando histéricos porque no recordábamos a quien le habíamos dejado nuestra camiseta favorita. La de Luca apareció en el montón de trapos ―y que nadie me pregunte por qué, porque lo ignoro―.
― Ya ―admití. Tenía ganas de ver a mi familia, pero se me haría tan raro regresar que sabía que, de alguna manera, extrañaría aquellos meses.
Los dos íbamos a mirar la lista que habíamos colgado todos al lado del teléfono en el recibidor, con los objetos que cada uno había descontrolado. Solo por si alguien había encontrado algo de los demás.
Ella encontró su sudadera blanca. Y yo a Sandy, mi estaca. Si, malditos, le pongo nombre a mis armas, y, a esta en concreto, le debo mucho. Demasiado como para abandonarla en Australia con la falta que me haría en Infierno Verde.
―Antes de que te des cuenta estaremos de vuelta ―dije, tratando de convencerme de que así sería, y de que para entonces estaría preparado para afrontarlo todo. O, por lo menos, habría asumido que tenía todas las papeletas para que el siguiente fuera el último curso de mi existencia.
No pienses. Joder. No pienses, Dakks.
―No lo tengo tan claro ―contestó con tristeza―. Casi dos meses de verano. Sola. Con mis hermanas sin parar de hacer el idiota. Y rodeada de las mismas caras de siempre. Recordar que ya no me quedan amigos allí. Y volver a vivir la lucha de mis padres ―fingió que era gracioso, pero sabía que para ella no lo era―. Solo de pensarlo me estremezco.
―Son solo dos meses ―repuse― piénsalo así.
Suspiró.
― ¿Y qué te espera a ti estos dos meses?
―Una batalla cada día cuando anochezca para dar de comer a las familias de extramuros. Muchas horas de vigilia, y surf con corrientes de aire ―dije por lo bajo―. Por fortuna allí es invierno ahora ―Me reí―. Ah, olvidaba lo de implorar a todos los espíritus del santuario y a los inmortales por mi supervivencia.
―No hagas mucho el loco ―sonrió.
―Eso será difícil. Promete ser una temporada bastante ajetreada.
Era cierto. Demasiado cierto.
― ¿Alguien ha visto mi camiseta de Iron Maiden? ―preguntó Luca, saliendo desesperado desde algún rincón del salón.
― ¿Cuál de ellas? ―Me reí.
Era un friki de esa banda, igual que yo, así que no podía culparle. La mitad de sus camisetas debían ser de ellos.
― ¡Ya sabes cosa dico, Dakks! ―Se quejó, ceñudo.
―No, no lo sé ―Me encogí de hombros, confuso.
―Esa, sai, la de Death on the Road ―Se puso la capucha de la sudadera de Powerslave y agitó los brazos como si asiera las crines de unos caballos sobre un carruaje―. Con Eddie así en modo morte, e due caballos zombie.
―Tienes dos de Death on the Road ―concluí, con cierta resignación―. ¿Cuál dices, la que es lisa por detrás, o la que pone Iron Maiden?
―La última ―resolvió satisfecho―, ¿L'hai visto?
― ¿No se la prestaste a Noko hace un par de meses?
Abrió mucho los ojos.
―Cazzo cierto ―concluyó, asintiendo con efusividad―. ¡NOKO, CONTINUO A NON CAPIRE PER CHE QUERÍAS MI CAMISETA DE IRON MAIDEN! ―gritó mientras subía escaleras arriba gesticulando como un demente.
Para cuando mi atención regresó al recibidor me encontré con las cejas arqueadas de Adamahy Kenneth escudriñándome de arriba abajo.
― ¿Te conoces todas sus camisetas de memoria? ―Se burló Amy.
―Mejor ni preguntes ―concluí, riéndome a su vez.
―Asombroso, de verdad ―puntualizó, tachando sus zapatillas de la lista.
Nueva visita improvisada.
― ¿Alguien ha visto mi libro de Michael Moore? ―preguntó Miriam, todavía más desesperada que Luca, cuando llegamos hasta la lista― ¡Anda qué bien!, ¡Has encontrado las zapatillas! ―Celebró chocando la mano con Amy.
― ¡IO LO HE VISTO! ―contestó Luca desde arriba de las escaleras.
Miriam casi se asustó, se llevó una mano al corazón y miró hacia arriba aunque sabía que desde donde estábamos no alcanzaría a verlo.
― ¿EL DE CUIDADO CONMIGO, TÍO? ―preguntó Miriam para cerciorarse.
― ¡SI, QUELLO!
― ¿QUÉ HAS HECHO CON ÉL? ―bramó Le Rouge con su tono de "Soy una tía fuerte e independiente. Cuidado conmigo tío".
― ¡LO ECHÉ AL FUEGO HACE UN PAR DE MESES! ―gritó Sicilia― ¡NOS HABÍAMOS QUEDADO SIN LEÑA!
Y como hay cosas que nunca cambian, Francia enfureció.
El resto lo podéis imaginar.
****
Para nuestra suerte aquella noche la situación era bien diferente.
― ¿A dónde nos llevas, Eliha? ―preguntó Noko, mientras avanzábamos entre los árboles de Kamay Bothany Bay, en medio de la oscuridad.
Llevábamos varias horas caminando entre la oscuridad.
El cielo estaba parcialmente nublado, pero la luz de la luna parecía bañarlo todo a nuestro alrededor.
―Ahora lo veréis ―repetí por enésima vez―, ¿Por qué sois tan impacientes los humanos? ―Me quejé―. Disfrutad del paisaje, y del silencio...
― ¡Nos lleva de patrulla! ―terció Noko entusiasmado― ¡Vamos a ser los nuevos Vengadores!, ¡Seguro que es eso!
Hasta él rompió a reír. Todos sabían que no era el caso.
― ¿Vamos a ver alguna criatura sobrenatural?
―Es posible ―culminé.
―Pero esto es el mundo humano ―dijo Noko―. No tiene sentido que busquemos aquí, ¿No?
Suspiré.
―Todo se puede encontrar, si sabes exactamente dónde has de buscarlo, y cuándo tienes que hacerlo ―aclaré―. El mundo humano oculta secretos, y a veces las cosas más hermosas permanecen ocultas a nuestros ojos. Hasta que averiguamos cómo encontrarlas o alguien nos las muestra.
―Cuanto misterio ―comentó Miriam―. Pero te recuerdo que mañana Alan quiere llevarnos de excursión y...
―Aqua in boca Miriam! ―Se quejó Luca―. Tu sai che estaremos en casa per esa hora.
―Las cosas siempre se pueden complicar y...
― ¿Queréis hacer el favor de callaros de una vez? ―suplicó Amy poniéndose firme.
Hubo obediencia general, para su sorpresa. Y yo sonreí para mis adentros.
Avanzamos en silencio. Y, entonces, las cosas maravillosas de las que yo hablaba emergieron de entre la oscuridad para deleitar a nuestros ojos. En el momento y el instante oportunos.
Nos acercábamos al corazón de aquel gran bosque, a la reserva, allí donde casi cualquier cosa que busques puedes encontrarla. Sobre todo si sabes moverte como una sombra entre la oscuridad, respetando lo que la paz te depara.
Enjambres de luciérnagas coloriladas comenzaron a iluminar el camino, como faroles entre los grandes árboles. La laguna no quedaba lejos, podía sentirlo en la tierra, se hacía más húmeda con cada paso.
― ¿Qué son todas esas luces? ―preguntó Miriam, embelesada.
―Son luciérnagas ―contesté en su susurro.
―Pero las luciérnagas dan luz verde ―comentó Amy sin disimular su sorpresa.
―Son luciérnagas coloriladas ―añadí resuelto―, no siempre pueden verse. Tenéis suerte esta noche.
Todos admiraron su belleza mientras seguíamos avanzando.
La laguna se veía ya frente a nosotros. Sus aguas cristalinas y poco profundas. Y alcanzamos el linde del claro. La luna llena lo iluminaba todo bajo el cielo, y las luciérnagas flotaban por todas partes.
―Es lo más maravilloso que he visto ―terció Miriam, tomando la palabra por todos.
― ¿Qué piensas hacer ahora?
―No sé vosotros ―admití resuelto―, pero yo voy a darme un baño ―Me reí, satisfecho.
Y fue lo que hice. Ni siquiera me molesté en dejar la ropa en la orilla, me lancé al agua a la carrera con la ropa puesta.
― ¿Es en serio? ―Las chicas se rieron.
―Io firmo ―resolvió Luca resuelto.
Luca se apunta a un bombardeo, eso está claro. Y Noko, ahí donde lo veis, tampoco dudó.
Adamahy Kenneth y la señorita Le Rouge acabaron cediendo. Nos metimos con la ropa puesta, y así, sin más.
El agua estaba en calma. Todo estaba en calma.
―Aún no habéis visto lo mejor.
Tras varios minutos en silencio escuché el aleteo singular de aquellas aves. Las más hermosas que recuerde. Pertenecientes a un mundo que a los humanos os es vedado, a menos que reunáis el coraje para adentraros en él.
― ¿Qué son esos pájaros? ―preguntó Noko, con los ojos como platos.
No medían más allá de un dedo de mi mano. Y comenzaron a volar agitando sus diminutas alas a la velocidad de un colibrí, cercanos a la cristalina superficie del agua, primero asomando entre la espesura de los árboles cercanos, y después dejándose ver hasta casi tocarnos. Bailando en el aire y agitando las aguas con su contacto. Liviano. Etéreo. Efímero.
También brillaban en la oscuridad. Y los genios los observaban desconcertados.
―Son Fardos ―expliqué―. Pájaros luminiscentes que habitan la oscuridad, y solo emergen cuando va a llover. Tenéis suerte. No se dejan ver así como así. Quizás ningún humano en la Tierra los haya visto antes.
―Se está cubriendo, de hecho ―admiró Amy señalando al cielo.
Los observamos en silencio.
―Son preciosos ―exclamó Miriam maravillada―. Es como si quisiesen jugar.
Sonreí.
―De hecho vienen aquí porque va a llover, y les encanta jugar con la lluvia.
En ese instante las gotas empezaron a caer. Y su murmullo se extendió desde las profundidades de la reserva, lo escuchamos llegar antes de sentir las pequeñas gotas precipitarse sobre nosotros y engalanar la laguna.
Nos quedamos allí observando a los fardos realizar hermosas piruetas sobre la superficie, agitando sus bellos plumajes en la ceremonia de apareamiento, estrellándose contra el etéreo cristal de las aguas.
―Como todos los pájaros ―terció Noko― ...celebran la lluvia.
―En realidad es una ceremonia de apareamiento. Pero también aguardan a las hadas ―expliqué mientras acariciaba distraídamente la superficie del agua.
― ¿Hadas? ―preguntó Amy, sin salir de su asombro― ¿Hay aquí hadas?
― ¿Davvero existen las hadas? ―preguntó Luca.
Aunque, dada la situación y todas las vivencias a nuestras espaldas, ya conocían la respuesta a esas preguntas.
―Si nos quedamos quietos y en silencio tal vez alguna salga de entre los matorrales y se acerque a la laguna ―sonreí a modo de respuesta―. Este tipo de hadas son los espíritus del bosque, y también brillan en la oscuridad. Son diminutas, casi como la uña de un dedo. Y si alguna se posa sobre vuestra mano, significa que os ha concedido un deseo ―culminé.
― ¿Espíritus del bosque? ―preguntó, Noko, entusiasmado― ¿Cómo en el sintoísmo?, ¿Son Kamis?
Me reí. La religión tradicional japonesa estaba, en realidad, bastante cerca de la parte de la realidad que la comunidad mágica conoce.
―El sintoísmo es bastante cercano a nuestras creencias ―admití.
―Nunca lo habría sospechado ―admitió, todavía embelesado sin apartar la vista de los fardos.
― Pero espera, creo que nos dejamos una parte importante ―susurró, Amy, compartiendo el entusiasmo de Noko―. ¿Las hadas conceden deseos? ―preguntó ilusionada.
Sonreí.
―Solo a veces ―admití―, son un poco especiales.
Permanecimos ahí un rato, bajo la lluvia. Con la compañía del viento agitando los árboles, de la brisa meciendo la noche. Hasta que el bosque conjuró a sus espíritus.
― ¿Qué es eso? ―preguntó Miriam, entre asombrada y asustada, señalando un arbusto cercano―. Parece un enjambre de luciérnagas, pero...
Ahí lo tenían. Nada existe en la oscuridad que brille más que un hada en su forma espíritu.
―Ahí las tenéis ―repuse, feliz―. Quedaos muy quietos ―indiqué―. Si alguna se acerca mucho a vosotros y se detiene, extended la mano con la palma hacia arriba.
Aquellas diminutas motas de polvo luminosas revolotearon sobre las aguas, jugueteando con los fardos, arrastradas por el viento. Como una nube de magia extendiéndose a nuestro alrededor. Creando un recuerdo que nos perseguiría allí donde fuéramos. Pero parecía que nadie iba a conseguir un deseo aquella noche.
Solo parecía.
―Han pasado de largo ―dijo Miriam con tristeza―. Qué lástima.
Sonreí. Tampoco esperaba otra cosa.
― ¿Ya teníais deseo? ―Me reí.
―Por supuesto ―declamó Amy, mirando, embelesada, cómo se alejaban―. Tenemos que volver aquí alguna vez.
―Aunque parece que no se han ido todas ―apuntó Noko, sonriente, observando a Luca.
Todos nos giramos a tiempo para contemplar como una diminuta mota amarilla revoloteaba en círculos alrededor de su cabeza.
Le miré, entre asombrado y divertido. Porque, si he de ser honesto, que es lo que siempre soy, nunca había visto algo así. Onan y yo habíamos llevado muchas veces a Sarila a la espesura de la selva con la esperanza de verlas aparecer y que le concedieran el deseo que siempre decía querer pedir. Pero nunca tuvimos esa suerte.
―Extiende la mano, Luca ―Le indiqué―, con la palma hacia arriba ―apunté.
― ¿Perché? ―preguntó asombrado, aunque todavía tratando de seguir su trayectoria con los ojos.
Hasta eso tendría que explicárselo. Llega a ser mi hermana de diez años y enloquece. Pero estos humanos cómo son.
―Quiere concederte su deseo ―expliqué.
Luca me devolvió una mirada de asombro.
― ¿A mí?
― ¿A él? ―preguntó Miriam, sin poder creerlo.
―Sí ―me reí.
―Aguarda... ¿Has dicho il "suo" deseo? ―preguntó Luca, perplejo.
No esperaba dar tantas explicaciones, pero en fin...
―Así es ―corroboré―. Cada hada puede conceder tan solo un deseo a lo largo de su existencia. Pueden vivir miles de años y, sin embargo, solo escogen a una persona ―le expliqué, todavía sin poder creer lo que mis ojos iban a presenciar aquella noche―. Ella te ha elegido ―sonreí.
―Vamos, extiende la mano ―Le animó Amy, expectante.
Fue entonces cuando Luca, cauteloso, titubeante, casi asustado, extendió su brazo izquierdo con la palma hacia arriba, y sin dejar de mirar a aquella diminuta criatura con los ojos abiertos de par en par, porque no podía creer lo que estaba pasando.
Ella se posó sobre su palma como un liviano copo de nieve, frágil y luminiscente.
― ¿E allora? ―susurró Luca, casi con miedo de hablar, y sin dejar de observarla con atención.
―Ahora piensa con mucha fuerza en aquello que más deseas. E intenta que no sea una barbaridad, porque tienes la certeza de que se cumplirá. A menos, claro está, que sea uno de los imposibles de la existencia, como resucitar a alguien. O que vaya en contra de las leyes de los deseos, como destruir el mundo o pedir que alguien muera, ya que eso no se puede conceder ―aclaré, por si acaso―. Piénsalo muy fuerte, y después sopla hacia ella. Brillará todavía más, y desaparecerá. Se esfumará como si jamás hubiera estado allí. Nunca la volverás a ver, pero tu deseo, más tarde o más temprano, se hará realidad.
― ¿Por qué se esfumará? ―preguntó, atónito.
―Casi todas las criaturas tienen fecha de caducidad ―confesé, con tristeza―. Estos espíritus tras conceder su único deseo regresan al Hogar de los Inmortales, donde quiera que esté. Ella habrá vivido cientos de años en este mundo, y considera que su hora ha llegado. Para poder regresar a casa, debe concederte ese deseo.
―È triste ―susurró.
―Es su elección, Luca ―aclaré, sorprendido por su reacción―. Sabe que su momento ha llegado, y no sufrirá, solo emprenderá su viaje de retorno. Algún día regresará a este mundo, con el paso de los siglos. Pero ahora quiere volar con el viento. Y te ha convertido en su pasaporte.
Después de todo asintió.
Cerró los ojos, y tomó aliento, muy hondo, y muy concentrado en lo que pensaba. Al instante siguiente los abrió, despacio, y sopló con delicadeza. Aquella diminuta luz amarilla se volvió brillante como una estrella, iluminándolo todo a su alrededor, hasta que su luz se extinguió, sumiéndonos de nuevo en la oscuridad, mayor aún tras su fulgurante resplandor.
Solo permanecieron las luciérnagas y los fardos, dejando su estela multicolor a su paso, y todavía jugando con la lluvia.
―De todos nosotros tenía que tocarle a él ―comentó Miriam, sonriendo aún sin dar crédito.
― ¿Ya verdad? ―corroboró Noko, riéndose mientras le tiraba agua a Luca para que despertara de la suerte de trance en la que su confusión lo había sumido.
Todavía no había salido de su asombro.
―Por lo menos habrás pedido algo útil, ¿No? ―rogó Amy, sonriente.
―A vosotros os lo iba a decir ―sonrió, retornando a la realidad.
― ¿Qué va a pedir? ―se burló Miriam―. Si ya lo tiene todo.
Luca le tiró agua y terminó de empaparla.
No lo tenía todo, y yo lo sabía. Aunque aún quedaban tantas cosas que no sabía.
― ¿Por qué me mojas?
Luca sonrió.
―Todavía tenías seco i capelli ―culminó, feliz.
―Serás desgraciado ―Se rio Miriam, sacudiendo su media melena de rizos capaz de desafiar a la gravedad hasta límites insospechados― ¡Esta me la pagas!
Y así empezamos una guerra de agua, asumiendo nuestra particular manera de celebrar la lluvia. Como si nada importara. Como si el día de mañana no existiera, y pudiéramos existir eternamente.
Aunque aquella noche me dio mucho que pensar.
Las hadas no conceden su deseo al primero que pasa. Y siempre lo hacen por una razón. Aquel espíritu había mirado dentro de nosotros, había sido conocedor de nuestros destinos, y había decidido que quien tenía una más apremiante necesidad de ver cumplido un deseo era Luca, por alguna razón, la que fuese. Que era él quien lo emplearía mejor que nadie. Que era él quien más lo merecía.
Después de conocer parte de su pasado, no tuve duda de porqué. Pero debo admitir que, si hubiera sabido lo que se avecinaba, seguramente mi porqué habría sido diferente.
¿Por qué yo no pude pedir un deseo aquella noche cuando realmente lo habría necesitado?
https://youtu.be/A-Djx6iZ70g
Aviso:
Quedan 11 actualizaciones para el final de Cazadores.
(Bomba de humo y buena semana)
¡Gracias por leer!
Lunahuatl
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top