ONE SHOT 2. SOBRE NUEVOS APRENDIZAJES Y CÓMO SE LAS GASTAN LOS HUMANOS
https://youtu.be/AOeY-nDp7hI
¡SORPRESA DE FIN DE AÑO!
¡Os deseo lo mejor para este 2019 que trae más fines de semana y menos lunes así que tiene que ser por fuerza un buen año! ¡Realizaros, sed felices y vivid libres!
Un fuerte abrazo y ojalá disfrutéis éste especial y me sepáis decir dónde tiene que ir... hoy mismo estará integrado en la novela pero la gracia es que adivinéis dónde encaja. Ya me contaréis.
Lunahuatl
pd: aviso que es extralargo (13 páginas de word) y que hoy también hay capítulo de Ángeles Exterminadores. ;)
*********************************************************************************************Colocó cerca de una docena de libros cuya edad podría alcanzar sin apuros los 2000 años si sumabas los años que tenía cada uno de ellos. Casi de un golpe, sobresaltándome mientras observaba absorto las dimensiones de su biblioteca.
Le observé reprimiendo por un lado mis instintos asesinos y por otro lado tratando de recuperar el aliento que me faltaba después del susto que acababa de darme.
Maldito mago chalado.
¿Qué me habría pasado por la cabeza para pedirle trabajo en la herboristería y asumir que era alguien que podría enseñarme cosas que ni siquiera sabía si me convenía aprender?
Supongo que lo que me atrajo fue el olor de la magia. Aquella sensación de mierda que me creaba la necesidad de sentirme de nuevo en casa, entre los olores y las señas de identidad de lo que me era conocido y no me hacía sentir un extraño.
La realidad era que hacía apenas dos días, tras visitarle, me había adjudicado un problema más, más allá de sobrevivir en los ministerios y en un mundo humano que no me comprendía en absoluto, en el que apenas llevaba un par de semanas de clase y del que estaba ansioso por escapar.
Su larga cabellera de hippie recogida en una coleta a su espalda completaba su extraña imagen. Vaqueros rotos, sandalias y un grueso poncho. Su piel completamente marcada por el vitíligo, propio de los seres mágicos cuando alcanzan cierta edad. A juzgar por la extensión de la pigmentación a manchas de su piel aquel individuo que se hacía llamar Galius rondaría los 250 años.
Realmente no podía haber esperado otra cosa. El Este, de donde provenía aquel individuo, parecía ser la cuna de los magos más pintorescos y poderosos que había dado jamás mi dimensión.
Pero ¿Qué carajo pintará un mago accediendo a enseñar a un cazador que debería asumir que tiene claras limitaciones para con la magia por definición de su raza?
Era un tipo raro. Y por el momento dejaría ahí mi reflexión.
Detente cerebro Dakks, los esquemas mentales no te convienen, me dije, parándome, ahora sí, a mirar toda aquella pila de libros que mi nuevo maestro extraoficial se disponía a extender sobre la mesa.
― ¿Es algún tipo de lectura orientativa? ―No pude reprimir más el sarcasmo― Ya le dije que no quería más que algunas nociones de magia y de otras materias que pudieran serme útiles y no se ven en los ministerios... no es que quiera volverme un erudito ni nada.
En ese momento el viejo suspiró y tomó asiento frente a mí, al otro lado de la mesa de roble en la vieja biblioteca de su trastienda en donde el polvo y el olor a viejo de los libros se convertían en señas de identidad.
―No se trata de erudición, Elías ―asumió―. Se trata de enseñarte lo necesario para estar a la altura del puesto al que aspiras, y, lo más importante, todo lo que sea necesario para que sobrevivas dentro de dos años al rito iniciático. Ningún conocimiento está de más ante esas circunstancias. Y si me has pedido que te enseñe, habrá de ser bajo mi propia perspectiva. De lo contrario no seguiré con esta iniciativa.
Suspiré.
―De acuerdo ―asumí― ¿Y esa perspectiva es...?
Sonrío, complacido.
―Tenemos dos años para que hayas podido leer cerca de un 90% de esta biblioteca ―vaticinó con seriedad.
En ese instante creí que me moría.
― ¿Cómo? ―Me dio para balbucear tras casi perder la respiración. Mis ojos, abiertos como platos, se clavaron en los suyos sin dar crédito a lo que acababan de escuchar.
―De aquí a dos años, cuando te enfrentes al rito iniciático, rezarás para que aquello a lo que tengas que enfrentar no se encuentre entre el 10% de esta biblioteca que hemos optado por eludir por razones obvias de falta de tiempo.
―Galius, no pretendo ofenderle, pero... ―aventuré― esto es una locura.
Negó con la cabeza.
―Me lo agradecerás. Y no te lo pediría si no lo creyera posible.
Clavé mi mirada en el techo luchando contra mi incredulidad.
―Además, la mayoría de estos libros son de magia... ―argumenté, tratando de focalizar mi atención en lo que por de pronto teníamos encima de la mesa y que parecía ser mi lectura de principio de curso. Ni en mis mejores sueños alguien como yo, que sabía leer y escribir de chiripa y apenas había tenido dinero para comprar un libro en su vida iba a terminar de estudiar en un tiempo razonable.
―No sé si alguna vez te han contado cómo se las gastan en el Norte con lo de leer y escribir, pero...
―Lo sé ―admitió―. Primer productor atzlánés de papel y también el continente más pobre de todos. Os limitáis a escuchar y contar historias que otros ponen por escrito con vuestro esfuerzo y trabajo. Es lamentable, y te coloca en desventaja respecto a muchos de tus compañeros rastreadores, pero para tu suerte podemos solucionarlo, la ignorancia se cura. Y también te ayudará a sacar adelante la experiencia humana que tienes que vivir ―sus ojos me observaron con aquella fuerza honesta que me atraía misteriosamente y me impulsaba, sin ser consciente de por qué era así, a confiar en lo que me decía, aunque lo creyera imposible.
De cualquier manera, no iba a dejar de expresar mi punto de vista.
―¿Qué piensas Elías Dakks? ―inquirió arqueando las cejas y echándose hacia atrás en su silla.
―Creo que está chalado o sobrestima mis capacidades. O quizás ambas cosas al mismo tiempo.
Me levanté y comencé a dar vueltas por el lugar.
―No sé cómo puede pretender que una persona que apenas sabe lo justo de leer y escribir llegue a... ―Con un gesto desesperado me limité a señalarlo todo a mi alrededor mientras agitaba los brazos y le miraba suplicante, más intentando que comprendiera mi punto de vista que expresarme yo mismo.
La desesperación me invadía.
Para mi sorpresa sonrió.
Fue la primera vez que vi aquellos labios curvarse y fue como si la calidez de una hoguera ardiendo frente a mí en una larga noche de invierno alumbrara mi corazón.
Suspiré sin apartar mis ojos de su mirada.
―Por eso vamos a empezar por este libro ―acercó a mi posición un viejo incunable encuadernado en lo que parecía ser vitela y cuidadosamente cerrado con dos lazos de cintas de cuero en cuya portada se podía leer escrito a mano con cuidadosas letras miniadas "Manual de magia práctica para el estudio".
― ¿Qué puedo hacer con esto? ―inquirí.
―Te lo llevarás a casa el primero. Quiero que lo leas en cosa de una semana, sé que es un reto para alguien que proviene de las aldeas más humildes del Norte, pero también confío en tu testarudez y en tu voluntad de llegar al final de esto. No estás aquí por ser un cualquiera. Eres el único de tus compañeros, futuros rastreadores, que llegará a su cargo por ser el mejor de su generación. Eres alguien destinado a hacer cosas con las que muchas personas no podrán ni soñar, y sé que lucharás con todas tus fuerzas por estar a la altura. Por todos los que nunca tendrán una oportunidad como esta.
Me dejé caer en la silla, resignado y aparté el resto de los libros que Galius apiló cuidadosamente con un hechizo uno sobre otro en un extremo de la mesa. Formaban una pila tan grande que sobrepasaba un par de veces mi altura sentado. Y no soy precisamente bajito. Deshice las dos lazadas con cuidado y lo abrí, casi temiendo la posibilidad de quedarme con un pedazo de tanto esmero en las manos, escuchando el crujir de sus páginas entre mis dedos mientras ojeaba su contenido. Nunca había sostenido algo tan delicado. Y mis manos, curtidas por las cicatrices y los cayos que te da el manejo de las armas desde una edad temprana, no parecían estar a la altura de tanta sabiduría.
―Estarás a la altura, créeme.
― ¿Qué esperas que aprenda de él? ―inquirí, preocupado.
―Hechizos. Sencillos y prácticos tanto para el estudio como para situaciones cotidianas.
―Se supone que los cazadores no somos muy diestros en la magia, Galius.
―Así es normalmente ―me observó sin perder su sonrisa, aunque su mirada se tornó más dura que antes, como si todas sus expectativas se proyectaran de repente en algo de mí que yo todavía era incapaz de intuir, pero él, como profesor, parecía ver con gran claridad―. Pero yo soy mago, nunca lo olvides, Elías, y mi vida es la magia. Puedo sentirla, olerla, rastrearla... y sé que a veces hace cosas que son inexplicables hasta para las criaturas más puras del universo ―suspiró―. Creo que la magia vive en ti, y que eso es por alguna razón.
No desvió la mirada un instante, sino todo lo contrario, me observó con más decisión de la que yo hubiera visto en unos ojos antes. Y aquello me aterró, pero también me fascinó.
― ¿Qué le lleva a pensar eso? ―pregunté, con seriedad, temiendo que su respuesta no distase tanto de lo que yo ya sabía. De todo lo que el viejo Arnold intentó decirme la maldita noche en la que Agnuk me dejó para siempre y en la que yo no estaba preparado para escuchar.
Sonrió con la misma calidez que parecía caracterizar su sonrisa.
―La siento en tu corazón, latiendo fuerte, ansiosa por enseñarte todo aquello de lo que eres capaz ―expresó con sencillez―. No soy el mejor mago del mundo, Elías, pero sí la comprendo lo suficientemente bien como para leerla en los corazones. Y la que vive en tu interior es una de las más potentes que haya sentido latir jamás.
―No sé por qué yo...
―Creo que tienes muchos dones, Elías Dakks. Sospecho que más de los que imaginamos. Pero para explotarlos debes confiar en mí y estudiar.
―No sé cómo voy a leer todos estos libros, ni siquiera sé si seré capaz de terminar este maldito libro en una semana. ¡Será el primer libro que haya leído fuera de un aula en toda mi vida!
Para mi sorpresa rompió a reír.
Tomó su báculo, una pequeña maquila en madera tallada con la cabeza de una tortuga, de seguro ese era su tótem. La sabiduría. Para mis sorpresa el libro se abrió de súbito por una página en concreto, la 366.
"Lectura rápida y memorización".
Era el inicio de un capítulo.
―Son dos hechizos muy sencillos, pero harán que todo lo demás resulte fácil.
Le observé arqueando las cejas, con cierta incredulidad.
― ¿Qué se supone que haré con esto?
―Lee este capítulo, después pon en práctica estos dos conjuros, y empieza desde el principio. Probablemente me lo devuelvas antes de lo que crees.
― ¿Son para leer a gran velocidad y memorizar a de una pasada todo lo que lees?
―Así es... si logras aprenderlos. Por ende, esta es tu tarea para esta semana.
Después se levantó y se dispuso a salir a la tienda, toda cuidadosamente construida en madera, con cientos de productos de herboristería, infusiones y medicinas apiladas en los estantes con suma delicadeza.
Yo le seguí, dejándolo todo atrás y sin terminar de entender nada de lo que estaba haciendo.
―La clase ha terminado ―anunció, acomodándose en una butaca tras el mostrador, disponiéndose a hacer la caja de la jornada.
Me quedé ahí parado mirándolo sin salir de mi asombro.
― ¿Y la lucha? ―pregunté sin dar crédito― Ni siquiera me ha visto luchar y...
―No hemos de potenciar aquello en lo que ya somos virtuosos por naturaleza, o al menos no hasta que tengamos algo nuevo con lo que practicarlo... primero nos centraremos en subsanar tu ignorancia, hasta que no sepas lo suficiente sobre el universo como para entender cómo lo puedes poner en práctica―concluyó con decisión.
Cualquiera le llevaba la contraria a ese hombre.
―De todas formas, eso será tarea tuya.
***
https://youtu.be/AOeY-nDp7hI
―A ver si lo entiendo bien, ¿Entonces el problema es que nos han invitado a una fiesta? ―inquirí, sentándome en la encimera de la cocina al lado de Amy, mientras contemplaba, sin dar crédito, como el resto de genios armaban una suerte de batalla campal de insultos ilustres que era incapaz de desentrañar. Miriam, sentada en el sofá, intentando terminar de leer un libro sobre el documental ensayo, Noko, en el suelo, intentando construir una suerte de robot que volaba con una cámara, algo a lo que se ve que los humanos llaman "Dron" y cuya utilidad aún no terminaba de entender, y Luca se paseaba por el salón indignado haciendo aspavientos con las manos y gesticulando mientras gritaba que aquella panda de puntillos, me temo que se refería a nosotros, era incapaz de hacer algo interesante más allá de ser genios y que no sabía cómo había podido rodearse de semejante gente.
―Así es ―sentenció, Amy, observándolos con curiosidad, como quien intenta desentrañar el comportamiento de los animales en su hábitat natural.
―Pues vaya mierda de problema, ojalá todos mis problemas fueran tener que ir a una fiesta.
Luca se giró, sorprendido. Me observó, como si acabase de tener una revelación celestial o algo por el estilo, y aplaudió asintiendo con convicción.
―¿Lo véis? ―declamó señalándome―¡Por fin alguien a la altura en esta mierda de proyecto Genio!, ¡Gracias por el apoyo, Dakks!
Arqueé una ceja y dejé ir una media sonrisa ante la mirada de reprobación de Miriam y Noko.
―Da igual, sois dos contra tres ―sentenció Noko, tratando de no alterarse y casi sin levantar la vista de su Dron.
―Dos y medio, yo estoy medio convencida ―concluyó Amy, riéndose.
Luca volvió a aplaudir y pasó su mano para chocarla con Amy y conmigo. Imité el gesto un tanto receloso.
Esta gente está loca.
Pero necesito emborracharme así que haré lo que sea por ir a esa fiesta, aunque esté repleta de humanos y me den mucho miedo.
Ya nos hemos posicionado cerebro Dakks, veamos que hacen estos inútiles.
―¡Vamos Aymss no me lo puedo creer! ―Se quejó Miriam, buscando con la mirada el apoyo de su compañera, que se encogió de hombros.
―No creo que una fiesta sea algo tan malo, además, nos servirá para integrarnos más con el grupo y conocer más gente en el instituto ―admitió Amy―. Me parece una experiencia interesante.
―Habrá alcohol y mi padre se disgustará mucho como se entere ―admitió Noko, levantando la vista por primera vez desde que la discusión, casi monopolizada por Luca y Miriam, había iniciado.
Luca abrió mucho los ojos y observó a nuestro compañero sin dar crédito.
Gesticula demasiado este chico. Según dicen es cosa de los italianos.
―¡¿A cuántos kilómetros está tu padre de aquí Noko?! ―se burló― ¿Acaso va a llamarle de propio Doña Perfecta para ponerlo en aviso y que coja un avión para castigarte sin... tus piececitas de mierda para construir drones?
―¡Habló el genio más insólito de la historia de los genios, el estúpido que no sabe más que pintar cuadros horrorosos sobre gente que muere! ―atacó Miriam, dejando a Noko con su respuesta en la boca y observándonos a Amy y a mi en busca de ayuda.
―¡Un respeto camarita atrofiada! ―estalló Sicilia― ¡Me hablas cuando tengas cientos de cuadros en museos de primera talla de todo el mundo y en colecciones privadas como...!
―¡Me hablas cuando hayas ganado el premio a mejor documental en Cannes con 15 años, Señor intento fallido de Da Vinci!
―¡No me interesa ser como Da Vinci, supéralo, eso era el Renacimiento, vivimos en el s. XXI!
―¡Y a mí no me interesa emborracharme y perder neuronas en una maldita fiesta más cuando Alan lo prohibió tajantemente cuando se lo propusiste el lunes!
―¿Cuándo es la fiesta? ―se me ocurrió preguntar.
―¡ESTA NOCHE! ―contestaron al unísono los dos, girándose hacia mí con cierta agresividad mal disimulada.
―¡VALE PERO NO GRITÉIS! ―Me defendí.
―Se respira cierta agresividad en el ambiente, vamos a calmarnos ―suplicó Amy, tapándose los oídos con las manos tras sobresaltarse por mi grito.
―No estoy a favor de emborracharme ―sentenció Noko, después de todo―. Y no me gustan las fiestas...
―¿Cómo puedes decir eso si nunca has estado en una? ―declamé, después de todo, sin dar crédito.
―Bueno, eso es cierto pero no es el punto... lo que quiero decir es que...
―No te pierdes nada ―sentenció Miriam―. Solo son gente estúpida bebiendo y luego gastan recursos públicos llamando a ambulancias porque acaban con comas etílicos y...
―¡JODER CUÁNTOS PREJUICIOS JUNTOS EN UN MALDITO SALÓN! ―Bramó Luca―. ¡Yo pienso ir a esa fiesta, y me da igual si voy solo!, ¡Cuando la gente me salude a mí en el instituto y suden de vosotros veréis qué hacéis!
―¡Eso es presión de grupo y no está bien, no es valiente!
―¡Y tú tampoco porque vives en tu maldita zona de confort como si fuera un palacio sin atreverte a mirar todo lo que hay fuera esperándote! ―resopló, Sicilia― ¡Os estáis perdiendo la vida entre probetas, cámaras de vídeo que cuentan historias sin conocer el mundo real, manuales de biología y... a ti no te meto en el saco, Dakks, que tú eres de los míos!
―A mí tampoco me metas, yo te he apoyado. Mis libros de biología, y mis cientos de instrumentos de música son fantásticos, pero no significa que no quiera molestarme en conocer a mis compañeros, beber un par de cervezas, y ser un poco antisistema por una noche. Es divertido no hacerlo todo bien a veces, Miriam ―Le dijo, Amy con tranquilidad―. Y para contar historias necesitas vivir experiencias, no solo buscar las miserias del mundo en los lugares más olvidados de París en cuyos suburbios se gestan unas juventudes que no se encuentran representadas en su país. Eso está muy bien, está fantástico, pero seguro que también hay miserias humanas en una casa repleta de adolescentes borrachos ahogando sus penas en alcohol porque sus padres nunca están, porque han perdido a alguien que querían, porque están perdidos y no saben qué hacer con su existencia el día de mañana, porque se sienten inútiles, insatisfechos, sobrepasados, saturados... y esa es su vía de escape. Estoy convencida de que si conocieses esos otros "suburbios" de la realidad, encontrarías una nueva historia que contar y comprenderías mejor lo que hay a tu alrededor.
Creo que en ese momento se hizo el silencio más sepulcral que había invadido la casa de los genios hasta la fecha. Fue como si una maza inmensa nos golpease uno a uno desbaratando todo lo que creíamos saber de cómo convencer a los demás de nuestra postura.
Las palabras son peligrosas y la madurez más. Y aquella rubia había demostrado de sobras tener bajo control ambas cosas.
En ese momento las chicas intercambiaron una mirada significativa. Amy sonrió y Miriam suspiró con resignación, dejando a un lado su libro en el sofá.
―Al menos dejad que me vista y coja la cámara ―sentenció, levantándose y perdiéndose escaleras arriba hacia su habitación― ¡Y no es por ti Luca Antelami, el día que aprendas a argumentar algo sin ser un desgraciado alguien te hará caso, deberías pedirle a Amy que te de clases! ―añadió mientras su figura se perdía tras las escaleras.
― ¿Y tú? ―Se giró Luca hacia Noko, obviando el comentario de Miriam y acercándose al tiempo para tender su mano a Amy, quien la estrechó riéndose― Fantástica argumentación, por cierto ―añadió en última instancia.
―Yo...
―Tú vienes por presión de grupo ―sentencié, casi leyendo los ojos de mi compañero.
Suspiró.
―Está bien, está bien... iré a arreglarme ―añadió, haciendo rodar los ojos en sus órbitas e imitando a Miriam.
Los tres que quedábamos en el salón nos observamos y después de un pequeño silencio en el que solo se escuchó a nuestros compañeros moviéndose en el piso de arriba rompimos a reír.
―¡Alexa pon música rock! ―declamó Luca, hablándole a un extraño robot que reposaba en el alféizar de la ventana.
Empezó a sonar Another one bite the dust de Queen y Sicilia enloqueció bailando y cantando con acento italiano.
Amy se unió y me arrastró a mí.
Yo me limité a hacer el pino y dar palmas con los pies, lo que dejó un tanto desconcertados a mis compañeros. No sabía bailar especialmente bien, solo hacer piruetas, así que eso y saltar es lo que suelo hacer cuando bailo.
Un par de canciones después mientras Amy y Luca jaleaban y saltaban como locos por el salón y yo seguía en mis trece haciendo piruetas de las mías nuestros ojos se encontraron con Miriam y Noko, bastante arreglados, al pie de las escaleras, observándonos entre la consternación y la estupefacción.
― ¿Estáis arreglados ya? ―preguntó Noko sin dar crédito, e intentando cambiar de tema, obviando la locura que se había desatado en el piso de abajo mientras ellos no estaban.
―Yo siempre estoy arreglado ―atajó Sicilia, limpiando el polvo de su camiseta de Iron Maiden, y volviendo a hacerse el pequeño moñete de la parte de atrás de la cabeza. Le guiñó un ojo a mis compañeros y Miriam puso los ojos en blanco, molesta.
―Yo nunca me arreglo ―admití.
―Yo soy yo, y a mi yo de hoy no le apetece arreglarse para beber en casa de un compañero de instituto que es un idiota y le tira los trastos a todas―sonrió Amy.
― ¡Pues podíais haberlo dicho antes! ―saltó Noko― ¡Me he peinado el tupé y todo! ―Se quejó.
Miriam resopló.
― ¿Todos listos? ―resumió Luca.
―Ni en un millón de años ―Se quejó Miriam, ocultando cuidadosamente una pequeña cámara en su cinturón y acicalándose los rizos―. Y menos para el castigo que nos caerá porque te recuerdo que Alan fue bastante tajante con la fiesta y que mañana nos vamos de excursión.
―Espero que volvamos antes de las 2 de la madrugada ―advirtió Noko―. No sé que pretenderá Alan, pero como sea algo físico mañana no me quedará cuerpo si no duermo mis 8 horas...
― ¡Parecéis viejos de 40 años, vivid un poco! ―declamó Sicilia, exasperado, mientras tomaba las llaves y abría la puerta delantera por la que nos dispusimos a salir.
― ¡Y que nadie se olvide el bono del autobús! ―Amy rompió a reír, mientras empujaba cariñosamente a Miriam hacia la puerta.
Yo salí el último y apagué la luz.
No sabía cómo había llegado a ese punto, pero necesitaba ahogar mi ansiedad en alcohol. Lo necesitaba como identificar la estrella Polar en medio de una noche en la que vagas sin rumbo.
***
Era una casa muy lujosa, con una enorme piscina y árboles bastante altos que, junto con un gran muro, la separaban del exterior.
Nos había invitado un tal Anthony, amigo de uno de nuestra clase que se llamaba Jonno, en quien, de no ser porque iba a mi clase y era un poco chulito con los profesores, nunca habría reparado.
Nunca había estado en una fiesta humana, pero aquello había sido un poco una debacle. Estaba muy borracho, casi como cuando llegaban las cinco de la madrugada anterior a los exámenes en el Norte. En ese momento en que sabes que te lo vas a jugar todo pero que por lo menos si te matan no te importará demasiado.
Los cuerpos de muchos compañeros de instituto se agitaban al ritmo de una música que no terminaba de entender, electrónica, hecha sin instrumentos. Yo me dejaba llevar por el alcohol, después de haber bebido más de 7 cubatas de algo que parecía llevar whisky con distintas bebidas gaseosas. A decir verdad, le llamo cubata porque no tengo mucha idea de qué era.
Estábamos en el inmenso salón, que tenía dos puertas, una al recibidor y otra al pasillo que subía al piso superior, además de una gran cristalera y una cabina de DJ improvisada. En una esquina, un grupo de chicos todavía jugaba al beer pong, al que yo había jugado hacía un rato pero que me parecía un poco tedioso. La regla de que cuando estás demasiado borracho todo te la sopla parece ser cierta hasta cierto punto, al menos con mi persona hay cosas que nunca acaban de funcionar. Lo que quiero decir es que no todo me la sopla.
No estaba lo suficientemente borracho como para aguantar esa música mucho más tiempo, eso sí lo sabía.
―¿CÓMO LA PASAS, DAKKS? ―Sicilia, completamente borracho, me abrazó por detrás agitando el brazo en alto como hacían muchos de los chicos que bailaban en el salón pegados, casi como sardinas enlatadas, esquivando a duras penas los muebles, incluso encima de ellos, derramando alcohol por todas partes.
―¡ESTA MÚSICA ES UNA MIERDA! ―Declamé sin poder contenerme un minuto más.
―¡POR FIN ALGUIEN QUE COINCIDE CONMIGO! ―Aplaudió, sin dejar de bailar pese a todo, saltando como un loco. Un loco que ignoraba que unas cuantas chicas de un curso más le ponían ojitos desde uno de los sofás, y al que poco parecía importarle nada más que pasar un buen rato ―¡NOKOOOO! ―Chilló mientras agarraba a nuestro compañero, que justo pasaba por al lado, abriéndose paso desesperado entre un pelotón de chavales que se movían como poseídos por el alma invisible de esa música come cerebros que no produce más que dolor de cabeza.
El tío le miró espantado.
―¡ESTÁS COMPLETAMENTE BORRACHO, LUCA! ―Él no había bebido más que coca-cola en lo que llevábamos de noche.
―¡Y TÚ NO! ―Contestó el otro, deteniéndose de súbito a observar al japonés, completamente indignado― ¡PERO HAY ALGO QUE ME INDIGNA MÁS QUE TU INCAPACIDAD ABSOLUTA PARA TERMINAR EBRIO!
Noko rompió a reír, mientras Luca retomaba su actividad frenética normal. Me observó y yo me encogí de hombros, indicándole que no tenía ni idea de qué estaba hablando.
―¡DÉJAME QUE LO ADIVINE! ―Empezó Noko, conservando la agudeza mental que los demás habíamos perdido hacer rato― ¡LA MÚSICA!
Luca sonrió empezó a aplaudir como un loco y abrazó a Noko con todas sus fuerzas.
―¡TE QUIERO TIOOOO! ―Declamó sin perder un ápice de su entusiasmo habitual, algo que parecía potenciarse con el alcohol más si cabe― ¡QUÉ GRANDE ERES, AUNQUE VAYAS SOBRIO!
Arqueé las cejas mientras Noko me observaba a través del hombro de Luca, aprisionado, sin dar crédito. Me encogí de hombros y me terminé mi octavo cubata.
―¿PERO SABÉIS QUÉ? ―Saltó Luca, acercándonos a los dos con sus brazos hasta que nuestras tres cabezas casi chocaron y quedaron mirando a la moqueta azul― ¡VAMOS A CAMBIARLA Y A PONER METALLICA!
https://youtu.be/wsrvmNtWU4E
Una cuarta cabeza asomó un segundo por abajo mientras nosotros mirábamos a la moqueta. Amy, riéndose, y a cuatro patas, nos observó desde el suelo.
― ¡AYMSS CÓMO TE VA LA VIDA! ―Estalló Sicilia con entusiasmo― ¿TE DIVIERTES!
― ¡DE MOMENTO ESTOY HUYENDO DEL TAL ANTHONY! ―Dijo riéndose― ¡ES UN PUTO BABOSO Y...! ―Su mirada se desvió hacia la puerta del salón, en donde un chico con la corbata atada a la cabeza y las mangas de su camisa remangadas casi hasta los hombros entraba buscando algo con la mirada― ¡Y AHÍ ESTÁ ASÍ QUE ME VOY!, ¡NO SÉ QUÉ TRAMÁIS, PERO SÉ QUE ME GUSTARÁ!, ¡HACED ALGO YA, ESTA FIESTA ES UNA MIERDA!
Dicho aquello la cabellera rubia de nuestra amiga se perdió mientras gateaba deprisa entre las piernas de la gente hacia el extremo opuesto, donde el salón comunicaba con el recibidor de la casa, supongo, con la esperanza de alcanzar el jardín y encontrar un escondite mejor.
―¡NO SÉ CÓMO PRETENDES CAMBIAR LA MÚSICA, EL DJ PARECE MUY CONVENCIDO! ―Atajó Noko señalando con la cabeza aun tipo que se lo flipaba al mando de una cabina de sonido.
―¡TOMA NOKO! ―Terció Luca, tendiéndole un cubata entero que le había robado a un chico en ese mismo instante― ¡VE ALLÍ Y DÁSELO!, ¡CUANDO LO DISTRAIGAS LO ECHAMOS DE LA CABINA Y YO ME ENCARGO!
―¡NO SALDRÁ BIEN PERO ES LO MÁS INTERESANTE QUE HE HECHO EN TODA LA NOCHE ASÍ QUE CUENTA CON MI ESPADA! ―Declamé, convencido.
―¡NO VA A SALIR BIEN!, ¡LUCA NO SÉ SI ES BUENA IDEA YO...!
No le coló. Luca lo agarró de los hombros y lo empujó hacia allí, bailando con un brazo levantado siempre en movimiento para pasar inadvertido entre la multitud. Yo les seguí de cerca, aunque sin moral para imitar a mi amigo. Noko se giraba de vez en cuando, encabezando aquella extraña conga que habíamos formado y mirándome suplicante. Yo me encogía de hombros y me reía.
Por donde quiera que pasásemos la gente saludaba a Luca y a nosotros nos ignoraba. Era bastante gracioso. El tío se conocía a media escuela en apenas dos semanas y había conseguido hacerse con el afecto de mucha gente pese a ser un maldito bicho raro, exactamente igual que nosotros.
No tardamos mucho en llegar donde el DJ, que era el tal Jonno que iba a nuestra clase.
Luca empujó a Noko y éste cayó encima de Jonno, los dos al suelo. Sicilia aprovechó el momento en que la música empezó a emitir un sonido estruendoso para desenchufar la mesa de mezclas y hacerse con el ordenador desde el que Jonno escogía la música a escuchar.
Todo el mundo se quejó al hacerse el silencio.
Y de repente empezó a sonar Whiskey in the Jar de Metallica.
Jonno nos miró desde el suelo con cara de pocos amigos, y sin entender absolutamente nada. Luca levantó a Noko y me agarró y nos subió a una mesa a regañadientes desde donde empezamos a berrear como locos.
En ese instante mis ojos repararon en la figura de Amy, al otro lado de la cristalera del salón. Había conseguido llegar al jardín, y nos observaba vitoreando. Nuestros ojos se cruzaron y ella sonrió. Y no puedo decir muy bien por qué, pero yo también lo hice.
Aunque la felicidad se desvaneció muy pronto porque la mesa se vino abajo y terminamos los tres en el suelo encima de un grupo de chicos, entre ellos el tal Anthony, que nos increpó con cara de pocos amigos.
Jonno se volvió a hacer con la mesa de mezclas y recuperó el control de la música, y en lo que respecta a nosotros tres nos vimos empujados por el grupo de chicos hasta el porche que, como el nuestro, estaba separado de la piscina y el resto del jardín tan solo por una barandilla y un par de metros de altura.
―¡QUÉ MIERDA ESTÁIS HACIENDO! ―estalló Anthony, encarándose directamente conmigo.
Puse las manos para separarnos.
―EH, TÍO VAMOS A CALMARNOS ―contesté, molesto―. LO DE LA MESA HA SIDO UN...
No llegué a terminar la frase porque el muchacho, completamente ebrio, lanzó un puñetazo al aire que con toda certeza iba dirigido a mi cara, pero impactó contra la mejilla de Luca, haciéndolo perder el equilibrio del todo y tirándolo, por encima de la barandilla del porche, directo a la piscina de cabeza.
En ese momento el tiempo se detuvo.
Noko y yo nos quedamos paralizados, y todo el grupo de Anthony empezó a descojonarse.
La realidad era que los segundos pasaban y Luca no salía del agua. En el estado de embriaguez en el que se encontraba probablemente se habría desmayado con el golpe o algo peor.
Me iba a tirar a la piscina en ese instante, pero alguien se me adelantó, saltando desde el porche con bastante agilidad.
Solo me dio para ver los tacones de Miriam dispersos en el suelo de madera a nuestro alrededor y su silueta zambulléndose en el agua con elegancia.
Escasos segundos después sacó a Sicilia a la superficie, y se las arregló para llevarlo hasta el bordillo. Noko y yo nos acercamos con rapidez, y pronto se nos unió Amy, que también había presenciado la escena en primera fila. La ayudamos a sacarlo del agua y quedó tendido en el suelo boca arriba.
Después de toser algo de agua, acabó abriendo los ojos y descojonándose.
―¡NO TIENE MALDITA GRACIA, VALE! ―Se quejó Miriam.
Pero lo que verdaderamente se escuchó en ese momento, lejos ya del estruendo de la música, fueron las risas de Anthony y sus amigos, burlándose de que a Sicilia lo acababa de salvar una niñita.
Y llamando a Miriam Wonderwoman en tono burlón. Llevaba un top apretado que le marcaba la ropa interior y unos pantalones elegantes que hacían lo propio, pegándose a sus piernas, completamente mojados.
Yo me levanté y me dispuse a contestar a esos gorilas, pero una vez más mi compañera se adelantó.
Para cuando iba a abrir la boca me la encontré a mitad de los escalones del porche, y a los pocos segundos estuvo delante de Anthony, plantándole cara pese a medir una cabeza y media menos y estar completamente mojada. Valiente, como una fiera.
―¡¿SE PUEDE SABER QUÉ TIENES TÚ, NEANDERTAL DE NIÑO DE PAPÁ, EN CONTRA DE QUE UNA MUJER SALVE A UNA PERSONA A LA QUE PODÍAS HABER MATADO?! ―Bramó.
Jamás la había escuchado gritar así, y juro que me quedé en el sitio, conteniendo mis ganas de aplaudir.
Pese a todo los chicos continuaron burlándose.
Nosotros ayudamos a levantarse a Luca, que estaba algo aturdido por el golpe. Mientras tanto, Amy no dudó en secundar a Miriam.
―Sois unos inconscientes, podíais haber matado a alguien, y con un montón de testigos, en una fiesta ilegal, con menores bebiendo alcohol... no sé si sabéis cómo terminaría eso para el propietario de esta casa, más teniendo en cuenta que es mayor de edad―añadió Amy con seriedad, encarándolos igual que Miriam―. Deberíais estarle agradecidos.
Anthony se adelantó y le puso morritos a Amy como contestación. Su camarilla continuó riéndose.
―Así de brava, rubia, te follaba aquí mismo contra la pared ―declamó.
No le dio tiempo a contestar, para cuando abría la boca el puño de Miriam se había estampado ya contra la nariz de ese gilipollas, que cayó al suelo gritando y con la cara completamente ensangrentada.
No pude ver mi expresión, pero seguro que fue un poema de esos de Lorca, que te dejan como medio muerto de la impresión.
Recuerdo que Luca aplaudió y vitoreó.
―¡CHÚPATE ESA CABRÓN! ―gritó mi amigo, entusiasmado.
Esta vez fuimos nosotros los que rompimos a reír, ante la estupefacción de aquellos retrasados mentales que intentaban ayudar a su amigo sin demasiado éxito. Gritaba como un cerdo cuando estiras su cola.
Extrañaba el olor de la sangre derramada en la lucha, aquello me devolvió un pedazo de casa, y admito que mi gratitud hacia Miriam infinita en ese instante.
―¡YA TIENES REGALO DE CUMPLEAÑOS, NEANDERTAL! ―estalló la morena― ¡PÍDELE A PAPÁ UNA RINOPLASTIA, Y DEDÍCASELA A TU MIERDA DE SOCIEDAD PATRIARCAL!
Las dos chicas se giraron y bajaron las escaleras con decisión.
Miriam ni siquiera se detuvo a recoger sus tacones. Las dos levantaron la cabeza, completamente dignas.
Sonrieron y se chocaron la mano.
Para cuando llegaron a nuestra altura las observamos sin dar crédito, pero francamente orgullosos.
―Eso ha sido una auténtica y jodida pasada ―vitoreó Luca, todavía con ganas de aplaudir, y observando a Miriam entre la sorpresa y admiración brutal que lo desbordaba todo.
Ella sonrió, tratando de no romper a reír y tomar aliento porque estaba muy nerviosa.
―Suficiente fiesta por hoy ―concluyó, Miriam, tratando de disimular lo bien que se sentía para no parecer políticamente incorrecta―. Nos vamos a casa.
―Después de vosotras.
Todos nos reímos y nos encaminamos a la calle a coger un taxi y regresar a casa con la esperanza de llegar antes de que Alan nos pillara.
Había entrado la madrugada, y ese fue el final de mi primera fiesta en Pangea.
Llegamos a casa cantando y bailando con el móvil de Noko reproduciendo música en estéreo. Tuvimos que pedir un taxi grande, y hasta llegar al punto que le habíamos señalado para que nos recogiera recorrimos varias manzanas de aquel barrio de gente demasiado acomodada en la sociedad.
Nosotros nos esforzábamos por acomodarnos a nuestra nueva vida y descubrir hasta qué punto teníamos cosas en común y podíamos llegar a entendernos.
Recuerdo esa noche como algo especial.
Ese momento que me había enseñado algo que marcaba un antes y un después en mi concepción de la humanidad, y muy pronto me llevaría a cuestionarme hasta qué punto yo también juzgaba con dureza todo lo que me rodeaba.
Me dio la certeza de que no todos los humanos son iguales.
Y mientras exista la diferencia, podremos perseguir el brillo de la esperanza.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top