Metido en este saco

Al día siguiente Amy volvió muy rara a casa después de las clases.

Había recibido una llamada, y un correo de su jefe, y se había pasado todo el recreo hablando por teléfono. No pude evitar que todo aquel asunto me sonase raro.

Si bien es cierto que Adamahy Kenneth no era la persona más normal del mundo, sí que había avanzado mucho tratando a la gente, y últimamente habíamos estado bastante unidos.

Después de ducharme, y un rato antes de ir a los ministerios, la encontré sola, sentada en el porche frente a la piscina. Jugueteaba con los pies dentro del agua, concentrada en algún punto del horizonte, pese a que empezaba a hacer frío y aquel gélido viento no había dejado de soplar.

Me senté a su lado y no pude evitar entablar aquella conversación.

― ¿Estás bien? ―pregunté por fin.

Me observó agradecida, aunque siguió más seria que de costumbre.

―Sí, claro ―contestó― ¿Por qué lo dices?

―Te noto algo rara ―admití sin miramientos, perdiéndome en aquellos ojos azules.

― ¿En qué sentido? ―preguntó frunciendo el ceño.

Suspiré. Perdiendo mis ojos en el punto exacto del horizonte en donde los suyos habían pasado cerca de media hora fijos. Más allá del mar, en la tierra de las sombras a donde va el sol cuando nos abandona a nuestra suerte en las tinieblas.

―Desde esta mañana cuando te han llamado ―empecé, procurando escoger con detenimiento mis palabras―. Estás más callada, y te noto ausente ―admití, mostrando mi preocupación―. Entiéndeme, de normal el autista soy yo ―sonreí.

Ella también sonrió, pero dio la callada por respuesta.

―Lo que quiero decir es que espero que sepas que puedes confiar en mí si lo necesitas ―añadí, después de todo, mirándola a los ojos―. Aunque a veces sea un idiota y tenga la afición de incordiarte.

Se quedó en silencio, por un momento que se hizo demasiado largo a mis ojos. Después suspiró y me dedicó una grave mirada.

―Sabes que esta mañana estaba hablando con mi jefe, ¿No? ―empezó con seriedad.

Esa confianza era buena señal. Había logrado que Adamahy Kenneth se abriera, y no había sido cosa de un día para otro. No podía estar haciendo tan mal las cosas.

Asentí.

―John está muy preocupado ―admitió, sosteniendo mi mirada―. Nos han traído varios animales muertos que han encontrado desde hace dos noches a la clínica. Por lo que se ve, los primeros cadáveres aparecieron en la reserva y en los alrededores ―suspiró―. Pero los más recientes murieron la noche pasada. Y el último lo encontraron muy cerca del camino que conduce al pueblo, tras los polígonos industriales.

Cerré los ojos, como quien no quiere ver la evidencia con que se acaba de topar de bruces. Mis peores sospechas podían estar a punto de confirmarse.

―Muertos... ―murmuré, como ido― ¿Pero de qué? ―pregunté con tranquilidad.

Suspiró.

―Ahí está el problema ―comentó―. Por las fotografías que mi jefe me ha enviado, lo único que te puedo decir es que será imposible practicar la autopsia a sus cuerpos. No hay forma de reconstruirlos.

Genial. Algo capaz de despedazar cualquier cosa en su camino. No está mal como primer emergencia paranormal en Pangea, Dakks.

― ¿Tal vez fue un animal? ―aventuré con rapidez.

En verdad solo quería hacerme una idea de qué tenían en mente para investigar el tema, y después le pediría ver las fotos, o mejor los animales directamente. Aunque necesitaría una buena excusa para ello, y Luca no estaba aquella tarde, de modo que lo de armar algo creíble estaba descartado.

Negó rotundamente.

―Las heridas no responden al patrón, ni a los rasgos del ataque de ningún animal que conozcamos ―admitió, preocupada―. No tengo absolutamente ni idea de qué mató a esas reses. Solo sé que es muy peligroso ...y nosotros ayer tan tranquilos por el bosque ―añadió, intentando reprimir un escalofrío―. Menos mal que Luca dijo de volver a casa.

Fue la primera vez que se mostró asustada.

― ¿Qué animales eran? ―inquirí, frunciendo el ceño― ¿Solo reses?

Me observó manteniendo su gesto serio.

―No ―comentó confusa―. Primero varios lobos, zorros... y después, sí. Ganado de las granjas que hay en los campos tras el complejo industrial.

― ¿Aparecieron en ese preciso orden? ―pregunté, confuso.

De ser así mi hipótesis terminaba de cuadrar.

―No ―admitió, confusa por mi pregunta. Pese a todo contestó―. Por lo que sé fueron primero los zorros, en el corazón de la reserva, cerca del Sur, del territorio aborigen ―explicó―. Les siguieron los lobos, en un perímetro más alejado. Y luego las reses en los campos de los agricultores... ―añadió mirándome confusa.

Suspiró.

―¿Por qué me preguntas esto, Dakks?

Guardé silencio por un momento.

―Eso significa que lo que quiera que esté atacando se desplaza ―admití―. Si te das cuenta, ha ampliado su perímetro de ataque. Pero también implica algo más ―suspiré con pesar―, significa que cobra fuerza... porque no es igual de fácil descuartizar a un zorro, que a uno del tamaño y complexión de una vaca.

Ella guardó silencio, si cabe más preocupada.

Yo tenía que hacer la pregunta definitiva. Y con ello Adamahy Kenneth estaba cada vez más cerca de convertirse en la segunda persona de aquella casa en descubrir mi terrorífico secreto.

― ¿Crees que podrías describirme de alguna forma las heridas que presentaban sus cadáveres?

Casi bufó.

―No puedo describírtelas ―dijo, casi enfadada, y sin entender nada―. Y, además, ¿De qué serviría? ―preguntó negando con la cabeza―. No te enfades, Eliha, pero tú no eres experto en criminalística ni en zoología, ¿No?

Suspiré, clavando de nuevo mis ojos en el océano a lo lejos.

Era ahora o nunca.

―Quizás en este momento sea la única persona capaz de ayudarte, Adamahy Kenneth ―respondí con seriedad―. Y si esto es lo que creo, nos afecta a todos ―admití―. Todavía no puedo explicarte por qué, y menos aquí, pero te prometo que pronto te daré respuestas.

Y así fue como lo decidí.

―Eliha, ¿Qué...? ―preguntó observándome con ceño, y confusa como alguien bajo el efecto de un filtro desmemorizador.

―Solo confía en mí ―casi supliqué―. Sé que solo hace cuatro meses que te conozco, pero también sé que nos entendemos bien. Y, reconócelo, ¿Te he fallado alguna vez?

Me observó sorprendida por mis palabras.

Negó con rotundidad.

―Hace solo cuatro meses que te conozco, como bien decías. No has tenido muchas oportunidades de fallarme ―espetó.

Yo sonreí.

―Te aseguro que esta no será la primera vez que lo haga ―Le prometí―. Solo necesito ver a qué nos enfrentamos.

Volvió a reír.

― ¿Nos enfrentamos? ―repitió sin dar crédito― Te has metido en el saco por tus narices.

Suspiré. Ojalá nunca hubiera tenido que meterme en ese saco, Adamahy Kenneth. Ni en ese, ni en ninguno más.

―Si es lo que pienso, siempre he estado metido en este saco.

Ella sonrió después de todo, y me miró con aquella expresión que tanto adoro. La que se harta de decirme que no tengo remedio, pero que seguirá metida en este saco.

―No te puedo explicar cómo quedaron los cadáveres, Eliha ―admitió, rindiéndose―. Pero, si insistes, sí que te puedo mostrar las fotos.

Después acercó su mochila y rebuscó en ella. Sacó un sobre, y lo abrió. Las había impreso aquella misma mañana en reprografía.

Me acerqué lo suficiente como para verlas, tratando de evitar que aquello pudiera llegar a interpretarse como cualquier cosa menos lo que era.

El último documento en el sobre era algo así como un informe visual sobre la investigación. Y Amy tenía razón. Era escabroso, y desagradable.

―Todos los cuerpos presentan mordeduras profundas en el cuello, las extremidades, y desgarros de unos... ocho centímetros por toda el área torácica. Y en todas las muestras faltan grandes partes de tejido. Los cuellos están cortados por los mismos desgarros, y les han arrancado el corazón ―comenté, como ido, mientras pasaba las páginas del informe. Bufé, malhumorado― Tuvieron que tener una muerte horrible ―admití, afectado.

En el Norte matar a un animal de esa forma se considera un sacrilegio. Un ataque a la vida. Y la pena contra todo lo que atenta a la vida, es la insurreccional. Lo mismo que decir que se condena con la pena de muerte.

Ella me miró impresionada. Ignoraba que fuese a ser capaz de interpretar aquellos pedazos inconexos de carne, vísceras y atrocidades. Por lo que a mí respecta, acababa de hacerme una idea bastante clara de a qué nos enfrentábamos, aunque algo no terminaba de cuadrar. Y no me gustaba una mierda.

Me levanté de súbito.

Había tomado una decisión en firme, pero todavía no podía acometerla. Tendría que esperar a la noche, cuando Luca hubiese vuelto de los talleres.

Amy sería la segunda persona en conocer mi secreto. Y puedo aseguraros que, desde ese instante, tuve claro que nos apremiaba una causa de fuerza mayor.

Tenía que hablar con Galius y con Anet de inmediato.

― ¿Adónde vas, Eliha? ―preguntó, confusa.

Empecé a caminar a través del jardín, a grandes zancadas.

―Tengo una hipótesis ―admití, a medio camino de la puerta―. Pero necesito salir de dudas para convertirla en certeza.

― ¿Cuál es tu hipótesis? ―espetó mientras me alejaba.

Frené en seco y me giré para mirarla.

―Tiene el cuello cortado. Los cortes son profundos, y han sido realizados por algo que tiene una fuerza descomunal, tanto como para arrancar parte del tejido sin necesidad de morder. Las mordeduras también son muy profundas, ha podido llegar fácilmente a los órganos y al hueso. Y súmale que les falta el corazón... ―repetí ensimismado, sin salir de mi asombro. Aunque cuenta también el que no sabía cómo decirle a Amy lo que surcaba mi mente en ese momento.

―Repito ―reiteró― ¿Cuál es tu maldita hipótesis, Dakks?

De acuerdo. No hay vuelta atrás, me dije. La señalé directamente con el dedo.

― ¡Esta noche!, ¡Desván! ¡Solos Luca, tú y yo!, ¡Yo aviso a Luca! ―resumí.

Después me giré justo antes de echar a correr hacia la puerta y tomar la calle.

― ¡Pero si esta noche hemos quedado todos para ir al embarcadero, Eliha!

― ¡Acudiremos luego! ―concluí desde la puerta― ¡Primero subid al desván, y hablaremos!

La oí quejarse.

― ¡No entiendo nada! ―gritó mientras yo me perdía por la calle en dirección a la tienda de Galius― ¡Espero que lo sepas! ―añadió picada.

No sabía si era un acierto o un error.

Pero la única manera de enfrentar esa situaciónpasaba por incluir a Adamahy Kenneth en mis planes. 

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