Frustración y locuras. Mi nuevo estilo de vida
Como una semana después mis constantes idas y venidas, locuras y desventuras con Anet y mis compañeros de las juventudes, así como mis ausencias en las tareas comenzaron a pasar factura.
Sumadle a esto que todos empezaban a andar con la mosca detrás de la oreja preguntándose qué cuervos me traía yo con Anet. Añadidle a esto último que también tenía que salir de patrulla, y buscar de nuevo ingredientes para filtros porque había explotado, de forma bastante inoportunas, todas mis provisiones hacía un par de domingos.
― ¿Te vas al bosque? ―preguntó Amy, que acababa de volver de una cita con su asqueroso, que no se perciba animadversión ni nada, novio― ¿No tenías ya todos los ingredientes?
Terminé de bajar las escaleras, con mi mochila a cuestas y mi lista en la mano.
Era la primera vez que Adamahy Kenneth me pillaba por banda en un par de semanas, esto es, desde que había decidido reducir al mínimo mi contacto vital con ella para no sufrir e intentar comportarme como la persona adulta y madura que debía ser y no era.
―Bueno... ―balbuceé, tratando de sonar firme sin éxito―. El otro día tuve un pequeño incidente, y exploté cerca del ochenta por ciento de mis provisiones. Así que tengo que reponer si quiero tener hechos los filtros antes del domingo y además cumplir con mi entrega mensual de ingredientes a Galius. Porque de lo contrario me caerá una buena ―una buena era en realidad que Galius se quedaría callado poniendo cara de decepcionado, y de "Tú sabrás que cuervos haces con tu vida, Eliha".
Me observó con detenimiento.
―Voy contigo ―anunció con rapidez, adentrándose en el recibidor y agarrando su mochila de la percha. Se sentó en el pequeño banco que había junto a la puerta, se calzó las botas de monte y se puso su abrigo marrón con dibujitos de una marca que se llamaba Roxy.
Estaba jodidamente guapa. Pero ¡mierda! ¡Adamahy Kenneth ahora tenía pareja, y su novio era un estúpido, y yo no pintaba nada en ese asunto! ¡Aquella situación traspasaba mi barrera vital con ella! ¡Proxenia!, ¡Proxenia!
Por un momento me quedé parado en el sitio, tratando de coger aire.
Racionaliza, Dakks, me suplicó mi voz interior.
―Hace bastante fresco hoy ―Me excusé―, y seguro que se me hará de noche. Puedes acompañarme otro día, Amy.
Se encogió de hombros. Parecía decidida.
―Así acabarás antes.
Tenía que haber cuervo encerrado.
¿Cómo tu relación con alguien se puede deteriorar tanto en tan poco tiempo? Esta pregunta sigue sin respuesta, por cierto, si alguien la sabe sugiero que me la remita.
Tal circunstancia es que una hora después estábamos en el bosque.
― ¿Qué te traes con Anet, Eliha? ―Me preguntó Adamahy Kenneth, sin rodeos, una vez estuvimos en el bosque los dos solos. Estábamos recogiendo sanguijuelas en el río.
La miré sorprendido. Sabía que sería algo así, así que no termino de entender de qué me sorprendía.
―Estamos haciendo el trabajo ―dije quitándole importancia, porque además no podía contarle la verdad, no era mi secreto y no podía salir de mi boca―. Queremos hacerlo bien.
―Pero ella parecía no estar muy por la labor, ¿No? ―inquirió mientras recogía unas cuantos gusanos con unos guantes de goma y unas pinzas especiales.
―Al principio no ―admití―, pero digamos que la pillé por los...
―No lo digas ―pidió rápidamente. No pudo evitar sonreír. Hacía tiempo que no me sonreía y algo se removió en mi interior. Algo que me hizo polvo― ¿Cómo la convenciste?
Debería haberme preparado alguna excusa.
―Suuuuu padre es... congresista ―nunca me contratéis para inventar excusas, tengo la inventiva en el culo―. Le dije que le diría a la prensa que ella andaba haciendo un trabajo con un slader, y que eso podría causarle un escándalo. Ya sabes, es un tío muy recto, de esos republicanos que tanto nos odian ―Me encogí de hombros.
Reza por que cuele. Reza por que cuele.
―Perverso ―reconoció asombrada―, me alegro de no tener un padre congresista.
Seguimos en silencio. Por lo menos no haría más preguntas del tema, y mejor algo que nada.
―Pero no sé... ―y ya estamos otra vez―. Por lo menos parece que os lleváis bien ―comentó como quien no quiere la cosa―. Es como si ella se mostrase más como tú, ya sabes, más simpática y tal. No sé qué le has hecho ―suspiró―. Solo espero que no te cambie a ti también.
¿Cambiarme a mí también? ¡Si ahora estás conociendo lo que soy! Quien con humanos se acuesta, se levanta con dolor de cabeza. ¡Si ya lo decía mi abuela!, ¡Y a mí ni acostarme me había hecho falta! Otro guiso me hubiera comido. ¡A otra cosa, Dakks!, ¡A otra cosa!, ¡No la imagines desnuda!
Tomé aliento. Cerré los ojos. Y la borré de mi mente. Céntrate en la conservación.
―Es mejor persona de lo que parece ―concluí con sencillez, caminaba errático, en círculos, buscando alguna señal entre los árboles que me indicase que podría encontrar luciérnagas por ahí dentro de un rato, cuando anocheciera.
―No lo creo. Además, creo que me odia.
¿Hola?, ¿Quizás solo es que eres humana y no atraes mucho su confianza?
Stop. Espera. Una idea fugaz atravesó mi mente a la velocidad del rayo.
― ¿Son eso celos? ―Me reí, sorprendido. No me gusta provocar celos a nadie, pero aquello estaba resultándome casi cómico―. Te recuerdo que a mi Joel también me caía como una patada, que es amigo de Anthony, el gilipollas que le soltó un guantazo a Luca a principio de curso. Y si no me equivoco es tu novio, ¿No?
Se levantó, todavía con los guantes en la mano. Y me devolvió una airada mirada.
―Joel es distinto.
Si claro. Jiil is distinta dijo mi voz mental imitando una voz chillona y estúpida.
―Anet también es distinta. Y todos deberíais darle una oportunidad.
― ¿Tanto tiempo os lleva el trabajo? ―preguntó después de todo. Mierda. Y volvemos al tema―. Quiero decir ―suspiró, tratando de calmarse―, no sé, antes pasábamos tiempo juntos. Ahora he tenido que venirme contigo al bosque, y casi obligarte a que pases un rato conmigo. Hace más de dos semanas que apenas cruzamos un buenos días y un buenas noches...
¡No hablamos porque tu mierda de intento de novio existe y no soy yo! Parte irracional del cerebro de Dakks. No sigas por ahí.
Disimula, gilipollas. Disimula.
― ¿Qué te preocupa? ―dije al fin, tratando de mostrarme comprensivo.
―Me preocupa que ya no quieras ser mi mejor amigo.
La miré sorprendido. Uno. Nadie ha hablado de mejores amigos, Agnuk era mi mejor amigo, y está muerto. Y nunca tendré otro mejor amigo. Dos. No la mires a los ojos que te quedas sin dos, cuervos. Soy definitivamente gilipollas.
―Eso no cambia. Creo que no habíamos hablado de ser mejores amigos, pero si tuviera mejores amigos, ten seguro que estarías entre ellos ―dije, tratando de calmarme porque el mero hecho de decir eso y sugerir que en algún momento volvería a tener un mejor amigo y podría perderle de nuevo me hacía entrar en pánico. Por no mencionar que cuando alguien te gusta de semejante forma, que te diga que eres su mejor amigo es como romperle la nariz―. Nada va a cambiar eso, Adamahy Kenneth. Aunque salgas con un gilipollas ―solté―. Solo me dolió que no me lo dijeses ―mentira, me dolió que salieras con él, y no conmigo―. Y más cuando ni siquiera me contaste que te gustaba.
Esto ya es otra cosa. Persona racional 1, cerebro irracional de Dakks 0.
Suspiró. Más tranquila.
―Cuando se trata de chicos soy muy reservada ―admitió cortada―, y sabía que no te gustaría. Pero para mí sí que eres, algo así como mi mejor amigo. Y quiero que sigas siéndolo. Me encanta pasar tiempo contigo. Y... ―suspiró―, te estoy echando de menos ―Se sinceró, mostrando preocupación―. No quiero que cambies.
Suspiré.
Lo que hay que aguantar.
―Te aseguro que eso no pasará ―repuse, acercándome a la corteza de un árbol para conseguir sabia fresca. Apenas llevaba la mitad de la lista.
― ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Suspiré.
―Te lo aseguro. Si eres mi amiga, confía en mí ―Le pedí―. Solo ten cuidado de que Joel no te cambie a ti.
No debí decir eso.
―Yo no estoy cambiando ―repuso, algo molesta―, eres tú el que se pasa todo el día con Anet. El que ya no hace los deberes por ese estúpido trabajo que no tenemos que entregar hasta dentro varias semanas. El que rechaza ir a hacer surf a una rompiente increíble con Luca, o hacer cualquier cosa por ese maldito trabajo. Y es ella la que parece estar imitándote. Los cambios siempre van en dos direcciones.
Por ahí no.
―Aplícate el cuento, Kenneth ―espeté, visiblemente molesto―. Tú tampoco eres la misma desde que sales con él. ―añadí―. Solo falta que un día te vea besándote con él después de todas las veces que me has repetido que te daba pánico besar a una persona sin conocerla de nada.
El viento agito su pelo y sus ojos se mostraron heridos. Yo lo estaba más y no me iba a bajar de esa montura.
―Yo conozco a Joel.
― ¿Cuántas veces has hablado con él? ―espeté, enfadado.
― ¿Y tú con Anet? ―respondió casi escupiendo las palabras.
―No quiero seguir con esta discusión.
―No te reconozco.
―Yo a ti tampoco.
Y allí acabó.
Ella regresó a casa, muy enfadada, y yo me quedé ahí haciendo el resto del trabajo. La situación se prolongaría durante lo que quedaba de mes, con alguna que otra tregua. Pero había empezado una pesadilla. Y si me hubieran dicho cómo iba a terminar, posiblemente habría hecho las maletas y me hubiera marchado lejos. No a casa, sino con la esperanza de encontrar un lugar en el universo en donde nadie pudiera encontrarme jamás.
***
Los dos días siguientes fueron un desastre.
No hacía nada bien. Se me quemaron los filtros de nuevo. Aunque esta vez por lo menos no pringué toda la habitación, solo la apesté. En realidad, apesté toda la casa, así, en general. Y me gané una buena bronca.
― Oh, merde! ―Se quejó Miriam, abriendo las ventanas de las habitaciones lo más rápido que pudo mientras el olor a huevos podridos lo invadía todo. Yo la imité, entrando a la nuestra y abriendo de par en par la ventana. Comenzó a gritar desde su cuarto, después de blasfemar unas cuantas cosas en francés. Algo de que estaba "loco como la mierda"― ¿En dónde tienes la cabeza, Eliha? ―preguntó, molesta― ¿Se puede saber te pasa?
Salí al pasillo, y me dispuse a repetir la operación con la ventana del baño de chicos, ella hizo lo propio con el de chicas. Mientras abajo se empezaba a escuchar cómo los demás juraban en varios idiomas.
―Estoy despistado ―Me excusé, agobiado―, se me pasó el tiempo y...
― ¿Cómo quitamos este olor ahora? ―saltó, Miriam mirándome desesperada y con los brazos en jarras bajo el umbral de la puerta del baño de chicas.
― ¡¿Qué estás fabricando ahí arriba, gas sarín?! ―preguntó Noko chillando desde abajo, por su tono deduje que en realidad se debatía entre reír o echarme la bronca―. ¡Esto huele a azufre que apesta, macho!
― ¡Te has lucido, jodido psicópata! ―añadió Luca, también desde el salón, sin salir de su asombro porque era la primera vez en la casa que alguien la liaba y no era él.
Hasta yo estaba sorprendido, para qué engañarnos.
De normal pongo atención en las cosas, al menos en las importantes. No voy por ahí quemando filtros, ni me caigo de espumas de mierda quinientas veces en un día cuando hago surf. Procuro hacer bien las cosas, y no acostumbro a provocar desastres.
Pero todo estaba cambiando. Mi mente vivía en otro planeta, y en un sistema muy lejano a la Tierra, eso desde luego. Estaba más lejos de ellos que nunca, y más cerca de Agnuk. Aunque no quisiera verlo, el haberme acercado más a Anet y a las juventudes me recordaba más a la vida que perdí que a la vida que había decidido construir. Y, joder, echaba tanto de menos esa vida. Supongo que perder a tu mejor amigo es una de esas cosas que nunca se superan.
Y luego estaba Adamahy Kenneth, y mi corazón encogido odiándome en secreto por haber permitido aquello.
Pero ellos qué sabían. Y yo qué sabía.
Era un hecho que acercarme tanto a nuevas personas, como Anet, incluso como Luca, me hacía revivir el dolor que sentí cuando perdí a Agnuk. Al tener nuevos amigos también regresaba la posibilidad de perderlos. Pero no podía continuar huyendo, porque ante mí se había abierto un mundo nuevo. Un mundo que me devolvía, poco a poco, la parte más valiosa de mí. Había encontrado la posibilidad de conjugar la persona que había sido con la que estaba aprendiendo a ser, y además había podido recuperar esa parte de mí que no quería perder. La que solo podía vivir junto a Anet, o a Han, que compartían conmigo cosas que los humanos nunca entenderían. Y al mismo tiempo otro intentaba seguir entendiendo a las personas que me rodeaban, y conocer esa nueva parte de mí que tampoco quería perder. Estaba entendiendo lo que significa vivir sobre una frontera. Aunque yo todavía no lo sabía.
Todas aquellas locuras que ahora tenía la oportunidad de revivir junto a Anet, Han, y los demás compañeros de las juventudes me devolvían los momentos que no disfruté con Agnuk, porque no sabía que me faltaría tan pronto. Y daban algo de sentido a mi vida.
Pero quién carajo les iba a explicar eso. Cuando ni siquiera yo sabía qué me pasaba.
Y la cuestión de Amy lo remataba todo.
Estaba revirado. Estaba celoso. Había intentado reprimirlo, eso desde luego, porque allí de donde vengo tenemos claro que los celos no son buenos para nadie. Y los sentimientos no eran buenos para mí. Podía hacer todo lo que estuviera al alcance de mi mano, compartir aventuras, amistades, búsquedas de sentido, anormalidades y demencias... pero enamorarme no entraba en el contrato. Enamorarme era una palabra tan fuerte que no me atrevía ni a pronunciarla.
¡Puta basura de vida!
Y ella se sentía igual. Estaba cabreada y, según Anet, celosa. Pero quien sabe, yo no quería que ella se sintiese así, y tampoco seguir cuestionando cada día cómo me sentía yo. Nunca había habido nada entre nosotros, y eso era un hecho. Nada más allá de amistad, quiero decir. Así que todo rozaba el punto del absurdo. Y evitarla por los pasillos, evitar mirarla en clase, evitar todo lo que pudiera encogerme el corazón y hacerme sentir como un gilipollas se había vuelto una nueva forma de tortura. Tenía un problema en la cabeza, eso estaba claro, y como no entendía a las mujeres ―ni tenía perspectivas de lograrlo en un futuro próximo―, decidí seguir a la mía. En mi espiral de frustración y locuras.
Era mi nuevo estilo de vida.
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