Felices 17
A la mañana siguiente Amy decidió acompañarme al hospital a ver a Jonno, en lugar de quedarse como todos los demás preparando las maletas para mañana y la bolsa para la excursión de esta tarde noche, ya que Alan se había empeñado en llevarnos de camping la última noche y celebrar allí mi cumpleaños con una buena barbacoa.
Todavía estaba bastante trastornado por lo de anoche, y casi había olvidado que aquel día cumplía diecisiete años. Pero le había prometido a Jonno que le explicaría lo necesario, y tenía que cumplir mi promesa.
Jonno se mostró bastante agradecido, y quedamos en que yo avisaría a los ministerios para que le fueran a hacer una visita ese mismo día, y le entregaran la medicación y explicasen cómo tendría que hacer para conseguirla desde ese momento. Ahora desde la distancia lo analizas y fue una suerte que a Jonno lo convirtieran. Ese día perdí un enemigo y gané un aliado. Cosa que en el futuro iba a hacerme mucha falta.
Para cuando llegó la hora de comer, la gran sorpresa estaba aún por sobrevenir.
―― ¿No quedó Alan en que venía a buscarnos? ――pregunté, malhumorado, mientras salíamos a la calle y nos dirigíamos hacia la parada de autobús más cercana. Tardaríamos cerca de media hora en llegar al pueblo y otros diez minutos en estar en casa. Y me dolía todo demasiado. El dolor pone a cualquiera de mal humor. No es un buen aliado.
―Al final ha dicho que no puede ―suspiró― Adamahy Kenneth, mordiéndose la parte inferior del labio―. Me mandó un mensaje antes, no me dio tiempo a decírtelo, está preparando las cosas para la excursión de la tarde. Y los chicos le iban a ayudar.
¡Cuervos! Para un día que necesito desesperadamente llegar a casa y sentarme tiene que confabular todo el universo en mi contra. Y encima en mi cumpleaños. Felicidades, Dakks, no por sobrevivir un año más, sino porque tu infortunio se supera contigo.
― ―Tienes que estar muy cansado ―concedió Amy, mostrándome su comprensión―. Pero piensa que luego podrás descansar, vamos de acampada, a la naturaleza, y encima es tu cumpleaños. Va a ser una última noche perfecta antes de vacaciones.
― ¡No lo digas! ―supliqué juntando manos―. Cada vez que alguien habla de perfección el universo estalla en mil pedazos.
Rompió a reír.
―Qué trágico eres, por Dios ―rompió a reír.
―Trágico, pero no sobreviviría a una locura más por esta semana, así que más vale no retarla ―suspiré.
―A Ella ―contestó entrecomillando la palabra Ella con un gesto de los dedos.
―Sin comillas, Ella ―suspiré―. La he hecho enfadar muchas veces. Y me ha hecho perder muchas veces más. Es una maldita cínica, no puedes burlarte de ella sin pagarlo. Lo tengo comprobado.
Fingió cerrar su boca con una cremallera.
―Si lo piensas bien fue estúpido no darme cuenta de que venías de otro planeta ―sonrió mientras llegábamos a la parada del autobús. Nos sentamos a esperar. Solos. Y ella jugueteó con sus piernas.
―No vengo de otro planeta, solo de otra dimensión.
―Disculpa mi don para las imprecisiones paranormales, Dakks ―Me sacó la lengua―. Lo que quiero decir es que eres la persona más inusual que haya conocido.
―Para mi cada uno de vosotros lo sois ―Me reí―. ¡Es como darme de bruces cada día contra un universo que me resulta imposible de comprender!
―Ojalá que algún día ambos mundos sean capaces de entenderse y no tengáis que soportar solos esa carga.
Suspiré.
―Esa carga siempre será solo nuestra, Amy ―admití con tristeza―. Ella nos creó para eso. Si los humanos desaparecieseis del universo nosotros nos extinguiríamos. Y regresaría la era del Caos.
Me observó confusa.
―O eso es lo que dicen las leyendas ―añadí, para tranquilizarla. Aunque yo empezaba a creer con todo mi corazón en lo que decían esas malditas leyendas hacia las que mi intuición me conducía. Y ella nunca se equivoca. Al fin y al cabo, es la bendición de mi clan.
Después nos quedamos en silencio, juntos. Uno al lado del otro, observando el tráfico sin mediar palabra. Con un escaso centímetro separando nuestros brazos. Y sentí erizarse el vello sobre mi piel. Como si una corriente eléctrica que no podía detener ni explicar recorriese mis entrañas hasta que mis ojos se perdían de soslayo en su perfil.
****
Para cuando llegamos a casa, cuarenta minutos exactos después, tal y como había predicho, todo encajó.
En el porche me esperaban todos agolpados bajo una enorme pancarta con un dibujo muy chulo de una caricatura mía luchando contra un demonio, en la que a su vez podía leerse;
"FELICES SLADER ILUSIONISTA, SALVADOR DE GENIOS Y DEMÁS FAUNA AUTÓCTONA"
Todos empezaron a gritar y se arrojaron sobre mí. La primera fue Adamahy Kenneth, cuyo perfume me embriagó mientas nos fundíamos en un abrazo de esos que reconfortan demasiado y te hacen sentir que estás unido a una persona más allá de todo. Le siguieron los demás, que pronto se unieron y comenzaron a saltar. Todos juntos, jaleando y gritando. Conmigo en el medio de aquella vorágine humana.
Odio el contacto humano.
Pero no odié aquel contacto humano.
―No daba crédito a lo que me sucedía. Parte de mí llegó a cuestionarse seriamente si había muerto y aquello era el Paraíso. Soy slader. Los humanos no hacen esas cosas por los slader. Nadie nos da las gracias. Nadie nos hace sentir en casa cuando no estamos en casa. Somos los habitantes de la frontera, no pertenecemos a ninguna de las dos partes. No nos encariñamos de nadie a quien no sabremos si podremos proteger. Pero todo me había salido mal, pero bien al mismo tiempo porque solo sé que las cosas están pasando como yo quiero cuando no elegiría cambiarlas. Y todo aquello no lo cambiaría.
― ¡―Felicidades desgraciado! ――saltó Luca, riéndose y palmeándome la espalda. ¡Otro abrazo! ¡Cuervos, qué manía tienen los humanos con tocarse!―.― Con todo lo que pasó ayer nos llevamos un buen susto. Immagina che qualcosa hubiera salido mal, y nosotros con todo esto para desplegar.
――Habría sido una desgracia ――exageró Noko riéndose―. Habríamos tocado a más tarta por cabeza todavía... puntualizo el "todavía" porque hay mucha.
Miriam le golpeó el brazo y rompió a reír, murmurando aquel "Que burro eres".
― ―¿Qué pena verdad? ――Me reí. Ni siquiera sabía lo que era una tarta―. Pero no entiendo muy bien a qué os referís con lo de la tarta ―admití.
Se hizo un silencio sepulcral, después del cual todos rompieron a reír.
Por un momento me sentí super mal.
―Parad el carro, chicos ―Les cortó Alan, con tranquilidad―. Creo que es en serio.
Luca sonrió y me palmeó de nuevo la espalda, agarrándome y mirándome.
―Impossibile! ―Me miró convencido.
Yo no me reí.
Miriam abrió mucho los ojos.
―Ce n'est pas possible! ―declamó mirándome en busca de apoyo.
―Es un dulce típico de los cumpleaños, como un bizcocho pero más rico ―Me chivó Alan por lo bajo. Yo me reí.
―En Áyax ese día se hace una comida completa, ya sabéis ―comenté emocionado― ¡Tres platos! ―dije entusiasmado.
Todo el mundo me miró sin entender.
―Y de postre el tradicional pudding de insectos ―añadí.
Rompieron a reír.
―¿Sei una broma, no? ―preguntó Luca, solo para asegurarse.
Quizás no estaban preparados. Retrocede Daaks.
Me reí.
―Si, me estaba quedando con vosotros ―mentí.
Rompieron a reír y me invitaron a meterme en casa.
Mientras avanzábamos por las escaleras del porche Adamahy Kenneth me susurró al oído.
―No era broma, ¿Verdad? ―dijo riéndose.
La observé y negué rotundamente con la cabeza.
―Los insectos están infravalorados en vuestra tradición culinaria ―susurré. Ella rompió a reír y me empujó mientras cruzábamos la puerta.
― ¿De verdad pensabas que nos la darías con queso? ―se rio Miriam, expresión castiza donde las haya― ¿Para qué sirve Alan entonces?
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