Decepción

Subía con prisas las escaleras de mármol cercanas al patio interior abierto de la escuela, después de haberme quedado dormido por tercera vez aquella semana, hecho ante el cual Alan no estaría nada contento, y por el que había cumplido su amenaza de abandonarme y dejar que me las apañase para llegar solo a Sídney. Subía con prisas cuando me encontré de bruces con algo que me dejó de una pieza. Clavado en mi sitio. Y con el corazón hecho añicos.

Dos personas se besaban en las escaleras. Un chico y una chica.

Y no. No soy un retrógrado, me da igual que la gente se bese en público, lo he demostrado muchas veces. Lo que no me gustó fue que esas dos personas eran Joel Armstrong y Adamahy Kenneth.

Acababa de presenciar el primer beso de la chica a la que el destino había tenido a mal unirme más allá de todo plano de existencia. Y estaba ahí parado, como un grandísimo gilipollas. Mirando como Armstrong sujetaba su pelo, y cómo sus cuerpos se fundían en un abrazo inmenso.

Luego pensé en las cosas que ella solía decir. Ya sabéis. Que el exterior no lo era todo. Que ella buscaba amor, pero no un amor vacío y barato del que venden las películas de su país, sino un amor capaz de construir un proyecto sólido de vida con el que afrontar las alegrías de la vida y las adversidades. Un amor que implicase lealtad, y camaradería, y que lograse sacar lo mejor de cada una de las personas que se habían unido.

Y me dolió. Porque no tenía derecho a pataleta, pero eso no hacía que dejara de doler.

Al poco ella me vio. Y paró súbitamente, dedicándome una mirada fugaz, extraña, y algo triste. Sigo sin entender del todo lo que al complejo espectro de las expresiones humanas atañe. Armstrong me insultó. Algo de slader de mierda haznos un favor a todos y coloniza tu país.

Yo lo ignoré. En lugar de eso me quedé ahí quieto, mirándola. Aunque solo quería echar a correr.

Mi decepción fue imposible de ocultar. Porque sentía que la persona que amaba se había disfrazado de alguien a quien ni conocía ni era capaz de querer.

Al final terminé de subir las escaleras, y pasé de largo. Me perdí escaleras arriba, sin volver la vista. Apretando los dientes y haciendo esfuerzos para no echar a correr y no pisar las clases en lo que restaba de día.

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