Capitulo 21: Una última tarea
El sol, envuelto en tonalidades cálidas y doradas, se deslizaba lentamente hacia el horizonte, pintando el cielo con una paleta de colores intensos, mientras que la brisa marina acariciaba suavemente la costa, llevando consigo el aroma salado del océano y susurrando melodías que solo el mar puede componer. En la playa, se extendía su arena dorada, salpicada aquí y allá por solo unas pocas conchas marinas y suavizadas por el vaivén de las olas.
Andrew contemplaba esta escena con mucha nostalgia... una nostalgia separada en dos lados: hacía tiempo atrás que había visto el atardecer por última vez, curiosamente al borde de un acantilado donde momentos después pensó que encontraría la muerte; y que por suerte, nunca sucedió. Luego, de otro lado, estaban las Skylands; un mundo mágico de tierras flotantes y cielos eternos donde la vida era similar a la que él conocía, pero había estado allí con un nuevo cuerpo, poderes, habilidades, etc... Sin embargo, eso no se comparaba a las experiencias que también había encontrado alli: amigos, compañeros de equipo, nueva educación, un puesto de equipo deportivo, fiestas, aventuras... un hogar.
Ahora, todo lo segundo había acabado y lo primero había vuelto, ya no se sentía como el milagroso dragón Dawnlight que salvó el núcleo de la luz o el poderoso antivirus que eliminó al DarkSpyro digital.
"Toma" le dijo Mathew al regresar con un par de sandwiches, "Debes tener algo de hambre"
"Gracias" le respondió este mientras lo recibía, sin dejar de mirar el mar y escuchar el leve sonido de las olas, "¿Cómo lo pagaste?"
"Curiosamente, aún tenía el dinero que traía cuando me transportaron"
Mathew se sentó en la arena junto a su hermano y empezó a comer. Mientras, Andrew apenas tenía animos de comer (y eso que como Dawnlight comía regularmente) y, para cuando Mathew estuvo a la mitad, se percató que su hermano solo había dado un mordisco.
"¿No quieres estar aquí?" le preguntó, "Por fin podremos ser hermanos"
Andrew no respondió inmediatamente. A lo lejos, las gaviotas graznaban mientras volaban hacia los acantilados y sus nidos.
"Mathew... toda mi niñez quise saber si tenía familia, si había alguien allí afuera y finalmente te encontré a ti" dijo finalmente, "Pero... también he conocido a otros... que me dieron un hogar, una familia y un grupo de amigos..."
"Sí sé lo que has pasado..."
Andrew le miró, por poco olvidó que él no lo había pasado nada bien en su primera visita a Skylands.
"Lo siento, olvidé que tú estabas..." se disculpó, "Supongo que... te lo contó todo Spectral"
"En realidad" le respondió su hermano, "Él nunca me contó nada más que nuestra conexión de hermanos y su plan para despertar al destructor. Lo otro me dijo para tentarte, mientras que lo que tu mencionas lo supe cuando nos fusionamos, fue como si nuestras mentes estuvieran conectadas y pude ver toda tu vida"
"Bueno... si lo has visto y sabes por qué me siento así, es porque quiero regresar: quiero ver a mis amigos"
"No quiero decepcionarte pero, ¿cómo lo planeas hacer?"
La pregunta definitiva: ¿cómo regresar a las Skylands? ¿acaso había que volver a aquel acantilado donde ambos habían sido arrastados a aquella dimensión? ¿qué pasaría si esta vez no hubiera un milagro?
"Es cierto... no sé si volveré o no, pero... creo que tengo una última misión que cumplir" dijo Andrew, "Cuando estabas bajo el control de Spectral, mencionaste a nuestra abuela, ¿eso era cierto?"
"Sí" respondió él.
"Entonces, llévame con ella, quiero conocerla"
Mathew suspiró antes de decir:
"Mira, nuestra abuela estaba un poco delicada de salud cuando vine a buscarte, y no sé cómo reaccionará cuando, bueno... ya sabes..."
"Al menos quiero darle un vistazo, por favor"
(Una hora más tarde...)
No sé lo que fue más extraño para Andrew: volver a caminar y usar transportes públicos después de todo el tiempo que había usado sus alas para movilizarse, además de ver personas normales con sus actividades rutinarias; o el hecho de que, a pesar de que el tiempo trasncurría, el chico notaba que el día era muy, pero muy lento, casi pareciera que el sol no quisiera perderse en el lejano mar. De cualquier forma, luego de varias paradas de vehículos y cortas caminatas, llegaron a una pequeña casa algo rústica de al menos 7 habitaciones, aunque Andrew solo logró ver la sala, el comedor y un par de habitaciones: la de Mathew y la de su abuela.
En este último, el cuarto se sumergía en una atmósfera de serenidad y calidez, mientras que el ambiente era impregnado por un aroma sutil, una mezcla de notas florales y recuerdos añejos. Las delicadas cortinas de encaje flotaban suavemente en la brisa que se filtraba por las ventanas, danzando con elegancia mientras el sol vertía su dorada luz sobre cada rincón. Los rayos de sol, como si fueran pinceles luminosos, pintaban destellos dorados sobre las paredes y muebles, estos últimos revestidos de madera envejecida. Un armario antiguo, tallado con esmero, exhibía vestigios de historias pasadas a través de sus vetas y remiendos, mientras que una mecedora de madera crujía suavemente en un rincón, invitando al reposo y la reflexión.
El ambiente estaba impregnado de recuerdos, de historias vividas y compartidas. Fotografías enmarcadas adornaban las paredes, capturando momentos de alegría y añoranza (en su mayoría se veían solo Mathew, pero en otros pocos estaban ambos juntos). Un velador al lado de la cama, cubierto de libros desgastados, era un reflejo de una vida dedicada a la lectura y el conocimiento. Entre ellos, Andrew reconcoció el mismo libro que había conservado de toda su vida en el orfanato.
En medio de la habitación, una anciana mujer yacía plácidamente en su cama, envuelta en sábanas de suave lino blanco que parecían acunar su cansado cuerpo. Su rostro, marcado por los surcos del tiempo, reflejaba una paz serena, como si estuviera inmersa en los sueños más dulces.
"Abuelita" le dijo Mathew, tomándole la mano, "Ya regresé..."
La anciana mujer abrió levemente los ojos, despertando de su tranquilo sueño y fijó su mirada en Mathew, aunque seguidamente también se fijó en Andrew.
"Vaya, debo estar mal de la vista para ver doble..." dijo la señora con una sonrisa.
"Eh, bueno... en realidad..." empezó a decir Andrew, bastante tímido de hablar.
La señora empezó a reir de repente, pero era una risa algo apagada, como si no tuviera la fuerza para hacerlo como en su juventud.
"Descuida hijo, ya sé que eres a quien Mathew fue a buscar" le dijo su abuela, "Eres Andrew, es genial verlos a ambos juntos de nuevo... eso hace que mi corazón por fin se sienta en paz y puede echarse a dormir tranquilo para siempre"
"¡No! ¡Abuela, por favor, no digas eso!" reclamó Mathew, alzando un poco la voz.
"Mathew, tú sabías que esto sucedería... por eso saliste en tu búsqueda, ¿no lo recuerdas?"
Andrew miró a su hermano, sin poder entender qué significaba aquello. Mathew no pudo ocultarlo:
"La abuela y yo viviamos en otra ciudad lejana, pero la casa era tan vieja ya que nos mudamos aquí temporalmente. No sabía exactamante por qué aquí e iba a preguntar... pero ella enfermó hace unos días y tuvo que estar en cama desde entonces" contó el chico, "Cuando ella me habló de mi hermano gemelo y que estaba en esta ciudad, yo... es decir, de ti, tuve miedo que algo le pasara antes de que la vieras, por eso fui a buscarte"
"Mathew..." musitó su hermano. Luego, se volvió hacia su abuela, "Abuela, yo..."
"No tienes que decir mucho, hijo" le interrumpió su abuela, "Lo que realmente lamento es que no haya podido estar contigo así como tu hermano. Igualmente, hace poco, me enteré que estabas en esta ciudad y, como tu hermano, quería verte antes de morir..."
"No digas eso abuela, a penas te conozco y no podré estar contingo nunca más..."
"Siempre estaré contigo... con ambos. Así como ese amuleto que los une, incluso a pesar de estar en otros mundos diferentes"
Hubo un minuto de silencio hasta que ambos hermanos preguntaron: ¡¿Qué?!
"Mientras dormía, de alguna forma los ví a ustedes... las aventuras que vivieron cada uno" explicó la anciana, "¿Cómo sabía que eran ustedes? De alguna forma, lo sabía. Eso me recuerda, hay una última cosa que deben saber, y es mejor que se los diga yo antes que alguien más: aunque me enorgullesco de cómo han crecido ambos, los considero a ambos como parte de mi familia, a pesar de que no compartimos sangre"
"No... ¿no somos familia?" preguntó Mathew también impresionado como Andrew.
"La familia es mucho más que el origen, Mathew. Pero, mis hijos, vuestros padres, me contaron que, cuando encontraron aquel medallón en su expedición, también encontraron abandonados dos bebés en las ruinas de aquella civilización... eran ustedes"
Se hizo otro largo minuto de silencio, quizá más largo que el anterior, en el cual se podía aún escuchar la brisa del viento a través de las cortinas.
"Se los llevaron y los criaron: formamos la familia" continuó la señora, "Pero luego... la tragedia nos llegó: perdí a mis hijos y uno de mis nietos... Ahora, Andrew, has regresado y me siento en paz por ello..."
La abuela intentó alzar su mano hacia ellos, pero su estado de debilidad le hacía temblar sus manos y sus nietos tuvieron que sostenerlas. La anciana sonrió ante este acto.
"Cuando me haya ido, deben seguir su camino" les dijo, "No es necesario que se queden aquí: ya no hay mucho que puedan hacer por sus padres o por mí; lo material no vale en comparación a los vínculos que tenemos con otros. Vayan, y formen su porpio destino..."
La señora cerraba los ojos mientras hablaba y, cuando terminó, los cerró completamente mientras la fuerza vital en su mano se perdía. Ambos hermanos no pudieron evitar soltar un par de lágrimas las cuales, para sus sorpresa, activaron cada uno la mitad de amuleto que cada uno tenía.
Como por arte de magia, las dos mitades flotaron y se liberaron de los cuellos de sus dueños y se unieron nunevamente en el aire. Acto seguido, empezó a brillar como una estrella en una oscura noche y, frente a ellos, el cuerpo de su abuela desapareció en aquel brillo, volviendose polvo de estrellas que finalmente desapareció. Los dos hermanos se quedaron mudos al ver todo el espectáculo (sin notar de que habían dejado de sentir tristeza), hasta que el amuleto regresó hacia ellos, dividiéndose de nuevo en las dos mitades.
"No pasé mucho tiempo con mi abuela" dijo Andrew finalmente, "Pero me alegra que lo haya tenido. Ahora, quisiera pasarla con mis amigos de nuevo"
"Bueno, la abuela dijo que siguieramos nuestros caminos" respondió Mathew, "Si quieres regresar, no voy a detenerte, sino más bien a acompañarte. Lo único que espero es que esta vez ningún loco trate de lavarme el cerebro"
"Descuida, esta vez será diferente"
(Varios minutos después...)
Estaba como la última vez que lo había visto: el acantilado se alzaba desafiante sobre el tumultuoso mar. Desde su cumbre, se extendía hacia abajo un abismo vertical que parecía descender hacia las profundidades desconocidas. El viento, agitado y caprichoso, se deslizaba por la roca con un susurro inquietante, como si quisiera arrastrar consigo a quienes se aventuraran demasiado cerca del abismo. Con sumo cuidado, los dos hermanos se acercaron al borde, donde cada paso cerca provocaba un vértigo que se adentraba en lo más profundo del ser, recordándonos nuestra fragilidad ante la vastedad del mundo.
"Ha pasado mucho desde la última vez que estuve aquí..." le dijo Andrew a su hermano.
"Todo parece normal, ¿crees que se abrirá ese portal?" preguntó Mathew.
"¡No, por favor!" gritó una voz cerca de allí.
La escena parecía familiar a la que Andrew había vivido tiempo atrás: un niño de al menos 10 años estaba corriendo de otros 3 mayores, quienes parecieran querer quitarle su mochila por diversión. A medio camino, el niño se cayó y los matones le alcanzaron.
"Bien, ahora... ¿nos das el dinero?" preguntó el del medio, que era el más fornido y seguro el líder. Andrew lo reconoció de inmediato: era el mismo que lo había perseguido anterioremente.
"No... por favor..."
"No me importa tus súplicas... ¡es una orden!"
"Veo que no has cambiado tu comportamiento desde la última vez" interrumpió Andrew.
Los tres bravocunes de inmediato se giraron al verlo. Luego, se mostraron sus caras de sorpresa.
"¿Es un fantasma?" preguntó uno.
"No lo sé..." le respondió el otro.
Pero, el bravucón líder, que parecía tan sorprendido como los otros, se puso a sonreir de maldad.
"No sean tontos, tontos" les dijo. Luego, se volvió hacia Andrew, "Ace un año, nosotros corrimos con suerte y creí que te habías muerto. Pero parece que estas bien y vivo; bueno, para ser un palillo que cualquiera puede romper"
"Soy más resistente de lo que crees" le respondió Andrew, "Y mejor deja ir al chico"
"Aún sigo siendo tu superior, ¿recuerdas? Torpes, tráiganlo ante mi"
Los dos compinches entonces se acercaron hacia él, con intención de aprehenderlo. Mathew iba a ayudar, pero su hermano le hizo una seña para que se quedara allí.
El primero intentó golpear a Andrew, pero este detuvo el golpe con un sola mano. Luego, intentó golpearlo con su rodilla, pero el chico tomó la mano que sostenía y le hizo golpearse con la rodilla, lastimandolo indirectamente. El segundo bully intentó agarrarle por la espalda, pero Andrew se dio la vuelta en el momento justo, le hizo girar los brazos y empujó la cabeza contra la del otro compinche, haciendoles caer al suelo. Al parecer, Andrew había conservado mucho de sus reflejos.
"No tienen que se malos" les dijo Andrew, tocándoles la cabeza mientras aún estaban en el suelo, "Él no los respeta tampoco y solo los usa para hacer su beneficio, no sean como él"
De sus manos empezó a brillar la misma aura brillante que cuando era dragón, pero solo él y Mathew podía verla por una extraña razón. Cuando terminó, les ayudó a levantarse.
"¡Torpes!" les gritó el abusón líder, "¡Les dije que lo agarraran!"
Pero, para su sorpresa, los dos chicos, ahora liberados de la maldad se dieron al vuelta.
"No es correcto abusar de los demás" dijo uno.
"Solo das pena" dijo el otro, "Alguien abusó de ti, y ahora quieres abusar de los demás"
"¡¿Qué dijeron?!" gritó el bravucón, enfadado.
Pero, sin que nadie lo notara, Mathew se había acercado detrás de él, y le golpeó en la espalda. Por un minuto, el bully se retorció como si se la hubiesen fracturado o algo peor, luego, volvió a la normalidad y se giró para ver a Mathew con una mirada que Andrew jamás había visto en él: miedo.
"¡Bu!" le dijo Mathew.
Al instante, de pánico, el bully gritó de miedo y se tropezó y cayó. Rápidamente, se volvió a parar casi arrastrándose y salió corriendo de allí. Al pasar al lado del chico al que había perseguido antes, este no hizo el menor movimiento, pero el bully gritpo de susto y continuó corriendo.
"¿Qué fue eso?" preguntó Andrew a su hermano.
"Pues que aún tenemos los poderes, supongo" respondió Mathew.
"Bueno, eso lo noté. Pero me refería a lo que le hiciste a ese sujeto"
"Así como puedes dar luz y purificar, yo podía... o puedo, golpear el hueso del valor de cualquiera y así 'anochecer' el valor de cualquiera. Es como si perdiera su valor. No permanentemente, pero sí por un largo tiempo"
(Unos minutos después...)
Los otros chicos habían ayudado al niño maltratado (parecía algo increíble, pero así fue). Mientras que, para los hermanos, a pesar de todo el tiempo que había pasado, el atardecer parecía haberlos aguardado para ese momento, pues el sol ahora estaba perdiéndose en el horizonte y ellos estaban al borde del acantilado
"Bueno, ¿nos vamos?" preguntó Andrew, sosteniendo su mitad ying del sol.
"Pensé que nunca lo dirías" respondió Mathew, sosteniendo su parte yang de la luna.
Ambos juntaron sus piezas y, al sostenerlas como una, señalando hacia el horizonte, esta reaccionó y resplandeció, mientras que frente a ellos, aparecía un vortice, al que, sin más que pensar, saltaron.
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