𝟎𝟐.ㅤCOLLISION BETWEEN LIGHT AND DARKNESS

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𝟎𝟐. ͏ ͏capítulo dos ͏ ͏── ͏ ͏primer ͏ ͏vol.
colisión ͏ ͏entre ͏ ͏luz ͏ ͏y ͏ ͏oscuridad.

SI HABÍA ALGO CON LO QUE RYDER DEFINITIVAMENTE NO CONTABA, ERA CON LA PACIENCIA. A diferencia de su maestro, no soportaba la inactividad ni las esperas interminables. Jamás había disfrutado de las misiones en las que tan solo debía acechar en las sombras y aguardar instrucciones. Le resultaban insufribles. Tras el arduo entrenamiento al que se había sometido, Ryder prefería estar en el centro de la acción. Sentirse útil en lugar de ser una carga.

Sin embargo, este plan no era obra del conde Dooku, sino una urdida trama concebida por el astuto Darth Sidious. Por lo tanto, Ryder no tenía muchas más opciones que quedarse en el camarote que le asignaron en la nave de mando y esperar. A pesar de su aversión por seguir las órdenes de su enemigo, su propio maestro le había inculcado la sabiduría de mantener a los enemigos cerca.

La incertidumbre sobre las verdaderas intenciones de Sidious la mantenía en alerta constante. No lograba comprender cuál era el beneficio de fingir el secuestro del Canciller Supremo de la República, mucho menos por qué debían quedarse esperando la llegada de los Jedi que vendrían a rescatarlo. ¿Acaso pretendía acabar con los más destacados generales de la Orden? Después de todo, no era ningún secreto que Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker habían cosechado cierta fama durante la Guerra de los Clones. Para Ryder, lo más lógico sería deshacerse de ambos al mismo tiempo. Así se evitaría que la amenaza siguiera creciendo.

Pero nadie tomaba en cuenta su opinión, ni siquiera su maestro. De lo contrario, el conde Dooku no le habría ordenado mantenerse alejada. Ryder era consciente de que su maestro no confiaba plenamente en ella; y no lo culpaba por ello. El impulso de acabar de una vez por todas con Sidious podía traicionarla en un momento crucial y echaría a perder todo el plan.

Un plan que, para ella, seguía siendo un enigma.

Un suspiro cargado de aburrimiento escapó de los labios de Ryder antes de que lanzara una esfera de humo al aire y la volviera a atrapar. Se encontraba tendida en la incómoda cama del camarote, mirando hacia el techo con desinterés, jugando como una niña pequeña a arrojar la pelota. Ya no sabía qué más hacer mientras esperaba. A través de las paredes podía escuchar el constante trajín de los droides de batalla, algunos haciendo comentarios estúpidos acerca de la misión.

—No veo la hora de dejar de trabajar con droides —murmuró Ryder para sí misma, volviendo a lanzar la esfera al aire.

Sus ojos se concentraron en la esfera, que rebotaba sin parar en su mano. Era una cosa tan sencilla, pero a la vez tan adictiva que se le imposibilitaba dejar de mirarla. Se había ensimismado tanto en aquel juego infantil, que no había captado del todo las voces que comenzaban a susurrarle al oído.

—Bien hecho —dijo una voz masculina. Se le hacía conocida, pero Ryder no podía estar segura de dónde la había escuchado o a quién le pertenecía—. Ahora, mátalo.

—Pero, señor, no es... no es correcto...

La segunda voz le recordó a sí misma. A la vieja Ryder que había vacilado tras arrebatarle el brazo a un joven Jedi. Ella le había dicho algo muy similar a su maestro en ese entonces.

—Mátalo —repitió la primera voz con frialdad.

Entonces Ryder dejó de escuchar. Y lo vio.

Vio a su maestro, al conde Dooku. Estaba de rodillas. Sus ojos lucían confundidos, incluso aterrados. Ryder no comprendía el motivo, hasta que se percató de los sables de luz, uno rojo y otro azul, cruzados ante el cuello del hombre.

—¡Mátalo!

El zumbido de los sables de luz cortando el aire hizo que Ryder despertara de su ensoñación, dejando caer la esfera al suelo, la cual rodó hasta chocar con la puerta cerrada de su camarote. Fue una fortuna que no se activara, de lo contrario tendría otro motivo más para que se le dificultara respirar.

Aunque la obstrucción en su pecho continuaba intacta. ¿Qué demonios había sido eso? ¿Una simple pesadilla... o tal vez una premonición? No estaba segura, pero tenía que encontrar a su maestro. Debía advertirle. Quizá no fuera nada, mas no podía arriesgarse a perderlo también a él.

No obstante, apenas se levantó de la cama y se acercó a la puerta, un brusco sacudón de la nave la hizo caer nuevamente en el colchón. A lo lejos, pudo escuchar explosiones que parecían provenir del exterior, lo cual solo podía significar una cosa: los Jedi habían llegado.

La urgencia de encontrar a su maestro se apoderó de Ryder. Se puso en pie una vez más, recogiendo su sable de luz de la mesita y sujetándolo a su cinturón, y salió por fin del camarote. El pasillo de la nave parecía desierto, aunque las explosiones y disparos en la distancia indicaban lo contrario.

No le fue muy difícil llegar hasta donde se hallaba su maestro. La sala en la que se encontraba, estaba bastante cerca de la Cámara de Seguridad en donde mantenían cautivo al Canciller. Al entrar, vio que el conde Dooku mantenía un tenso intercambio con el General Grievous mediante el holocomunicador. Para ser prácticamente una maquinaria, Grievous tenía una opinión similar a la de Ryder.

¿Está usted seguro que es una buena idea guiar a Kenobi y Skywalker hacia allí? —cuestionó la voz de Grievous—. Me parece peligroso permitir que se acerquen tanto al Canciller; deberíamos haberlo llevado a otro sitio. A uno más seguro.

—General, estas fueron las órdenes de Darth Sidious —le recordó Dooku con impaciencia. Si se había percatado de la presencia de Ryder, no lo hizo notar—. Si tiene alguna queja, luego puede dirigirse a él.

—No... no creo que sea necesario.

—Bien. Entonces siga con el plan y permita que los Jedi vengan hacia mí. Yo me encargaré.

Entendido, señor.

Cuando la comunicación terminó, Ryder se atrevió a acercarse a su maestro. El conde Dooku finalmente posó su mirada sobre ella, aunque sus ojos eran igual de inexpresivos que su rostro. Sin embargo, no se dejó intimidar y le confesó al hombre sus pensamientos.

—Sé que dijo que me quedara en mi camarote, maestro, pero... —Ryder suspiró, sintiendo cómo cada músculo se tensaba al recordar su visión—. Tengo un mal presentimiento con todo esto. Bueno, es más que eso... tuve una especie de premonición. Y tiene que ver con usted. Permítame ayudarle con los Jedi, maestro. Puedo ser útil.

Ryder no estaba segura de cómo interpretar la mirada que recibió por parte de su maestro. Podría haber sido incredulidad, o tal vez impaciencia. Daba igual, el punto era que el conde Dooku no iba a hacerle caso. La Fuerza se lo adelantaba.

—No es la primera vez que me enfrento a estos Jedi en particular, Ryder —dijo su maestro en un tono imperturbable—. Tu tarea en estos instantes es quedarte aquí y aguardar a que te dé las nuevas instrucciones. Yo me encargaré de Kenobi y Skywalker.

—Pero, maestro...

—Te noto demasiado perturbada. Serás de mayor utilidad si tan solo esperas como te indiqué. Sé que prefieres estar en el centro de la acción, pero este no es el momento. Obedece, Ryder.

La joven apretó los labios y acabó asintiendo con la cabeza. No tenía sentido seguir discutiendo con su maestro; no le creía, o simplemente estaba negado a intentarlo. Muy a su pesar, Ryder observó al conde Dooku abandonar la sala acompañado de dos droides rumbo a la Cámara de Seguridad. El mal presentimiento continuaba estrujando su pecho, pero ¿qué más podía hacer?

Se mantuvo en esa sala por lo que parecieron minutos interminables. Los ecos de la batalla afuera de la nave resonaban en sus oídos; las tropas de la República los estaban atacando. Ryder no entendía el propósito de dicha batalla, y ciertamente no confiaba en Darth Sidious.

La opresiva perturbación en la Fuerza que la agobiaba desde su visión se intensificó con el paso de los minutos. Sabía que algo andaba mal y que, muy probablemente, el conde Dooku podría necesitarla en esos instantes.

De esta forma, Ryder optó por desobedecer las órdenes de su maestro y actuar por su cuenta. Caminó a grandes zancadas hacia la Cámara de Seguridad, llevando el sable de luz, de momento apagado, en sus manos. Deseaba con todas sus fuerzas haber malinterpretado la visión, que todo esto no fuera más que un producto de sus nervios.

Pero vaya que estaba equivocada.

En cuanto llegó al umbral de la puerta que conectaba con la Cámara, vivió su sueño en carne propia. Su maestro estaba de rodillas y con dos sables —uno siendo el suyo propio— alrededor de su cuello. Ryder no tardó en reconocer al Jedi que lo había sometido; si bien estaba cambiado, no cabía duda alguna de que se trataba del mismo joven al que se había enfrentado en Geonosis tres años atrás. Anakin Skywalker.

—¡Mátalo! —exclamó el hombre que estaba sentado al final de la Cámara, con las manos esposadas en los apoyabrazos para que la idea del secuestro fuera más creíble. Ryder frunció el ceño y sintió cómo se le helaba la sangre; esa era la voz de su visión. No le quedaba ninguna duda—. ¡Hazlo, Anakin!

Ryder quería gritar, quería moverse. Pero, por alguna razón, no podía. Sus piernas no le respondían y se negaban a correr hasta su maestro. Vio con ojos cristalinos cómo el conde Dooku prácticamente asimilaba su destino, a pesar del claro destello de terror que brillaba en su mirada. Había sido traicionado y lo aceptaba.

—¡NO!

Los sables de luz se inclinaron hacia dentro con un tétrico zumbido y cortaron la carne como si no fuera nada, dejando que el grito desgarrador de Ryder se perdiera en el aire. Observó horrorizada cómo la cabeza de su maestro se desprendía de su cuello, igual que cuando cortaban las cabezas de los droides en medio de una batalla. Solo que él era humano.

Era como su padre.

Y lo había visto morir sin poder hacer nada para evitarlo.

No supo en qué momento el Jedi y el traidor habían puesto su atención en ella. Tampoco les permitió reaccionar. El sable de luz rojo vibró en su mano al empuñarlo y dio una voltereta en el aire hasta quedar frente a Anakin, quien gracias a sus rápidos reflejos consiguió bloquear la estocada enfurecida de Ryder.

Su maestro solía decirle que la furia y el odio eran sus mejores aliados a la hora de canalizar y ampliar sus habilidades, que esos sentimientos eran los que la volvían una rival poderosa y casi imposible de vencer. Sin embargo, lo que no le había enseñado era que, esos mismos sentimientos, podían cegarla a tal punto de perder la concentración y acabar en una posición vulnerable.

Estaba claro que, por otra parte, Skywalker había mejorado desde su encuentro en Geonosis y le resultaba hasta irónico que hubieran intercambiado papeles; esta vez era Ryder quien se dejaba llevar por el enojo, lanzando estocadas torpes y predecibles.

Fue por esa razón que a Anakin no le llevó mucho tiempo conseguir reducirla. Una especie de deja vu le golpeó en la cara al ver a la joven de rodillas justo como había estado el conde Dooku momentos atrás. El remordimiento comenzaba a hacerse presente y, viendo que su contrincante había sido desarmado, utilizó la Fuerza para hacerla a un lado.

Rendida por la cantidad de emociones que atravesaban su cuerpo, Ryder terminó cediendo a la penumbra y perdió el conocimiento. Anakin la observó durante unos segundos antes de girarse hacia el Canciller y liberarlo de sus ataduras.

—Ha sido un trabajo estupendo, Anakin —lo felicitó Palpatine con una ligera sonrisa, levantándose de la silla en la que había sido aprisionado—. Aunque deberías deshacerte de la chica mientras puedas. Quién sabe lo que puede hacer una vez que despierte.

Anakin lucía dubitativo. Volvió a mirar a la desconocida, quien ya no representaba ningún peligro, y luego observó momentáneamente hacia el cuerpo sin vida del conde Dooku. No estaba orgulloso de lo que había hecho y una serie de sentimientos contradictorios se acumulaban en su pecho. Finalmente, miró al Canciller y negó con la cabeza.

—Ya he pasado por alto el código Jedi al asesinar a Dooku estando desarmado —dijo con pesar—. No lo haré con ella. Un Jedi no debe comportarse de ese modo.

LO PRIMERO QUE SINTIÓ RYDER EN CUANTO RECUPERÓ EL CONOCIMIENTO, FUE DOLOR. No solo se trataba de algo físico, sino emocional. Saber que acababa de perder a su mentor de la forma más cruel posible, la carcomía por dentro. En especial, porque ella había tenido la oportunidad de evitarlo. Lo había previsto en su visión, pero fue incapaz de hacer nada. Tan solo se mantuvo ahí, como una simple espectadora, mientras que el hombre que le había salvado la vida, perecía ante el filo de su propio sable de luz.

Un sollozo le desgarró la garganta y apretó los ojos con fuerza, resistiéndose a abrirlos. No quería mirar a su alrededor. Estaba negada a volver a ver el cuerpo de su maestro y su fracaso como aprendiz. Los Jedi habían ganado y ellos habían sido traicionados por el lord Sith al que habían seguido durante la guerra.

Ryder no lo entendía. ¿Cómo Dooku había sido tan ciego? ¿Cómo no pudo ver las verdaderas intenciones de Darth Sidious? ¿Cómo permitieron que esto sucediera?

Eran muchas las preguntas que pasaban por su cabeza, mas no tenía respuesta a ninguna de ellas.

Escuchó unas voces en la distancia, pero no alcanzó a distinguir las palabras. Ryder no se atrevió a abrir los ojos hasta que la nave se inclinó con violencia y su cuerpo magullado comenzó a rodar por el suelo. Por inercia, se sostuvo de la silla en la que había estado Palpatine y luchó contra la gravedad para estabilizarse. La nave estaba siendo atacada y, probablemente, no le quedaba demasiado tiempo.

Fue entonces que los vio. Palpatine y Anakin Skywalker, quien llevaba al otro Jedi sobre los hombros, se estaban escapando a través del hueco del ascensor.

Ryder no pensaba quedarse de brazos cruzados; volvió a tomar el sable de luz que había perdido durante el duelo y utilizó todas sus fuerzas para atravesar la Cámara hasta el hueco, dispuesta a seguir a sus enemigos. Ahora que la nave había perdido la estabilidad a causa de los ataques y bombardeos, el agujero por el que subía y bajaba el ascensor se había convertido en otro pasillo, transformando las paredes en el nuevo suelo.

Seguirles el paso fue una tarea bastante sencilla, como si la gravedad se hubiera puesto a su favor en su misión de atraparlos. O así fue hasta que la nave volvió a estabilizarse, provocando que el suelo por el que Ryder corría se convirtiera nuevamente en la pared. Se deslizó unos metros antes de poder aferrarse a unos cables que sobresalían hacia el exterior; por debajo de ella, sus enemigos habían corrido por una suerte similar.

Ryder sabía que debía actuar con rapidez, en especial en cuanto oyó algunos ruidos mecánicos por encima de su cabeza. Ni siquiera tuvo que mirar para saber que el ascensor estaba cayendo hacia ellos a toda velocidad. Desde su posición, colgada y aferrada a unos cables, no había mucho que hacer. Echó un vistazo casi desesperado a su alrededor hasta encontrarse con otro hueco. Se balanceó con cuidado hacia adelante y hacia atrás para tomar impulso y se arrojó.

Apenas tocó el suelo del pasillo, Ryder fue capaz de soltar el aire que estaba reteniendo. A sus espaldas, escuchó cómo el ascensor caía a toda prisa, pero no creía que eso fuera suficiente para acabar con Palpatine y los Jedi. Estaba segura de que, si ella pudo salir airosa de aquella situación, ellos también lo hicieron.

Y Ryder contaba con eso. Los quería vivos, para poder encargarse por sí misma de ellos.

Los pasillos de la nave parecían interminables, aunque tal vez se debía a la ansiedad que la embargaba por dentro. Tenía que esforzarse para no pensar de nuevo en la muerte de su maestro y mantenerse enfocada en su tarea actual. Los Jedi no podían estar muy lejos; tenían que seguir a bordo.

Pronto, al doblar por una esquina, se cruzó con tres droides de batalla que caminaban a toda prisa mientras portaban sus respectivos blásters. Ryder se interpuso en su camino, impidiéndoles el paso.

—¿Dónde están los Jedi que vinieron a rescatar al Canciller? —inquirió en voz alta y firme.

Los droides se miraron entre sí, balbuceando palabras ininteligibles. Parecían titubear al dar una respuesta coherente, agotando por completo la paciencia de Ryder.

La joven sacó el sable de luz de su cinturón y, antes de que los droides pudieran reaccionar, atravesó a uno de ellos, partiéndolo en dos.

—Bien —prosiguió, apuntando a los droides restantes con su sable—. ¿Ahora sí están dispuestos a cooperar?

CORRIÓ POR EL ÚLTIMO PASILLO QUE SE EXTENDÍA ANTE ELLA, ESPERANDO QUE EL GENERAL GRIEVOUS NO HUBIERA ACABADO AÚN CON LOS JEDI. Realmente no le interesaba si quería reclamar la vida de Obi-Wan Kenobi; podía quedarse con él si así lo deseaba. Lo que no permitiría era que esa maquinaria asesinara a su principal objetivo: Anakin Skywalker. Ella ya había marcado a ese Jedi en particular, y ahora debía rendir cuentas por el asesinato del Conde Dooku. Él y el traicionero Darth Sidious, que prefería ocultarse bajo la apariencia del inofensivo Canciller Supremo. Ambos tenían que caer bajo el filo del sable de Ryder.

No obstante, era evidente que la tarea de liquidar a esos dos Jedi resultaba demasiado complicada para el General Grievous. Ryder lo constató en el instante en que llegó a la cabina del capitán y se topó con Skywalker y Kenobi, quienes se habían liberado de las ataduras y ahora reducían a escombros a cada droide de combate que se les interponía.

Ryder escudriñó la cabina, llevándose la sorpresa de que uno de sus objetivos se alejaba hacia el pasillo, sin nadie que lo protegiera, y aún llevaba las manos esposadas. Le vinieron a la mente las palabras de su maestro en el pasado, advirtiéndole que Darth Sidious era un rival demasiado poderoso para ella y que no podría vencerlo en un duelo. Tal vez tenía razón, pero Ryder ya no pensaba con claridad. Ver a Palpatine tan solo le recordaba todo lo que había perdido; su maestro, su familia, su inocencia.

Debía hacerlo pagar.

Así que, dejándose llevar por sus impulsos, se lanzó hacia él con el sable de luz elevado. Sin embargo, lo único que logró fue liberarlo de sus ataduras por accidente, ya que el sable azul de Anakin Skywalker desvió el trayecto del suyo.

Un grito de frustración escapó de los labios de Ryder, quien rápidamente hizo uso de su rodilla como punto de apoyo para propinarle una fuerte patada al Jedi y alejarlo de un empujón.

Por el rabillo del ojo, Ryder notó que el cobarde de Palpatine estaba huyendo, así que se dispuso a perseguirlo, aunque Skywalker volvió a interponerse en su camino con el sable de luz en alto.

—¿Tan rápido abandonas la fiesta? —preguntó el Jedi con un tono burlón y una sonrisa soberbia plasmada en los labios.

Ryder, que había perdido cualquier rastro de paciencia que pudiera tener, no le halló la gracia. Alzó apenas el brazo libre y empleó la Fuerza para arrojar a Anakin por los aires, haciéndolo estrellarse contra la pared del pasillo detrás de él.

Regresó la vista al frente y localizó una vez más al lord Sith, esta vez dentro de la cabina del capitán en donde Obi-Wan Kenobi mantenía su propia batalla con los droides.

No obstante, apenas pudo dar unos pasos cuando las puertas de la cabina se cerraron delante de sus narices, impidiéndole el paso.

—¡¿Qué mierda…?!

La respuesta vino acompañada por una risita estridente. Al volver su rostro, se encontró con la presencia de un droide astromecánico blanco y azul conectado a uno de los paneles; era quien acababa de bloquear las puertas.

A sus espaldas, resonó el zumbido de un sable de luz. Ryder empuñó el suyo rápidamente y se dio la vuelta, enfrentando con el semblante sombrío la sonrisa engreída de Anakin.

—Supongo que ya no puedes seguir ignorándome —dijo Skywalker, su sonrisa haciéndose cada vez más grande—. Parece que ahora estás atrapada de este lado conmigo.

Ryder soltó un gruñido y, antes de que Anakin pudiera hacer mucho más que borrar su sonrisa, se lanzó sobre él con el sable rojo en alto. Si no fuera por los agudos reflejos que Skywalker había adquirido en su entrenamiento Jedi, posiblemente no habría sido capaz de evadir las violentas y desordenadas estocadas que la chica lanzaba en su dirección.

Anakin dio unos pocos pasos hacia atrás, utilizando su sable como escudo. Ryder continuó con sus ataques, cada uno más feroz que el anterior, mientras el Jedi conseguía salir airoso del enfrentamiento.

Se encontraba tan ensimismada y decidida a acabar con su enemigo, que no se percató de la presencia del astromecánico de antes hasta que sintió una ligera descarga eléctrica en su pierna. Ryder se giró hecha una furia y pateó al droide para alejarlo, lo cual tan solo sirvió para que Anakin ahora se tomara el duelo más en serio.

Ryder esquivó la hoja azul del sable de Skywalker con destreza, y utilizó una vez más la Fuerza para arrojar a su rival a un lado, dentro de una de las cápsulas de escape. Anakin soltó un jadeo al chocar la espalda contra una superficie dura, pero no tuvo demasiado tiempo para quejarse puesto que Ryder corrió hacia él, esquivando al droide que intentó detenerla nuevamente, dispuesta a quedarse con su cabeza como trofeo.

Anakin se hizo a un lado justo a tiempo y la hoja roja del sable de Ryder se quedó atorada en el panel de comando. Ryder empujó del mango, provocando que su arma dejase un rastro de circuitos quemados por su filo, hasta que consiguió recuperar el control de su sable.

Los sables chocaron de nuevo, mientras que el astromecánico intentaba intervenir golpeando las piernas de Ryder. Tan absortos estaban en intentar destruirse mutuamente, que no notaron que la puerta de la cápsula se había bloqueado por completo hasta que el brusco movimiento de la nave los detuvo. Ambos, sin bajar sus armas, miraron aterrados por la ventana, confirmando que estaban en el espacio y fuera de la nave de mando.

Skywalker fue el primero en acercarse al panel para intentar encontrar alguna solución, pero durante su pelea se habían cortado todos los circuitos internos, dejando a la cápsula incomunicada y sin forma de controlarla manualmente.

—Tengo malas noticias… —comentó Anakin, girándose hacia la chica, como si ella no fuera capaz de notar por sí misma lo que estaba sucediendo.

Ryder lo fulminó con la mirada, deseando contar con el poder de pulverizarlo con solo los ojos. Pero eso no serviría de nada; de todas formas estaban varados en el espacio.

¡Buenas! Han pasado 84 años, pero aquí estoy, sigo vivaaaa

La verdad es que los últimos meses fueron un poco caóticos, no precisamente porque haya estado ocupada (tampoco me voy a poner a inventar, porque no tendría sentido jsjsj), si no más en un ámbito psicológico. Me está costando muchísimo concentrarme y escribir, incluso leer, así que es más que probable que las actualizaciones sigan siendo así de lentas.

Así que nada, agradezco la paciencia, los votos y los comentarios!!

En cuanto al capítulo... ya empezó lo chido ahre. Quiero saber sus opiniones acerca de lo que se viene para este dúo intergaláctico 👀

Nos estaremos leyendo pronto <3

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