Capítulo 10. Jack
—No es algo que quieras saber —contesta Iraida, críptica.
—Pero, sí que quiero saberlo —respondo.
—Bueno, pero eso no significa que te lo vaya a contar —sonríe malévolamente—. Volviendo a lo de antes, yo creo que deberías hablar con Denisse.
—Se enfadará si le digo que escuché una conversación suya. Y más ahora que he esperado tanto tiempo.
—Solo ha pasado una semana, igual entra en razón. ¿De verdad no quieres saber lo que esconde? Jack, yo creo que mereces saberlo —dice.
—Todos tenemos secretos... Quiero decir, yo también hay cosas que a ella no le cuento.
—Eso es obvio. Pero solo tiene ese secreto porque Matt le obligó a guardarlo, ya sea por tu propio bien o por el suyo —argumenta.
—Sí, tienes razón, pero si lo ha hecho por mi bien será por algo, ¿no crees?
—O también podría ser por su bien. Nunca lo sabrás hasta que hables con Denisse y te cuente, si es que lo hace.
—Ese es el problema. Me veo que se lo voy a decir y se va a enfadar. ¿No es mejor, entonces, que me calle? —reflexiono.
—Es que depende de desde dónde lo mires, una cosa puede ser buena o puede ser mala. Si lo reflexionas de tal manera, te parecerá una mala idea y, sin embargo, desde donde yo lo planteo no es tan terrible —aclara.
—Lo único que quieres hacer es liarme la cabeza, ¿verdad? —pregunto, mirándola.
—Me pillaste —sonríe, pícara—. Ahora, en serio, Jack. Solo quiero ayudarte. Al final, harás lo que tú creas que esté bien y así es cómo debe de ser, yo solo estoy aquí para darte consejo y exponerte todas las opciones para que te sea más fácil elegir. Nada más.
—Lo sé, te lo agradezco de corazón. Pero sigo sin saber qué hacer... —respondo, pensativo.
—Mira, te daré un incentivo. En el fondo tú quieres hablar con ella, ¿no? —prosigue antes de dejarme hablar—. Entonces, cuando lo hagas te contaré yo algo para ajustar las balanzas. ¿Te parece justo?
—No lo sé...
—Es algo sobre Matt —anuncia.
—¿Y si no hablo con ella? —pregunto, pensando que es injusto.
—Te podría contar algo mucho menos interesante. Y tampoco será sobre Matthew.
—Eres mala —contesto, levantándome de la silla.
—Lo sé, pero lo hago para que te decidas de una vez. —Se levanta también y se acerca a mí.
—Gracias —digo, plantándole un beso en la mejilla y abrazándola—. Ya te contaré.
—Genial. ¡Hasta luego! —exclama cuando salgo por la puerta.
Cierro la puerta de la oficina, pero no salgo de la biblioteca. Me dirijo al escondite donde estuve la semana pasada para poder terminar mi libro y reflexionar. Debería volver a la central, pero sé que por el momento no me echarán de menos. Joshua ya ha terminado por el día y el resto son capaces de apañárselas solos. De todas maneras, ya están acostumbrados a que esté ausente.
Me siento en el suelo y recojo el libro, el cual Iraida ha movido, probablemente para limpiar, pero no ha guardado. Sabe que tarde o temprano vuelvo a por ellos. Lo abro por dónde lo dejé y comienzo a leer, pero pronto me veo distraído por otros pensamientos.
Me intriga la propuesta de Iraida. Nadie sabe nada acerca de Matt, ya que nunca habla sobre su pasado. No solo porque se pase casi todo el día trabajando, también, cuando le preguntas, trata de evadir el tema. Por el momento, no he conseguido sacar nada de información sobre su vida en la Tierra, por lo que la idea de saber algo al fin es apetitosa. Pero, por otro lado, me siento mal al violar la intimidad de mi amigo—si es que así le puedo llamar—, porque, al final, si él le contó algo a ella fue porque confiaba en que no se lo diría a nadie.
Me doy cuenta, entonces, de lo mucho que se me escapa, de lo poco que conozco de este mundo y de sus habitantes, a pesar de haber pasado casi toda mi vida en él. Quiero seguir conociendo el mundo, quiero saber cosas; ese es mi deseo, saber. Quiero saberlo todo, aunque sé que es imposible.
Pienso en Denisse. Ella sabe algo que yo no sé, si no, Matt no le habría hecho prometer que no diría nada. Aunque, también, podría ser simplemente que le contó que Josh venía. Pero algo no me encaja, ese cacho de conversación... ¿Por qué le diría que no volviese a hacerlo? ¿Hacer el qué? Quizás Iraida tiene razón y hay algo entre ellos. O quizás ella intentó empezar algo con él y por eso le dijo que no volviese a hacerlo. Eso tiene mucha más lógica. Además, podría entender que Denisse sienta algo por otras personas. Sí, llevamos mucho tiempo juntos y eso ha forjado unos lazos muy fuertes entre nosotros, pero también puede ser una maldición. Después de haber pasado tanto rato a mi lado, entendería que se cansase y quisiera buscar algo nuevo.
Suspiro. Si es así, si todo eso es verdad, ¿por qué con Matt? Él es mucho mayor que nosotros, prácticamente podría ser nuestro padre... A menos que no se trate de eso y sea otra cosa. Pero no se me ocurre qué podría ser.
Cierro el libro y lo dejo en el suelo. Me aprieto las sienes con los dedos tratando de mitigar el dolor de cabeza, pero no surte efecto. Iraida viene a mi mente y con ello, la conversación tan extraña que hemos tenido por un momento. ¿Qué quería decir con que no quería que descubriese quién era en realidad? Me pregunto si tiene algo que ver con su pasado en la Tierra, lo cual sea lo probable. Lo único que sé sobre ella es que vino aquí cuando tenía unos dieciséis años, tras haberse quitado la vida después de haber sufrido acoso escolar durante años. Sin embargo, ya no lo lamenta, pues afirma que aquí tiene una vida mucho mejor de lo que la habría tenido allí abajo. Y la creo, pero esas palabras siguen sin encajarme en ningún sitio.
Derivo mis pensamientos a Denisse y el consejo de Iraida de que hable con ella. Realmente no sé qué hacer; probablemente debería haber hablado con ella antes ya que ahora, si se enfada, será peor de lo que habría podido ser si hubiese hablado con ella en el momento en el que ocurrió. Sin embargo, pienso, da igual el momento en el que hable con ella porque lo más seguro es que se enfade y no me diga nada. De igual manera, me levanto del suelo y salgo de la biblioteca, decidido. No tengo nada que perder, pienso, ya que ella no parecía muy convencida cuando le prometió a Matt que no diría nada. Pero todo es posible.
No sé por dónde empezar a buscar. Suele estar en su habitación, en las salas comunes de nuestro edificio de habitaciones, en el Centro de Estudio o en el gimnasio, el cual se llama, oficialmente, el Centro de Combate. Allí suelen entrenar las Potestades en su tiempo libre ya que, a pesar de que no luchan como ejército, necesitan estar preparados para cualquier cosa. Pero el resto de gente se pasaba por ahí simplemente para utilizar el gimnasio, así como en la Tierra. Denisse frecuentaba el lugar, aunque no solo iba al gimnasio, también se pasaba por las clases de combate pues, como ella decía, prefería estar preparada. Aunque nunca he sabido para qué.
Vuelo hasta el edificio de habitaciones en el que vivimos ambos y me dirijo a su habitación, pero allí no está. Dudo que esté estudiando, por lo que descarto esa opción inmediatamente y voy hasta el gimnasio. Seguro que está allí, peleando para desahogarse, cosa que hace a menudo. No entiendo por qué, pero siempre prefiere eso a hablar conmigo, por lo que apenas sé cuándo está mal. Entro en la sala en la que suele estar y, en efecto, ahí la veo, en el centro de la sala luchando contra un hombre el cual supongo que es su profesor. Va vestida con unos leggings cortos que hacen resaltar sus curvas, y una camiseta ajustada con la espalda al descubierto, de modo que sus alas tienen más espacio.
Al principio, me extrañó que pudiésemos llevar ropa normal teniendo las alas, pero en clase nos explicaron que éstas, a pesar de estar ahí, se adaptan a todo debido a la magia que poseen. De forma que, cuando nos ponemos una camiseta o algo, éstas permiten que la tela las atraviese.
—¡Jack!—exclama al verme.
—Te estaba buscando —digo cuando se acerca a mí para darme un beso.
—¿Por qué? ¿Pasa algo? —pregunta, preocupada.
—Bueno, sí. Quería comentarte una cosa, pero a ser posible en privado.
—Por supuesto, espera un segundo.
Se aleja mientras se deshace la coleta y se la vuelve a hacer. Cuando alcanza a su profesor, le dice algo y éste asiente y le sonríe. Se disponen a recoger sus cosas mientras que cada uno parte en direcciones diferentes. Se acerca a mi y me dice que va a entrar en el vestuario rápidamente, por lo que salgo fuera a la entrada, donde aparece ella unos diez minutos después.
—¿Qué es lo que querías comentarme?—pregunta mientas salimos del lugar.
—Es sobre una cosa que ocurrió el otro día... —comento, empezando a pensármelo mejor.
—Vale —responde un tanto extrañada.
—Lo siento por esto, pero escuché una conversación que tuviste con Matt —confieso de una vez por todas.
Ellas se para en medio de la calle. No hay mucha gente por aquí, cosa que agradezco porque así no van a tener que ver lo que se va a acontecer ahora. Sé que no va a tardar en gritarme y salir volando, enfadada. Me mira, tratando de averiguar qué decir. Trato de mantenerme firme para que no se note el miedo que en realidad siento. No es que tenga miedo de ella, sé que no me podría hacer daño incluso teniendo en cuenta sus excelentes habilidades de combate, pero tengo miedo a perderla. He pasado mi vida junto a ella y no quiero que ahora sea el momento en el que se vaya de mi lado. Pero cuando la miro a los ojos, no veo ira ni odio.
—¿Qué oíste exactamente? —cuestiona. Su voz es tan tranquila y tan carente de emoción que hasta me da miedo.
—No fue mucho. Él... te dijo que no lo volvieses a hacer. Y también que no se lo contaras a nadie. No oí nada más —respondo.
—Bien —contesta ella, retomando la marcha.
Me quedo ahí parado observando cómo se va, tratando de averiguar qué acaba de pasar. Corro un poco para alcanzarla, pero ella no parece inmutarse de mi presencia. ¿Qué está pasando?
—¿Puedo preguntar de qué hablabais?
—No, Jack.
—¿Por qué? Si te dijo que no me lo podías contar será por algo, ¿no? ¿Es algo que me concierne?
—¡Basta! —exclama, atrayendo algunas miradas de ángeles que sobrevuelan la zona—. ¿No te parece suficiente que te perdone el hecho de que me espiaras? ¿Ahora, encima, quieres saber más? Estás muy equivocado si crees que esto va a funcionar así, Jack —razona ella.
Me sostiene la mirada por unos segundos; ahora sí que puedo ver la furia llameando en ellos, lo que provoca que un escalofrío se desprenda por mi cuerpo. Sin decir nada más ni darme tiempo a responder, alza el vuelo, alejándose de mí sin mirar atrás en ningún momento.
Suspiro mientras me reprendo mentalmente por haber hecho eso. Tendría que haberlo dejado en una simple confesión en vez de haberlo convertido en un interrogatorio que no estaba para nada justificado. Porque, al fin y al cabo, por mucho que tenga que ver conmigo, no puedo obligarle a contarme algo que ella no quiere y que, más importante, ha prometido no decir.
Despliego mis alas y me dispongo a volar hasta donde está ella. Mi intuición me indica que está en el parque y, cuando llego ahí, veo que estoy en lo correcto. Ella está sentada en la hierba; sus ojos brillan, pero esta vez no de alegría y eso hace que un agujero se abra en mi interior, haciéndome sentir un dolor terrible al entender que se siente así por mi culpa. Permanezco ahí de pie observándola, mientras ella con cautela llama a los pájaros, los cuales acuden a ella silbando diferentes melodías que inundan nuestros oídos. Dudo un instante. Una lágrima se derrama de su mirada azulada, y ya no lo aguanto más. Doy un paso al frente, decidido, no pudiendo aguantar las ganas de abrazarla, pero ella me ve. Gira la cabeza, despacio, sosteniendo a una golondrina australiana la cual se ha posado con delicadeza en sus dedos. Su mirada está vacía, carente de aquella luz que antaño había brillado con más intensidad que las propias estrellas que decoraban el firmamento. Me estremezco. Me recuerda a la mirada que tuve la desgracia de observar en mi última noche de vida en la tierra... la mirada de mi padre minutos antes de arrebatármela.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top