XI

El agua caliente cayendo sobre mi pierna, solté un alarido de dolor puro, esto ardía horrible, sentía el temblar de mi cuerpo, un trapo húmedo frío fue colocado sobre mi frente, sentía mi cuerpo arder como el si estuviera en la vivas llamas del fuego, un fuego que me iba consumiendo. Volví a gritar, aferrándome a las sábanas de la cama apretando mis dientes, era capaz de oír como estos rechinaba por la fuerza que aplicaba, era un dolor que me hacía agonizar, un trapo seco se fue colocado en mi boca para poder morder este y no mi lengua. El fuego se iba propagando por mi cuerpo, unas manos acariciaron mis mejillas con delicadeza, entonces sentí el frío metal incrustarse en mi piel. Me removí por la cama con brusquedad soltando un sonoro alarido sin importar que el trapo en mi boca podría ahogarme.

— Akane... — susurró con dulzura tratando de tranquilizarme.

Nuevamente la aguja volvió a incrustarse haciéndome gritar fuertemente, el olor a sangre no podía tolerarlo por más tiempo, mi estómago estaba más que revuelto, más agua caliente cayó en mi pierna, gemí ligeramente por la temperatura de esta. Entre abrí los ojos observando mi entorno.

Una habitación oscura, iluminada por tan sólo un par de velas, Petra a un lado mío cerrando los ojos mientras acariciaba mi rostro dándome apoyo, una chica rubia arrodillada junto a la cama con aguja e hilo en mano curando mi pierna, Zoe tras de ella con una bandeja llena de utensilios médicos y algunas algodones manchados de sangre.

Volví a gritar apretando mis ojos, dejando escapar todo aire dentro de mis pulmones, arqueando la espalda con mis manos empuñadas en las sábanas, sentía como pequeñas gotas de sudor se deslizaban por mi frente. Me estaba quedando ronca por cada grito que pegaba, las náuseas iban en aumento, como detestó el olor de mi sangre. Entre jadeos volví abrir levemente los ojos, mi pecho subía y bajaba, todo mi cuerpo bañado por una leve capa de sudor. Las palmas de mis manos ardían por tanto que las apretaba al sentir la aguja en mi pierna. Mis ojos se abrieron más de la cuenca soltando todo el aire en un suspiro.

— Capitán — dije entre jadeos al verlo quitarle la aguja e hilo a la rubia enfermera

El azabache llevaba un pañuelo blanco atado sobre su pelo y otro del mismo color cubriendo nariz y boca, pude ver como sus impecables guantes blancos se tiñeron de un rojo vivo al tomar la aguja, ese rojo vivo era mi sangre que se iba derramando de mi pierna. Sentía mucha vergüenza el que él estuviera aquí viéndome semi desnuda, sólo estaba cubierta por un camisón color crema de tirantes que no llegaba más abajo que el medio muslo, sólo traía puesta mis bragas y el camisón, claro que tenía derecho a sentir vergüenza de que un hombre de treinta años me viera en este estado, pero había algo que no lo lograba comprender ¿Qué hacía él aquí?

El hizo una seña con la mano para que salieran las chicas, Petra me miró con lástima, una mirada con devastación, yo aún no me enteraba de la gravedad de la herida de mi pierna, y ellas se habían negado a decirme algo sobre esto no hasta después de la curación. Aún no tenía ni la más remota idea de cómo me la había hecho ni cómo había llegado a la enfermería, después de haber sido arrastrada por la inconsciencia desperté con un fuerte dolor punzante en mi pierna izquierda en una de las camillas de la enfermería, Zoe estaba ahí con preocupación y desesperación pintado en rostro, ordenando que me desvistiera de inmediato y me colocará el camisón, cosa que hice con ayuda de Petra. Después de eso entró la enfermera arrastrándome a un infierno de puro dolor.

— Haces demasiado ruido, mocosa — habló serio dándome la espalda mientras limpiaba cada utensilio en la bandeja dejada sobre la mesa por las castaña antes de marcharse por la puerta junto a esta. 

Limpié el sudor de mi frente con el torso de mi muñeca, mi respiración seguía irregular, sentía en mi pecho el latido frenético de mi corazón, entreabrí mis labios jalando más oxígeno así. Él se giró acercándose con la aguja en manos, ahora impecable 

— Tus malditos gritos no me dejan concentrarme con el puto papeleo de mierda — informó neutro, sentí rabia al decirme tales cosas, cabía la posibilidad de que se me fuera imputada la pierna y el salía con que soy muy ruidosa, le dedique una mirada con odio puro, el fuego en mi pierna quemaba como el mismísimo infierno y él estaba ahí parado sin hacer nada. Si tuviera la fuerzas necesarias para hablar lo haría diciendo una que otra cosa que en un futuro lamentaría seguramente — Calla, el dolor pasará.

Me aferré a las sábanas con más fuerza que antes, mordiendo mi labio inferior evitando soltar otro alarido, mi espalda se arqueó nuevamente, mi cuerpo se retorcía por el indescriptible dolor del momento, de mis ojos se escaparon una que otra lágrima, mis pulmones ardían a horrores por la falta de oxígeno, entonces ya no lo sentí más, entre abrí uno de mis ojos viendo con cubría la herida con unas blancas vendas con suma delicadeza. Al finalizar, dejó la aguja sobre la bandeja junto con su pañuelo blanco de la cara sentándose en el borde de la cama, mirándome fijamente de una manera que no podía descifrar, se sacó uno de guantes teñidos por mi sangre, seguido por el otro. Aún mi cuerpo sudaba, el dolor en mi pierna había disminuido en lo mínimo, pero al menos ahora sabía que ya no me desangraba.

— Eres una exagerada de primera, mocosa — una de sus manos se posó en mi húmedo y enmarañado cabello acariciándolo con gentileza, mis ojos se abrieron más de la cuenca a manera de sorpresa, en el primer contacto la electricidad viajó por mi cuerpo. La mano que tenía libre la posó sobre mi barbilla obligándome a verlo fijamente — Siempre me has tenido miedo — mencionó con cierto tono divertido, la mano sobre mi cabello se fue deslizando por mi mejilla, no podría decir si el rápido latir de mi corazón se debía al dolor en mi pierna o las acciones de mi capitán.

Su mano bajo hasta mi pierna derecha acariciándola, haciéndome estremecer, estaba congelada, no podía moverme, ni gritar, sólo mirarle. Sus dedos acariciaron las comisuras de mis labios. Entonces reaccioné poniendo una mis manos sobre su pecho en un fracasado intento por empujarlo, pues su mano que hace unos instantes atrás había estado sobre mi pierna oprimía mi mano contra su pecho haciendo que sintiera el latir de su corazón.

— ¿Sabes lo que se siente no poder protegerte de todo peligro todo el tiempo, estúpida? El pensar en perder a una mocosa como tú — habló con voz ronca.

Dirigió mi mano hasta su mejilla, acunando su rostro en ella, no lo comprendía, no lograba comprender el por qué a su actitud, la soltó al cabo de el paso de los minutos, de un momento a otro sentí algo tibio en mi frente, sus labios, los dejo ahí unos segundos antes de apartarse, como si le doliera hacerlo 

— Quiero ser yo el idiota que caiga ante tus pies, ese puto idiota que cure tus heridas como hoy — mencionó, sin embargo yo seguía hecha piedra, no sólo el dolor me mantenía bloqueada de mis sentidos, también las acciones de Levi, esto era tan repentino, lo único que podía hacer era mirarlo — Di tan siquiera algo, mierda.

— Levi — murmuré con el poco aliento que había recogido.

El amor es para adultos, eso siempre lo he dicho igual a lo que soy joven aún para enamorarme, aún soy una niña, o eso me fuerzo a creer, no estoy seguro de tener otro sentimiento por el más que el de respeto y compañerismo, posiblemente, pero también están los pensamientos sucios que he tenido últimamente donde ambos estamos de la mano. Quizás me guste, no, eso no, aún soy joven, debo de estar confundiendo mi admiración por otros sentimientos. También estaba Petra que siempre ha tenido sentimientos por él, no podía evitar sentir la culpabilidad por algo que aún ni siquiera pasa.

Debía ordenar mis ideas rápido, el esperaba una respuesta, y lo que llevó conociéndolo, la paciencia no es su especialidad. Por más que pensara, más perdida me sentía, no hallaba una respuesta clara, hace tan sólo unos días tenía en claro que sentimientos tenía hacia él cuando la embarazosa situación que me había metido Hanji, una persona no puede cambiar así de rápido de pesar. Sin embargo desde ese incidente me ha traído dándome vueltas a la cabeza confundiendo cada vez más mi ideología hacia él.

El chasqueo de su lengua fue lo que me trajo de vuelta, tomé su mano con fuerza, no tenía las palabras correctas, ni siquiera una idea de lo que iba a responder, mi mente había quedado en blanco, lo único que pude hacer fue conducir su mano a mi mejilla, que al final de cuentas sólo no atraje a su mano, también su rostro se acercó al mío sintiendo su respiración chocar con la mía, antes de que sus labios abrazarán los míos.

Un beso.

Él me estaba besando, algo que nunca pude imaginar por considerarlo un pensamiento de lo más sucio. Era un beso que inició con dulzura y suavidad, pero fue en aumento haciéndose imposible de seguir. El beso que había tenido con Elliot había sido un simple roce de labios, sin embargo Levi buscaba más que un simple roce entre nosotros, su manera de besar era muy distinta a la de Elliot, sus manos entrelazándose con las mías por arriba de mi cabeza, mordió mi labio, haciendo que los abriera, sintiéndolo sonreír en el beso.

La manera en que Levi me besaba era mucho más apasionada de lo que habría llegado imaginar. Fuera como fuera, me gustaba, deseando que no terminará.

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