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Distrito de Trost.
Recorrer sus calles me traen viejos recuerdos, memorias del pasado que desearía no recordar, ahora que las calles están desoladas, todo sumido en el silencio no puedo evitar de reconstruir escenas de mi corta y pésima estancia aquí. La imagen de una niña de doce años corriendo bajo la lluvia desesperada rogando por ayuda venía a mi mente, gritando con voz ronca, y su ropa rasgada, siempre mirando atrás. Su perseguidor, una sombra negra resbaladiza dejándola sin salida.
Ella temblando en aquel callejón sin salida, llorando rogando por que alguien oyera sus plegarias y acudiera a su rescate, sin embargo sólo consigue una bofetada por su perseguidor, el labio inferior se abrió dejando escapar un hilo de sangre, otro golpe haciendo un corte en la mejilla, rápidamente el olor a mi sangre impregnó mis fosas nasales, él un hombre que nunca seré capaz de recordar su rostro, su voz, una voz que jamás lograré sacarme de la cabeza, sus grandes y ásperas manos que tanto asco me daban, sólo doce años tenía cuando recorrí estas calles descalza una noche de noviembre, desde esa vez jamás volví a venir, siempre lloraba cuando lo recordaba.
Su olor me impregnaba hasta lo más profundo, un asqueroso olor a cigarro y alcohol, esos grandes labios que tocaron los míos de forma ruda, sus asquerosas manos que recorrieron mi débil y pequeño cuerpo. Ese momento fue donde desee más que nunca por ser rescatada. Mientras ese hombre me ensuciaba yo lloraba diciendo su nombre. Estaba sola.
Las lágrimas bajaban por mis mejillas, apreté los dientes sacudiendo mi cabeza frenéticamente tratando de olvidarlo, pero no era capaz de hacerlo, una ligera aroma fue detectada por mi nariz, el aroma a cigarro fue el detonante para que la náuseas me subieran. Lleve una de mis manos a mi boca y la otra sobre mi estómago, conteniendo las náuseas al menos por unos efímeros segundos.
Ya que al final lo vomité todo, mientras lloraba. Estaba sola, me había alejado mucho de mi zona, y con este estado no podría mantenerme más en pie, era capaz de oír las pisadas de los titanes acercarse a mi actual posición, sin embargo no lo era para poder levantarme, seguía ahí arrodillada en el piso aún vomitando.
Limpié mi boca con la manga de mi chaqueta del uniforme, había perdido toda fuerza que tenía. Mire la muñeca que había comprado tan solo hace un par de horas, esa muñeca con la que siempre soñé tener, aferrándome a ella. Cerrando los ojos volviendo a llorar, las náuseas no cesaban.
Después de todo me eh rendido, renunciando a mis promesas. No soy tan distinta a Elliot, prometiendo lo que no cumpliré. Es una desgracia.
Los pasos de los titanes se iban acercando hasta tenerlos frente, un clase seis junto a un clase quince, ambos sonriendo ante su aperitivo de la tarde, yo.
Respire hondo tratando de calmar mis náuseas, esperando a ser devorada, con una triste sonrisa llena de dolor espere a que se fueran acercando, escuché ese familiar sonido de fibras musculares cortarse, el sonido de engranes y poleas del equipo de maniobras, ambos cuerpos cayeron uno después que el otro a escasos metros de mí, su cuerpo emanando vapor fue lo único que tenía en mi campo de visión, hasta que de entre el vapor emergió él.
Un soldado de negras canicas, un caballo largo peinado por un lado color marrón, muy alto y delgado, se agachó hasta quedar a mi altura, sonrió ampliamente. Mis ojos se abrieron más de lo normal e inmediato supe que mis mejillas se tiñeron de rojo, de boca deje escapar todo el aire. La náuseas desaparecieron como si nunca las hubiera tenido. Me guiñó un ojo.
Elliot.
¿Acaso ya estaba muerta y alucinaba con tenerlo arrodillado delante mío?
Si así fuera... ¿por qué no hay dolor? ¿Así es la muerte?¿Vacía?
Lleve una de mis manos a mi pecho, aún latía mi corazón. Hice una rápida inspección de mi cuerpo buscando alguna herida mortal, nada. Pero si no estoy muerta o agonizando, ¿será un sueño?
Me pellizqué disimuladamente, nada. No podía aceptar esta realidad, es demasiado bueno para ser verdad. No lo vi morir, y la extremidad que se me fue entregada era de su procedencia. Esto no tenía lógica por donde le buscara, no la encontraba.
— ¿Estás bien? — preguntó ofreciéndome una mano para levantarme, asentí dudosa, por una extraña razón no sentía mis piernas, pero no había ni un rastro de alguna herida- Este no es un buen lugar, los titanes están cerca, será mejor subir a unos de los tejados.
Entreabrí mis labios para poder informarle la situación de mi piernas, lo cual no fue necesario comentarlo, él ya me había tomado de la cintura elevándose por el aire. Su cabello se agitaba con el viento por la velocidad a la que íbamos. Usaba demasiado gas. Pronto sonaron las campanas de la retirada, estábamos aún muy lejos de la muralla, y el gas se estaba agotando.
— ¿Y qué hace un soldado de la Legión aquí en Trost? Creí que había partido a un expedición hace unas horas — hasta su voz sonaba igual a la de Elliot, pero aún no podía confirmar que fuera él.
— Me enfermé — informé con voz suave. Él alzó una ceja y sonrió.
— Con que de una chica enfermiza se trata ¿eh? — no respondí a eso, sólo me dediqué a mirar los tejados que íbamos dejando atrás, él evitaba todo contacto con cualquier otro titán, pues estaríamos en desventaja gracias a mi — Por cierto, Zack Freud a tus servicios, my lady.
— Akane — respondí con desgano, una sola diferencia, el nombre. Sólo eso, ni el su forma de hablar, ni las expresiones en el rostro, todo eso era igual, sólo el nombre.
El gas se acabó, terminando así con nuestra esperanza de salir de aquí, habíamos quedado varados sobre uno de los tejados, cerca del suministro rodeado de titanes. ¿Esto significa que moriría aquí sin honor, sin haber cumplido mi promesa, sin haber cruzado alguna palabra con el trio de Shiganshina?
Toda clase de ideas de eso estilo divagaban por mi mente, mientras veía a Zack pensar de espaldas a mi. Seguramente moriría aquí y ahora, por eso el estaba aquí, para poder recibirme con los brazos abiertos.
— ¡Hey! — me giré a él quien me miraba con un brillo en sus ojos, una mirada llena de ternura, una que sólo era capaz de hacer Elliot, sin previo aviso me tomo entre sus brazos, una abrazo lleno de protección, apoye mi cabeza en su pecho sintiendo como el sueño se iba apoderando de mi — Tu no morirás hoy, eso te lo aseguro, te lo prometí, deberías saberlo.
Las últimas palabras se iba escuchando a la lejanía, esta sucumbiendo a la inconsciencia.
— Esperaré a nuestro encuentro junto con el viejo.
Y todo en mi campo de visión se volvió negro.
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