VIII
Esto es asombroso.
Hablando con sarcasmo.
Sobreviví a la caída del muro Maria, a varias expediciones pero a una pequeña mojada no. El día de ayer al regresar de haber comprado víveres comenzó a llover, por consecuencia me mojé un poco y ahora estoy aquí recostada en cama con tremendo resfriado.
Siempre fui enfermiza, de pequeña tenía episodios de asma, con el paso de los años esto se me fue retirando, hasta ahora. Estaba cubierta por dos cobijas de lana y aún así sentía el frío penetrar mis huesos. A pesar de haber dormido toda la mañana, me sentía cansada, muy cansada. Hace rato que se me había bajado la fiebre, no paraba de toser y estornudar, mi nariz estaba congestionada. No puedo respirar del todo bien.
Petra se acaba de ir. Me había venido visitar en su rato libre. Al igual que Zoe. Sus visitas me habían subido el ánimo, haciendo que riera con sus tonterías y ocurrencias, realmente no soportaría perderlas, las estimo demasiado, no importa cuanto me haya esforzado por no tener cariño por nadie de la Legión, simplemente fallé y no es algo que de que me arrepienta, al contrario, sólo con pensar que tal vez mañana no estén a mi lado me entristece mucho. No puedo imaginarme sin ellas a mi lado. Esto es lo mismo que pensaba de Elliot y el viejo, pero tal vez una segunda pérdida no creo poder soportarlo. Me desbordaría de seguro.
Estaba realmente aburrida, no tenía absolutamente nada que hacer, sólo girar de un lado a otro y mirar el reloj en la pared.
Me senté en la camilla apoyando mis codos sobre mis rodillas, mis pies descalzos colgaban, aún sigo siendo pequeña, sigo siendo una niña a pesar de todos los golpes, quizás nunca dejaré de serlo. Piernas delgadas, pálidas y frágiles. Cabello castaño corto algo ondulado, ojos grandes color esmeralda, el viejo siempre se refirió a mi como muñeca de porcelana, frágil como los pétalos de una flor.
Una nostálgica sonrisa se dibujó en mis labios al pensar en él, siempre deseé tener un padre como él, así de atento y cariñoso como él lo era. Un padre normal como todos en la Legión tienen, alguien quien los ama y velan por ellos. Algo que yo nunca tendré.
Más tarde por la noche, Petra y Zoe vinieron a despedirse por su partida a la expedición número no sé que - jamás me los eh grabado - ya que por mi estado de enfermedad no participaría, me quedaría aquí a petición de Levi como apoyo al equipo de guarnición. Al menos no me quedaría encamada como un parásito inútil.
Las he hecho jurar que no morirán el día mañana al salir de los muros.
Sé que cumplirán. Lo sé.
Caminaba por las calles del distrito portando mi impecable uniforme, con una blanca flor decorando mi castaño cabello recogido en una coleta floja. Me sentía mejor que ayer, sin embargo no estabas en condiciones de salir. Hace un par de horas los había visto partir por la puerta principal acompañado por el sonido de las campanas. Se había ido nuevamente a una aventura donde podrían morir.
Trataba de no pensar mucho en ello. Caminar despeja mi mente, no se me había encomendado una tarea en especial, sólo estar atenta, todo parece volver a la normalidad después de la tragedia de hace cinco años, todo parece volver a su curso habitual, la humanidad se ha ido recuperando de aquel golpe. Nos hemos ido acoplando a la nueva vida después de innumerables sacrificios. Pero bien, no se puede cambiar al mundo, me ha tocado vivir en un mundo cruel, en una vida llena de sacrificios, sin embargo debo sonreír, debo estar agradecida por seguir viva, sin importar lo duro que sea hacerlo.
Me detengo frente a una pequeña tienda, la gente sigue su paso esquivando mi cuerpo que se queda estático frente a la pequeña tienda, una tienda que para los demás es una más en esta calle, una tienda sin trascendencia alguna, excepto para mí. Me voy acercando a paso lento a la dichosa tienda hasta quedar a unos pasos de la entrada. Observo con detenimiento la estructura antes de entrar, todo ruido desaparece al estar dentro, un lugar perfecto para aislarte del mundo entero.
Una tímida sonrisa se dibuja en mis labios, estar aquí dentro me trae tantos recuerdos, recuerdos dignos de recordar de mi niñez. Es notorio el brillo en mis ojos al estar aquí dentro.
— ¿Buscaba algo en especial? — una anciana tras el mostrador me pregunta, sus anteojos cubren sus ojos.
Niego con un movimiento tomando una de las miles de muñecas que hay, una muñeca de ojos verdes y cabello castaño decorado por una corona de flores blancas a juego con su vestido largo, jamás tuve una por la pobreza en la que vivía, así que Elliot hacia unas para mí con viejas cucharas y trapos. Acarició el cabello de la muñeca con una tímida sonrisa.
— Esa muñeca es de diseño único — menciona la mujer, asiento sin quitarle los ojos de encima.
El viejo estuvo ahorrando durante meses para poder comprarme una de estas, jamás lo hizo al caer en la enfermedad, ese dinero lo gasto en doctores y remedios. Pero ahora que tengo el dinero puedo comprarla. Pego la muñeca a mi cuerpo entregándole el dinero a la anciana sin dudar. Saliendo de la tienda con gran felicidad reflejada en mis grades ojos tal como niña de cinco años. Dicha felicidad no duró por mucho.
La historia se repite, el titán colosal había atacado desapareciendo tan repentino tal y como apareció sin dejar rastro. Tal como lo sucedido hace cinco años en Shigancina, la tragedia no puede repetirse, no cuando apenas nos hemos recuperado, no otra vez. No tardó mucho en que el equipo de guarnición comenzará con el trabajo de evacuación de los civiles al muro interior.
¿Acaso no puedo tener un momento feliz sin ser interrumpida por un ataque titán?
Guardó la muñeca dentro de la chaqueta que conforma el uniforme, tomando el equipo de maniobras tridimensionales, poniendo en marcha. Moviéndome de tejado en tejado sintiendo el aire chocar contra mi cara, volando tal como un pájaro.
Esta tragedia no puede volver a ser escrita.
Ojalá Hanji y Petra estén bien.
Esto de editar la historia es aburrido aaaaaaaaa
En fin, pasen por mi perfil, tengo más historias xd
Nota: Tengo comisiones abiertas de dibujos, por si alguien esta interesado
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