VI

Su blanquizco cabellera caía sobre su frente morena con tres líneas marcadas en esta, sus cejas grisáceas unos ojos pequeño y caídos, con pequeñas ojeras a causa de la golpeada vida que había llevado, pómulos hundidos, una nariz chata y sus labios, grandes siempre resecos, cuello largo con un pequeño lunar bajo la manzana, su cuerpo encordado, brazos delgados manos grandes y dedos gruesos, de complexión delgada.

Ese era el viejo.

Volvía a casa hecho pedazos cada día, desanimado, otra vez lo habían corrido por ser un viejo bastante pacífico, una mujer enferma, encamada que cada día lo iba olvidado más y más, delirando con su fallecida bebé que lloraba en sus brazos, un hijo en la pubertad siendo molestado por los chicos de la colonia, y esa niña que siempre venía a comer con su hijo.

Si, el viejo llevo una vida pesada. Una esposa enferma tanto mentalmente como físicamente, el nacimiento de su segundo hijo muerto, el desempleo, los problemas de su hijo Elliot, la muerte de su único hijo, el fallecimiento de su esposa, pero a pesar de todo siempre sonreía como si todo estuviera bien, le sonreía a la vida, siempre buscando la felicidad y protección de su hijo y mía antes que la suya.

Siempre lo hizo.

Tal y como lo hizo hoy.

Un color escarlata, el color favorito de viejo y de Elliot, ese color ahora estaba sobre mi blanco vestido, sobre mis pies y manos. Este color escarlata que ellos amaban es la sangre del viejo. Sangre que derramó por salvarme de un titán, había huecos en mi memoria, yo debí haberlo protegido, el me dio su vida en cuanto baje la guardia, todos se han ido, no queda nada de ellos.

La ciudad donde crecí, la cumbre, la cabaña, el viejo y Elliot.

Todo, no me queda absolutamente nada, ya no hay lugar al que pueda llamar hogar, sólo queda un vacío, han partido repentinamente que no puedo aceptarlo. Me niego aceptarlo.

Mis ojos comienzan a humedecer, me abrazo más a mis delgadas piernas ocultando mi rostro.

¿Qué hago aquí... huyendo en este barco?

Huir tal cobarde.

Debería morir ya, quiero calmar este dolor que me consume cada día de mi vida.

Nunca debí haber existido. Por eso mi madre me abandonó, hija de una prostituta. Yo soy quien paga todos sus pecados arrebatándome todo lo que me importa, todo lo que quiero, yo ya estoy condenada a una vida con rechazo y dolor.

Alzó la cabeza al sentir el movimiento del barco, la gente que se ha quedado abajo entran en pánico, comienzan a pelear entre sí, algunos se lanzan al río prefiriendo suicidarse antes que morir a manos de los titanes. Todo es una verdadera tragedia.

La gente a mi alrededor aterrada, llorando, rezando... Y ahí están ellos, el trio que tenía a un lado en río antes de la caída. Un chico de cabello castaño y ojos verdes, la niña de cabellos azabache dándome la espalda, y otro que dudo ante su género, rubia cabellera y grandes ojos azules.

Desvío la mirada, el castaño, con tan solo ver su cara, sus ojos puedo imaginar los horribles sucesos por los que pasó antes de llegar. La pérdida de alguien cercano, al igual que yo.

Sonrío con pesadez pensando en el niño, se que hará una locura, se que pedirá venganza, no me extrañaría verlo después entre los cadetes.

Todos desean venganza, vengar a sus caídos.

En cambio yo no, no quiero venganza, no quiero más muertes. Tan sólo yo deseo un día más con ellos.

Me apoyo en la pared tomando un sorbo de alcohol, cierro los ojos con fuerza haciendo una mueca de asco, sin embargo vuelvo a beber de la botella. Me voy deslizando por la pared hasta quedar sentada en el implacable y frío suelo. Respiro hondo dejando la botella a un lado, limpiándome las lágrimas con el torso de mi mano.

Aún falta mucho para el amanecer, la luna es ocultada por las nubes dejando entrar la oscuridad. El viento agita mi enmarañado cabello. Tres días han pasado desde la muerte del viejo, aún llevo la misma ropa de ese lamentablemente suceso, las mismas manchas. Eh estado ausente en la Legión durante estos días hasta hoy que eh regresado con un aspecto fatal.

Vuelvo beber un trago de la botella.

— Supongo que será limpieza de la cocina ¿verdad? — hablé con una voz aguda sin dirigirle la mirada, él tampoco lo hizo sólo se cruzó de brazos apoyado un pie en la pared.

— Debería asearse, mocosa — me miró por el rabillo del ojo — Hueles a muerte.

Suspire cansada, poniéndome de pie con movimientos torpes sin soltar la botella, tomé otro trago poniéndome frente al capitán quien me miraba con el ceño fruncido.

— ¿Muerte? — alce ambas cejas sonriendo con desgano — Mi aspecto ahora es lo que menos me importa, sólo quiero olvidar — otro trago más, sentía como las lágrimas se iban deslizando por mis pálidos pómulos — Escuché por ahí que el alcohol es bueno para olvidar y sanar. Ahora se me disculpa tengo penas que ahogar.

— Déjate de estupideces — habló serio quitando la botella de mis manos — Niñata, madura ya.

— Para usted grandísimo capitán, es fácil decirlo siendo alguien tan frío que no tiene sentimientos por nada ni nadie, usted no sabe lo que es perderlo todo, tener una vida en el rechazo, en la humillación, nunca lo han tratado como escoria. A usted le da lo mismo que mueran nuestros compañeros, que se sacrifiquen...

Tomó de mis muñecas por arriba de mi cabeza acorralándome en la pared. Me miró fríamente, una mirada que mata. A pesar de ser enano es más alto que yo, y obviamente más fuerza, tratar de zafarme sería en vano, giré mi cabeza hacia la izquierda cerrando los ojos, mi ritmo cardíaco se aceleró notablemente, le tenía miedo a él. Su respiración sobre mi cabello, haciendo que temblará.

— ¿"Qué no sé"? — su quijada se puso tensa, lágrimas bajaban por mis mejillas — Tu no conoces por todo lo que eh pasado, mocosa, no puedes juzgar sin conocer — un escalofrío recorrió mi médula espinal, Petra había mencionado algo de él que no podía recordar — ¿Rechazo, humillación, un pedazo de escoria? Conozco muy bien todo eso niñata.

Apreté mi mandíbula al sentir más presión en mis muñecas para luego desaparecer. Abrí los ojos lentamente viéndolo como se alejaba por el pasillo.

— Levi — corrí tras de él hasta abrazarlo por la espalda, él se tenso ante mi acto — Lo siento — rompí en el llanto, fui aflojando mi agarre conforme las lágrimas salían — Lo siento — repetí con voz quebradiza — Tan sólo estoy triste.

— ... — solo chasqueó la lengua

Reanudó su camino dejándome ahí tirada en el suelo de rodillas empapada en llanto.

¿Qué esperaba de él al hacer semejante estupidez?

Jamás él correspondería a un abrazo, jamás me consolará. Jamás me animará. Jamás me tendrá alguna clase se cariño. Jamás me regalara una sonrisa.

Levi puede que haya jurado protegerme, pero él no es Elliot.

Elliot ha muerto, debería ya aceptarlo él no volverá.

Sí, estoy triste.

Sin ellos estoy perdida.

Sin ellos en este mundo no soy nadie.

Tan sólo una chica abandonada a su suerte que quería volver a ser niña.


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